Y entre ese espacio
en una fina
línea
para siempre
un beso.
Sentirse abrazada con un cruce de miradas, resplandece el sol. Supura el deseo…
Jazmines en los tobillos, el velo se desprende y cae a la Baluch roja, el cuerpo se contonea, son las ondas de arena del desierto, son pechos dorados que ahora se besan con la suavidad del mejor de los afeites, se desliza la lengua zigzagueando y rodea la areola bronce, un gesto, placer, la alcazaba se cubre del gris plateado de la t
El recreo de sus juegos se ralentizó, palmo, a palmo, un gemido se escapa de ella, otro beso, y otro, y otro, Shhhhhhhh... con la palma de la mano cubre los labios sedosos, sigue la celestial danza, ahora suspiros, ahora gemidos, ambos cuerpos agonizan, se cruzan las piernas, el sudor es la saliva de ambos, cimbrea el ombligo, ese poso de virtudes. Es arrollada, embiste él, y se deja, se deja y aprieta, ya están unidos, se aviva el fuego, los brazos embellecidos de brazaletes se tienden en cruz, y vuelven para rodear el meloso placer de él, embiste, embiste y ella agoniza con él dentro, ahora rasga la baluch sus manos no pueden estar quietas, y no quiere, no quiere. Atenazados, amordazados, llega el clímax, se unen los labios se regalan los placeres, las lenguas, y otro clímax…
María Gladys Estèvez.
Texto reeditado.
Es algo penoso lo que siento hoy.
Él me ha dicho que soy una estúpida e idiota.
Se me ha caído el mundo encima.
Ahora soy un trapo, una marioneta.
A dicho que no me aguanta más.
Que está harto de mí.
Y lloro.
Lloro, como siempre que me insulta.
E querido irme unas horas, me ha dicho que no.
El se a ido.
¿Porqué siempre soy yo ?
A veces pienso que no me quiere. Y se confirma que otra mujer ocupa su corazón.
En realidad no me importa, lo que me duele es el insulto.
Estoy perdida
en un mundo que no es para mí.
En un desierto.
Sola.
Quiero volver
volver
No tengo ganas de estar
quiero irme
lejos
muy lejos.
Más, hallé por azar aquella estela
de letras abotonadas de relatos e inquietudes,
que los tinteros parecen tener vida..,
Diría pues más que eso,
diría que llevan siglos pastando letras,
versos trotando,
anclados en las hojas, en las paredes de cualquier muro
de graffiti escritas palabras y resonando por costumbre,
y aquel que se deje llevar a tragos como el buen vino,
apuesta los duros con tal de dejarse llevar,
apuesta hasta los sueños por querer parar un rato,
a contemplar un tintero y una pluma,
de inquietudes pespuntes en los folios…
Como una mosca se muere en la miel,
se quedó una naufraga tallada de antaño.
Más no era sirena, no era Afrodita,
Era más bien un pasajero tiempo,
venido de otra época por si en algún instante,
fuese advertida por sus ojos al mirar,
por una palabra, quizás un verso perdido.
Más dijo: os juro si aún se escriban versos,
en esa otra vida hallaré el mismo camino
anclado al tiempo olvido,
por reencontrar
y yacer entre mariposas ,
en la esbeltez del trigo...
PD. Gus.
María Gladys Estèvez.
Yo puedo escoger
de lilas en el huerto
un ramo
De las nubes el algodón
de sus labios...
¿Qué misterio hay?
No es misterio, es deseo.
Desmedido
Apasionado
Cielos ocres
De los almendros
se alimenta
el alma
Y dime, es que has vuelto porque no te gustaba la vida en Londres, dijo la señora Beduina.- No, realmente no es cierto- Hemos vuelto para unas visitas y algunas compras, replicó Eleonora. (definitivamente ya le había desagradado la pregunta).
Tomaron té de jazmín, unas galletas de anís, y un vino dulce.
Antes de que la señora Beduina volviese a preguntar se adelantó a contestar: la vida en Londres me gusta. Me gustan sus calles, sus parques. Las librerías son maravillosas. Las tiendas de sombreros es lo que más me gusta además eso que ves sobre la mesa es para ti.
-¿Para mí?
