Una,
en algún momento del día, o de las horas, se pregunta por aquel
espacio en blanco, que se halla en cualquier lugar. Porque todos los
lugares tienen su espacio en blanco.
Una
vez recorrí una playa de arena negra, con piedras redondeadas,
erosionadas por el tiempo, y por las intensas caricias de las olas:
Olas apasionadas, olas calmadas, y también olas insensatas…
Y
allí lo encontré: Un espacio en blanco..
Quizás
albergó vida: Las larvas de los pequeños peces, gusanos de mar; los
besos y las promesas de los amantes. El pozo de agua que fue había
dejado huella, aún con la virulencia del tiempo en una noche azotada
por los látigos enfurecidos del mar. Y ahí permanecen, para volver
a contar historias, para contar sueños, para albergar vida, para
crear una historia...
Si
usted quiere le cuento una historia, bastaría con encontrar un
espacio en blanco, por ejemplo en la marca en la pared de un retrato
sepia que desapareció hace mucho tiempo, pero que antes de eso, una
muchacha de ojos negros y pelo ensortijado había sido inmortalizada,
permaneciendo muchos años ahí, en la pared.
Y
es que, a veces, las historias más hermosas e interesantes aguardan
en ese pequeño o gran espacio en blanco. Porque la visibilidad se
encuentra en nuestros pensamientos. La visión de objetos, de
imaginar un mar o una historia, aunque ese espacio no albergue más
que vacío, es el don más preciado que se pueda tener...
Le
podría hablar a usted de la vieja tienda de sombreros. Se habían
vendido miles de sombreros; también albergó objetos antiguos,
algunos, reliquias.
El
brazalete de Cleopatra estuvo expuesto durante los sesenta años en
que la tienda permaneció abierta. Un comerciante de Agadir visitó
la cuidad un día cualquiera, se había tomado unas vacaciones, y lo
primero que hizo fue comprarse un sombrero, el más elegante de la
tienda, lo había cambiado por el brazalete de Cleopatra. Y es que
se sintió muy feliz, porque nunca supo hasta aquel día la sensación
que le había producido el sombrero, se miró al espejo y soltó una
carcajada,¡ qué cantidad de dientes!
De
modo que salió satisfecho a la calle, se dirigió a la avenida,
junto al parque, para que todo el mundo pudiera ver aquel elegante
Borsalino de fieltro marrón.
Esa
noche hasta durmió con el puesto. Permaneció en la misma postura
toda la noche, para no estropearlo.
Regresó
a Agadir. Cuando desembarcó, todos sus amigos y familiares se
quedaron boquiabiertos ante semejante aparición. Su chilaba blanca,
una bolsa de cuero en el hombro, y el Borsalino adornando su
cabeza...
Decirles
que el brazalete de Cleopatra fue robado por lo menos unas doce
veces, pero con suerte rescatado, y devuelto a la vieja tienda de
sombreros.
En
cierto modo, Cleopatra brillaba en el escaparate, bastaba con
observarlo e imaginarla con el puesto, la belleza de ella, y el
brillo de aquellas piedras preciosas cegaban como un rayo intenso de
sol...
Es
curioso verdad?, si realmente es curioso, cómo un espacio en blanco
puede tener tanto dentro, tanto, tanto.
Aún el solar permanece
vació, pero tan lleno...