lunes, 30 de noviembre de 2020

En realidad sabía que podría

 

Esa ola grande estalla en el malecón. Leonard lleva un sombrero de ala corta, fuma cigarrillos y debajo del brazo, la prensa. Tiene los zapatos empapados de agua salada. Aún así sigue su camino con la cabeza gacha, intentando encender un nuevo cigarrillo. 

Para en la tienda de antigüedades, se aproxima al cristal por si puede ver dentro. Decide entrar. 

Es impresionante lo que se puede encontrar en una de estas tiendas: muebles, espejos, una lámpara de pié. Cuadros. Juegos de vajilla, algunos muy valiosos, un sin fin de cosas.

Se llevó un retrato con un marco muy ancho y repujado. 

De modo que, lo colocó enfrente del aparador. Allí estaría bien, se dijo. En las tardes mientras leía y fumaba contemplaba a la señora del retrato. Era una mujer elegante. Estaba sentada en un diván. Llevaba un vestido negro, mitones rojos, el pelo recogido. Pasaron los días. Y cada vez más tenía la necesidad de verla. De manera que, se quedaba hasta la noche hasta el punto que las miradas llegaron a cruzarse. 

Un día se percató de que aquella mujer suplicaba libertad. 

Lo supo porque el semblante había cambiado. Ahora era un rostro triste, angustioso, y una de las manos lo señalaba.

Nunca supo cómo pudo hacerlo, pero la liberó. 

Vivieron muy felices durante mucho tiempo. 

Pasearon cerca del mar, y las olas mojaron los zapatos de ambos. 


Hay que visitar tiendas de antigüedades, nunca se sabe.

Flamboyanes naranjas

 

En la encimera el calendario sin hojas se hallaba expuesto. 

Como si de un lienzo se tratara, la imágen representa a unas bailarinas danzando en una magistral obra. Sólo que no había aplausos.

 Alguien espera el desayuno. Mira por la ventana.

El paisaje que ve es hermoso: los flamboyanes repletos de flores naranjas, que sutílmente copan cada uno de ellos, pequeñas llamas itinerantes, que según la brisa se inclinan a un lado, y otro. 

Huele a café recién hecho, y tostadas. Jugo de naranja. 

Recibe la bandeja con una sonrisa. Le calzan los pies, están fríos. Ahora un pájaro se posa en el quicio de la ventana, que está entreabierta, se queda un rato limpiando sus alas. De un brinco ya está en el piso de la habitación. Un salto, dos, y se queda encima de los pies mirando hacia arriba. Pía, pía otra vez. Una miga  cae, dos. No tarda mucho en atraparlas. Picotea.

Más tarde sube por la pierna y llega al regazo. Allí se queda por un buen rato. Tono vuelve a sonreír, es una visita inesperada, agradable, muy agradable. 

¿más café?, dijo alguien.

No, respondió Tono.


!Ah¡, las guerras, dijo. Recordó cuando con unos pocos de años tuvo que alistarse para el frente. Dejó atrás todo lo que tenía. Dejó la juventud. 

Por aquellos tiempos se libraba una cruenta batalla, los soldados luchaban con crudeza, como si alguna droga les alejara del miedo, del temor de perder la vida. Luchar contra el enemigo, esa era la misión.

Luis había perdido las dos piernas al estallar una granada, y Tono se salvó porque por unos instantes se había girado creyendo que detrás de la arboleda comenzaban a disparar, eso fue lo que había hecho que siguiera con vida, y que por el momento quedara exento de daños. 

No dejaría a su compañero allí en el lodo, con las piernas destrozadas y gritando de dolor. De modo que, como pudo lo arrastró hasta el bosque. Permanecieron por una hora hasta que vino el rescate. 

Todo eso repiqueteaba en la cabeza: el estruendo de las bombas, los gritos de dolor, el olor a sangre. Lo oscuro.

Llegó la hora de la comida. Tono ya no estaba allí y el pajarillo tampoco. 

Hay veces que los recuerdos no son tan buenos. 





domingo, 29 de noviembre de 2020

MI SOMBRA

 


Vaga la sombra arrastrando el pasado. Suena un bandoneón. Las farolas ya se han encendido, es la hora de caminar bajo su luz recordando cartas, y olvidos. Llueve sobre unos hombros sin nada que soportar. Sólo es eso, una sombra. 

Humea el puesto de castañas, la señora tiene frío. Se cobija debajo de una pequeña techumbre. Mantiene la sonrisa.  

Esta noche no se ven estrellas. Es como ir a ciegas. Alguien gime en aquella esquina. Se le ha terminado el ron. 


Aplauden cuando el bandoneón deja de sonar. 


Aquel hombre se lleva un cartucho calentito y toma asiento en el banco de al lado. Sopla para intentar no quemarse lo dedos.

Una quimera, pensó. Realmente había sido eso. Toda su vida

Intentó acariciar su rostro, pero sólo el vacío. 

Un puntapiés y, ¡zas!, había logrado que el charco se removiera y salieran disparadas las gotas, en bandadas, como los pajarillos.

