Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

lunes, 26 de abril de 2021

Octubre maldito.

 


Eran las cinco de la tarde, los dolores de parto de la muchacha iban aumentando. Estaba en un clínica muy famosa. Su esposo esperaba fuera. Llegada la hora la prepararon y se la llevaron al paritorio, allí comenzó la pesadilla, porque aunque se hallaba en compañía de dos matronas se sentía abandonada.

Le habían dicho que estuviera tranquila, que no pasaría nada, y que como era primeriza seguramente sus mimos harían que gritara, y alborotara a las demás parturientas. Pero no fue así.

La muchacha no dejaba de llorar, y los dolores se acrecentaban cada vez más rápido, así estuvo cinco horas. Rebeca, una de las matronas le volvía a repetir lo mismo, pero por mucho que la joven intentara portarse bien, aquello ya era un infierno. 

Habían llamado al cura Domingo Aguirre que casi vivía en aquella clínica maldita. 

Es sólo por si hiciera falta porque todo irá bien decían las matronas, en el cuarto de al lago, mientras fumaban y bebían café.

Pasados unos veinte minutos Domingo Aguirre entró en en cuarto, con los hábitos a medio poner. Estaba durmiendo la siesta y le faltó el crucifijo, y los zapatos, también llevaba el pelo como los estropajos.

Ante los terribles gritos de la muchacha entraron en el paritorio, Domingo Aguirre bostezando y buscando el crucifijo.

Ambas matronas se dieron cuenta de que ya era demasiado tarde: la criatura había nacido muerta por falta de oxigeno, porque nadie acudió mientras se esforzaba junto a su joven madre por venir a este mundo.


Lo envolvieron en una mantita azul y lo colocaron en una pileta. Ya estaba morado. Sus ojitos cerrados. Y la resignación de no poder ver cómo se podía vivir.


Algo temerosas tardaron un buen rato en llamar al médico.

Irene, hija, el niño ha nacido muerto, sabemos que es una noticia muy mala para ti, pero suele suceder. Verás que te irás a casa y todo pasará, volverás a concebir.


Pasados unos dos años aparecieron los cuerpos de las matronas descuartizados, como si una manada de perros se las hubieran comido a mordiscos.


Les hubiera gustado el nombre de  Demian en el caso de que todo hubiera ido bien. 


Pobres mujeres.





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