Claro, es un sombrero y espero que sea de tu agrado-
Cuando abrió el paquete sus ojos se hicieron dos grandes lunas. La expresión del rostro era digna de ver.
Eleonora se quedó pensando en silencio en Londres.
Era presidenta de una comunidad, la Urdimbre.
Los más desfavorecidos, los que no tuvieron una oportunidad, quizás porque equivocaron el camino, o por ende se vieron obligados a esas circunstancias.
Si, claro hablemos, hablemos todo el rato y me alegro mucho que te haya gustado el sombrero...
Es una niebla en un día
de otoño el amor
luego se va, se esfuma
¿Serán quimeras?
Es una Luna blanca
al brillar hace que
los deseos se despierten
como el vampiro que
busca con ansia
¿Será verdad?
El amor, el amor
¿Es eso verdad?
Deseo, deseo, pasión
¿Es real?
Sabía que tenía que darse prisa, de modo que se descalzó y corrió por el andén con la intención de subir al tren, lo había logrado, pero él no estaba. La había visto y se bajó por el lado contrario.
Necesito volver
a mirar por el postigo
ver el patio
de balaustres
con enredaderas
Volver
a los brazos
de quienes
me dieron amor.
Necesito mil primaveras
Un otoño presente.
Aquel Intangible verde montaña
de sus ojos siempre conmigo
Necesito
Necesito
Donde la lluvia
Deberías comprar un vestido nuevo y unos zapatos. Si, eso fue lo que Norma dijo.
Las mariposas revoloteaban en el jardín. Las mariposas auroras eran hermosas, tanto, que Daniela no podía apartar la mirada mientras desayunaba.
Si, lo haré, contestó la muchacha.
De modo que durante un buen rato se quedó en silencio. Ni una palabra, ni un bostezo. Y aún cuando una de ellas se posó en su mano, se le iluminó el rostro al verla. Caminó lentamente y entró en la casa. No quería que aquel ser se fuera.
Cogió un alfiler y traspasó el pequeño cuerpecito.
Luego pasaría a ser una más de la gran colección: miles de mariposas de todas clases, sin vida condenas para siempre en la pared de corcho.
Si, tienes razón voy de compras.
Una mañana, Laly, después de asearse y tomar el desayuno comenzó con el trabajo cotidiano. Al pasar por delante del espejo se detuvo unos instantes, y descubrió que aquella niña de pelo rubio como el trigo, de ojos azules como dos mares ya era una mujercita: sonrió.
Vivía con su familia en la Morra, en el municipio de Santa Úrsula, un enclave situado a cierta altura, con barrancos profundos, y llenos de historia. Cuevas donde vivieron los antiguos aborígenes: los Guanches.
Bencomo Mencey de Taoro gobernaba de entre otros municipios, el de Santa Úrsula.
En la cordillera de montañas, el Teide entre ellas: majestuoso, padre de los isleños, que en invierno se envuelve en miles de copos de nieve para el deleite de todos. Tenían el hogar que olía a leña, a lavanda, a naranjas, de ellas, el efluvio que provenía de uno de los huertos. Árboles frutales aquí, y allá.
Asfodelos, Conejos Reales, Lavanda, cubrían gran parte del año la cordillera. El aroma de los alimentos que se cocinaban se explayaban por toda la casa, hasta el porche. Algunos de los hermanos, que por un rato descansaban del trabajo para poder cumplir con los deberes escolares se encerraban en la habitación por un rato. En el porche, debajo del techumbre, el padre sentado en un viejo banco de madera fumaba en pipa, y sus ojos recreaban el paisaje.
Reeditato.
Y Caronte no redimió los pecados,
un mar ahogado de tumbas que en sus formas arqueadas,
gritan en silencio por toda la eternidad.
Pago alto y desmerecido por hallarse en las profundidades de la nada.
Hacedme un hueco donde antes hubo hielo, ahora fuego. (se dijo).
Entre caballitos, caracolas, los niños buscan la teta.
En aquellas tierras lejanas donde tejen sueños.
Porteadores descalzos, pisadas de ocres…
Un continente abrazado a la faz de la Tierra,
de espléndidos verdes, y ríos como lámparas,
reflejan una única Luna. Abrevad aquí, abrevad.
Como Demetra atesoro siglos. Abrevad la roja Tierra.
