Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

martes, 8 de octubre de 2019

Retales y otras inquietudes



Más, hallé por azar aquella estela
de letras abotonadas de relatos e inquietudes,
que los tinteros parecen tener vida..,

Diría pues más que eso,
diría que llevan siglos pastando letras,
versos trotando,
anclados en las hojas, en las paredes de cualquier muro
de graffiti escritas palabras y resonando por costumbre,
y aquel que se deje llevar a tragos como el buen vino,
apuesta los duros con tal de dejarse llevar,
apuesta hasta los sueños por querer parar un rato,
a contemplar un tintero y una pluma,
de inquietudes pespuntes en los folios…
Como una mosca se muere en la miel,
se quedó una naufraga tallada de antaño.
Más no era sirena, no era Afrodita,
Era más bien un pasajero tiempo,
venido de otra época por si en algún instante,
fuese advertida por sus ojos al mirar,
por una palabra, quizás un verso perdido.
Más dijo: os juro si aún se escriban versos,
en esa otra vida hallaré el mismo camino
anclado al tiempo olvido,
por reencontrar
y yacer entre mariposas ,
en la esbeltez del trigo...

sábado, 5 de octubre de 2019

Una vez Fridonia








El general Teódulo se había auto proclamado jefe del estado. Atusando el bigote frente al espejo sonreía por el logro alcanzado. La soberbia se le atragantaba desde las entrañas hasta una sonrisa cínica y perversa. Mandó servir la cena: codornices guisadas con naranjas, cestas de hojaldre rellenas de paté de ganso , un buen vino mandado pedir expresamente desde las laderas vinicolas de Larnaca, coñac con solera y puros de la habana.
Luego vendría una de las sirvientas: una muchacha que no pasaba de los dieciocho años y haciendo un gesto de reverencia tuvo que aprobar los antojos de Teodulo, más por no quedar sin pan ni rancho, dado que algún dinero recibía de vez en cuando y que por esa causa sus padres y hermanos tendrían la suerte de calentar sus estómagos, que por tener que despojarse de la bata y el mandil, y dejar que la tomara como si fuese el postre. El general había sobrevivido a la guerra que había dejado a Fridonia en una ruina una hambruna sobrevino a la población: cartillas de racionamiento de alimentos, y lo peor la opresión por medidas políticas que cada día cambiaba a su antojo el general mientras jugaba a las cartas con sus camaradas. Se jugaba no su cuello, que hubiera estado acertado, se jugaba las cabezas de quienes habitaban el país. Si había que fusilar a alguien con la indolencia propia de un dictador, un sicario golpeaba con los nudillos en una puerta cualquiera y se llevaban al primer varón que estuviese dentro. Tan fácil como recorrer la calle hasta el peñasco para darle el disparo certero que reventaría los sesos y si el moribundo aún quedaba con algún hilo de vida se le remataba con otro disparo.
Se ha muerto de unas fiebres decía la viuda cuando los allegados preguntaban por él. Todos sabían, nadie decía nada, las palabras se quedaban dentro como una mala digestión. La rabia contenida y el miedo comulgaban a la par. El olor del muerto impregnado en la ropa que quedó en el hogar era lo único que la viuda tenía como consuelo, porque jamás supo de él y cada noche tenía que morderse los labios para que el chirrido de sus dientes de llanto no se escuchara en el silencio de las madrugadas por las milicias que rondaban después del toque de queda.

Un aire abrasador salía de los pulmones del general cada vez que pensaba, cada vez que se enteraba de que en el país en alguna casa o finca se reunieran los desertores de la opresión y el hambre, y para poder sosegarse pedía los favores de cualquier muchacha de la servidumbre: era de un gusto repugnante por parte del general andar a gatas alrededor de la alcoba y rebuznar con burla como venganza a los que proclamaran la libertad, mientras tanto la muchacha hierática y con frío esperaba los antojos de aquel hombre rechoncho de poca estatura que para aparentar la apariencia de un mandatario regio dejaba que el bigote se explayara encima de su boca como si lo hubiera mandado grabar a fuego, pero soñaba pesadillas a menudo habría los ojos los restregaba por si hubiera sido una alucinación se le hacia un cerco en la habitación cada vez más ancho de rostros pálidos, de cuerpos roídos de palos, de vómitos provocados por la tuberculosis, una amalgama de muertos desfilaban delante del general que ya casi no podía controlar sus sueños. No sabía cómo resolver esa situación que le descomponía los intestinos, y es que no es lo mismo ser general de Fridonia someter a un pueblo con latigazos de miedo, que enfrentarse a sus propios monstruos.

