lunes, 27 de julio de 2020

Un balancín y libros



Quizá sea cierto que las olas más hermosas son las que llevamos dentro. Olas apasionadas, calmadas, traviesas. Un espectáculo. ¿Sonríes?, si. Dijo la dueña de la frutería. Le habría producido gracia o, tal vez felicidad. Qué manzanas tan ricas sobre todo porque llevan el sello diminuto adherido en ellas, son de la comarca de al lado, unas manzanas realmente gustosas, tanto, que al morderlas se escurre el líquido por entre las comisuras, si una no está atenta.Volvió a sonreír satisfecha al saber que la venta de tan rica fruta era bastante considerable.

El ramo de hortensias aún estaba encima de la mesita, en el porche. De modo que al cabo de un rato y estaban en un jarrón de cristal. Dos manzanas quedaron encima de la encimera. No era especialmente calurosa la tarde porque corría una brisa agradable. De esas brisas que rodean el cuello y el escote y recorren todo. Como los besos. Al arrullo del balancín los músculos del cuerpo se relajaron intensamente, los dedos de los pies jugaron un rato. Llegaron las olas.Las de dentro. Un mecer glorioso. Los parpados eran persianas  que habían dejado debajo unos ojos castaños en un sueño profundo. A pesar de alguna incomodidad a primeras horas de la mañana, Había sido en el lugar de reunión de los jueves para hablar de algún libro. Elaborar un análisis. Escribir una reseña. 

Esa reseña no tiene argumento dijo alguien.

Un libro puede tener todo lo que haga falta. La crítica es otra cosa. Una historia real o ficticia, es un proyector de imágenes que cada cual elija si es de su gusto o no. El libro llevaba unas tapas lujosas y un buen papel, un papel inmaculado de blanco y resistente. Cosido con hilo rojo. Una joya me atrevería a decir. Aún así se oyó en repetidas ocasiones que la reseña no tenía argumento alguno.

Me crispó. En algún momento de la tarde se hizo un silencio entre tazas de café, algún cigarro humeaba hacia afuera, alguien estuvo de pie en la ventana hasta que lo apuró del todo.

Pero volvamos a las olas. Esas de dentro. Las que realmente confortan. 




domingo, 26 de julio de 2020

Mejor contigo



Hay un lago. En cualquier parte. Siempre habrá un lago. Hoy se escaparon algunos abrazos, alguna risa, y lágrimas. En ese lago cristalino en el que un grupo de personas anduvieron, alzando la mirada para poder reconocer a los demás, la mascarilla provocó esa dificultad. Al final se reconocieron perfectamente, algunos por los gestos habituales, otros por el color de los ojos, y el parpadeo. 

Tía Nena estaba bastante delgada y desmejorada (los años), pero con el mismo espíritu de siempre, aunque ya cansada de visitas, trabajos, etapas. Me quiso abrazar y me dejé, parecía una niñita chica.
Luego vinieron los primos. los hijos de los primos. La proyección de imágenes iban y venían.
Pero no podía quitar ojo de tia Nena. La vi triste. Sentada en el sofá a la espera de que abrieran la salita, una sala fría y triste. Con sillones bonitos. Con una orquídea blanca en la mesita. Ella no vería eso, siquiera estaba allí, de algún modo su alma se escapó por unos instantes para recostarse junto a su amor, que ya dormía eternamente. Los minutos se hicieron días para ella. Entonces el silencio.

Un flujo de luz entró por el ventanuco y el lecho se volvió cálido. Lo besó en la frente. Se cogieron de la mano, como cuando iban al camino entre tarajales. Como cuando iban al cine a ver películas de esas romanticonas. Las acarició, Sonrieron juntos. Se quedaron solos. Se quedó sola. 



"Anduve en ese mar

que llaman libertad

y sólo encontré la muerte"

viernes, 24 de julio de 2020

Una conjunción perfecta



La perspectiva entre el patio de flores y el último peldaño de la escalera llamaría indudablemente la atención, no sólo a Vera.También lo haría con cualquiera que en esos momentos se hallase  en la casa.
Llegado el momento ambas imágenes podrían fundirse y en medio un rayo luminoso de sol dejando entrever algo especial, algo que no era fácil poder ver con claridad mostrando todo su esplendor.
Los geranios, rosales,  jacintos, tendrían un acuerdo unánime por formar parte de aquel suceso, que a cierta hora del día se podía contemplar. Un caleidoscopio. Giraba y giraba esparciendo el perfume, los pétalos, la lluvia de florecillas del jacinto, el encaje rojo de los geranios. Habría que quedarse en silencio, habría que dejarse llevar por los misteriosos instantes que son una ofrenda. Pero hay que observar, observar. Una conjunción perfecta como cuando las estrellas se dan la mano y vemos a Orión. Pero aquí en esta casa, en la tierra. Allá también se puede ver una fila de hormigas que trabajan arduamente. A un ritmo acelerado. Todas a una. 

