Contemplar un riachuelo y ver como el agua clara se desliza obediente buscando con verdadero entusiasmo el gesto amable de la llegada; escuchar sentados la música de cámara en el pequeño auditorio de la ciudad, todo ello, no es ni más ni menos, que entender con verdadera lucidez el secreto de las cosas...,
miércoles, 26 de noviembre de 2014
domingo, 23 de noviembre de 2014
La señora seria
Todos los días la señora seria se levantaba muy temprano para ir a comprar el pan y la leche, porque en la madrugada todos los olores de la noche aún permanecían mezclándose con los cirios de las farolas y con los lirios y con las flores de azahar. La señora seria recorría aquel camino con un entusiasmo desbordado y con los ojos bien abiertos y aspirando el almizcle, la lechera en una de sus manos y la talega en la otra hasta llegar al destino para luego volver con la tibia leche y el pan recién horneado. Era tan seria que los niños le temían, los vecinos saludaban con cierta aprensión y la maestra del pueblo la respetaba mucho. Una vez el alcalde y el médico hablaron con ella con la intención de saber el porqué de su aspecto sobrio, pero la señora seria no respondía nunca, y seguía su camino...
Ella cuando se quedaba sola respondía a todas las preguntas del alcalde y del médico y a veces de la maestra: Una no puede sonreír cuando el cielo se oscurece con una tela gris y cuando una sabe que hay niños muertos encima de cualquier madero o en la ruinas de cualquier ciudad, se dijo. Y volvió a decir por la tarde cuando se encontraba sola: Una no puede sonreír cuando la tierra en que se vive se muere por las bombas y los rostros de las gentes se desfiguran por la metralla....
No señor, no, se dijo. Tomó la lechera y tomó la talega y cuando empezaba el día se dispuso a los de todos los días a esas horas...
lunes, 17 de noviembre de 2014
Antes de dormir
No
copies, te veo por el rabillo del ojo- No he copiado, sólo que tú haces que
sienta eso, la necesidad de mirar tus cuadernos, tus libros, y, porqué no,
desear tener tu estuche repleto de lápices de colores tan brillantes, adornados
con esas pequeñas estrellas que parecen miles de farolillos…
-Olivia
te castigará dejándote sin merienda, dijo Néstor.
-Ella
nunca castigaría a alguien que se quede embobado admirando cosas bonitas, dijo
Eloy. -¡Bah! ¡Paparruchas! replicó Néstor. ¿Sabes que pueden encerrarte en el
cuarto oscuro?, ¿Y que probablemente no salgas hasta dentro de mucho tiempo?-
¿Pero a qué llamas tú cuarto oscuro?, dijo Néstor. -¡Bah!, ¡Paparruchas!,
repitió de nuevo…
Son
como niños, arguyeron mientras les observaban detrás de las persianas. Dígame
Doña Olivia, ¿cuántos cree usted que podrán llegar? – Deduzco que usted quiere
decir aproximadamente porque, la verdad es que las cifras son estimatorias
dependiendo por supuesto del grado de capacidad de cada uno de ellos o, de la fortaleza
física, dijo Olivia. Permítame un consejo Doña Olivia, no castigue tanto con el
cuarto oscuro, o sus hijos sospecharán, de hecho, hace apenas unos días la
familia de Orson se presentó en mi despacho un tanto extrañados de que su padre
les contara que a veces, le llevaban desnudo a un cuarto muy oscuro por copiar
los deberes o, por comer dos natillas en la merienda en vez de una, porque sólo
usted permitiría en tal caso dos unidades, si no mojaban las camas…
domingo, 9 de noviembre de 2014
Por los siglos de los siglos
Por
mucho que lo hubiera deseado al final, había acabado como los demás. Él
provocaba una atracción incontrolable. Lamia no pudo más que hacer lo que
debía; tendría su cabeza junto a las de
los demás en la bodega del castillo. Ella mataba con solo mirar si se lo
proponía; era la señora de la noche, la reina de lo oscuro, de lo maldito. Pero
la desgracia de ese hombre fue encontrarse con Lamia en una de la tiendas del
centro comercial. La prensa había difundido la noticia cuando encontraron el
cuerpo decapitado en su propia cama. Sus miradas se cruzaron en la charcutería
y luego más tarde en la tienda de zapatos. Se había sorprendido verla allí y
más aún contemplar como se probaba unas botas de fino tacón, se quedó embobado
al ver sus piernas y, luego aún mas, cuando estas se abrieron de tal modo, que
Lamia se acomodaba y calzaba las botas con una sonrisa, como si en verdad
corriera por sus venas la vida.