Aún hoy en día se debate en qué lugar poder dejar los restos del que fue el tirano.







viernes, 4 de octubre de 2019



Como la música de un piano a lo lejos de mis ojos,

se ve la mañana lenta-mente, discurrir...

Noy hay gorriones en aquel parque,

se han suicidado por el tedio la  basura del aire que respiraban.




Como todos los días hoy es un día más,

gris, con sol, con lluvia, frío, calor.



Es que estamos perdidos mi querido confidente.

sábado, 28 de septiembre de 2019

Mi sueño catastrófico




Siempre soñaré, siempre soñaré,

ya se viene mi partida andando sobre los tejados.

La ráfaga de aire hace que baile el tul de la ventana,

sin embargo no llevo miedo en mis huesos,

Ese piano de recuerdos,

niños, niños, ambiente de risas en la salita,


La vida parece ser un cuento,

aún tengo tantas dudas...







jueves, 22 de agosto de 2019

Ensoñación




Un cúmulo de nubes se ha fugado

dejando un desierto con retamas secas...

El aliento de aquel fantasma en mi cara,

a logrado que viviera una noche de vigilia


Posiblemente esta noche quiera hacerlo de nuevo,

pero yo no estaré...

domingo, 11 de agosto de 2019

Falsos profetas




Las iguanas han bajado de sus asientos rocosos,

saben que habrá un gran funeral,

En realidad es una gran fiesta hipócrita,

una cruz de palo de escoba, y santiguarse,

¿Has visto, siquiera una lágrima? Si que la hay... es colirio.



miércoles, 7 de agosto de 2019

Ocurrencias de las cosas y causas





En el tintero habría una rosa de rafia, es significativo que esa pieza tan especial haya sido lugar donde algo hermoso reposa. Como los sueños cuando habita un cercado de estrellas, un bosque.
El soplo de aire se ha colado por dos ventanales, ahora avanza para dejarse caer como un pañuelo de seda sobre el escritorio, que ha permanecido un tiempo considerable sin manos que lo toquen, sin historias en los folios ausentes.

De una ciudad que considerablemente se me antoja triste, gris, sin la propia esbeltez que hubiera podido conservar, por sus monumentos, por aquel café donde años atrás las tertulias fluían igual que el batir de alas de mariposas. Pero las perpetuas charlas de cada día, de los días de ahora, son como miles de moscas que se quedan atrapadas en una botella de vinagre, que alguien había dejado sin tapa. ¿Se imaginan cómo suenan?, esas charlas tan poco agraciadas: que si el tiempo está cambiando, que aquella señora, la dueña de la panadería se ha quedado viuda. Es como si el colesterol malo aumentara de golpe y porrazo. Son conversaciones que no llevan a ninguna parte: tan vacuas.

La situación que describo, el del tintero y la rosa es motivada en parte por la casualidad de que la ventana estuviera abierta, y que el día se me antojara color violeta, y que ese soplo de aire fresco haya recorrido sutilmente mi escritorio, mientras tomaba un café negro y corto.
Una situación adversa, aunque gratificada por la diversidad de colores en los rostros de los transeúntes, como un arco de iris provocado por las gotas de vapor de esa atmósfera bendecida por los dioses. Como quiera que resultara mi visión ante el glorioso momento, tuve la oportunidad de comprobar el girar de esa ruleta que es la cotidianidad de los días, un gran espectáculo, que en algunas ocasiones se podría enmarcar. Lo cierto es que la charlatanería no pasa de moda, la verborrea insulsa se hereda de generación en generación. No es menosprecio, es quizás el poco afecto que sentimos por las cosas realmente importantes, interesantes. Trato de no hacer apología en lo que se refiera a exaltar en demasía lo correcto, lo formal, lo instructivo. En cierto modo, y alejando las mediocridades en general, siempre se aprende algo de lo vulgar, aunque parezca kafkiano.