Pero seguía siendo una sombra. ¿y un beso?, nada, no pudo ser, no podía ser. Un beso traspasará el rostro y caería donde los besos, en ese otro lado llamado paraíso. Un beso largo sintiendo tambalear hasta los huesos. Pero no. No podía ser.


Sepultó la sombra los deseos. Una lágrima cayó al suelo. ¿las sombras lloran?, si, se dijo. Justo al lado de la señora que asaba castañas, y pudo ver cómo se secó. ¿alguien puede darme un tarro ?

Nadie escuchó. A las sombras no se les escucha, pero sí se les ve.







sábado, 28 de noviembre de 2020

TARTA DE CALABAZA

 

Podría ser un esquimal ataviado de pieles, se acerca al fuego para calentarse las manos, que una hora antes, y con bastante maña, había sacado, perforando la costra de hielo, unos tres, o cuatro peces. También podría ser un beduino en su tienda, un tanto inclinado hacia delante porque lee las antiguas escrituras.


Pero es una mujer amamantando. Si, realmente es una mujer, una teta rebosante de leche es succionada por un bebé de escasas semanas. 


curioso que una lámpara con su reflejo pueda crear casi toda clase de imágenes. 


Fuera llueve dulcemente. Las baldosas mojadas brillan como los lomos de los peces cuando saltan en el mar. 


Alguien ha traído para el postre una tarta de calabaza con crujientes trozos de nueces almibaradas. La cafetera avisó.

Se colocó un mantel y cubiertos. Una sobremesa perfecta.

Pero sigo mirando lo que el foco alumbra. Ahora es un enorme beso con pintalabios. No sé caprichos de los instantes.



viernes, 27 de noviembre de 2020

No te voy a contar un cuento

 Por último el lobo se había resignado. El frío gélido de las montañas de Ávalon, la poca comida, porque los ciervos habían huido por el ruido de los cañones, y los rebaños se hallaban en una cerca fortalecida resguardados de la tormenta que se avecinaba: el manto grisáceo caía sin escrúpulos en las lomadas de los riscos, y sobre los tejados de las casas de piedra.


De modo que se hizo un ovillo, los años le habían devuelto una imagen poco favorecedora: ya cojeaba de una de las patas traseras y la peladura del cuerpo del animal era algo escasa, el viejo lobo que por conocido tenía el nombre de Raiser, había dejado huellas durante años en un territorio hostil que helaban los huesos de las gentes en invierno, y que casi todo el año lo era. Se lamió la pata gimoteando: quién sabe los recuerdos que pueda tener un lobo: la manada le había dejado solo, sin embargo, como es ley todo sigue su curso. Un mostacho de hielo incrustado en el hocico que lamería igualmente con el propósito de beber agua, y el dolor de aquella pata rota y hueca por dentro. El desolador silbido del viento se acomodó en sus orejas como la banda de música de Ávalon en sus peores tiempos cuando andaban componiendo letras y ritmo en la parte de atrás de la estación de trenes, o como se lleva en los velatorios respiraciones pedregosas al unísono. Compadres y comadres que en sillas entablilladas y en fila se santiguan mirando al muerto. Deben tener recuerdos los lobos, Raiser entró en sueño, había utilizado el rabo espeso de pelambre para darse calor, una colcha confortable que le produjo soñar de chiquito con la manada: le llevaban entre colmillos afilados cogido por la espesura de la piel y pelos, cuidadosamente.

Corría por entre los sauces zigzagueando y aprendiendo a aullar cuando la redonda brillaba en lo alto de la cumbre. Siguió dormido toda la noche en ese estado de alerta que tienen los lobos. A las cuatro de la madrugada las tripas avisaron como un claxon, cambió de postura para despistarlas pero se amontonaron en el estómago rabiosas y le produjo dolor. Ávalon se estaba tiñendo de un rayo de sol convaleciente, el hielo de los caminos se hizo agua al amanecer. Los cencerros se hacían eco en las montañas anclados a los rebaños. En esos instantes había parido una hembra de venado, Raiser levantó las orejas al olor de la sangre caliente, la naturaleza es sabia. De los dos gabatos, uno fue a parar a las garras del viejo lobo, aún con la baba sanguinolenta se acomodó dentro del estómago del animal que por fortuna podría pagar sustancialmente el reclamo que las endiabladas tripas le habían estado chistando durante la noche.

Unos días más tarde tuvo que morirse, le llegó su hora.


















Telarañas en el corazón


Tienes una guitarra entre las manos esperando que esculpas los acordes. Que la mimes.

Que sorprendas a un mundo lo que puede encerrar la música hecha poema que sale de tu guitarra. Escribe la letra más bella o más horrible, eso nada importa. Nadie estará aplaudiendo solo son manos guiadas, porque el cinismo y la hipocresía que nos caracteriza vale más que un beso--- entre tus piernas con ese vaquero tuyo...

Entonces no esperes más y lanzate al puto vacío.

Quizás querrás adorar a los corderos que apestan o a los lobos que huelen bien. El caso es que todo es lo mismo. En mi caso prefiero adorar-te lucifer. Lucifer: que estás en los cielos y has salido al infierno sin tus bellas alas blancas, quemadas y arrojadas al caldero para una sopa, porque un día te revelaste, porque un día te lanzaste al vacío y creaste la canción más hermosa del puto mundo mientras dormías con tus bellas alas que amaron Te traicionaron Luci.