Vera es afortunada. 


"Acaso no hay un mar de amor,
en cada mirada, en cada rincón".





jueves, 23 de julio de 2020

Y resulta que te volví a encontrar



De camino al quirófano el destello de luces por el largo pasillo la transportó a otro lugar, otro momento. Un torbellino de imágenes alrededor se apropió de todo lo que iba  a suceder: una operación larga; el olor particular que tienen las salas de operaciones, el balbuceo de los cirujanos, incluso aquella suave música. 

Aquel día en el mes de octubre  fue una casualidad un nuevo encuentro, las casualidades existen. Aunque llevaba gafas oscuras le había delatado sus espléndidos labios marcados con un ribete que olía a chocolate. Quiso acercarse y saludar, y más aún, deseaba un beso, de esos besos que languidecen boca arriba, placenteros, al lado de un lago tranquilo.

Le siguió durante un rato, no quería renunciar a ese instante que significaba una vida entera. Era un puñado de golosinas envuelto en papel celofán, era una luna enorme, un sol brillante, una caída libre desde un avión.

¿Dónde estoy?, dijo. 

En el hospital señora, y la operación ha sido un éxito.




miércoles, 22 de julio de 2020

Girasoles, puesta de sol y anochecer


El sol da a la ropa que ondea una luz hermosa. Las sábanas parecen que quieren volar alto, muy alto.
A través de la ventana con visillo se puede ver esos sucesos, circunstancias. Una tarde que ya va declinando hacia el crepúsculo. Es dejarse abandonar en unos brazos cálidos, y esperar el beso.

"Porque las campanas de la iglesia
ahora suenan a celestial música
cada halo de luz se perpetúa dentro,
cuando se habita el templo"


"Hay un momento en el que
se acaban las batallas,
la paz que hayamos 
es inconmensurable"



La suave caricia de un ventilador en el rostro,  volver a recordar el campo de girasoles, algo se diluye, algo vuelve, aquel piano deja sus notas libres, los mirlos se acuestan tarde, Es un despropósito despojar de todo lo bello, subjetivo, intangible...

lunes, 20 de julio de 2020

La estación de tren




Los días lluviosos hacen que las flores vuelvan  a tomar ese aspecto bello que las caracteriza (gotas diminutas en sus hojas), brillan tanto que una se queda mirando, podría estar mucho tiempo contemplando la magnificencia de la natura. ¿Quiere algo?, dijo el barman. Si, un café por favor.
¿Con una nube?, volvió a decir. Por supuesto que si, contesté. Esperé un ratito porque la nube era tan blanca y bonita que sentí lástima de diluirla con la cucharilla. Al final se difuminó. En mis labios también. 

La chaqueta aún estaba húmeda, de modo que me la quité y la dejé en el perchero, en la entrada a la izquierda. Nunca faltan los percheros, sobre todo cuando hace frío, o los días, como hoy el cielo deja caer miles de lágrimas limpias sobre los tejados, las calles, las farolas, y los hombros de las personas.
Me gustó tanto la nube que pedí otro café, esta vez jugué con ella por unos segundos deslizándose en mi boca: suave y espumosa.
 Aquel día volvía a casa porque me había despedido de alguien muy especial. En el andén cuatro estuvimos unos minutos charlando, apurando el tiempo que se iba como si nunca hubiera habido tiempo. ¿Qué es el tiempo?, unos meses antes me había hecho esa pregunta, y ese día lo supe. 
Supe tantas cosas, como por ejemplo el poder jugar con una nube entre los labios, el placer es infinito.

A pesar de la despedida sonreí porque me había quedado con uno de sus guantes. Solo entró en la maleta uno, el retrato de ambos, y su ropa, si, porque yo me había encargado de ello.

De modo que seguí   degustando el café, viendo las gotas transparentes recorriendo el cristal,  y el guante sobre mi mano por tener el gusto de sentir una vez más su caricia en mi piel.

viernes, 17 de julio de 2020

Calcetines verdes



La señora Greta se había probado un vestido. Le gustó cómo se veía ante el espejo. Llevaría mitones negros, el pelo recogido, un pequeño bolso, las gafas, y el librito que guardaba desde hacía mucho tiempo (cómo salir de situaciones embarazosas), a la fiesta que, por motivo de su cumpleaños, y en la que unas treinta y cinco personas habrían de asistir, ella misma se encargó de todo. La comida, el postre, las bebidas, y la música. 

Durante la celebración alguien se antojo recitar un poema, o algo parecido, Greta dijo que si.


