Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

martes, 29 de diciembre de 2020

De cómo soy cuando no estás

Es un cataclismo el no saber,

nada.


En estas horas angustiosas me recuerdo

en la pequeñez de mis días. El espejo habla.

mortíferas lanzas se clavan en mi pecho.

Una música eleva las plegarias que un día,

en mi mente alborotada, rogué.

Ahora en el silencio que grita se levanta

un muro de piedras, de piedras rabiosas,

que lastiman, lastiman...


Y te sueño juventud, te deseo


El viento trajo su sonrisa, sus bellos ojos

y quise volver, volver a la mía,

tan cruelmente se fue....


No supe entender, no supe,

Al final no fue nuestro tiempo...

Dejo alejar el deseo,  y se vuelve un mar calmo...







 

lunes, 28 de diciembre de 2020

Mari Carmen



La guerra se vivió de otro modo, (aniquilando todas las neuronas), puro serrín. Polvo disperso que se amontonaba obstruyendo la memoria. Se había creado una inmensa montaña de imágenes, palabras, todo ello sin sentido. 

Obvio, dijo la cuidadora.

Lamentablemente asintió el médico, bueno mejor dicho la médica.


Ven hacia mí, no temas, dijo alguien de los que se encontraban en el recinto. Paso, a paso iría. Podía orientarse si se miraban a los ojos, de otra forma no se atrevería a dar un paso, porque las paredes y el piso se destruirían, como cuando un huracán.

Enfrente en el gran árbol unas tórtolas y mirlos picoteaban balanceando sus pequeños cuerpos llenos de plumas.


En la ciudad de La Laguna allá por los años ochenta, a principio de  esa década, y al igual que ahora, el ambiente estudiantil rebosaba de labios rojos, de cejas perfectas, de gafas de colores. Holia a apuntes.

El camino largo lleno de palmeras a un lado y otro se confería una elegancia bastante atractiva. Desde la Iglesia de la  Concepción se escapaban hilos de humo con olores de cirios. Velas y luces. Un Cristo crucificado. Fieles que llenaban hasta la esquina de los bancos.

Los jóvenes irrumpen en las ferias, en las discotecas. 

La Tuna : cielito lindo, Mari Carmen...Representativa, mucho-


No quiero lazos, soy una mujer, dijo la joven.


Esa falda es muy pequeña. 


Me la pondré, si que lo haré-


Antes de salir a las clases se miraba en el espejo y sacaba la lengua, un guiño que le hacía sonreír. (mientras bajaba las escaleras se quitaba las bragas, aquellas enormes bragas que le llegaban al ombligo. Las sustituía por unas tangas, (tenía varias en la mochila).


El olor a incienso y las risas de los estudiantes, y el tropel de pasos aquí y allá hacían que la ciudad se convirtiera en un gran carrusel, con caballos blancos, negros y pintos dando vueltas y más vueltas alrededor de las luces.



Anda ven no pares ya falta poco-


¿Qué te dije?, ¿Ves cómo has podido dar unos pasos más que ayer?



Si, claro que lo sé. Hace mucho que lo sé, mucho, se dijo para sus adentros.









sábado, 26 de diciembre de 2020

TILOS


Con la punta de la bota y muy suavemente levantó una porción de manto verde, miles de hormigas atareadas trabajan al unísono. De modo que, después de unos segundos observando semejante obra de la naturaleza prosiguió el paseo. 

Los Tilos abrazan el entorno. Frondosos, enormes. 

Hay tantas vidas dentro de otras vidas, pensó.
 
Aquella roca le serviría de asiento: anotaciones en un cuaderno por querer  dejar lo que alrededor sucedía.

Una abeja se acercó, después de dar unas vueltas alrededor de su cabeza, se posó en la nariz. No se movió un ápice, dejó que el insecto obrara. 

Escaló y se quedó justo en el centro de ambos ojos. Claro está que al querer mirar estrábicas quedaron  las pupilas. (pero siguió mayestática, con la incertidumbre de que podía recibir el aguijonazo)

Al cabo de unos dos o tres minutos se dió cuenta que el empeño de la abeja era porque, unas dos horas antes había desayunado tostadas con miel de flores. 

Siguió estrábica hasta que el visitante succionó el resto de golosina.

El silencio, una ligera brisa, y los olores tan peculiares hicieron que pasara un buen rato sentada en la roca, que erosionada se había convertido en un agradable acogimiento.

El sonido de la cascada hizo que abriera los ojos. 

Se apropió de leña. Una pequeña fogata iluminó lo que el día comenzaba a tornarse algo oscuro. Entonces todo brilló como las estrellas. El color de los tilos alumbrados, parecía una catedral de luces efervescentes.

El piano de Elisa sonó en su cabeza. Agradable sensación.

Se acurrucó y como un ovillo quedó en manos de la naturaleza.