Siempre me tendrás a tu lado para besar-te las alas que poco a poco recobraran el blanco puro.

Recorreremos Arizona. Yo en medio de tu espalda refrescando tu piel con saliva de mi boca.














UN LUGAR TRANQUILO

 


El escáner permanece silenciado desde hace varios días. El teléfono no suena, en realidad da la sensación de alivio. Pero cuando suena una milésima de segundo para cogerlo e inmediatamente  conversar. En este caso sería de trabajo. 

Es una lástima porque una conversación entre dos, o tres, o más personas, en fin, una charla, seria genial. 

Pero las cartas también son conversaciones. Se habla de todo un poco. Hay cartas que se cruzan por el camino. Como dos aves circundando el cielo, batiendo sus alas, presurosas para llegar a puerto. En las cartas se habla bajito. Susurros. Hay expresiones de admiración, de interrogación, y también las personas se enfadan y cuando escriben se nota. Es algo áspero al leer, una sensación de saber realmente que cuando escribieron con mala disposición, todo eso se clava en el pecho, como flechas que saben donde clavarse.


Alguien ha dejado una rosa en mi mesa. He mirado por si había alguna nota. Nada. Sólo la rosa, el color púrpura de una flor recién cortada. 

El olor es significativo, se cuela por mis fosas nasales atrapando mi mirada. 

Ahora veo cómo surge una luz que parpadea. Es el escáner.

Podría ser una lamparilla de papel con una luz cálida. 

Tal vez, luciérnagas en una noche oscura, cuando los fantasmas salen para que se les escuche. Algunos lloran, quieren hablar, pero no pueden, o eso creo.

Si, realmente las luciérnagas sería algo hermoso. Su brillante luz, aquí y allá, el silencio de una noche. El croar de las ranas en el estanque. Un lugar tranquilo, como el de ahora.



Diario de una marioneta

 Fantasía de una marioneta


Dicen que como no tenemos alma no tenemos sentimientos. El viejo Horatio

nos dejaba cada noche en tres estanterías en donde reposan  nuestros

inertes cuerpos de trapo.

Me había enamorado de un violinista, que actuaba como colofón al espectáculo

que por unos días animaba las fiestas de la comarca.

Por suerte llevaba el vestido más bonito de todas las marionetas lleno de

encajes y  seda.

Mi cuerpo se movía al ritmo de los hilos que pendían, y atados a mis manos y

piernas, hacía que girara y volteara; me sentía como un cisne libre.

Un día el joven músico sintió curiosidad al ver en fila las figuras dormidas. Me

inquiete mucho, deseaba que me tomara en sus brazos, que besara mis ojitos

de cristal y besara mis labios  cosidos con hilo rojo.

Por unos momentos fui muy feliz  pues me había elegido. Sus suaves manos

tomaron mi cuerpo liberando los hilos.

Besó mi frente y me contó su vida. Quise decirle que me llevase con él

 pero mis labios pespunteados me lo impidieron. Cada noche me cogía delicadamente entre sus brazos y me contaba historias. Me sentía atraída por él. Algo en mí había cambiado, pero mi cuerpo era el de una marioneta. Estaba prisionera. 

Unos días después y acabada la feria Horatio siguió su camino con un montón

de títeres dormidos, entre ellos, yo. 

Es espacio infinito

 

Las personas dudan de que algún día se pueda poblar otros planetas, mientras, hacen sus vidas, largas jornadas de trabajo.

Cambiar de ciudad, o de país. Vivir felizmente, o tristemente.


Tarde o temprano habrá que hacerlo. Emigrar fuera de la Tierra. Volver a empezar. 


Aquel escaparate brilla. Como las estrellas. Es placentero contemplarlo. Alguien se para y se entretiene explorando lo que hay detrás de los cristales.


Huele a mar, las gaviotas revolotean porque en la lonja a estas horas tempranas se prepara toda clase de pescado, alguien arroja detrás del malecón una cantidad ingente de tripas, parecen largos rosarios brillantes. 

Si, realmente en un futuro la humanidad se mudará de planeta.

Como lo hacen por ejemplo los pastores con el ganado.

Como lo hacen los nómadas.


Como lo hacen los poetas.  


jueves, 26 de noviembre de 2020

Nieva


Hoy nieva dentro, en lo hondo. 

Hace un frío raro cuando

toco en tu puerta y veo que está cerrada. 

Me vuelvo ...

Agradeciendo lo regalado

El tiempo hizo real un cruce de caminos...

Los besos de ron miel

Las caricias de noches 

de blues...

Ya me vuelvo descalza 

por la arena de la que fue

mi juventud...







La casona

 


El patio abarcaba toda la fachada. Los macetones en fila se hallaban cada uno de ellos con diferentes clases de plantas de hoja verde. Un castaño, un sauce detrás, en el terreno para cultivar. 


