Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

jueves, 30 de septiembre de 2021

El modo en que puedo permitirme una total ausencia.

 




Ese estado de ingravidez que, al contemplar lo cotidiano, es lo que siento, es como estar dormida, o ausente. Al esperar en el ceda el paso de una calle cualquiera me otorgo a mí misma eso. En realidad es algo que siempre he padecido.

Mientras, esos segundos de espera en que una se queda mayestática a la espera de que algún vehículo deje que cruce la calle, se hacen toda una eternidad. Es como contemplar una película sin sonidos, es una brisa suave, dulce como un beso que siento confortablemente. De modo que en esos momentos de mudez ante mí surge un gran carrusel: aquel edificio está en obras, hay personas que entran y salen, algunos en la última planta, otros en la acera dirigiendo todo. La tienda de sombreros de la esquina tiene un escaparate precioso: toda clase de abalorios. Los sombreros son como joyas, algunos llevan incrustados pequeños cristales de colores.


La cafetería a estas horas está repleta de gente, toman café, o desayuna. Aquel señor está fuera en un mesa escribe algo en su cuaderno, parece porteño. Es alto, moreno, de unos sesenta años, además bastante atractivo. A veces las personas llevan cuadernos consigo porque siempre hay cosas que anotar: frases, palabras sueltas, o un diario.

Mientras tanto sigo ahí, etérea. Hace mucho que espero, aunque sólo hayan pasado unos segundos.

Hay flamboyanes, son preciosos, copados de flores. Aquella señora sufre, sufre porque tiene el rostro compungido, solloza. Cree que nade la ve, pero yo si. Ese estado de levedad me permite ver todo con calma. Colores, olores, situaciones. Probablemente le hayan dicho que tiene que pagar la hipoteca porque de lo contrario la desahuciarán, o tal vez, es porque el amor de su vida es una quimera, aunque a ella le haya parecido lo contrario.

Quizás es ella la que tiene el problema: esquizofrenia, o es alcohólica. En algún momento en la prensa saldrá la noticia de su suicidio. Una vida vacía. Una lucha inútil.


Siquiera un avión del ejercito con un sonido estrepitoso volando casi al ras conmueve mi cuerpo.

Sigo ahí en otro mundo. Es placentero. Como una criatura en el vientre materno.

Alguien me besa, pero realmente no ha sucedido, yo puedo percibirlo, pero no hay nadie en esos momentos.

El caballero porteño abandona la cafetería y lo puedo ver enfrente espera para cruzar la calle.

Alguien dice que puedo pasar y es en ese momento cuando vuelvo a la realidad.

Nos cruzamos y nos miramos a los ojos, dejamos que se unan las manos con una leve caricia.



REEDITADO.





Y he sentido cuando al desbordarte como el soñar.


Y he sentido

cuando al desbordarte

como el soñar.

Dentro de mi 

te tuve

He querido que fuese así,

que te dejaras ir

a mi.

Te até a mi cintura

hasta que pasó

llegamos ambos

a un cielo

Te abracé 

escuché el corazón tuyo

en un golpeo incesante

en mi, sin parar

Te arrebaté el tiempo

anclado a mi

Te olí, te amé, te desee.

esos muslos tuyos

al unirse con los míos

piel, con piel...



 

miércoles, 29 de septiembre de 2021

Mea culpa

 


"Cuasimodo hubiera elegido sin duda la basílica románica que se hallaba no muy lejos del pueblo, a penas comenzar la colina, donde los habitantes eran sólidos y altos pinos que la mayor parte del tiempo sollozaban abatidos por el viento, la hubiera escogido por la belleza propia de su arquitectura y por lo solemne".


La mayor parte del tiempo y de todas las horas contadas, incluso las de la madrugada, la señora vecina del pueblo y bastante extraña se flagelaba una y otra vez, porque pensaba que ella y solo ella era la culpable de aquel sentimiento de dejadez y de tristeza que embargaba el pueblo contagiando todo igual que una virulenta enfermedad.


Incluso llegó a subir cada día a la basílica para entornar el mea culpa, con unos fuertes golpes en el pecho, que hicieron que se llenara de morados. Un día el medico preocupado le dijo que seguramente tendría una rara enfermedad, era normal el diagnostico porque realmente preocupaba verla con sus escotados vestidos y la piel del pecho llena de lunares horrorosos y negros.