Quizás hubiera sido un lugar perfecto para dejarse ir, pero volvió. 




miércoles, 23 de diciembre de 2020

MAR DE NUBES

 


  Son sábanas que se alzan por la brisa. Ahora casi tocan el cielo, ahora acarician las piernas de Inés (Dijo el niño del pelo ensortijado mientras devoraba una manzana).

Hileras de sábanas blancas detrás de la casa. Ahora sale el sol, volvió a decir.


Aunque con una acritud claramente expresada por el modo en que se comportaba, tenía el beneplácito de los dueños de la casa. 

Inés llevaba en la casa desde que tenía unos dieciocho años. Ya formaba parte de la familia. Era una hija más. 

Carlos, el primogénito se había mudado a Portland. Iba para ocho años trabajando y recorriendo la ciudad. Las personas se mudan de hogar, suelen hacerlo: sea por buscar una vida mejor, sea por cambiar de aires.

Casi siempre se quedan. Luego mueren en el mismo sitio. Sus descendientes quizás hagan lo mismo, o tal vez vuelvan a sus orígenes, por aquello de conocer aquella tierra que un día se dejó atrás, olvidada. 

Probablemente volverían y la casa permanecería en pie. Las sábanas seguirían ondeando al viento. O, por ende, todo habría desaparecido.

Un centro comercial había desplazado aquel hogar. Lleno de personas entrando y saliendo. Con cestas de mimbres repletas de verduras, frutas. Con regalos empaquetados. 



El destello de un rayo omnipotente penetró en la casa. El olor a café se coló  por las habitaciones. Inés corrió descalza para recoger las sábanas, porque una tímida lluvia empezaba a derramarse.

La tierra mojada perfuma el entorno. 

Lirios por todas partes, aquí en la cocina, allá en los dormitorios. En la sala, en la terraza. Alguien se ocupaba que siempre hubiesen lirios.

El niño cogió de la mano a Inés. Se fueron montaña arriba. La vista impresionante del volcán. El mar de nubes. Ellos, tan felices. 

 





martes, 22 de diciembre de 2020

OLIVO

 

Sin embargo, nadie había advertido que permanecía en el césped, extendida y ladeada con la oreja pegada al suelo escuchando los sonidos que pudieran transmitirse.

Ahora se escucharía el chirriar del tranvía. La bocina de aquella fábrica, ahora un tropel de perros que salían de las casas, de aquellas pequeñas casas en fila, todas iguales. Los llevarían para que hicieran sus necesidades, para que olfatearan...

Posiblemente dedicaría un buen rato a eso, en silencio, con un ramo de margaritas al lado. 

En la cocina alguien preparaba la comida: un ir y venir. Verduras, una sama roquera dormida eternamente, sin brillo en los ojos. Un postre de bizcocho con arándanos y nata. Todo era medido, pesado. Y la limpieza hacía que los calderos que colgaban de la pared parecieran luciérnagas revoloteando.

Hay una ardilla en el otro lado del jardín. Es de la familia. Es vivaz.

Recorre la pared sostenida a la enredadera, una y otra vez. Las ardillas son unos animalitos graciosos e inteligentes, dijo alguien.

Ya había pasado el tranvía, el tropel de perros no se escuchaba. La bocina de la fábrica esperaría a la tarde para volver a sonar.

Alguien salió al patio con una taza humeante de agua de toronjil.

Las acuarelas estaban preparadas. Un lienzo de tamaño mediano reposa sobre la mesa de mimbre. 

-Hay abejas, dijo Berta, levantando ligeramente la cabeza del césped-.

Lucila trató de enderezar lo más que pudo su espalda, y se dispuso a mezclar colores, y preparar el lienzo. Un olivo sería plasmado y quedaría inmortalizado.


¿Cuántos años tiene?, dijo Berta.


-Creo que unos trescientos, dijo Lucila.


Si vuelves a pegar la oreja al suelo escucharas los latidos de su corazón...



 


 




lunes, 21 de diciembre de 2020

LA PLAYA

 


Bueno, pues no me agrada en demasía que la arena sea negra, (deja la toalla con dibujos de faros, de aves, bien estirada, como si quisiera salvarse para que siquiera la rozara), pero no hay otra posibilidad y además hemos venido de muy lejos para pasar el día.

A mí me gusta-


¿Cuánto tiempo hace?


-Unos cinco años-


Mientras tanto las olas lamiendo. Los pájaros atentos por si algún pez saltara de las aguas, aunque fuera un instante. Los peces juegan en el mar. A veces dan grandes saltos en grupo, luego siguen su trayectoria. Es hermoso verlos, ver sus lomos plateados, el jolgorio.

¿Sabes dónde ha ido a parar Eva?


No, hace tiempo que no se nada de ella, (es una mujer misteriosa, seria y triste), pensó.