Una mesa de mimbre y cuatro sillas también de mimbre en la esquina, donde había costumbre reunirse para las meriendas y las charlas. Ofelia contaba historias. Más de ochenta años atrás había esclavos en esta hacienda, dijo. 


Los demás que completaron las tres sillas  se rebulleron con palabras en tono bajo, interpretando el porqué , aún ochenta años atrás, había que esclavizar a las personas.

De hecho aquellos cuartos, señalando con su dedo largo y blanco, eran donde dormían. Las cañas de azúcar brillaban en la oscuridad de la noche. Parecían farolillos, prosiguió.

Las cañas de azúcar no brillan, dijo alguien atusándose el bigote..


Pues los fantasmas sí, contestó Ofelia.


Con todo burlesco y ajustando el chaleco dijo: por favor qué tontería, mejor tomemos un café y una copita.



Un bigote lustroso, un chaleco elegante, pero quedó mudo, con los ojos desorbitados al ver a una familia de esclavos delante de él. Le preguntaron qué le había pasado, pero no contestó, nunca.



Palabras, (sueltas), versos, quizás eso.



 Me conmovió ese lago abundante

de sus ojos. No era llanto.

La felicidad henchida en su pecho.


Ayer se cruzó en mi camino un ángel

que tenía alas negras: tenía dudas.

Atravesé el tiempo por estar a su lado.


Un poema jamás puede ser horrible,

bordadas cada una de sus palabras.

Incluso al borde filoso de un abismo.






miércoles, 25 de noviembre de 2020

Las nubes pesan

 


Sin derramar una gota hasta que tomó asiento  desde la cocina hasta la sala. Las nubes acaparan el cielo: grandes, grises, blancas.

Encima de la mesa redonda con mantel de encajes, unas cartas. Las abrió. Pero una de ellas le interesaba demasiado. 

Como el papel estaba doblado doblemente, por una esquina sacudió levemente y como un acordeón desplegó pliegues.

Quiso fumar, pero recordó que le habían aconsejado dejarlo. 

Más tarde se olvidó y fumó unos cuantos. Le gustaba que el humo además de flotar y diluirse, fuera en forma de círculos, como los calamares a la romana, o como los donuts.

Terminó la última línea y lloró. Le hubiera gustado ir.

El funeral había sido un sábado en París. Ya había transcurrido dos semanas. Pero a los amigos nos se les olvida nunca. Salió al patio y aquella maceta pintada de un color morado con unos preciosos lirios fue un regalo del difunto. De modo que, la miró y la estrechó en sus brazos. La besó, y a los lirios también. Sonrió. Los recuerdos vinieron todos al mismo tiempo. 

Había una frase pintada con un pincel muy fino alrededor.


" Aquí me tienes con mi olor preferido por ti

Me quedo contigo para siempre. Porque tú y yo somos la misma persona"




Asfódelos

 

Una no sabe a ciencia cierta, principalmente cuando buscamos un rato para pintarnos las uñas, si realmente se pueda sobrevivir a toda clase de vicisitudes que, como piedras, nos pone la vida. Siquiera el tiempo es tiempo.


Las horas en un tic, tac, de los relojes se han inventado. De alguna manera había que marcar ese intervalo de tiempo. 

En realidad cuanto más reflexiono sobre ello, más incertidumbre. Sin embargo, sigo con la manicura. Sigo escogiendo qué ropa he de ponerme, por ejemplo, hoy, que salgo de viaje a visitar a una amiga. Ella me necesita.

Hace tiempo que desea verme. Quizás sea simplemente por el hecho de sentir un abrazo cálido, un apoyo. De modo que, eso hago, elegir un vestido, o unos vaqueros. Pero me sigo preguntando una y otra vez, qué es el tiempo. 

El reloj de cuco ya ha avisado la hora en punto. 

Observar algo que es bonito por sus peculiaridades, pero si me quedo por largo rato mirándolo creo que el tiempo es eso, un pajarillo que sale a piar la hora, las personas en la calle paseando, o esperando el bus para ir a trabajar, o al mercado. Luces que  se encienden en la noche.

En fin aún sigo sin entender qué podría ser el tiempo.


Mientras tanto en la encimera un ramo de asfódelos.





martes, 24 de noviembre de 2020

El anillo de swarovski

 


La niña con el pelo ondulado y ojos negros, redondos, mira con fijeza a los de Amelia. En realidad es Amelia quién la observa.

Es un retrato antiguo que está colocado en lo alto de la encimera. Pero el tiempo se ha encargado de que se vuelvan a encontrar, en una casona, donde la fuente escultórica y danzante lanza una lluvia fresca, inspiradora, una caricia.

El tiempo ha cambiado y el viento arrecia y provoca un remolino que lleva consigo la hojarasca teñida de un amarillo ocre, con pinceladas de un curioso dorado. 

Las hojas en otoño son preciosas, son damas elegantes, bien vestidas, danzan, sonríen. Otoño es melancólico.

Sentada en el butacón no podía retirar la vista del retrato. Quiso pensar que en algún momento había entablado amistad con aquella criatura, casi estaba segura de ello. 

Se estremeció porque una de las ráfagas hizo que la puerta se abriera de forma súbita, para luego cerrarse bruscamente.

