Cuando Briseida abrió la gaveta del escritorio lo único que pretendía era volver a ver el álbum de fotos. Se puso un chal de flecos plateados. El sofá la acogió. Se hundió en el.
Cuando llegó al final se detuvo un buen rato y con los dedos recorrió aquella fotografía. Y regresaron los momentos más gloriosos de su vida. Cuanto amor había. Unos cuerpos jóvenes unidos en una puesta de Sol; colores ocres ribeteando cada esquina. El sosiego de la primavera. El sabor de los besos.
El recorrer el rostro: ambos deslizaban los dedos con tanto amor, sensibilidad, como si alguno de ellos no quisiera romper la magia, apenas rozar, y los besos, los besos como las mariposas que se posan levemente sobre las hojas en un jardín repleto de luz.
Un día, solo fue un día. Pero eso bastó para que ese amor fuese un amor para toda la vida.
La música de un piano la devolvió a la realidad.
Y fue como si aquella primavera se hubiera hilado fuertemente. Una hermosa tela de araña donde los muchachos se perdieron del mundo.
¿Quieres un té?
No, no quiero un té, quiero una primavera, quiero volver...
Yo volvería pero no queda nada.
ResponderEliminarLos álbumes de fotos abren muchas compuertas en nuestro corazón que creíamos que estaban cerradas.
ResponderEliminarUn beso fotográfico.