¿Qué se distingue a los lejos?


- Es un catamarán. Los catamaranes son como ballenas gigantes que se desplazan a un lado y otro del mar. 

¿Puedes ver cuantas personas hay?



-Creo que unas tres-


Si, realmente en el mar viven casi toda clase de criaturas. Incluso sirenas. Alguien dijo un día que había visto a una: unos ojos hipnotizantes, siempre con una larga melena, y unas grandes aletas.

Dijo también que se había enamorado de una de ella. 

Después de unos siete meses apareció el cuerpo en la arena negra. Lo curioso es que no tenía ni un rasguño, ni estaba putrefacto. Pero así se quedó, dormido para siempre.


-Si te quedas todo el tiempo en la toalla sin que siquiera tus piernas rocen la arena lo pasarás fatal. Es aburrido, es atroz-


-No contestó, ni la miró- 


¿Tienes una cerveza?


Claro-


¿Alguna pregunta más?


-Pues, si. ¿Te gusta Chopin?


Si, si que me gusta.


¿Sabes?


-Qué cosa-


La guerra ha empezado...








 

sábado, 19 de diciembre de 2020

La hojarasca en otoño


 No es significativo se mire como se mire (Dijo la señora Dumpierrez)

Bandadas de pájaros cruzaban entre aquellas montañas de poca altura, erosionadas por el soplar de los alisios. 

Realmente es así, replicó.

El caso es que la mente a veces, juega a convencer, se las ingenia para que se afirmen o nieguen cosas, sucesos.

Lucy se lavaba el cabello en el patio, que soleado se había engullido todo el Sol. Del grifo un torrente de agua cristalina mojaba la larga melena negra, ensortijada. 


Puestos a mirar la significancia de este asunto es relativa, dijo Lucy, que moldeando el cabello lo exprimía para aclararlo.


Las personas tienen largas conversaciones. En cualquier lugar, en cualquier momento, o época. Siempre hay conversaciones que surgen, son vocablos que necesitan liberarse. Es una gran expansión de palabras. Palabras que inundan los ríos, los bosques, las montañas, las ciudades. Todos los pueblos del mundo.


" Pues no se diga más. En cuanto termines con el pelo y te vistas iremos al notario, dijo la señora Dumpierrez. "


Habían quedado satisfechas con la visita al notario. El asunto había acabado y bien. El coche que las trajo de vuelta hacía que la hojarasca gimiera.


Se despidieron alegando que estarían en contacto.

La casa que el patio engullía el Sol era de Lucy.

La señora Dumpierrez vivía en un lujoso piso en la ciudad.


Pasaron los años y dejaron de ir al cementerio, siquiera para poner alguna flor, por ejemplo azucenas que tanto le gustaban a Ramiro.






viernes, 18 de diciembre de 2020

De momentos lluviosos

 

Fuera llueve y la chimenea calienta el hogar. Alguien fuma en cachimba mientras otea el exterior a través de la cristalera. 

Es un día donde el Sol se esconde, y las lágrimas de lluvia dibujan  una gran alfombra en el jardín y en toda la avenida. Se atusa la barba y suspira(Quizás recuerda años atrás, años juveniles), luego vuelve a llenar de hojas de tabaco picado la pipa y toma asiento. Suena Chopin.

Unas manos blancas y delicadas hacen que reviva el piano. Mansamente con los dedos en las teclas va esculpiendo cada nota.

Notas que, en un espacio agradable, cálido, hacen que la luz alumbre, es la música amable que como un duende recorre todo, es un halo invisible que se desliza suavemente por entre los rostros, por las manos: una caricia benevolente.

La señora se inclina para coger la revista que se halla en la cesta de mimbre: Lee artículos de moda, se sonríe con algunas imágenes; pero en algún momento muestra rechazo. Una noticia que no es nada agradable entre las otras imágenes. 

-Vergonzoso, se dijo. (Pedigüeños en fila esperando la cesta de la comida), es inadmisible, volvió a decir. 

Como si un jarro de agua helada le cayera sobre los hombros. Como si esa noticia fuese una de tantas, un espectáculo más.

De modo que la volvió a dejar en la cesta, se recogió la melena resoplando. Se levantó del asiento y se sirvió una copa. 

Mientras tanto la música no paraba de sonar: relajando las mentes, los músculos, los pensamientos.

Alguien había entrado en la casa, había dejado el paraguas y la gabardina en el perchero. 

Se escuchó el gemir de la escalera mientras subía (una vieja escalera, probablemente cansada de se pisoteada),  se acomodó el suéter y arregló el pelo, que contenía un efluvio de chispas, y chispas de agua. En las manos un gran ramo de Jacintos. Alguien se alegraría.

¿Los dejo aquí en lo alto de la chimenea?


-Si, gracias, dijo la señorita de las manos inmaculadas.