De modo que, saltó del butacón. El corazón se disparó en b palpitaciones rápidas.

Y aún más cuando se fijó en el anillo que llevaba la niña en uno de sus dedos. 

Era el mismo que llevaba ella. Sólo que lo habían modificado ensanchándolo.s Hay Secretos que deberían desvelarse.






lunes, 23 de noviembre de 2020

Desdémona

 Entre los colores del óleo, Desdémona vivía. Escribía historias,tenía una pequeña casa junto a un lago transparente, un lago de esos que parece querer abrazar todo. Cálido, bondadoso, tranquilo. Nenúfares aquí, allá. Un hada llega todos los días y se queda un rato admirando ese inmenso piélago.

Un piano suena, es un elegante piano de cola. 

Una chimenea humea: los jirones grises se dispersan al cielo como aves migratorias. Le gusta desayunar café con tostadas, mermelada de arándanos, y jugo de uvas. El color de los arándanos parece una lluvia púrpura que se derrite dentro de la boca. Ahora escucha el piano: suena como  un recién nacido en llanto, para apaciguarse luego al pecho de la madre. 

Hay una iglesia. La fachada de un color ocre que simula un atardecer. Alrededor diferentes clases de flores: jacintos, petunias, claveles. Rodeándola. 

Ahor cierra los ojos: el lago, los nenúfares, la iglesia, el hada, el piano; las flores. El mundo que quiso dentro de un cuadro.



Modos de pensar mientras se toma el té

 

El colgante permanece pendiendo de una esquina del butacón.

¿Un poco más de té?, dijo alguien.

 Si, por favor, contestó Ludmila.


Tiene una piedra preciosa , quizás sea una alejandrita, pensé mientras los demás hablaban del tiempo: hoy lloverá.

 Creo que no, el cielo está despejado. 


Me preguntaba cuánto tiempo habría permanecido ahí. 

Alguien la llevaría puesta, mostrada con satisfacción. Quizás fue un regalo por el aniversario de boda o, tal, vez, por un cumpleaños. 

Ahora la luz natural de la tarde la hace brillar, es una incandescencia hermosa. Los destellos se reflejan en los rostros. Algunos en la nariz, otros en los labios. Pero nadie es consciente de ello. 

Es como asistir a un concierto de piano y violín. Siempre hay alguien que aún escuchando la música siquiera puede sentirla.

Cada nota, el murmurar del violín contando historias. 





domingo, 22 de noviembre de 2020

Un lugar donde la sopa es maravillosa


Claro que, el postre es algo increíble, con es guinda en el centro.

Siempre me he preguntado porqué las guindas tienen que ir en el centro de todo. Hasta el mismísimo ombligo.

Pero eso lo dejo para otro día.

¿Porque llevas el pelo recogido?, dijo Lula.


-Pues es que hace dos días que no me lavo el cabello, y lo soluciono así, de ese modo. (de todas formas lo llevaría a su antojo). 

No sé, es un pregunta un tanto absurda, pienso. Es casi como si alguien preguntara si llevas bragas, o no. Algo así.


¿Te dolió?


¿El tatuaje?, le contesté.


Claro, si, eso.


No, no me dolió. 


Otra pregunta tonta, cuando se sabe que molesta un poco, o bastante. Creo que Lula quería charlar un rato y escogió esas dos preguntas burdas.


Si quieres te recojo el viernes para ir un rato al Riz, le dije.

Me contestó que sí, pero que no estaba segura. Creo que nadie está seguro de nada, me dije. En fin.


Toqué en su puerta para recogerla.


Salió con un chándal de color verde pistacho.

¿Pero vas a ir así al Riz?


Me constestó que así estaba bien, cómoda.

 Pensé que dos horas antes yo estaba preparándome concienzudamente. Vestido, maquillaje, un pintalabios rojo. Tacones negros altísimos, perfume...


Bueno, vamos que nos espera buena música y unas copas.


Vale, me dijo. Arranca y acelera a fondo. 

Me quedé pensando lo diferentes que somos los humanos.


En fin, es cosa de cada cual.



sábado, 21 de noviembre de 2020

RUIDOS Y SILENCIOS

 

Alguien bate un huevo. El chapoteo del tenedor en el plato removiendo parece un frus, frus, rápido, como cuando una novia sale corriendo con un vestido de cola inmensa, de la iglesia, porque se arrepiente en ese mismo instante.

Quizás también pueda ser un sol girando a gran velocidad en el plato. 

En el patio el señor que vende castañas asadas en la esquina de la plaza, descansa. Probablemente esté reflexionando de cómo le ha ido el día; también recordando la juventud, aquella, que en plena guerra, rompió con los sueños, incluso la chica rubia alemana de la que se había enamorado intensamente.(jamás habría de olvidarla, fue un amor de esos que no se olvidan nunca).

Alguien come uvas y explotan en su boca muy bajito, el jugo penetra dulcemente en la garganta como cuando se besan los amantes, dulce y despacio en el comienzo. 

Aquel foco abarca todo el caserío, parece la Luna que acaricia, que se compadece de las tristezas, que cobija. Pero es un foco.