Y los carámbanos en el desierto son hermosos,
como la fría noche que acaricia con sus dedos los ojos de quienes lo surcan.
Las fieras libres copulan descendencia,
pastan en el ejido, entre murmullos de cuervos.
La batalla impresiona, por vivir. ¡Qué pálida y hermosa se queda la tarde!.
Ósculo que danza en la selva de hojas gigantes. ¿Es que no los veis?.
Pero se esconde una multitud del diablo,
a engañar la inocencia, y al hambre.
Igual que música de celo esperan la promesa,
pero cabalga la muerte con los bolsillos llenos de plañideras.
Apolíneo monte abarcado de criaturas pastoreando. Abrevad, abrevad.
Pero se esconde una multitud del diablo…
Surco los valles como águila, vespertinamente, y un mar ocre,
se deja caer en ellos. (duerme poderosa pachabamba).
Mirad sus ondas que son como mieles que en rocío se expanden,
valles con árboles de grandes hojas,
allí habita la criatura hermosa. (en las montañas Virunga).
Arpa celestial, como ángeles su música al llover, Lunas y Soles.
Soy un mirlo blanco el calor que sofoca, y la lluvia que abraza,
batiendo alas en un baile gozoso entre picos de montañas,
brota manantial, brota oasis. (¿Quién profanó la tierra?.
Los hombres han roto los caparazones, han despoblado la vida.
Aquel barranco se ha secado, se vislumbra la pérdida.
Soy un mirlo blanco el calor que sofoca, y la lluvia que abraza.
Yo no puedo con esa
urdimbre que de lianas
que desde el Cielo cuelgan
La sien brota de arterias azules
como un río, como lava ardiente
Y no puedo con esa urdimbre
de ramas abrazadas, entrecruzadas
ciñendo el bosque, ajustando relojes,
y me muero por gritar y cada vez
más atada.
Las pesadillas encuentran
siempre un momento
para hacerme desaparecer
ahogar mis silencios
ahora en la mesilla de noche
van en fila
de vasos de ron
de la brisa el tul
acaricia mi llanto
Y es que he vuelto
he vuelto donde la paz
La mujer que están viendo
De valentía está llena
La sonrisa
De su rostro no se acaba
Del espliego, manzanilla, romero
Su aroma desprende.
La mujer que están viendo
No se acobarda
Siempre adelante
La lucha se hace fuerte
ante adversidades.
La mujer que están viendo
no se sonroja
Se viste de de colores
Ama la vida
Virtud
Bondad le sobra
Del amor se adueña
La pasión su arte
La mujer que están viendo
de graciosa, y pinturera
Que se vuelve la gente
al ver la pasar.
Olé tú mi sevillana
de oro se viste tu rostro
Perfume tus labios.
Viva la Giralda, torre del Oro.
Barrio Triana
La mujer que están viendo
Se quiere
Y quiere
Tiene pa repartir a raudales
De su corazón emana un amor
tan grande
Que a ella acuden todos los
pajarillos
Hasta las gaviotas
qué desde muy lejos
saben que regala todo
amor posible
Y de posibles les digo
qué pue
con todo
Mi arma.
Quién ya eso
Esos ojos, esa boca
Y ese cuerpecito
Pos así lo quiso el Universo
Verte, mi niña, verte
Pa quererte, na más, na menos.
Y ahora voy y me muero. Realmente desde que vine a este mundo estoy muriendo: poco, a poco. Si alguien me hubiese dicho que sucedería esto no me lo hubiera pensado. En cualquier sitio, pero no viva.
Y no me refiero a vampiros, ni nada por el estilo. Sólo no estar.
No ser. Intangible, etérea.
Y es que si una no está, no vive, ni muere. No hay sentimientos, ni hay enamoramientos, ni amigos, ni nada por el estilo.
Simplemente ahí sin ser. Un no sé que.
Un suspiro, un bueno eso no.
"Ay de mí pobre
alma mía.
¿Dónde vas?
Llévame contigo
Ay pobre de mí
Me ves?
Si?
Pues dame un beso si te sobra.
Ay señor!!
Ay, ay, ay...
Y es que me empeño
en
volver
Me empeño
en regresar
Me empeño
en besar sus labios
yo
Si
Es que estoy loca
Como si mi casa albergara
los tristes momentos, los días
en que todo era hogar.