Se puso muy contenta, si, realmente era eso un instante de felicidad.

Los jacintos, su flor preferida. Fue un detalle maravilloso eso, regalar un manojo de jacintos. Ahora no se detendría. Otra pieza volvía a sonar, y otra, y otra. Siguió avanzando la tarde con los colores que daba el invierno: grises, matices blancos. 

Seguramente cada cual pensaba en sus cosas( recados por hacer, ir al centro a la frutería, o a la tienda para comprar calcetines, o tabaco).

La comodidad y el confort se podía resumir en un glorioso fallecer, sin dolor, sin lágrimas. Tan posiblemente posible. Agradable bendición.

Daba igual si arreciaba fuera, que arreciaba por unos momentos. Como si el Olimpo derramara una jarra enorme en las cabezas de cada cual. A veces hace falta un río que fluya. Un río de certezas, un río de alegrías, un precioso río de besos, de caricias.


¿Te han gustado los jacintos?


-Claro que si, sólo que no puedo parar de tocar, algo sensacional me lo impide, un clamor de pasión, de aplausos en mi interior, contestó.


¿Café o té? dijo la señora que anteriormente leía la revista.


Si, por favor, café.


Si, por favor, té.

En la percha no había ninguna gabardina, ni paraguas. 

Pero en lo alto de la chimenea si estaban los jacintos, que sólo podía ver ella...


   

 




jueves, 17 de diciembre de 2020

Reuniones asertivas

 


Celestine intuía que algo se había olvidado, quizás no sólo una cosa, sino varias. Por eso ya llevaba un cierto atraso para acudir a la reunión.

De modo que, se quedó quieta dejando que fluyera todo, para luego volver tras sus pasos y dirigirse a la habitación. 

-Me faltan las gafas de sol, y dubitativa miró debajo de la cama.

-!Las botas¡, dijo (llevaba puestas las zapatillas de estar en casa).


Ella miró al espejo y sonrió por su falta de memoria (las prisas son malas consejeras), debió pensar.


Durante el trayecto planearía cómo iba a trascender dicha reunión.

Asistirán Noelia, la señora Ruz, el párroco, y el alcalde.

Miró al espejo retrovisor para ver si llevaba los labios bien pintados, con el color preferido, bien delineados. (Las pestañas postizas preciosas), un caramelo de café daba vueltas y vueltas dentro de la boca, el aroma que  desprendía le gustó. Tuvo que frenar en seco porque se había cruzado un ciervo, afortunadamente nadie había detrás de ella conduciendo, suspiró de alivio. 


-En mi opinión deberíamos empezar por un punto importante del acta, dijo la señora Ruz. (dijo eso porque al fin y al cabo era la que había puesto el dinero necesario para la fundación).


El párroco asintió mientras con un pañuelo evitaba que el estornudo abarcara toda la sala desplegando mucosidades impertinentes.

Noelia dijo que sí, que estaba en acuerdo ya desde el principio con todo lo que allí se discutiría (Es muy cómodo eso, pensó la señora Ruz).


El alcalde con una sonrisa plana y pilla dijo que, ( mientras  se admiraba porque le gustaba como le había quedado el traje), pues que la fundación era algo maravilloso y que todo saldría como habían planeado. 


Celestine observó a todos y pensó que cuando los fondos no faltan todo sale bien, hay celebración, y aplausos.


Los aplausos animan mucho. Las sonrisas también. 








miércoles, 16 de diciembre de 2020

Yo astronauta, tú doctora

 


Curiosamente los pájaros se habían ido, probablemente porque tendrían que hacerlo, (emigrar) dijo Matilde. 


Emigrar no es exclusivo de las aves, replicó Ángela.

Los pies de las muchachas colgaban del muro de piedra (piedras apiñadas de tal forma que se hacía una larga pared a lo largo de la finca), pedían un deseo y al unísono soplaron el espumillón de las flores de diente de león. Cerraron los ojos y luego rieron.

Cada cual sabrían lo que de mayor hubieran querido ser.

-Matilde dijo que sería astronauta.


-Ángela dijo que sería una doctora muy famosa. (en el hospital Remix del lado oeste de la costa).

Alumbraban esperanzas, deseos, un futuro maravilloso que se fraguaba en sus cabecitas de criaturas. Proyectos que, a corto plazo seguramente se cumplirían. (La juventud es un tesoro inexplicable).

Los pensamientos razonables se elevaban muy alto, alcanzando la estratosfera. En el casete de Matilde se escuchaba a Camilo sesto.

Ambas enamoradas de él. Enamorarse en esa edad es tan puro como la sonrisa de un recién nacido. Enamorarse a esa edad es como columpiarse en un sauce esplendoroso, un vaivén de bajadas y subidas poderosamente maravillosas. 

Saber lo que nos reserva el futuro es algo que nadie sabe, algo que no existe. 