En la casita de al lado se puede ver cómo alguien ya muy mayor ha terminado de cenar, y se ha puesto a ver su álbum de fotos. Saca un pañuelo del bolsillo porque una lágrima se derrama y baja por su mejilla y por la comisura de los labios.Demasiado corazón.


En los tejados hay un gato negro que acostumbra a pasar un buen rato todas las noches para atusar sus bigotes después de zampar algún ratoncillo. Parece un don Juan.


Altanero, caprichoso, creído. Pero no lo es.

Es Altamirano, el gato de la señora Tere. 


Hay una suave brisa que se cuela dentro de las casitas. Remueve el alma, saca una sonrisa, es placentera.

Pero hay un silencio más silencio aún. Alguien descansa, descansa de un tortuoso camino. 

Nadie lo sabe. Mantiene la calma, la misma cuando cerró sus ojos para siempre. En paz.



Nadar en la nada

como se viene al mundo.


Despertar al ver--te


Y ser plagio de tus besos.

  

 





viernes, 20 de noviembre de 2020

Sol de medianoche

 


Allí suena un cello. El lobo acecha. Es sobrevivir.

Pasos aquí y allá, un tropel de pasos. El día comienza, los desayunos preparados en una mesa con mantel. La porcelana con figuras etíopes. Alguien asa castañas, humea, huele bien.

Es otoño, hoy es otoño. Mañana será otro día. 

Esos instantes en que un nuevo amanecer provoca escuchar los sonidos y olores matutinos. Todos salen a sus quehaceres.

Alguien cierra la puerta y la verja. Se abrigan, tapan sus bocas.

El peligro está ahí, siempre.


 Los lobos regresan a sus madrigueras. Luperca espera y amamanta. El pueblo se erige en un cerro con árboles milenarios. Hay personas que les gusta vivir ahí. Es como un Sol de medianoche. 


En la primera parada bajan los niños. Más tarde los padres.

El autobús recorre cada día el mismo trayecto. Nada cambia.

Empieza a caer copos de nieve.¡ Bienvenida dijo alguien!


En la casa, detrás de los cristales alguien llora, llora. Alguien quedó.

 


 




jueves, 19 de noviembre de 2020

NIEVES DEL ROSARIO

 

!Nieves del Rosario¡, nunca me gustó ese nombre. Tampoco me gusta el árbol de navidad. Es de plástico, han pretendido que brille como una estrella, y han cosido en sus feas ramas artificiales unos adornos igual de feos.


Hoy no resulta uno de esos días espléndidos. Hoy las cosas no se ven de igual modo.


Somos seres susceptibles sin lugar a dudas. Aunque el Sol brilla en todo su esplendor, las cosas se siguen viendo horrendas, sin color, sin calor.


-Pues ponte algo, no sé, por ejemplo maquíllate, dijo Pepucha.


-La miré pensativa. Si, realmente tiene razón.


¿De extraterrestre?, le pregunté.


Vale, si. Anda y ve a vestirte, dijo otra vez Pepucha.


-Sonreí porque me pareció divertida la charla.


- Bueno de elijo otro disfraz, de extraterrestre no me convence.


-¿Quitamos el árbol?


- Si, y me traigo una maceta verde y las hojas verdes y ahí colgamos chuches.


Mamá estás loca.


-Vale. Contesté.


miércoles, 18 de noviembre de 2020

OTRA VIDA

 

Como si flotara en el fondo del mar. Sedas flotando, pies desnudos. Eso fue lo que sintió, realmente su mente estaba allí abajo. 

Mientras los demás corrían de un lado al otro, llevando pliegues de papel con sellos. Alguien se detuvo ahora en la puerta número cinco y toca, toca insistente. Espera unos minutos y repiquetea la punta del tacón, una, dos, una, dos. En aquella mesa suena un teléfono. Está vacía. 

Alguien abre la puerta. Se queda con una montaña de escritos con un gesto no muy agradable. A veces, los días son muy largos, y las horas. 


Se escucha una bocina en la calle. Luego la sirena de una ambulancia. El ruido de motores de los coches. Pero dentro, hay otra vida, otro modo de vida.

Mientras tanto, sigue suspendida en el fondo del mar, sin ruidos, sin taconeos, sin bocinas.

Las bondades exquisitas se hallan ahí, en un mundo silencioso. El agua se cuela por la nariz, por la boca. Puede jugar con miles de burbujas. Ahora las algas rodean la cintura, acariciando. Los ojos permanecen abiertos, admiran todo. La seda es una bandera de paz.

Nada es molesto. Nada duele. 


¿Quieres un café?, dijo alguien


¿Qué?


Abruma tanto que una se evade, una no piensa, no escucha.

Extremaunción

 


El sol había salido en la primera hora del alba.Un día de verano.


El bulevar  sin pisadas. Alguien limpia la avenida de palmeras, se escucha el frus, frus, de la rama.


Alguien abrió el gran ventanal labrado. Una ligera brisa se coló y besó su frente.

La noche silenciosa había transcurrido: de vez, en cuando, una respiración agitada, otras, muy pausadas. 

