Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

martes, 31 de diciembre de 2013

Esos momentos a solas

Sorber un vino rojo y mantenerlo entre los labios y dejar que recorra la lengua, y dejar que bese el cielo de la boca, es igual que una leve caricia entre dos amantes; un chispeante recorrido entre la lluvia en otoño; es admitir esa sensación de placer, que, aunque efímero, deja un instante explosivo, diría yo: Un explosivo sueño de amor.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Dulces con piñones

Silencio, silencio... se escucha el aleteo de las pequeñas alas de la mariposa, silencio, silencio...ahora más fuerte, ahora más sublime. Un piano se escucha al fondo, con sus versos, con sus recuerdos. Tejen las arañas sus bellas ropas, tejen los sueños, aquellas voces en el parque; disculpe señora.. ¿Qué hora tiene? Es la hora de las seis de la tarde , le dice. Desde fuera se ve la casa con música con sus versos y con sus recuerdos. Tejen, tejen los sueños , aquellas voces en el parque...

sábado, 28 de diciembre de 2013

Todo un cielo por venir

Las sábanas son tan blancas como aquel grupo de palomas que surcan el cielo detrás de la casa de ladrillo;se agitan con unos soplos que vienen del oeste, o nordeste. La mujer joven tiene la piel oliva y los ojos negros y el pelo ensortijado y se descalza y el fresco del terrazo le devuelve la vida. Son las mismas sábanas que cubren todos los días las cinco camas; y cuando se sienta en la silla , se abanica con las ramas del fresno que adorna la huerta y sonríe con grietas en las jóvenes manos, y sonríe porque oye las pisadas , algunas tenues, otras, más fuertes, de los niños buscándola. Nace en la merienda un jolgorio de gorriones canturreando y comiendo papillitas de leche. La noche con su manto llega a la balaustrada donde la mujer deja caer sus brazos y mira todo un cielo por venir.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Pavo al horno

La ciudad oscura por el manto de la noche se ve desde lo alto, hay luces que brillan en varias direcciones, esas, son las de los abetos iluminados por la Navidad, por los ojos de los niños y por aquellos que dicen que el amor aparece en Navidad. Ese señor dice que no es amigo de ésta celebración, que odia los renos, los abetos adornados como si fueran estrellas, o, también a los Reyes Magos en enero. Engulle en la mesa rodeado de otras bocas; quizás no es feliz , quizás lo fue , ayer.

Pétalos rojos

Cerrar los ojos y desear un nuevo amanecer, es lo que hace que en el camino siempre haya algo sembrado.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Sopla Nochebuena

Ojalá hubiera sido el último de la fila, no, no lo es; aún siguen  llegando y bordean toda la calle, desde la fuente iluminada por cristales del sol, hasta la plaza. Aquella joven mujer lleva de la mano dos críos a un lado y otro de su abrigo. El señor con sombrero baja la cabeza y espera la misma bolsa, con pollo y ciruelas. Hombres, mujeres, niños son los transeúntes que a éstas horas llenan de voces con frío la avenida.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Un instante de primavera

Cuando la primavera aparece la luz de la terraza es más bonita y la enredadera florece con miles de botones lilas y blancos. La cocina huele a pan horneado y gorgotea el agua y el silbato avisa. Un guiño hizo aquella estrella que quería dormir, otro guiño, la luna. Un repiqueteo de cucharillas rebota igual que un globo inflado hasta la puerta que lleva un ventanillo, y los terrones de azúcar caen uno a uno dentro de las tazas de loza.
Los chiquillos sentados y descalzos dibujan las nubes blancas de algodón, y también las miles de alas de mariposas que asaltan las perfumadas flores.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Ida y vuelta