Y es que aquella iglesia atraía de una forma irracional, ya sea por su bella arquitectura, o simplemente por lo antiguo y por el aroma de miles de velas humeando hasta la torre. Lo cierto es que la señora que cargaba toda la culpa se echaba sobre sus hombros el agua bendita cada vez que entraba a la misa, para ella era como disculparse ante Dios y todos los cristianos que por allí se hallaban, sentados en los bancos, con el rostro fruncido y algunos dados a la pena, que no a la bebida. Incluso llegó a cortar su melena negra porque le parecía inapropiada cuando alguien la miraba fijamente. Claro está que no miraban sus culpas, sino el cabello negro como la pez.


De modo que la insufrible pecadora se arrodillaba ante el altar con las manos juntas y llenas de sabañones en la época del invierno, sin melena, con morados cada vez mas grandes y una ignorancia terrible. Pasaron los años, pero no llegó a muy vieja, porque la culpa fue creciendo y creciendo dentro de ella, hasta explotar un día.


Crispín el campanero la encontró en horas ya avanzadas de la tarde colgada por el cuello, con la lengua morada y los ojos que no estaban allí. Pánico y falta de oratoria ante nadie, hicieron que terminara con los demás fantasmas. Ella también lució durante muchos años las gruesas cadenas.


Cuando un jardín en medio del caos.

 

"Aquí me tienes algo descarada a veces, otras deslenguada, pero lo que más me gusta es que llevo conmigo la sinceridad de todo".


-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------



A un lado de la mesa se halla un lápiz con varios símbolos, al otro lado y junto al teclado, un bolígrafo azul a medio terminar. En frente la pantalla que parece que se ve el mundo. Normalmente el ajetreo de pasos no cesa hasta por lo menos unas horas después que todo vaya cogiendo esa forma de molde por así decirlo, o definirlo.


Una pena que la ventana esté cerrada, la contaminación debe de ser. Un rayo de sol se cuela por entre la cristalera del ultimo piso, afortunadamente hay sol, al menos una caricia. Ella es afortunada porque tiene la facilidad de aislarse por un rato de tanto ruido, y pasos aquí y allá, tanto que nadie la ve, aunque no se haya movido de su sitio, aunque los dedos no paren de golpear las teclas. Es difícil que noten su presencia en esos momentos en que no está.


De pronto sucedió que el pasillo se hallaba enramado con bellos eslabones de una trepadora amarilla y roja; sucedió que desaparecieron las mesas y las sillas, y tal y como deseó había dibujado con el pensamiento una escena justo ahí, en medio del tráfico de pasos y voces: el bernegal rodeado de culantrillo; la cocina con los calderos humeando, el patio inmenso de flores. La senectud de los tiempos se advenía a su antojo. Bastaría pues con dejar libre el laberinto de pensamientos en su cabeza.








......................................................................................................................

Yo me pierdo, estoy perdida,

en este mundo extraño de ahí fuera.

Dentro, una loba desgarra carne, besa tesoros.

Tu boca, tú. Así conmigo, si te descuidas desapareces en mi...




















Me he inmortalizado frente a las costas donde la mar.


Me he inmortalizado

frente a las costas

donde la mar...

Miles de gaviotas

picotean la imagen 

tan venerada mía

No supe decir que no

yo no soy de adorar


Me he inmortalizado

frente a las costas

donde los arrecifes

en las rocas

esbeltas unas,

otras desgastadas

La lava ha llegado

para quedarse

Anoche se deslizó

a la mar

Y al fundirse

rugiendo

se hace más isla

más yo, que he 

quedado inmortalizada

frente a las costas

donde la mar.


 

martes, 28 de septiembre de 2021

De cuando los corazones lloran.

 Ni los fuegos de artificio con su estruendo.

Ni el torrente que la lluvia forma en la tarde,
en la tarde oscura de invierno, madre inmensa,
madre enorme que tú todo abarcas.
Manos juntas al firmamento, ruegan la misericordia
de unos  oídos sordos. (Y sobreviene el sueño eterno.)
(Festines y  grotescas risas de unas  marionetas)
Ni la pena de sus almas putrefactas,
ni el dolor de sus bocas secas,
nada se escucha, cuando los oídos permanecen sordos.


Reeditado.

Llevo el perfume, horadando la tierra un topo.



Kenzo

Llevo el perfume,

horadando la tierra

un topo

Advierte 

Llevo el perfume

Acierto 

Consiento 

Te quiero aquí

ahora

Más, imposible

La vida no es sana

Advierte siempre

Te quiero aquí en lo hondo.


 

Llueve tinta por entre las lamas de las persianas.


Llueve tinta 

por entre las lamas

de las persianas.

Ayer aquel colibrí

se hizo amigo 

no le importó si yo

era o no de plumas.