El encuentro
La sensación de estar
Lo oculto entre las ramas
del sauce.
El momento en que tomé
consciencia.
Una trepadora que llegó
rodear la casa.
El sabor de sus labios
jugoso manjar
Los besos que no fueron
La ausencia
La pasión
El verbo se hizo polvo.
Duelo
Amar, amor.
El jamás volveré
a ver-te
Nunca
Nunca
Nunca
Nunca
Besos
Siempre
La vi cruzando la calle. Llevaba una gabardina de lunares, y capucha. Se me antojo que quizás venía del pasado.
No logré ver bien su rostro. Una mujer menuda, delgada, bajita.
Como si de un espectro se tratara al cruzar parecía que lo hacía en una ingravidez bella para mi gusto.
No pude apartar la mirada, la seguí hasta que se perdió, sin más. Como si no hubiera estado por allí.
Una vez llegué a mi destino quedé por largo rato sentada en mi porche observando el horizonte, pero con la inquietud de lo que había experimentado.
No me equivoqué. Era de otro tiempo. Trescientos años atrás.
A veces suceden cosas que para nosotros no tienen explicación, pero si que tienen, y mucho.
Si hubiese ocurrido lo contrario también alguien hubiera pesando lo mismo.
Y es que somos frágiles, etéreos, somos aves migratorias.
Es cuestión de saber y entender que nada es para siempre y que somos o no somos. Que andamos dando vueltas al tiempo, una, y otra vez.
Y si de mi del ancla
al soltar-se
pudiese huir
Del templo encerrada
volvería a vivir.
Y si de mi del ancla
al soltar-se
vivir, vivir.
Cual ave vuela
Cual fiera
Cual Águila
Cual delfín
Dejaría este mundo
de locos
atrás
Volver, volver
al vientre cálido
a mi cáliz
a dormir
plácidamente.
En verdad les digo, que si se vienen a lo que más les agrade, si se vienen a por una oportunidad, el cielo se colará por la autopista de sus venas…
Es indigno que hayan personas que suelten sus bravuconadas espantando hasta los mirlos, si los hubieran. Y los gestos de éstas, toscos, irritables, alzando las manos y señalando cualquier cosa con tal de llamar la atención…
Suelen algunas personas apoyarse en otras, pero no como soporte de auxilio, lo hacen para joder, así de claro…
El agua cae en cascadas. El refugio no es seguro, pero de momento ahí estará, hasta que acampe el tiempo, hasta que algún pajarillo se atreva a salir.
Hasta que los zorrillos campen contentos buscando comida. La galletas y una botella de Whisky de Grano y una percha, es todo lo que tiene. Pero el abrigo lo necesita para resguardarse del duro frío, de la montaña maldita. De modo, que la percha, sobra…
Lustre a las botas, para qué, se preguntó. El demonio invierno estaba allí, acechando, como una bestia cuando se dispone a cazar, con los ojos enfervorizados, con las garras brillantes, son cuchillos. Un trago templó el cuerpo, pero varios, ya supusieron que quedara como un paquete inerte en el camastro, boca arriba…
Amaneció al fin. Apenas si pudo ver bien por el postigo las montañas nevadas, y los cuervos, y los zorrillos. Pero las piernas habían quedado al aire toda la noche. El abrigo acaparó solo los hombros y poco más. Las piernas dañadas por el incesante picoteo de las chinches. Alguien venia a su encuentro. Salió como alma que lleva el diablo de la sucia cabaña. Pero cayó al vació, su cuerpo se partió en mil pedazos.
A veces, es mejor quedarse un par de días más…
¿A quién estás mirando?..
Le contestó, que a ella. El lienzo colgaba de la pared húmeda del
torrente de agua que caía en esos momentos.
Sin marcos, solo un lienzo. El rostro inmaculado. El rostro con una
leve sonrisa de luminaria, excelso. Con una sonrisa corta y malvada.
De modo que ahí seguía, observador. Casi sin pestañear. Los colores
oscuros predominan, los ocres, sólo una leve pincelada, como si
alguien, adrede, hubiera cerrado los postigos, entonces un pequeño
halo de luz casi imperceptible. Una pincelada de ocre maldito.