Muy bien dijo aquel hombre, y sacando la boina al aire, el Señor Estévez quedó de acuerdo. El carromato llevaba algunas verduras recién apañadas y leche en algunos cántaros. Los largos bigotes danzaban al aire igual que las alas de algunos cuervos, que esperaban en los alambres para lanzarse y picotear todo lo que brillara. Los bigotes y el tricornio y la recia voz pedante, todo el tiempo detrás de la puerta de rejas consintiendo, sí o, no. El chiquillo mayor observa y de reojo mira y en silencio, sentado en lo alto, espera que  continúe el viaje, que por el camino empedrado y lleno de pisadas, de bueyes, llega al mercado de abasto. No ha pasado mucho tiempo desde la larga batalla y los barcos llegan poco a poco y de tarde en tarde, y la comida no es abundante. La señora Delgado amasa el poco trigo en polvo del gofio que dormía en la alacena y poco a poco el agua cae en el cuenco y sonríe porque al mediodía cuando el sol se encuentra muy alto iluminando de blanco cada esquina, ella, sabe que todas las bocas se reunirán alrededor.


viernes, 20 de diciembre de 2013

Salsa de arándanos

Puntillas blancas y bordadas, y corbatas azules se arremolinan alrededor de la mesa. Sopla el viento fuera, es frío, y duele igual que las púas de los erizos cuando se clavan. Hay copas de cristal transparente, hay asado y tarta de manzana; los pasos van y vienen y suben y bajan las escaleras y en la planta alta, la mujer habla con la niña de ayer, se cogen de la mano y a veces ríen juntas. El más viejo de todos los comensales tiene tantas arrugas en el rostro que parecen veredas plagadas de pisadas y sus ojos azules son un cielo debajo de la frente. ¿Quien quiere asado? -Si,  con salsa de arándanos, dice él. El repiqueteo de los cubiertos en los platos y las conversaciones al tiempo, se esparcen por toda la sala rebotando en cada esquina. La mujer reparte la tarta de manzana y se gira por si la niña sigue ahí. Vuelven a sonreír.

lunes, 16 de diciembre de 2013

A cierta hora de un domingo

La Luna ha crecido y se ha desbordado y brilla y reparte todos sus guiños y todos caen igual que la lluvia serena de diciembre sobre el rostro. ¿dormido? Casi sonríe, casi llora, casi despierta, pero, no. Las nubes cubiertas de invierno caminan en lo alto, cerca del cielo y los hombros del padre sucumben al dolor y su corbata nada tiene que ver con el color que ahora tiene su corazón. Un piélago inmenso y cristalino abraza a la madre dormida y rodeada de cirios que son luciérnagas y brillan con la misma intensidad que sus ojos brillaban ayer.Ayer fue tan pronto, tan cerca...

domingo, 15 de diciembre de 2013

O también recuerdos

La puerta lleva cristales opacos, nada se ve desde fuera, sólo sombras que deambulan dentro de la habitación. Desde dentro se ve igual que un huerto de espigas doradas por el reflejo del sol. La pared que lleva el lienzo brilla, pero durante la noche alguien  cubre con una capa negra todo; pero hay una pequeña lamparilla que  lanza destellos y son pequeñas chispas que rebotan en el techo, y, bajan. Hay dos lechos vestidos de blanco, hay dos mujeres. Los ojos verdes de una se sumergen en un pozo lleno de recuerdos y, los ojos negros de la otra, a veces sonríen, seguramente la pared que lleva el lienzo la hace feliz. Todo permanece pero en la memoria. La habitación ha dormido profundamente desde entonces.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Prosa para ella, 1910





No muchos años antes la pude ver sonriente y con un ensortijado
rebumbio en su cabeza que después fue gris.
Charlestón,  inviernos de hambre, Charlestón,  veranos de hambre.
Era bajita , era valiente y su boca no hablaba de miedos, no hablaba de horas vacías.
Cortejada y aparente felicidad se fue feliz con muchos descendientes,
muchos de ellos tienen ahora su recuerdo, yo su nariz chata y respingona, y su carácter.