Mi pelo anda revuelto

como si una miríada 

de golondrinas 

hubieran anidado


Es Estocolmo

una ciudad interesante

pero dudo

por eso vuelvo, siempre

vuelvo.

Al pie de mi valle

debajo de las majestuosas

montañas...

Llueve tinta por entre 

las lamas de las persianas

desnuda me fijo

en todo, en el jardín

equivocado de sitio.

Más allá donde el mar

agitan pañuelos

al despedir

se.




 

Al alba sólo quieren dormir.


Pensó de la noche

un monstruo, 

de arboledas 

se rodea la casa.

                                 Un silencio atronador,

                                    apagó las luces de los

                                             sueños aquellos 

                                               que cuando al alba

                                                  sólo quieren dormir.






 

Agitando pañuelos.

 Equidistantes se hallan las unas de las otras: la casona con la escalinata de piedra labrada, el establo, y en el piso alto el gallinero;  las demás casas son  más sencillas, estrictamente sencillas. Con total impunidad crecen fortalezas de maíz  a lo largo de la finca, parecen arrabales, casi se puede sentir como late debajo de la tierra todo ese imperio de raíces bien ancladas .Los penachos  abatidos por la brisa inquisidora de los alisios se resisten una y otra vez, estoicamente.

Variopintos y diminutos cuerpos de las espiguillas danzan al aire, son olas y un mar, la huerta,  otrora ríos de lava, quizás ahora la flota de navíos por encima del mar precipitándose vertiginosamente y abriendo camino a la vida, ¿Para cuando la ciega? Las conversaciones entre las señoras y señores habitantes de las casas comprenden, desde las compras en el mercado, las ropas de los inviernos y los veranos, los castigos a los chiquillos en la escuela, excusa incomprensible, no para los padres, y el eslabón perdido de la familia que viajó a

Cuba; un fluir de notas musicales, algunas graves, otras más delicadas, pero por sobre todo lo demás los días de la siega son luminarias a este lado y al otro, cada cual se afana en lo suyo, y estrictamente necesario hablarán del conflicto  que se haya lejos, pero necesariamente desean esa verborrea tan inocua que se pasea entre las bocas agradablemente. 

Agitando pañuelos se quedó Isabel en el muelle cerca del mercado de abastos, un buque gris y desvencijado llevaba tanta juventud dentro, tanta como un prado de oleaginosos girasoles: Escribe, le dijo. El hijo dijo que si  por pronunciar esa palabra tan exquisita sabía que haría la felicidad para la madre, hacer la felicidad lleva poco tiempo basta asentir con buena voluntad, y dejar que un beso volado se escape. Metódicamente algunos de ellos tuestan el café, la señora de la casa se encierra en la cocina pintada de verde con una pequeña ventana, y hace girar el cucharón de madera hasta que se impregna todo con ese olor típico que agranda las fosas nasales, crea ambiente, diría yo. Es magnífico contemplar el páramo sobre todo en primavera, cuando se redescubren los colores y las sábanas ondean detrás de las casas, en los patios, cerca de las charcas, es una espléndida obertura en medio del caos que se haya allá, detrás del horizonte…


Esta obsesión mía por no querer que tener.


Esta obsesión mía

por no querer que tener

de las obligaciones cumplir.

Esta manera mía de hacer

las cosas que no se pueden

y las hago.


Esta obsesión mía

por dormir en las ramas,

y bajar un rato temiendo

dejar la huella.


Por no querer no quiero

Deshilvanar de aquellos

recuerdos algunos...


Esta obsesión mía

este modo de ser

este simulacro

del que culpable he sido.

Más, siquiera el muro más alto

ni la lava ardiente

atará mi alma en aquel cerro

de la cuidad habitado.


Este modo mío

mi modo mi manera de ser...

 

lunes, 27 de septiembre de 2021

Y si pienso lo que digo no lo pienso.


Y si pienso lo que digo

no lo pienso.

Sola en este continente

que escupe lava

escupe besos

abrazos...


Y si pienso lo que digo

no lo pienso.

Atada a un mundo que

no es el mío.

Hasta que la muer-te

me sepa-re

de no sé




 

África fue como un sueño, pero maldito…

 



Después de que sufriera la picadura de la serpiente encendió un cigarro, y supo que iba a morir. Se alojaba en una casa bonita, quizás algo más lujosa que las que habían alrededor. Acostumbraba a andar con los pies desnudos, con una blusa sin botones y un roído pantalón de manchas oscuras…

Ese día el desayuno se compuso de leche de camella, de albóndigas de pollo, y un poco de queso duro y ácido. Vivió en la aldea veinte años, de los cuales, cinco estuvo grave a causa de la mordida de un león o leona, nunca lo supo. Celebró muchas navidades con sus amistades, y con una tía loca que visitaba el continente cada vez que se acordaba.

