lunes, 12 de abril de 2021

La caída de las hojas en otoño

 


El ruido del ventilador hizo que despertara. Pensó que era la hojarasca que golpeaba en la ventana, una lluvia de hojas que se desprendían de los árboles, libres, para luego morir, fosilizarse en el suelo; pero fue el ventilador quien sacó de los sueños a Isabel. 

Después de unos minutos refrescó el rostro. Tomó un café, y luego un cigarrillo. Se quedó por unos minutos en los labios.

El manto ocre en el patio, el amanecer, el estar consciente de todo lo que sucedía, la llevó a un silencio profundo, un estado de paz, y sosiego. 

Desnudó su cuerpo aún joven. Miró al espejo y sonrió: recreó  la vista en sus pechos, sus pezones. Un ombligo donde tantas veces había servido de reposo, de gotas de rocío. Un rastro imposible  dejar de ver. 

Los susurros se colaron por todas partes de la casa. Todas las palabras que por aquellos días se dijeron ambos. Se recostó.

Abrió las piernas para abandonarse por completo. Al tedio, a lo cotidiano. 

Quiso llamar, lo quiso con toda su alma. Pero, no.


"Probé la dulce melaza de tu cuerpo,

ahora ya no sé que será de mi vida".

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