Un pañuelo refresca el rostro. Una mano acaricia. Un beso, y otro, suave, como el suave aleteo del ave vespertina oteando el mar.

martes, 17 de noviembre de 2020

Cigüeñas

 


Mayestática permanecía aquella señora.

Probablemente algo la había distraído, de modo que, ahí seguía con la mirada fija a un punto invisible: quizás al horizonte sin saber que esa delgada línea separaba el mar del cielo. 


El corretear de algunos niños hizo que girara la cabeza algo sorprendida debido a su estado de hipnosis. Sonrió.


El campanario adornado con un nido esplendoroso bien cuidado. Mimado.

Cuando repicaron las campanas, a las seis en punto de la tarde la señora se dejó ir a ese punto invisible del cual no retornaría.


Habría elegido la felicidad, quizás.

lunes, 16 de noviembre de 2020

Micro caprichos

 


"No sé dónde está el límite de mis errores

probablemente ese día no fui a clases."



"Es un sabor dulzón 

como cuando un hilo almibarado

de esos caramelos de chocolate

se cuela por la garganta

Es un no querer que se acabe nunca

tu beso."




"No hay ningún cercado en mi mundo

no hay tiempo. Sólo es batir alas en un silencio absoluto."

jueves, 12 de noviembre de 2020

Lista de lectura hoy en el Riz

 


Si, realmente resulta curioso eso de leer en el Riz. Sin dejar de sonar un blues, sin dejar de beber, de fumar. 


La hora prevista para la lectura a las 23 horas.

Busqué oteando por todos lados por si, aunque, ya parecía que no, entrara él. El olor le delató.


Un olor inconfundible. Como cuando se tiene la certeza de algo. Cuando se está completamente seguro, o segura, de cualquier cosa, o causa.

Alguien leyó por un rato. Escuchamos con atención. Hay historias que si se cuentan bien gustan, gustan mucho.


Pero yo no podía quitar mi mirada de la suya.


Tomó el saxo. Siempre lo hace de pie, por lo que no quedaba un centímetro de su cuerpo sin que fuese observado por mis ojos. 


¿Alguien quiere hablar sobre el texto?


¿Qué?, contesté.


Si, claro yo misma, dije. Estaba abstraída.

De modo, que comencé. No sabía muy bien el contenido de lo que se había hablado, pero algo se me había quedado en la cabeza. Tengo buena memoria.


Cuando terminé aplaudieron: ojos rojos, ojos cerrados, humos, bebidas, saxo. 

Los finales no me gustan por eso lo dejo para otro momento.


¿Quieres una copa?, dijo el saxofonista .


Claro que sí, contesté. Pero fueron varias y varios.








martes, 10 de noviembre de 2020

Un lugar conocido

 


En cualquier momento saltaría de la banqueta, y habría protestado. El modo en que se expresaba el profesor no le causaba agrado.


El modo en que hablaba de filosofía hacía que su cabeza se llenase de marañas, como ovillos; nidos de pájaros.

De modo que lo hizo. 

Expuso su idea en total desacuerdo. Replicando en voz alta, señalando con el dedo justo al pecho del profesor. 

La filosofía es un  arte inequívoco, dijo. Es un modo de vida también.Es una doctrina.


- Usted no expresa lo esencial. Queremos que sea como un flechazo en el corazón, enamorarnos, dijo.


-Muy bien Elina, pero recuerda que yo soy el que da la clase, yo soy el profesor.


-Lo sé, pero eso no impide quién tenga la razón. Vivir para pensar sería lo adecuado.


Bueno, ha terminado la clase...


Una excusa para acabar con más réplicas.


"La vida ha de ser un conjunto de réplicas, como los terremotos".


¿Qué dices?


--Pues, eso.




lunes, 9 de noviembre de 2020

TEJADOS

 


A principios del mes pasado iba paseando con tranquilidad, pensando en esto, o aquello, pero la relativa calma sobrepasaba a la primera cuestión. Un camino de piedras, de esas, que, por su antigüedad se han fundido junto con todo lo demás. Completamente pulidas y lisas.

De tal modo, que, cuando la lluvia esparce las miles de gotas resbalan al pisar. 


Por el mismo motivo de los tejados caían pequeñas fuentes. Una delicadeza extrema.

Como cuando se acarician los cuerpos y las palabras no hacen falta. Es curioso ver esas imágenes que, en cierto modo atrapan los ojos. Podrían ser besos; mariposas; risas de infantes al salir al patio. Podrían ser muchas cosas más. 

La música de un piano. Notas, y más notas que vuelan libres al cielo dejando un halo de una gran belleza.


Las lágrimas también brotan. Huyen por esa canalilla, las de las tejas: alegría, tristeza, emociones no encontradas.


¿Llueve?, dijo alguien.


Si, llueven lágrimas, y risas, contesté.





jueves, 5 de noviembre de 2020

ADAGIO

 

Pero las circunstancias de cada cual no son iguales, dijo alguien. Con los brazos en jarra y fumando cachimba.

Ciertamente tenía razón. 