Pero la vida y las circunstancias hicieron que terminara de ese modo. Con el vómito anegando su pecho, con las manos frías, con los ojos de demonio maldiciendo a semejante mala suerte y cabronada.

Ha vuelto de regreso a su tierra, pero ahora es ceniza…


La habitación que da al Drago.

 

No entiende que quiero estar sola en esta habitación que da al drago, y a los pájaros negros que revolotean incansables alrededor. ¿Pero quién no entiende?, quizás sea yo misma, si, podría serlo, porque hay noches que pueden cambiar completamente la visión de ver las cosas, de observar y sacar conclusiones, y a veces una  se desdobla, se pierde en la oscura mancha. Es  una mancha que acapara casi todo. 

Perdidamente sola en la habitación con el techo de paja, porque bastaría un leve soplido de los alisios, para que se esfume y luego: La claridad. El Cielo.

Sola y estrangulada por miles de deseos y a veces falta la respiración, y una se ahoga en ese charco, el mismo en que una se mira. 

Debería morir con su aliento en mis labios... No. Realmente esa frase la emborronaría hasta gastar el folio.

Debería empezar de otra manera, algo talentoso, algo que llame la atención, si, ahora me gusta más, si cabe: un enorme lazo vuela muy alto hasta envolverme de ti...

Pero la memoria está agotada. Es peculiar el modo en que pretendo escribir, es un poco absurdo, pero oculto y lo oculto es hermoso. 

No cejaré en el empeño y seguiré con el sabor de mis dedos manchados de ti, de la opulencia de los dos. Rasgar vestiduras es lo más indigno que conozco; hoy prefiero seguir tachando virtudes o flaquezas aquí, en la habitación que da al drago...


viernes, 24 de septiembre de 2021

El camino del caracol.

 Había sido meritorio por parte del caracol el largo camino hasta el botijo, toda una prueba de fuerza y constancia, probablemente cualquier otro en su lugar no habría podido terminar, seguramente se habría rendido a mitad de recorrido, porque casi siempre es en ese sitio casi fatídico en donde la mayoría ceja en el empeño, y abandona con la excusa naturalmente de sentir que las fuerzas le han abandonado casi cruelmente, eso le pondrá más énfasis cuando se trata de justificar algo, se dijo, mientras no quitaba ojo al molusco, que por nada del mundo dejaría de atenerse durante el trayecto. Desde luego la música de fondo se preveía muy envolvente, acogedora de modo que, nada más despertar y con un gesto simple había provocado tal situación, incluso se había acomodado sorbiendo mientras tanto un triple seco, para eso tenía mucha bondad saboreando el regusto de la naranja, un lejano sabor, que aún se prodigaba en la esencia, y que a medida que los sorbos provocan casi un estado de inconsciencia que ella deseaba, todo se magnificaba igual que una orquesta, cuando cada cual sorprende al mostrar las notas, esas que alguien escribe con prestancia, con verdadero ahínco…

No dudaría que ese estado de embriaguez y que deseaba, la llevaría a postrarse para sí misma, queriéndose. Hubo un momento en que la vista le devolvía un fastuoso paisaje, el rastro del animal se le antojo un cielo lleno de estrellas, y así era porque ella tenía la cualidad de admirar las pequeñas cosas, esas, que a veces son difíciles de percibir sin duda alguna además de un cielo, sería también el abrevadero de los amantes donde voluntariamente flagelan sus cuerpos entonces, el hermoso cobijo.
Por fin el botijo, la meta, y sonreía, porque allí se encontraba, para nada exhausto, para nada excitado...

Las calles estrechas tienen magia.

 



Ya no se llevan calles estrechas, sin embargo  aún se pueden ver en cualquier ciudad del mundo.

Las calles estrechas tienen magia, al menos yo lo creo así. En las calles estrechas abundan toda clase de seres y cosas, y humanos también. Por ejemplo: los grillos, los cubos de basura con peladuras de limón, peladuras de papas, y peladuras de muchas cosas, tantas que se ven colmados, los cubos.

También muchas colillas, algunas aún con resto de pinta labios, y otras simplemente son colillas apuradas en el transcurso de la noche una, tras otra, mientras se juega a una partida de cartas, atrás del tugurio, por eso el whisky, por decir whisky, porque podría haber nombrado cualquier otro brebaje, habrían de ir igualmente al cubo de basura, las botellas, vacías del todo.