martes, 10 de diciembre de 2013

Unas horas al día


Un enjambre de ojos recorren los adoquines donde se exhiben toda clase de alimentos, los   peces  brillan y  parecen recostados, pero hace rato que han muerto. Las verduras son igual que los broches de las señoras en las solapas;  unas esculpidas de hojas rizadas, otras de color rojo, de color amarillo. Aquella pieza de carne roja cuelga desde hace unas horas y las manos se agitan una detrás de la otra, aguardando en la fila y aquella mujer ríe contenta porque la primera cuchillada hendida en la pieza,  fileteará dos o tres cuartos, los primeros, para ella. También hay flores que parecen  princesas vestidas con sus mejores galas; ocupan todo el frente en la larga pared. Pero no todo son sonrisas, esa mujer, tiene fruncido el ceño y una fina línea dibuja su boca, se curva, y sus pasos son lentos,  tiene rabia en su interior, es la rabia de todos los años vividos, de callar por vergüenza o prejuicio. Un pequeño tiovivo da vueltas y las imágenes parecen moverse alrededor de él; gira el puesto de castañas y   aplauden arropadas en varias filas; giran los cuatro bancos de tablillas donde reposan los señores curioseando la prensa; giran todos los girasoles, todas las lilas, los gladiolos. Hay una fuente y alrededor un lago de cristal donde se sumergen los meteoritos de lluvia salpicando los zapatos que dan pasos apresurados, como si un gran reloj de arena marcara el tiempo y al caer toda la arena, aquellos pasos se detuvieran y se convirtieran en zapatos de sal. El tranvía corroe las vías, pisotea fuerte y dentro hay rostros preocupados que miran el reloj una y otra vez; hay rostros jóvenes con los ojos brillantes; hay cabezas que descansan sobre el cristal, esas no miran el reloj. Los algodones de nubes juguetean y los rayos del sol se cuelan entre ellas y parece que se dan la mano. Las voces se callan, los adoquines descansan, la fuente cesa y el tiovivo espera un nuevo día para hacer girar cada rincón.


domingo, 8 de diciembre de 2013

Época de magnolias


Nora y Julia contemplaban  el mar de nubes que parecían sostener el Boeing 747. Hacía rato que ya no se atisbaba la tierra, ni el mar, algunos pasajeros dormían, otros leían algo en la prensa; las dos mujeres  compartían todas las sensaciones que iban surgiendo a medida que pasaban las horas. El cielo comenzó a pintarse de un ocre luminoso y las montañas de algodón se tornaban de un color grisáceo y un  halo  se desprendía de la cola del avión y dejaba un largo camino en el cielo, igual que una vereda con miles de pisadas. Dos días antes  habían decidido tomar la decisión de compartir el resto de sus días. Permanecieron cogidas de la mano durante casi todo el vuelo; rompieron silencio para hablar de los hijos de una, y, otra. Nando ya tenía casi diecisiete años y Nora cumpliría la próxima semana, doce. Durante la cena comentaron lo buena que estaba la carne ahumada y la ensalada; más tarde, trataron de conciliar el sueño, no sin derramar la misma cantidad de lágrimas.



Ese era el olor típico

La habitación olía a puros, o quizás toda la casa también. Ese era el olor típico, además de la comida, de todos los domingos. La ropa había que dejarla en agua clara por largas horas, porque el intenso olor se incrustaba entre los hilos y permanecía ahí. Siempre había un mazo de puros en la consola de la entrada por estrenar, y siempre se renovaban y Rosendo después de la comida en su sillón con apoyabrazos de fieltro negro parecía una chimenea dejando escapar el humo y se colaba por debajo de las puertas y las ventanas que daban al patio. Nanota rabiaba cada vez que tenía que limpiar y recoger todos los trozos de capas que dejaba en el quicio del ventanal; debía ser una costumbre arraigada porque no había otro lugar o no le gustaba otro lugar donde dejar los trozos de capas de los diez puros al día.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Un instante sigue a otro

Son esas capas y capas de cebolla que se enredan durante largo tiempo en nuestros cuerpos, y desprovistos de toda libertad dejamos que nos guíe una mano que en realidad nunca ha existido.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Tú eres

Ella tenía naranjas casi todo el año y las regalaba a cualquier hora; las visitas se marchaban con dos o tres por lo menos. Ella llenaba la mesa de la cocina de toda clase de naranjas y cada uno en su silla sorbía el jugo de cada gajo y al sorber eran  miles de gotitas rebotando dentro de las bocas. Muchas tardes han pasado y aún está allí, en su cama, dormida. Todas las sillas se fueron y la habitación del sueño también. Aún así, la veo dormida, allí y eso pasa, cada vez que tengo en la boca un gajo, de naranja.

Final

Sintió la calma que precede a la tormenta; el espejo no le devolvió nada...