Se
horrorizó al verla cómo hendía en el tobillo de la dependienta uno de los finos
tacones y luego relamía la sangre, de tal modo que ningún dolor siquiera
hubiera sentido la muchacha, sólo él habría visto la escena.
No
supo que la tenía en su cama hasta que despertó, y allí estaba Lamia deseando
su presa, mirándolo con sus ojos negros y jadeando igual que un perro salvaje. Su
sexo derramaba un río fluyendo, igual que un torrente de lluvia. El lamería una y otra vez ese incontrolable
caudal, lamería esa cueva indómita del demonio. Parece que fue ayer cuando la
noticia salió en los periódicos más relevantes de la ciudad; pero, en realidad
hace ya más de dos siglos, se dijo, mientras observaba la seda que cubría el
techo de su cama...
lunes, 3 de noviembre de 2014
Cuando transcurre el tiempo
Ahora ya casi ni se llevan, se dijo, mientras observaba sentada en
un banco el recogido que se elevaba en la cabeza de la mujer. El broche
ajustado al pelo brillaba y lanzaba miles de pequeñas chispas de colores
según la luz que hubiere recibido a medida en que se adentraba en el parque.
Por lo tanto entre las ramas de algún sauce y entre los parterres llenos de
flores silvestres habría desaparecido la silueta, conforme el paso del tiempo
todo se habría ido con ella; el broche sujeto y brillante desaparecería y, el
frondoso parque cuando la noche cubriera las copas de los árboles anegando
con el negro carbón de sus dedos.
Algún día ella tampoco habría estado ahí, en el banco. Se
esfumarían todas las secuencias que una, a una, hubieren pasado por entre el
camino que daba al parque, ya no se erguirían los setos, y los bancos, serían
simples imágenes fantasmales a veces vociferando, y otras, con lágrimas
brotando como un chorro de fuente en medio del desierto. Probablemente la
rambla y los puestos de castañas esperarían por los transeúntes y esperarían si
así hubiese sido, doscientos años, pasarían caballos con sus carretas; coches
con señores y señoras bien vestidos; jóvenes muchachos riendo y correteando y
se anegaría una y otra vez de blanquecino humo la avenida. ¿Qué habrá sido de
la señora con el broche en el pelo?, se preguntó. ¿Cuánto tiempo hubo
permanecido entre los sauces?- Quizás fue una señora feliz o, por ende,
desgraciada; pero tarde o temprano desaparecen toda clase de infelicidades;
desaparecen las risas…,
Se había esmerado en observar con atención aquellos hombres que
charlaban amistosamente a medida que se iban aproximando por el camino hacia el
parque y, justo a su altura, donde ella permanecía sentada con un libro entre
las manos, se habrían detenido para preguntarle afablemente por la entrada
principal del jardín botánico. Por supuesto estaría dispuesta a responder, cerraría su libro de poemas y señalaría complacida de haber podido ayudar a
esos caballeros que el tiempo hubiere puesto en su camino, esos mismos señores,
que, ya formaban parte de esas secuencias en su tic, tac y, a medida que
transcurren las horas todo se va trasformando en otro tiempo, recuerdos, voces
aquí y allá. -Nada más tienen que coger ese camino corto y a la derecha
la entrada al botánico, respondió- Con mucho gusto les habría acompañado,
si, realmente sería para ella maravilloso poder llegar hasta la puerta y señalar:
Señores, aquí la entrada al botánico, que tengan una hermosa mañana y disfruten
de la extensa flora- Eso pensó unos minutos antes, cuando pudo imaginar a
los caballeros charlando de camino al parque, cuando imaginó a la señora con
broche ajustado al pelo, que se había adentrado entre los sauces y, que nunca
más supo de ella. Cerró el libro de poemas y se asomó al ventanal y pudo
contemplar miles de hologramas tridimensionales que pendían en lo alto, cada
uno, con una historia diferente, cada uno con muchos amaneceres, y muchos
anocheceres y cada uno, con miles de bocas hambrientas y cada uno, con miles de
carcajadas…,
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Ballade pour Sophie
Ballade pour Sophie
Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...