Esas calles estrechas algún día serán solo un recuerdo en el tiempo de alguien. Porque ya no cabemos, y ahora lo que más abunda son las calles anchas y largas, avenidas que parece que engullen a todo el que se adentra. A mi me parecen selvas. Pero no son verdes, esa es la diferencia. Son multicolores por las luces que llevan las farolas, y por los adornos de navidad, si es el caso que fuera época de fiestas navideñas.

Pero yo me niego a eso de renunciar a las calles estrechas  con sus cubos de basura en la parte de atrás, o en la parte trasera. Las calles estrechas donde se duermen los tugurios a altas horas de la madrugada se han convertido en un culto, por decirlo así. Bares atestados de parlantes, con cigarros en sus bocas, con la música del trompetista que parece que nos lleva al cielo. Y sobre todo ¡ah, sobre todo! Los ricos bocados de tortillas, y de pimientos, que más que comida parecen besos con lengua...


Siempre contigo.

 

Ciertamente y acabada la cena dijo: siempre contigo. Lo dijo antes y después.

Siempre lo decía. Aún cuando arreciaba la lluvia, el viento que soplaba igual que un huracán enfadado. En la desesperanza. En la guerra. Aunque estuviera muriéndose.

Ciertamente, ciertamente.


El dieciocho de agosto de mil novecientos.

Siempre contigo. 

¿Siempre?, dijo la muchacha.


Siempre, siempre...


Y si me pierdo entre cañaverales.

 

Y si me pierdo 

entre aquellos cañaverales

donde siempre quise

por donde caminé.

Constantemente 

me lo recuerda

cuando sueño..

Me pierdo porque me 

pierdo.

Aquí sólo hay desengaño

tripas 

mentiras

cobardía

Y se me pierdo entre cañaverales

y no me toca aquella montaña

de falsedad.

Me dejo ir, me dejo

a los brazos del Ángel negro.

Me quiero estar

me quiero

sin ropa

sin nada

sólo en transcurrir

por entre mis dedos

como agua limpia...

jueves, 23 de septiembre de 2021

Mil gotas de rocío.

 

Se quedaron 

en el vestido

mil gotas 

de rocío.

Miríadas de perlas

del brillo explotan

Se quedaron 

a llorar la muerte.

Plañideras parecían

más no

no lo son

Son miríadas de rocío

de perlas a llorar la muerte.



Abacanada, presuntuosa y mal educada.

 



Cortésmente había posado, no sin su gato, que más que gato parecía una Esfinge. Las patas se aferraban a  la mano de la señora de tal forma, que, ésta, permanecía inmovilizada  hasta que Alterio consintiera. A ambos lados del canal las casas a esas horas reciben la luz del sol y brillan de tal forma que no sería difícil quedarse largo rato contemplando las fachadas que parecieran emerger igual que Isis; la parsimonia de la señora ante el fotógrafo en cierto modo resultaba agradable a la hora de obtener una buena instantánea, ella ofrecía todo aquello que hubiese sido necesario para recrear un buen retrato al más puro estilo clásico. Tenga en cuenta mi nariz, le dijo. Seguramente debió pensar que unos retoques podrían disimular  las facciones muy mucho, ya que no le agradaba en demasía aquel pico de águila entre sus hermosos ojos azules…


Abacanada, presuntuosa y mal educada la señora Ariel trataba de abstraerse en cada toma pensando en sus quehaceres, y en cada una de ellas un gesto diferente, una postura forzada e irreal, además de tener que soportar las vejaciones de Alterio, sobre todo cuando el felino se orinaba encima del vestido, o de sus vómitos a lo largo de la larga trenza en los momentos en que éste regresaba a casa con la panza llena de ratones, babazorro, le decía con un despectivo movimiento de cabeza al verle regurgitar y relamer. La segunda Venecia quizás, farfulló  el fotógrafo entre dientes mientras intentaba mejorar la imagen de la señora Ariel en cada toma, en cada clic, si, realmente es de admirar las casas a un lado y al otro resistiendo el paso del tiempo y en cada una de ellas los ventanales parecen proclamas para que éstas sean admiradas por visitantes y convecinos, sabía que pecaba de ñangotado, pero había que ganarse los cuartos, y ella, la señora Ariel a lo suyo, con el torso recto, con un rictus extremadamente forzado, de modo que el jornal ganado y la señora contenta de ser inmortalizada…




A veces dan ganas de ser parte de la bruma.

 



 A veces dan ganas de ser parte de la bruma

que se descuelga silenciosa deslizándose como un tobogán,

desde aquella montaña. A veces dan ganas de dejarse ir

por las pequeñas veredas, que se llenan de pisadas

que quieren huir también.