Saltaron de un brinco y los tizones que vivían en las piedras lo hicieron también, probablemente se habían asustado. 


Matilde salió corriendo con el casete en las manos, pero un mal paso hizo que cayera en una tunera (Se había clavado picos y más picos en su cuerpecito adolescente). Ángela no hizo otra cosa que reír, reír, a carcajadas. 

Como pudo sacó a Matilde de aquel infierno. 

Estarían un rato sentadas en el suelo. Ángela se fue quitando los picos, uno, a uno. 

Y el tiempo no se sabe cómo, pasó. 


Hoy en día aún recuerdan aquella anécdota y vuelven a reír juntas.

Es una suerte infinita seguir juntas a medida que el tiempo gira, y gira alrededor. 

Matilde no consiguió ser astronauta, pero Ángela sí pudo cumplir su deseo de ser doctora, pero no en el hospital que dijo de pequeña.


Se encontraron un jueves de agosto en la playa. Estuvieron toda la tarde tumbadas en la arena negra dibujando en el cielo toda clase de imágenes, deseos, prioridades. 


¿Qué es eso?, dijo Matilde.


Un beso con sabor a limón, menta, con nata por los bordes, dijo Ángela.

Pero te has quedado con el cielo para ti, replicó Matilde.


- En la arena también puedes...


¿Qué cosa?


Ya sabes...







Marie M.M

 



Se despertó del sueño más bonito del mundo: aún conservaba su olor, el sabor de sus labios; la fragancia de toda su piel...

¿Bailas?


Si...

martes, 15 de diciembre de 2020

ALGO

 

Quién osa a esa omnipotencia,

que nada más es ilusión..



Abrazame oscuro deseo

intuyo que la niebla ya no me deja respirar.




Más que desatino el mío pretender

dibujar sonrisas por todos lados,

incluso en las tuneras.


Un hilo de saliva juega con la tuya

Te veré

en el infierno.

de este mundo que no gira


Volver a esos primeros e intensos

ramos de ilusiones 

que el tiempo inexistente

se ha encargado de borrar..

A veces parece que sonríe

 


La tapa del escáner estaba cerrada. Fue en un momento en el que lo miró y pensó porqué habría de estar así, (aunque ese día no estuviera activo). Así que levantó la bandeja que verticalmente permanecía unida a aparato. 

Así le gustó más (verlo como un gran buque cuando atraca y abre las fauces para que salgan los coches, y demás paqueterías). Incluso en relieve justo en el centro se adivinaban dos ojos, que no era otra cosa que unos adornos, pero que para ella era un rostro sonriente, un buque sonriente. 

Los barcos cuando llegan a puerto sonríen. 

Además volvió a mirarlo y ahora reía a carcajadas.


 ¿Qué prefieres café, o manzanilla?, dijo alguien.


-Café por favor, contestó.


Pero nadie, nadie, supo la felicidad tan grande que sintió al desbloquear al "Buque".

lunes, 14 de diciembre de 2020

El anillo rojo

 


Cuando la señora Arinka se hubo vestido a falta de los mitones, que, los llevaba en el bolso de lentejuelas, llamó a un taxi para acudir a la fiesta de cumpleaños de su amigo. 

Durante el trayecto observó como algunas de las Gemínidas cruzaban el firmamento. Igual que las cometas, a un lado y otro del piélago. Parecían mariposas: blancas, azules, violetas.

Un maravilloso espectáculo. En ningún momento quitó la vista, era imposible hacerlo. 

Sonrío feliz. 

Cuando bajó del coche sacó los mitones del bolso y se los colocó despacio. La casa estaba iluminada de miles de farolillos rodeándola. La recibieron con un aplauso. (el cumpleaños era de su amigo, pero ella era tan bella, y tan diva), y orgullosa hizo una pequeña reverencia. Pero con este gesto se le había clavado el anillo de fantasía en el dedo medio,(un enorme anillo rojo con piedras en punta),que le causó un piquete profundo en la nariz. Al principio con un poco de agua y un pañuelo pudo detener el hilo de sangre.

Más tarde volvió. Era importante la sangre que bajaba hasta el pecho. Y aunque todos los presentes hicieron lo posible por ayudarla y que se detuviera el torrente, este no hizo otra cosa que descargar toda el río púrpura. 

Arinka había muerto sin remedio. Pero feliz.


UN CUENTO COMO OTRO CUALQUIERA

 

El barquero se aproximaba a la orilla. Había terminado la jornada. Dejó los remos cubriéndolos con la lona.

Cada día recorría el sendero que le llevaba a su casa, lo hacía con las botas puestas, porque le gustaba llevarlas, percibir en ellas el olor a mar. 

Alguien dijo que un día necesitó al barquero para cruzar la pequeña manga de mar hasta el pueblo, y había  quedado sorprendido. Miles de relucientes bolas doradas rodeaban la barcaza, destellos aquí y allá. Flotaban en el agua.