Hoy el tiempo ha cambiado algo. Y las flores del jardín lucen hermosas, como si quisieran escapar de la raíz.

Raíces que alimentan. Pero quizás también encarcelan.


Un puñado de margaritas volando como una cometa. Un manojo de cilantro dando vueltas y más vueltas, jugando al corre, corre, que te pillo. Las rosas batiendo alas como los pájaros. Esparciendo al cielo el perfume oloroso.

Pero hay funerales. Siempre los hay. 


También hay vida, siempre la hay.


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"Volver a tu vientre mamá

Por dormir ,dormir."





miércoles, 4 de noviembre de 2020

READING

 

El tiempo lo cura todo, dijo aquel señor que al mismo tiempo de hablar se quitaba el sombrero para secar el sudor de la frente, y refrescar su rostro con el agua de la acequia.

En verdad podría ser una oración. Podría ser un consuelo. 

Después del almuerzo siguió en sus tareas, trabajando la tierra. Lo más preciado. 



Texto para reflexionar o, no- Como gusten ustedes.


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"Francamente no sé dónde 

se halla la verdad. 

Es el engaño la más cruel de las guerras."


martes, 3 de noviembre de 2020

EL MORIR

 

Tribulaciones así sin más, dijo Eulalia. Son aflicciones que las personas llevan como un rosario pendiendo del cuello. ¿Lloverá hoy?, preguntó Elisa. 

El caso es que la merienda fue una buena escusa sobre todo por volver a las charlas tan meditadas, y a las preguntas de cada una de las amigas, Carolina aún no había llegado.

El sufrimiento es innato en las personas prosiguió Eulalia, mientras  tomaba un sorbo de café, lo es, si, porque somos peculiares, seguramente la consciencia: lloramos por muchos motivos, tenemos problemas, pesadillas, y hay mucha gente que camina con un largo periplo de tribulaciones y muere así, de ese modo.

Quiero un café y ese rosquete relleno de cabello de ángel, dijo Carolina mientras se quitaba la chaqueta y colgaba el paraguas.

Entró como un vendaval, incluso llevaba algunas hojas secas envueltas en su melena ondulada. 


Vaya,pues ya estamos las tres, comentó Elisa.

La pusieron al corriente de las conversaciones.


Elisa- ¿Porqué has traído el paraguas?, ¿Acaso llueve por tu barrio?.


Carolina- Algo si.Y como soy previsora pues aquí lo tengo.


Eulalia- Bueno, si alguien más quiere café  lo piden, ya está preparada la próxima cafetera.


Interesante tema ese de las tribulaciones, dijo Carolina. Realmente y sin darnos cuenta el sufrir es una añadidura más al ser, porque los demás seres también sufren.


Por cierto ¿Y el morir?, prosiguió Carolina, mientras se descalzaba las botas.


Esa cuestión es tan simple como lo discutido anteriormente, estuvieron en acuerdo las tres.

Morir es como vivir, sólo que duermes, dijo Elisa.

Sobre todo porque ya no habrá sufrimiento. Pero tendrás que pagar a Caronte,volvió a decir. Sonrieron.


Hay un retrato en la casa de la que fue de mis bisabuelos en la que aparece el rostro de Caronte, alegó Eulalia. 


Creo que empieza a llover, resbalan gruesas gotas por la ventana, son como besos que acuden por si alguien los quiere, dijo Elisa.


Dejaron el café, los rosquetes y las conversaciones. Y detrás de la vidriera acariciaron a cada uno de los besos. Por ver que no sufrieran, pero si que muriesen.

lunes, 2 de noviembre de 2020

La tormenta

 

Hubiera sido un improperio decirle a la señora Vitale que  parara de hablar. Sería como de un manotazo cerrar el pico de algún pajarillo y verlo caer, y saber que ya no cantaría nunca más. O sesgar la hierba hasta dejar un huerto sin vida. 



Una avioneta surca el cielo en estos momentos, el parloteo de Vitale siquiera se oye. Es una pequeña avioneta de color azul, que despliega sus alas como las águilas, verla cómo cruza es pequeño espacio entre el caserío hasta el mar es un auténtico placer. 

Mi sombrero se ha volado. Empieza ese airecillo, que más tarde será como los remolinos- Las andoriñas revolotean. Dicen que es porque habrá viento.


De modo que, me senté en el banquillo de madera sin barnizar, un banco de muchos años. Quizás muchas tardes alguien hizo lo mismo, leyendo un libro, o simplemente para observar el atardecer, un rojizo atardecer, el mismo que se aprecia ahora mismo.

La señora Vitale había terminado su charla. Fue interesante, una nunca sabe hasta que punto merece la pena esperar y escuchar. 

Unas gotas de agua cayeron en mi nariz para luego dejarse abandonar en mis labios, entonces volví a recordarlo. 

Pero lo que comenzó con pequeñas gotas aquí y allá, se convirtió en bendita lluvia que en unos veinte minutos arreciaba con fuerza. Serena, pero fuerte.


Las nubes se pintaron de un gris oscuro. 


Volví a casa mojada, descalza. En realidad, feliz.


A veces una tormenta es lo más hermoso que pueda pasar. 



Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...