A veces dan ganas de gritar en silencio,

y colgarse del abismo sin temor, sin recuerdos y,

dejarse caer.

A veces, como ahora mismo,

dan ganas de ver que sucede en ese otro cielo,

detrás de aquella nube azul grisácea.

A veces el frío que se siente dentro es muy grande,

y un cálido abrazo es bienvenido.

A veces, solo a veces tengo los pies en el suelo,

y me bajo y salgo a pasear ese mundo que, desde dentro, da miedo.



Nada es para la infinidad de los días, es cierto, pero un solo momento puede perdurar mucho tiempo, no ahí fuera, incierta mente no sé donde. Un solo momento entre tú y yo, entre la vida que corroe   todo, o, por el contrario, rabiosamente hermosa, anega más si cabe aún ese espacio que queda agonizando por la ausencia de una caricia que no llega a tiempo…




miércoles, 22 de septiembre de 2021

La vieja tienda de sombreros.


 

Le podría hablar a usted de la vieja tienda de sombreros. Se habían vendido miles de sombreros; también albergó objetos antiguos, algunos, reliquias.

El brazalete de Cleopatra estuvo expuesto durante los sesenta años en que la tienda permaneció abierta. Un comerciante de Agadir visitó la cuidad un día cualquiera, se había tomado unas vacaciones, y lo primero que hizo fue comprarse un sombrero, el más elegante de la tienda, lo había cambiado por el brazalete de Cleopatra. Y es que se sintió muy feliz, porque nunca supo hasta aquel día la sensación que le había producido el sombrero, se miró al espejo y soltó una carcajada,¡ qué cantidad de dientes!

De modo que salió satisfecho a la calle, se dirigió a la avenida, junto al parque, para que todo el mundo pudiera ver aquel elegante Borsalino de fieltro marrón.

Esa noche hasta durmió con el puesto. Permaneció en la misma postura toda la noche, para no estropearlo.

Regresó a Agadir. Cuando desembarcó, todos sus amigos y familiares se quedaron boquiabiertos ante semejante aparición. Su chilaba blanca, una bolsa de cuero en el hombro, y el Borsalino adornando su cabeza...

Paró en un merendero y se quedó prendado de una señora muy elegante. 

De modo que se acercó y le dijo que si no le importaba sentarse en la misma mesa.

-Claro que no, dijo la señora.

Estuvieron largo rato allí. Una charla muy interesante.

Con asombro sus ojos se perdieron en la muñeca de la señora.

!Caramba tiene el brazalete¡, dijo.

Ella sonrió, sonrió mucho. 


¿Eres tú?, dijo.


Tú qué crees, contestó la señora.


 Él se orinó, no pudo con tanto.



"Decirles que el brazalete de Cleopatra fue robado por lo menos unas doce veces, pero con suerte rescatado y devuelto a la vieja tienda de sombreros.

En cierto modo Cleopatra brillaba en el escaparate, bastaba con observarlo e imaginarla con el puesto, la belleza de ella, y el brillo de aquellas piedras preciosas cegaban como un rayo intenso de sol"

Pero lo llevaba ella, siempre.



¿Cómo es posible que no veas?.

 

¿Cómo es posible que no me veas? Si cada día o, cada tarde,


se escucha tu nombre, desde mis labios, si, así es, y no es sueño...no 

es un sueño.


¿Cómo es posible que no me veas? Si el olor de tu camisa se ha 

quedado en la mía..


¿Cómo es posible que no me veas?¿ Ay amor, tan olvidado estás?


Tan olvidado de la sonoridad de nuestros besos.


Si cada gota de agua que cae en el jardín, parece una caricia tuya...Si 

eso es: una tibia caricia.


Sigo aquí, como cada año, años luz. Soy inmortal, mejor dicho:


Tú has sido el asesino de no poder morirme.


¿Cómo es posible que no me veas? La invisibilidad no debería 

existir,


cuando tanto se agrandó nuestro amor...Se alimentó de toda clase de 

palabras.


Cuando sabes de sobra que estoy dentro de ti. Horadando tu piel 

toda, tu río,


si, tu río que se quedó conmigo...







.Ya cállate, me vas a volver loca, dijo Azucena.



!Estoy ensayando la obra y no me pienso callar¡.


Pues vete fuera.


No, no, no, nooooo.




¿Te apetece una copa después de ensayar?


Claro que si y dos, y tres, y....







De este modo de vivir.



De este modo de vivir

no encuentra razón

mi ser.


No creo que sea 

de este mundo

quise hablar, reír, soñar

cosieron mis labios.


De este modo de vivir

no encuentra razón

mi ser.