Eran como esas mariposas que de repente surgen sigilosas, despliegan las alas, y no paran de dar vueltas, y más vueltas sin parar siquiera un momento (probablemente sabían que sólo podrían vivir unas horas). Las personas también viven horas.

Horas que parecen una vida entera. Una larga vida; sin embargo no es así, es como un batir de alas, eso es. 

Lo que llamamos tiempo es algo intangible. Una atmósfera en la que cualquier  ser vivo pulula sin saber que en cualquier momento tiene que desaparecer. 

-¿Qué lees?


- Pues un cuento, o una historia, dijo alguien.


¿Y tú quién eres?, preguntó.


El barquero, soy el barquero... 


domingo, 13 de diciembre de 2020

ENCUENTROS EN LA RED

 

A veces las cosas suceden por algo, o eso creo, pensó María.

Mientras fumaba un cigarrillo y observaba a través de lo cristales. (Llovía incesantemente). Algo maravilloso en la plaza, cerca del parque, donde se hallaban casi toda clase de pájaros.


Sucedió que, hace unos años conoció a un poeta en la red. 

Un poeta que escribía versos, de esos que se quedan en la mente, de esos que, inevitablemente no se pueden olvidar, ni obviar. 


Trataba por todos los medios de mantener la mente ocupada.

Leer poemas, y comentar esto, o aquello. Debía de ser así.

De otro modo volvería a caer en el abismo. Un pozo en el que había estado varias veces. Un pozo oscuro que había aniquilado los sueños. Todos los de María.

Uno de ellos fue Ramón. Un amigo en el que se apoyaría.

Un poeta luchador, un hombre valiente, que al final la de la guadaña se lo llevaría. Una inmensa putada.

"Mi querido Ramón espero que estés bien, que te hayas recuperado del todo....

No hubo contestación.

Un domingo en la mañana recibió la noticia. Ramón se había ido. 

Lloró con esas lágrimas que se derramaron como una gran fuente, como un río. No!, no!, se dijo.

Pero se fue. 

Jamás podría olvidar a Ramón. Le había dicho que fuese feliz, que no llorase nunca más. 

Tomó otro ron, y otro, y otro. 


Hubo otro poeta que del mismo modo tuvo el placer de conocer en la red, en el blog. A veces viene bien eso, Conocer personas, aunque sean virtuales, pero eso qué más da.


"La vida en un beso" 


Una melodía extraordinaria. Buscó para escucharla. 


Preciosa. Precioso ese beso que se da, aunque sea la última vez, la última vez.


Hay poetas que dejan huella. 



viernes, 11 de diciembre de 2020

ENSOÑACIÓN

 


Como la mar lamiendo 

heridas para calmar,

Como la mar batiendo olas

para besar...


.........................................



Un ave muerta aún vuela 

en cada pico de cada ola,

aquí, allá, encontrará la paz.


......................................


Un mendigo llega acunado

y se duerme en la arena

para siempre...



.............................


Aquellos pies se dejaron arrullar

del agua de la mar,

ahora flotan, flotan...




........................


Un amor mío no amor

se ha reflejado en aquel destello

del Sol en un avanzar de olas...




jueves, 10 de diciembre de 2020

Tajinastes en los tejados

 



Era verano y las lagartijas se colaban por entre la madera del techo. Si una se quedaba mirándolas llegaba a pensar que podrían ser criaturas saliendo al recreo. Revoltosas, juguetonas, en busca de migas de pan, o de alguna golosina.


Una tarde mientras la señora Rosa dormía la siesta se había colado debajo de la colcha una de ellas. Recorrió rápido el cercado que llegaría al rostro. Se paseo por el borde de la nariz, por los labios, y por los ojos. Rosa bostezó y rascó suavemente. Pero no se despertó.


-¿Alguien quiere café?, dijo la señora Rosa.


Las tardes en la sobremesa, además de jugar al parchís, tomaban café y a veces galletas, unas deliciosas galletas de plátano.


-Si, dijo Ermina.


Probablemente se paseaban de aquí para allá, sigilosas, divertidas, y claro, volverían a deslizarse por entre las sábanas, y se apearían en el rostro. A veces las personas duermen profundamente, y al amanecer piensan que han soñado con lagartijas.


La casona era realmente hermosa. Había sido reconstruida porque durante la guerra había sufrido bastantes daños. El tejado por ejemplo( agujeros por algún bombardeo).


Pero había vuelto a brillar, como siempre. Una casa así no se puede arrojar a la basura.


Los tajinastes habían florecido y alfombraban todo el tejado.