He decidido dejar la rosa en el tintero, el buró de nogal se merece un regalo. Alguien creó historias, escribió cartas durante largo tiempo; las cosas también se merecen un reposo, una vez alcanzado el propósito para el que fueron creadas. De modo, que una vez haya visto semejante belleza, cierro la puerta, y dejo que la brisa siga columpiándose como un hada caprichosa, confieso que la otomana me gustó en demasía...




















viernes, 7 de junio de 2019

Como suenen, o como se entiendan



Guarapo

Embestir la tierra, quedamente,
sin mediar sílaba…

Hambre, hambre, solicitud.
Dame la teta repleta de vacíos,
y como una pasa, se derrama la nada.

Algún cuervo hilacha los hombros,
de los rostros umbríos…

Y llora el niño en una cuna de mimbre,
y llora su madre, por no tener que darle..








Por esos momentos a solas


Me soñé mis muslos morenos,
y la bajada de besos, que se derramaron,
como la tinta, en el papiro..

¿cómo podría habitarme?

Sería como un árbol, augusto sabor,
entre sus ramas me vengo, a dormir,
plácido mecer…





Nobleza

Una objeción: tú me hablas desde un mundo inédito al mío.
Pero te entiendo, te amo. Roes un hueso, y me pareces una paz,
entre la guerra, entre las sangres que adornan banderas, no hay pulcritud.

Acontece que un sol no brille: a veces se me va la piel y los huesos al piso,
con la imperiosa necesidad de volver, a la calidez de tu vientre, madre…

¡Oh!,pero te amo: roe, con la inocencia de un nonato. Te amo Chiquita.


Un obsceno recuerdo

No tenía más de unos años de adolescencia,
tenía una enredadera: prisión permanente.

Maldita dislexia de los días, en las letras de la prensa,
no entender la opresión (sumisión),porque los bocadillos
con chocolate eran untados de falacias…

No tenía más de unos años de adolescencia,
verlo cadáver, en la tele en blanco y negro: Volver a jugar, volver a nacer: libres.




El pecado está en el fondo del mar


Sedimentos apolillados en la mar, naufragios por un trozo de pan,
por una puerta que hubiera podido vislumbrar el mismo rayo de sol,
del mismo sol que centellea por los justos.

Aquella caracola es un corazón sin gota de vida,
todo se fragua en el abismo, al lado de luzbel…
Un cataclismo se ha expuesto en los mercadillos,
en los escaparates, en las avenidas.

Sedimentos apolillados en la mar: ¿alguien sabe a dónde se habrá ido la verdad?.
Quizás en los despachos, con el humo de los puros haciendo jirones hasta un techo sin cielo.
Una montaña de oro vale más que la dignidad : caracolas vacías de preñez.

























jueves, 18 de abril de 2019

Olvidos



Debe ser,
que en algún momento,
pude olvidar-te la necesidad.

Pude gritar entre barrotes mi boca..

Debió ser un olvido preñado.

Debe ser,

que lastimé mi pecho con mi propia espada,

Pudo ser...


Un lugar cualquiera



Y esa tarde ocre te vi pasar delante de los farolillos.

y yo conmemorando tu venida,

sin saber que eras ese inolvidable recuerdo...