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Un día en casa



Hay  un lugar  donde visualizo  el largo huerto. El lado izquierdo es verde, el verde es intenso. Las raíces, debajo, sujetan las hojas dormitadas antes de que una lluvia reparta el agua limpia sobre ellas, entonces despliegan sus alas como las mariposas. El  lado derecho abarrotado de espigas como soldados uniformados. Espigas de oro que surgen de la tierra huyendo de lo oscuro y son afortunadas porque la luz las traspasa envolviéndolas en una suave caricia.
 La poza es un lago pequeño que alberga los sapos de ojos grandes y redondos de panzas descomunales, que croan al unísono, son coros bien orquestados.
La tierra que piso es roja, de un rojo cobrizo, los surcos, son arcas que contienen toda clase de semilla que esperan  para brotar, primero como pequeños botones perlados, luego más tarde florecen los colores, las tonalidades  en consonancia con las estaciones. El crepúsculo se acuesta apacible y silencioso, todo enmudece. Esperando que vuelva otro amanecer que abrace la tierra de ese huerto y caliente el agua de la poza para que la vida vuelva a latir de nuevo.

Perdonar, Reír

Para mí no es antagónico:  perdonar y luego reír o reír y perdonar...

martes, 3 de diciembre de 2013

Un dos de diciembre

Era una puta preciosa, la primera vez que la vi fue en el metro. Me atrajo su deslumbrante cuerpo, sus ojos color miel. Tenía el pelo recogido y llevaba un vestido lleno de lentejuelas, que, parecían estrellas. Con el tiempo descubrí que era psicópata, pero ya a esas alturas nos acostábamos y comíamos juntos dos veces por semana. Sus jadeos haciendo el amor, su manera de moverse, de besarme y casi de devorarme, habían anulado mi voluntad. Los lunes nada más levantarme la llamaba para quedar. Mis orgasmos eran los más intensos que había tenido nunca. Ella besaba mis labios, recogiendo cada hilo de saliva de mis comisuras, lamiendo cada rincón de mi rostro y succionaba mi cuello igual que una vampiresa en celo. Me había confesado algunos de sus crímenes, al principio, me sobrecogí y quise salir huyendo, pero algo me retuvo junto a aquella mujer. Una noche leí entre líneas su pensamiento, por la forma en que me miraba. Fui asesinado un dos de diciembre, nunca faltan flores en mi tumba dos veces por semana.




domingo, 1 de diciembre de 2013

Adviento y vigilia




Aquella mañana, la ropa blanca ondeaba al viento, aprovechando que el sol iluminaba hasta las puntas de las sábanas, llenó todas las cuerdas de una pieza entera y, otra, y otra. El griterío de los chicos en la cocina hizo que dejara el cesto de mimbre en la pileta y se había secado las manos en un mandil viejo. La leche humeaba y las galletas, que habían quedado demasiado tostadas llenaban las bocas de los niños. No habían pasado más que unos pocos años después de la gran contienda y aún escaseaba comida y la ropa era cosida una y otra vez por las mismas manos, que luego, secaba al aire, siempre esperando el amarillo ocre que aparecía por el horizonte. Unas cuadras más arriba la familia Ortiz se llenaba la boca con alfajores y mazapanes recién horneados por la Clarisas. Los jueves tocaba plancha. Buenos días señora, dijo la madre de los niños. Buenos días replicó la señora Ortiz. Hay una montaña más alta que un carrusel, de camisas blancas, de vestidos
 y de calzones de mis pequeños esperando en la habitación de planchado, le dijo. Desde lejos podía oír a su descendencia jugueteando con los dos puercos que habían crecido durante el año, y alimentados con despojos y cáscaras de la piel de alguna naranja; a través de los cristales, mientras secaba la frente de sudor y espaciaba el agua sobre aquella ropa tan cara, observaba a los seis niños y una discreta sonrisa se escapaba de entre sus labios agrietados.













Con éste relato participo en el blog literario: Ésta noche te cuento. Mes de diciembre


http://estanochetecuento.blogspot.com.es/

Danza de Navidad


Un  violín ameniza los fríos rincones. Alguien parlotea: Castañas, castañitas, dos moneditas nada más.Detrás de los fríos cristales, tirita Carola. Aún desnuda, recoge la falsa moneda.

Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...