Por aquel entonces (durante la guerra), los bisabuelos de la señora Rosa, habían vivido en la casona. Fue un regalo de bodas por parte del novio. (de un tío que se hallaba en otras tierras). Trabajaban la tierra unos veinte labriegos. Todos tenían unas casitas alrededor de la hacienda. Las había mandado a construir Jacinto el esposo de Eulalia (Bisabuelos de la señora Rosa).


Ya hubiera sido en verano, invierno y todas las estaciones, que parecía un palacio pendiendo del cielo.


¿Más café?, dijo la señora Rosa.


Si, dijo Ermina. ¿Y las galletas?, volvió a decir.







Sentir

 


A caer la tarde del patio la silla se ocupaba plácidamente. Manos que bordan crestas de pequeñas olas en las sábanas. 

Del parral las uvas en racimo adornan. Los mirlos acuden.

Del silencio brota un leve oscilar del arrullo que con el pié balancea una cunita... 


Aquí gladiolos, allá jacintos...

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Feliz estancia

 


En bandadas pájaros

que ausentes baten alas.

nadie los ve, volar...




Tremolarás tus manos me dijo lo oscuro

por si alguien ve, por si alguien se compadece.



Brilla la piedra incrustada 

un anillo luce como mariposa,

como los besos que nunca fueron...



Soy una especie aparentemente apacible

pero mi alma se revuelve

en cada paso, en cada esquina

donde quiera que mi cuerpo la lleve.


SINFONÍAS


 


Dijo que ese día saldría para ir al otro lado de la ciudad.

Tendría que coger el tranvía. Llevaría una gabardina color verde musgo. Por esos días la lluvia no cesaría, ya lo había pronosticado el tiempo. 

Se miraría al espejo, colocaría un mechón hacia el otro lado del rostro. Un collar con grandes perlas abrazaría el cuello. 

Botas de agua hasta las rodillas. Una bufanda de terciopelo rojo.

Volvería al espejo por asegurar si el rebelde mechón estaba en su sitio. Sonreía. 

La gran puerta daba la bienvenida a la ciudad. Tres arcos con guerreros esculpidos para conmemorar el fin de la batalla.

De modo que, estaría por unas horas haciendo varios recados.

Enfrente de la estación había una frutería y una floristería. 

Pomelos, fresas, arándanos. Se habría quedado satisfecha por llevarse unas frutas exquisitas. En la lonja, en un puesto pequeño habrían sardinas, samas, un pescado que brillaba.


Cuando ya se disponía a salir recordó que le faltaba el sombrero, un sombrero de ala ancha de color verde. 

Pero no estaba donde había pensado. Se entretuvo unos minutos por ver si lo veía. Entonces se dió cuenta que lo había tirado a  la basura. Era tan viejo...

domingo, 6 de diciembre de 2020

ENCUENTROS



De aquel suspiro en el asomo

del balaustre. Sólo queda el humo.


Como si fuera real lo invisible de su piel,

que con un leve roce en la mía,

el oscuro día se vuelve luz.


Tan hermoso es su rostro

fruncido el ceño

más lo quiero aún.


Cae la tarde tan tarde 

y tan corta,

de sus labios un recuerdo

moja los míos.






viernes, 4 de diciembre de 2020

Los cafés tristes

 


Cuando amanezca y salga el sol saldremos de compras, dijo Amber. Generalmente y a primera hora no habrá tanto bullicio, volvió a decir. - Llevaremos la mochila, la de los colores del arco iris, dijo la niña-.

Al alba, al alba. -Con una sonrisa espléndida mientras se recostaba para leer un cuento-.

Cuando la oscura despliega su manto las luces de las casas se apagan, una, por, una. Las farolas alumbran fuera. 

Amber abre la gaveta del escritorio. Hay numerosas cartas.

Un aluvión de agua cae instantáneamente, el ruido de las gotas en el tejado es un chup, chup, chup. A través de la ventana puede ver la chorrera de un río surcando hasta el quicio.


Querida Amber,

Espero que cuando recibas esta carta estés bien, y que tus proyectos se hayan realizado. Me acuerdo mucho de ti, y de aquellas conversaciones que teníamos en los cafés, los tristes cafés de la calle Solano. Una calle amplia. El aroma se colaba por nuestras narices, era maravilloso. Todo lo era. 

Yo sigo aquí en Mendoza. ¿Recuerdas cuando queríamos viajar a Argentina?. Ay cómo te echo de menos...


Una lágrima se escapó, dejó la carta a un lado de la cama.

Las cartas son el abrigo de muchas personas. Son meteoritos que brillan. Sin embargo, también llevan letras desconsoladoras.

Aquella farola alumbra la pared en un círculo pequeño, es como si la besara. Hay un mirlo, se columpia en una rama. El pico gotea lluvia. El silencio de la madrugada es una señora con una profunda devoción. 

-Amber ya amaneció, quiero salir, al alba, alba.



                                ....................



Sin tener que volver

por saber si aún estás..