Pero miró a un lado y al otro de la sala de exposiciones. Nadie había
ya. Con lo cual, se había alegrado, en cierto modo; porque en
realidad temblaba de miedo, de terror, de percibir en el pecho el
puñal de los ojos, de ella.
Una amalgama telúrica le aplastó el pecho y se orinó en ese mismo
instante. Y las gotas gordas de sudor le besaron los labios. Pero era
veneno.
¿Porqué insistes? Dijo ella.
Le contestó que no podía dar un paso, que no podía dejar de mirar.
Estás perdido. Estás derrotado. Aniquilado. Los vocablos salieron de
la boca de ella, derritiendo el óleo al mismo tiempo.
Siguió orinándose dos veces más. Pero ya era demasiado tarde, un
vómito de ella escupió su absurda estampa de hombre miedoso,
cobarde.
!No me mires! Volvió a decir ella, esta vez, el grito se coló por los
zócalos, se coló por el mísero postigo.
Sonrió, sonrió al verlo tan extremadamente loco. Un cuerpo
mordido
por la lengua de ella. Derrota, dijo y volvió a sonreír, levemente,
como cuando una caricia, como un beso en la piel...
Fue imposible desear no permanecer allí. Su pecho ardía como si una espada lo hubiera atravesado.
Ese día las palomas se amontonaron en el patio, justo al lado de la capilla, eran tantas, que casi no se podía caminar. El mar permaneció calmo todo el tiempo, y el sol esculpía con sus rayos los rostros sombríos de algunos, sobre todo los que se hallaban detrás de la cristalera.
Se contuvo por un rato, incluso ofrecía algo de beber o de comer, con el gesto amable, pero con el dolor en los ojos; pero todo era tan irreal. Lo sabía, y sabía que de un momento a otro estallaría de rabia y de pena, y los rizos del cabello se desmoronarían como el serrín cuando cae en diminutas partículas de polvo.
La criatura nació una tarde de mayo, un hermoso niño de ojos negros y pelo rubio.
-Hola mi amor, le dijo. Soy tu mamá, prosiguió.
Se sentía muy dichosa a pesar de lo agotada por el parto, pero eso era algo insignificante para ella, realmente la felicidad inundaba la habitación y la sonrisa se explayó, como un bostezo. El pequeño lloraba. Ella lo acercaba a su pecho con mucho cuidado para amamantarlo, luego se cruzaron la miradas.
El regreso a casa causó una expectación increíble. La cunita blanca en una esquina de la habitación y al lado el ropero. Se había preparado unos días antes meticulosamente, a falta del tul para cubrir. Luego llegaron los seis angelitos muy bien guardados, cada uno en una caja. Seguramente habrían de adornar el capazo y la cuna; eran muy bonitos y poco vistos, porque se cocieron literalmente en el horno; luego, una capa de pintura azul y para las alas, un color ocre suave. A Lilia le gustaba eso de hacer angelitos con el sobrante de pan duro.
El eco de aquellos días felices resonaron en su cabeza como golpes de martillo, como cuando el herrero faena distraído de todo y se afana.
-¿Quieres el misal?, le dijo la señora, una de tantas que permanecían en silencio, como si en verdad aquel infierno le quemara siquiera un dedo de sus manos, pero allí permaneció hasta que hubo terminado la misa, luego, se fue. Todos se fueron.
-No, dijo. Y de nuevo volvió a mirarlo. Era tan bello, tan sereno dormía. Quiso romper con sus manos el cristal, y gritar, y correr y besarlo. Pero clavó las uñas en su estómago, y sangró su boca y quiso vomitar la cruel despedida...
Ellos no saben
de la mar que en
belleza supera
al más hermoso volcán.
Ellos no saben de la
traición que la belleza
pueda matar
Mar, el mar, la mar
Sirena, lobo, sirena, lobo.
Y en caracolas se duermen
sin saber dónde están.
Ellos no saben de la mar
que en belleza supera al más
hermoso volcán.
Duermen, duermen para siempre
Caracolas son sus tumbas
La mar, el mar ,la mar
de su hermosura traición
de sus aguas cristalinas
nubarrones.
Siquiera saber que aún en
su belleza mar, volcán, mar, volcán
como las sirenas de dulce cantar
se llevan, se llevan las almas
en lo profundo del mar, la mar.
Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...