Siquiera sé qué hago 

aquí sentad

en un borde filoso

esperando no se que.

 

La zorrería es un lobo con afilados colmillos. Siempre hay un mundo dentro de otro. Ya casi no hay costumbres. Soy de esas personas que bailan en cualquier playa.

 

La zorrería es un lobo con afilados colmillos, muy audaz cazando; pero la perversidad le gana la partida, es un dragón que lanza llamas de fuego a diestro y siniestro y todo lo que alcanza se convierte en cenizas…,






Siempre hay un mundo dentro del mundo y así sucesivamente uno y otro, igual que las  matrioskas, cada una alberga otra en su interior; por lo tanto la infinitud de colores, de paisajes, de múltiples vidas, podrían hacernos sentir de un modo intensamente apasionado…,





Soy de esas personas que bailan en cualquier playa o en cualquier plaza, que no miran atrás, que desestiman todo lo que sea observar un escaparate con ropa de lujo o con joyas caras, pero eso no quiere decir que sea la mejor persona, y es que la mejor persona no existe; quienes sean capaces de no hacer las cosas metódicamente, de no acostumbrarse a copiar los gestos y formas de hablar de otros, y de simplemente sentarse en un banco y detener el tiempo, serán bien aventurados…,





Ya casi no hay costumbre de premiar las buenas obras, las dedicadas a una buena causa, las que se hacen sin ánimo de lucro, las que parecen que no han sido y sin embargo, son. Casi siempre las estrellas en el pecho se las llevan esos de ahí, los que prodigan la abundancia en los mercados y la abundancia en las tiendas, y a veces, por el mero hecho de llevarse esa estrella a la vitrina, vocean, vocean…,


martes, 21 de septiembre de 2021

Un sin fin de palomas que pican el desgastado umbral.

 


O, tal vez entre ese oasis,

marmóreos susurros de búhos que postrados se quedan.

Donde hubo un lago azul perpetrado de garras mayestáticas,

el tornado se ha tomado de la mano lo prestado.

¡A la carga navíos!, id a lo robado, lo mancillado.

Como púrpura tarde lo cometido es errado.




Un sin fin de palomas que pican el desgastado umbral,

unas ciegas, otras, sordas. Un relámpago tintinea un puñado de campanillas.

El gran mundo verde se ha vuelto a secar: veredas, montañas, una dama negra,

leña sin fuego que arda al ocaso de la tarde.

Postrada con mis manos a lo largo de este continente mío,

como un gran gorila enfurecido, me resisto al desparecer de las palabras.





En todos lados cuecen habas

 

¿Pero qué me pregunta usted?, me dijo la anciana con una cachimba enorme en una esquina de la boca, que al mismo tiempo chorreaba baba, y demás componentes del tabaco. Y es que acabo de sentarme para reflexionar sobre la conversación que mantuvimos la vieja, y yo. Y es que todos los días los periodistas como yo, por ejemplo, no tenemos la suerte o desgracia, de andar con una vieja tan vieja, y tan mala.

Todavía me duele el cuerpo de la paliza que me dio la bruja de la cachimba, vaya que si de duele, me duele hasta las pestañas. Todo empezó porque salió a la luz la confesión de un campesino, que guardaba silencio por mucho miedo, pero miedo del bueno, de ese miedo que parece que te acecha por detrás, para hincarte por lo menos dos colmillos y que tu sangre se derrame todita por la camisa, hasta llegar al piso, en un charco precioso y brillante. No hace muchos días de esta noticia, creo que unos tres o cuatro, que me revolvió las tripas, mientras tomaba un café, en compañía de mi sombra, que igualmente se había sorprendido y es que, mi sombra ya tiene nombre: constante. Miren que soy hombre alto y corpulento, pero eso de nada me sirvió, digo esto, porque mientras la vieja me miraba atenta, haciendo muecas con sus carrillos horribles, y el incesante humo yéndose hacia el techo del chamizo, a mí me costaba mucho permanecer impasible ante tanto descalabro de vieja. Pues bien, ¿Acaso no sentirían ustedes el mismo miedo? Ya para ir acabando, que falta lo peor, es que no hubo más remedio que dejarse llevar de la mano, a mi sombra y a mí. 