Me quedo aquí en la época

que me tocó,

pasar por este mundo.








jueves, 3 de diciembre de 2020

Coleccionista de imágenes

 


Una barba cola de pato arraigada desde mucho. Unos ojos redondos negros miraban cada 

instante en el que el día regalaba toda clase de imágenes.


Los trazos en el papel comenzaban a vislumbrar lo que en una estación de tren sucedía.

Un tren de cercanía de color verde con puntos de luz a ambos lados. Pasajeros suben y 

bajan, caminan por el andén. Ahora una halo de luz se cuela por el abombado techo 

perforado de diminutos agujeros. Aquella señora se coloca el sombrero. Un hombre se atusa 

el bigote y bosteza.


En la avenida que hay detrás los coches con sus bocinas braman. Tienen el ceño fruncido. 

Hay gaviotas revoloteando, ha llegado la pesca. La lonja es un prado de peces con los lomos 

brillantes, peces agonizantes. Comienza la subasta. Aquel señor de prominente abdomen 

alza la voz, quiere todo el marisco. El señor Álvarez, narizudo , con perilla, apuesta por las 

samas roqueras. Todo un deleite de imágenes en el papel.


En el otro lado de la ciudad hay un arco. Da la bienvenida a todo el que visite el lugar.

Hay un castañero , y un sauce que ahora se bambolea por una sutil brisa. Un sauce que ha 

visto cada día pasar a los transeúntes. Algunos con prisa, otros con pasos lentos, meditando 

cualquier cosa. En invierno las gotas de agua dan de beber al viejo sauce, envuelven las 

ramas, son caricias. En verano es refugio de personas acaloradas, que toman asiento en 

bancos de madera y beben limonada.


Los instantes quedan en los folios. En la pared hay vida, toda la vida de cada día.






Serán versos, no sé lo que son versos

 


Qué hago aquí sentada 

en un banco desconocido,

serán mis cenizas que no

encuentran el camino.



La oscura cerró todas las puertas

abrió el cajón la Luna

libertad.




No sé cuántas siglas 

lleva mi nombre.

Llueve ahí fuera,

aquí dentro.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

No se come con la boca llena

 

Dijo la señora Díaz, porque si lo haces probablemente te ahogues, y te faltará el aire, y tu rostro se pondrá morado.

-¡Para!, respondio Louis. (Si hubiera podido, le habría dado con el trompo en la cabeza aprovechando un instante en que ella se giró para coger la costura).


En la plenitud de la vida con once años,  Louis jamás pensaría tal cosa. Podía engullir todo lo que se le antojaba, así que, siguió con verdadera ansia comiendo gominolas de tres, en tres. El trompo daba vueltas y vueltas, como el girar de la Tierra. Como el girar de los transeúntes, aquí y allá, a veces sin saber a ciencia cierta cuál será el lugar escogido: algunos irían a desayunar a la churrería del mercado, y luego mirarían la fruta y la verdura; carnes, y pescados, flores...


Ahora un mirlo se ha posado en el quicio de la ventana.

Louis dejó el trompo, y las golosinas en la alfombra de rombos verdes y rojos y muy despacio con bastante sigilo se acercó. 

Pudo ver cómo el mirlo lo miraba sin apartar la vista del muchacho. -Debes estar hambriento- dijo Louis. 


De modo que, volvió atrás y cogió una de las golosinas, las partió en pedacitos pequeños, y se las ofreció al pájaro que seguía sin quitarle la vista.

Se resistiría un poco, por lo extraño del sabor, pero después de un rato el sabor dulce le gustó. Se hicieron muy buenos amigos. 

Hoy lloverá y muy fuerte dijo la señora Díaz- (Louis la miró y una vez más le hubiera dado con todas sus fuerzas con el trompo). 

A veces los consejos son buenos, otras, muy repetitivos y no agradan, casi nunca agradan.


Y no te olvides de recoger tu habitación, ¿me oyes Louis?





martes, 1 de diciembre de 2020

Hay árboles que llevan personas en vez de ramas

 

Eso fue lo que en el silencio más absoluto pensó la señora que ocupaba la buhardilla de la casa, que había alquilado hacía ya un tiempo. 

Cada vez que amanecía reflexionaba sobre algo, cualquier cosa. Había un sauce justo enfrente, era enorme, tanto que sobrepasaba la altura de la casa. Pues bien, uno de esos días se fijó en el, y vió que en vez de ramas, habían personas, personas de todas clases: orgullosas, vanidosas, pendencieras, egoístas, musicales, amorosas, besuconas, y un sin fin de calificativos. 

Le gustó tanto, que pintó un cuadro. Lo llevó a una exposición.

Y  triunfó. Todo el mundo lo quería. Y es que era un cuadro curioso; pero nadie advirtió que detrás de una rama, pendía alguien sin vida.


"Te regalo mi pasado"

 

Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...