El terror de haber soñado la noche anterior aguas turbulentas, la falta de interés por no querer borrar el pasado. Estas cosas no me definen, solo que ando a gatas y siempre lo haré. Cuando recorro una calle nueva con edificios nuevos y coches aquí y allá, puro escándalo. Me hubiera gustado sentarme en aquel banco de la esquina, pero siempre está ocupado por una amalgama de cosas inservibles. No hay sitio.
Sin embargo, las calles viejas, sobre todo, callejuelas, con adoquines y un olor a distancia y a lejanía, a puros, y un sonido de folìas y blues. Las folìas los martes y miércoles, los blues, los jueves, viernes y sábados; toda esa multitud de hierbas aromáticas hacen que idolatre el pasado. Me quedo con el corazón perdido, y una copa en la mano, de vino, por ejemplo. Acunar el pasado es una de mis aficiones preferidas, besar hasta los olores, como cuando los jacintos florecen y una se detiene perpleja. Llevar una sombrilla sobre los hombros y ver cómo los rayos diminutos del Sol la atraviesan y sonreír, como cuando las personas son felices y así, sin más, se les escapa uno de esos gestos tan bonitos. Sonreír.
Particularmente me gusta ser como yo. Siempre me ha gustado ser "Conformista" "Sumisa" "Leal" NO. Es todo falso.
Hay días que me he sentido una mesalina desnuda en una cama con grandes telas de seda alrededor, y los besos y las caricias, y el sexo, hacían que desnutriera mi cuerpo de todo. Me dejaba chupar hasta un jugo de naranja que había en la mesita auxiliadora. Gunter había sido mi fiel amigo. Nos dejamos la luna dormida y nos escapamos al otro lado, al sol. Verdaderos provodadores de sueños.
Pero siempre vuelvo. Como cuando alguien viene a casa del trabajo, a cierta hora.
Un día no será un simulacro, sencillamente, no estaré.