" Esperaré al invierno

de mis días ...

aquí en medio de la tormenta"

Está ebría, se dijo. Pero le gustó, al fin y al cabo era su fiesta de cumpleaños, y sobre todo le gustó también porque llevaba unos calcetines verdes preciosos, su debilidad.

jueves, 16 de julio de 2020

La pesca de atunes




Realmente sería curioso el conocer el arte de la pesca, se preguntó Adelaida. Pero no era el caso, fue un pensamiento provocado en la pintura que permanecía expuesta: óleo sobre lienzo, en la casa de tejas rojas del que era dueño el señor de los retratos al carboncillo. Todas la mañanas extendía una alfombra y allí dejaba los utensilios a la espera de que alguien quisiera verse reflejado en sus lienzos. 

Un gesto de horror hizo que Adelaida girara la cabeza a un lado, cuando observó que la sangre de los atunes abarcaba medio lienzo. Desde luego ya no se interesaría jamás por la pesca del atún. Sin embargo era su profesión,( la del pintor).

Un lienzo sangrante del que nunca habría de gotear el rojo al suelo. Ni los atunes se moverían agonizantes, ni los pescadores con su violenta lucha recobraran vida. Un lienzo en un lienzo, una pintura que refleja lo que el artista quiera, su estilo, sus gustos. Es claro que son pinceladas aquí y allá, mezclando colores, pero como quiera que sea es un desafío dejar costumbres, acontecimientos, por muy desagradables que estos fuesen a la vista de los que pasen por delante.

De modo que optó por un retrato al carboncillo.


miércoles, 15 de julio de 2020

El cesped



La cantidad de diminutas rarezas por entre las finas capas verdes son invisibles a los demás seres, que en comparación, son mayores. La invisibilidad no sólo puede erradicar ahí, delante de una casa, o en una plaza con farolas y un prado completamente verde en medio.

Una fila de hormigas invade silenciosamente el manto, bordean los extremos, una ardilla corretea de lado a lado, un topo se apresura por mejorar la entrada a su hogar. Los pasos de los transeúntes, los coches, un clamor de manos aplauden junto al fuego, detrás de aquel edificio, los estómagos están vacíos. Podría ser un espectáculo si una se detuviera a observar todo eso; espera alguien en casa.

Los mundos paralelos se cruzan constantemente delante de nuestros ojos. 


"Cómo se puede convivir
con el aullar del alma,

y las vicisitudes de la existencia.

Nunca"


  

lunes, 13 de julio de 2020

La lámpara de lágrimas de cristal


El tintineo provocado por el aire que se colaba por la ventana producía una música agradable. Las lágrimas se juntaban y eso agradaba mucho a cualquiera que se encontrara en esos momentos en la habitación.

También la luz del Sol que se reflejaba en ellas las hacía aún más bellas por los destellos.  

Es fácil poder recordar esa escena, aunque una esté en la playa debajo de un parasol y recreándose la vista en las diminutas olas presurosas a besar los pies para luego retirarse, y volver, y así durante un largo rato. Realmente cada instante permanece en la memoria. Los sueños también permanecen, sobre todo porque quizás el cerebro tenga tanta capacidad para ello que siquiera se podrá saber cuánto.

El mar es un remedio curativo, el olor a salitre, su movimiento ondulante y a veces turbulento, puede ser la salvación de la mente. Dependiendo qué sería salvarse. Hay personas que se han adentrado en el buscando una salida y se han perdido en la profundidad del océano, por propia voluntad.

Ya es tarde noche. La toalla verde se ha quedado empapada de salitre. El cesto de mimbre pesa.
La última guagua ya ha pasado hace más de una hora. Me quedaré tendida sobre la arena negra hasta que salga el sol, pero observando el techo de lágrimas.

"Un brizna hace lagrimear

unos ojos que han visto tanto"



   






jueves, 2 de julio de 2020

El último beso





La isla era un lugar tranquilo a pesar de que los alisios soplaban fuertemente por junio, y julio. El volcán parecía dormido. La lava ardía dentro, de vez, en cuando, se podía escuchar un susurro ronco, incluso desde la casita, que se hallaba cerca del mar. Pero los lugareños incluso extrañaban ese aullido. 

Terminamos de hacer el amor, quiso un poco de té. Me causó sorpresa porque siquiera sabía a que sabría un té. De modo que, tomó la taza, y sorbió y nos miramos. Me estremecí. Sus ojos devoraban todo de mí, mis pechos, mi ombligo, mis labios, incluso le atrajo el modo en que yo apuraba un cigarrillo. 

Abrí las piernas porque yo quería más, mucho más. El sofá se estremeció cuando lo hicimos de nuevo, incluso reímos al caernos al suelo. Allí gritamos, rodamos hasta la chimenea, incluso recibí dos nalgadas. Me gustó.

Me perdí. No supe nadar en ese lago transparente de chispeantes estrellas alrededor. Incluso cerré un pequeño negocio de ropa de segunda mano y abalorios típicos. 

Sabía que lo sucedido sería un episodio de mis días. Me gustó.

Jamás extrañaría lo sucedido porque llevé esos días, instantes, besos, locura, pasión, ron y té, dentro de mí.












Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...