La niebla cubría el espacio. Sus pasos en la gravilla desataron
los gritos de los guijarros del parque. Sintió angustia.
Entonces recordó al doctor Jekyll y Hyde. Pensó cómo
moriría: por estrangulamiento, o cercenar su cuello.
El olor a leña de las chimeneas le reconfortó pensando que
llegaría pronto a casa, se concentró en esa idea mientras
exhalaba el vaho que se escapaba igual que un grito de terror.
En un intento de escapar de aquellas garras giró rápidamente
la esquina que la llevaría a buen recaudo. Uno de sus
tacones se clavó como una estaca, y tropezó cayendo al
suelo. Notó su presencia, no quiso mirar, se cubrió el rostro
con sus manos temblorosas, y allí estaba junto a ella:
"Señorita soy el sereno me preguntaba se encuentra bien
usted".
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