Dejarse llevar y escuchar, con una grabadora en la mano, y un ojo a la vieja, y otro a la puerta. Según el campesino, él mismo había descubierto los horrendos crímenes, que venían sucediéndose en el pueblo, por lo menos desde hacía dos décadas, se trataba, y eso dijo al diario que lo interrogó, de una criatura venida de otros mundos, porque no saciaba su apetito, porque el mundo de donde venía era demasiado pequeño, y no había suficiente alimento para saciar su apetito. De modo que, una noche, avanzada la madrugada, el campesino pudo ver claramente, como la vieja, se meaba encima y, luego sacudía los faldones, y escupía la baba, y también pudo ver, como les quitaba la envoltura a sus víctimas. Por unos instantes me sorprendió eso de la envoltura, porque hasta que no terminé de leer la noticia, no entendí bien. Y es que la piel no le gustaba a la vieja, para nada, así que en un abrir y cerrar de ojos, les dejaba con puro músculo y huesitos. Para eso era de otros mundo, para eso tenía ciertos poderes, que aquí en la tierra que conocemos, no se dan así tan fácil, vamos es mi opinión particular, porque igualmente se dan, claro que soy un poco iluso, un tanto confiado, y un tanto temeroso de las tinieblas. Porque cuando a uno le enseñan en la facultad para ser un periodista, para nada entra lo de enseñar a ser menos confiado, o menos precavido, si, eso es, menos precavido.



Pero aquí la cuestión es que una vez que terminé el café y leí el diario, me precipité a la calle y, quise saber por mí mismo aquella horripilante historia. Como les decía, el campesino volvió a decir en su entrevista, que después de que la vieja quitara la envoltura a cualquier persona que anduviera en la madrugada, ya sea, paseando, ya sea de regreso del trabajo, o de regreso de una noche de fiesta, casi nadie se le escapaba. La cuestión es que en la propia baba repugnante se hallaba el veneno, porque escupía como las llamas, y directamente en la cara, y de ese modo quedaban allí petrificados los señores y señoras, así, sin sentir dolor alguno, y después de haber quitado el envoltorio, succionaba y succionaba, hasta dejar limpio de pellejo el cuerpo, y hasta casi de ablandar los huesos para que de ese modo pudieran engullirse mejor. Toda vez que la baba hacía una misión importante, porque ayudaba a deshacer el calcio. De modo que si estoy contando esta historia es porque aún sigo vivo, o eso creo, porque al pellizcarme me duele. Amigos, y es que la prensa no es sensacionalista a veces, no señor. Esta vez fue tal y como lo contó el campesino, toda la verdad, porque a mí me faltan las piernas y una oreja, y cinco dedos de la mano derecha, o sea, que estoy escribiendo con la izquierda, que pienso que al fin y al cabo será mejor que no tener ninguno de los dedos, y más aún estar muerto. De modo que la vieja sigue impune, porque se mudó de planeta otra vez. Quién sabe a donde iría: ¡Es tan grande la galaxia!





Cosiendo la madrugada.


Se ha hecho un rosario

de palabras mientras 

dormía.

Una palabra, otra y otra.

Cosiendo la madrugada,

palabra a palabra.


Se han divertido

han llorado.

No pude, no quise

moverme...

Fue tan bonito...

 

lunes, 20 de septiembre de 2021

Mi muy querido ardiente.

 

Mi muy querido 

ardiente

lava

cubre mi cuerpo

todo el tiempo

me abrazas 

me sacudes

como si 

quisieras

quedarte

conmigo.

Pasear entre las páginas de un libro.

 

Pasear entre las páginas de un libro, un libro de cuentos: caminos aquí y allá.

Entre caramelos de café se había envuelto, como cuando una mano hubiera acariciado.

Ahora una hermosa higuera, ahora un tornado de estorninos. Una nube gandula sonríe.

A la izquierda juegan unos niños, cada uno con su cometa, la brisa es propicia.

Un ejército de hormigas desfila en el borde filoso, quizás algún trozo de pan de la merienda, quizás, entre líneas, e imágenes fosforescentes. ¡Qué revuelo!

Chocolates, duraznos, fresas, en aquella otra esquina ¡Qué bonito!

Aquí es donde se pliega el papel : un castillo azul, un puente, malvaviscos,¡ esponjita!

Arboledas. Un río pequeño que fluye, con sus peces y todo,¡ si hasta parecen de verdad!

Huele a cotufas. Un mastín ríe a carcajadas. Un búho duerme. Aquella carpa habla mientras recorre las aguas, algo sabrá, algo querrá decir.

Hay dos percheros. Son de la ropa de la bruja, es muy ordenada. La escoba, justo allí, en la parte derecha de una página, la siguiente página. ¿Cencerros?, si, lo llevan aquellos corderos, pero el perro guardián les ha desprovisto de ellos, porque los corderos deben ser libres, muy libres.

¿Falta una página? Si pero mañana, ahora sale la luna. Hay una luna grande.







Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...