jueves, 28 de marzo de 2019

Un lápiz increíble






Lo que parecían escamas de un rodaballo en realidad eran pupas. La niña lloraba y lloraba, y lloraba, y del árbol caían las hojas que luego alfombrarían el patio.
La yaya limpiaba cuidadosamente la piel oliva de Tinita, primero con un paño suave de algodón, y luego la loción mágica, que desde tanto tiempo atrás se había empleado en varias generaciones, en el caso de irritaciones, picaduras de insectos, y pupas.
Al cabo de dos o tres días desaparecían casi por completo. Las carencias de algunos alimentos propiciaban las molestas pústulas. Pero la yaya siempre estaba pendiente de todo, y sobre todo, que Tinita no sufriese en demasía. Por aquel entonces era común, y también lo eran los piojos, y liendres; porque por las tardes, después de la merienda, se agrupaban en el patio ,y las madres empezaran con el eucalipto y limón para eliminar a las desagradables criaturas, que causaban una picazón horrible; por lo tanto, allí quedaban debajo del guayabero, luego vendría la hora del café, y ese rato lo dedicaban a charlar, puesto que los menesteres del día ya estaban hechos.
Las habitaciones tan limpias y relucientes, las cortinas blandiendo al viento propiciado, por la brisa cálida que se precipitaba al interior. Los angelotes saltaban como niños cerca del malecón, cuando el mar se revolvía propiciando sus juegos. Todo un espectáculo de la naturaleza: el en el interior, era otra cosa, un pequeño pueblo, donde escaseaba de todo. Y tampoco era fácil poder trasladarse a la costa por sus caminos pedregosos y falta de medios.
Por lo tanto algún pescado jaerado se consumía de vez en cuando. Pero eso no quitaba el hambre, de modo, que el gofio y la leche vendría bien en los desayunos y aunque bien rebajada con agua hasta la próxima vez que se fuera con el lechero en la mano, a por más. Bien sabían los padres que esto sería como engañar los estómagos de los niños, pero habría algo caliente, sobre todo en invierno, cuando la lluvia por aquel entonces muy abundante arreciera y, el frío de las montañas se colara por debajo de las puertas y postigos.
Las historias están para contarlas, se dijo, mientras con un lápiz anotaba esto y aquello en las esquinas de los folios.
Mientras tanto las cumbres borrascosas en invierno y las cumbres perfumadas en verano : almendros en flor, pinzones azules. Y la esperanza de un tiempo mejor. Y los niños como son, niños. Tan dichosamente felices con la bimba de gofio y almendras en sus manos y los cachetes con churretes, y los sueños y los días de sol…







viernes, 22 de marzo de 2019

Imaginar





Pasear entre las páginas de un libro, un libro de cuentos: Caminos aquí y allá.
Entre caramelos de café se había envuelto, como cuando una mano hubiera acariciado.
Ahora una hermosa higuera, ahora, un tornado de estorninos. Una nube gandula sonríe.
A la izquierda juegan unos niños, cada uno con su cometa, la brisa es propicia.
Un ejército de hormigas desfila en el borde filoso, quizás algún trozo de pan de la merienda, quizás, entre líneas, e imágenes fosforescentes. ¡Qué revuelo!
Chocolates, duraznos, fresas, en aquella otra esquina ¡Qué bonito!
Aquí es donde se pliega el papel : Un castillo azul, un puente, malvaviscos,¡ esponjita!
Arboledas. Un río pequeño que fluye, con sus peces y todo,¡ si hasta parecen de verdad!
Huele a cotufas. Un mastín ríe a carcajadas. Un búho duerme. Aquella carpa habla mientras recorre las aguas, algo sabrá, algo querrá decir.
Hay dos percheros. Son de la ropa de la bruja, es muy ordenada. La escoba, justo allí, en la parte derecha de una página, la siguiente página. ¿Cencerros? Si, lo llevan aquellos corderos, pero el perro guardián les ha desprovisto de ellos, porque los corderos deben ser libres, muy libres.
¿Falta una página? Si, pero mañana, ahora sale la luna. Hay una luna grande.







martes, 19 de marzo de 2019

Ondas







Y se habría despertado con el mismo sueño de siempre. Un piano en medio de aquella sala. Una habitación, ni tan grande, ni tan pequeña, con las cortinas púrpura ondeando por la brisa, que con sus dedos, no dejarían de acariciar el terciopelo.
El incesante ruido de la fuente en el patio, como un chisporroteo de luces que se mecen, una y otra vez, al fluir el agua, ese ahogo de bienestar, que se propaga alrededor de la casa. El chip, chip, de un acuoso mundo dentro de una pileta, tan bellamente expuesto en el terrazo.


Un sigiloso topo rasgaría las vestiduras de la tierra, donde los plantones de rosas esperaban resurgir, este hallaría el modo de atravesarla con una maestría, que sin duda alguna, obraría el milagro de la naturaleza. De modo, que amén de todo eso, el ulular del viento sería grato para los que, en la noche no pueden conciliar el sueño, o eso creen, por querer inspirarse al mirar por la ventana, y ver, los abatidos lirios, y, aquel naranjo que en vaivén se inclina varias veces, luchando por quedarse inmóvil, plagado de fruta olorosa. Alrededor la calle vacía. Siquiera alguien, que se dignara salir. De manera que, habría un silencio angustioso de pasos aquí y, allá. Porque es justo la hora esa de la madrugada, en que, la quietud de las personas pesan, porque dormitan como si una muerte súbita se los llevara por unos instantes, para luego volver, y quizás acomodarse en alguna postura más placentera.

Como quiera que las horas de la noche tienen el color gris adornando los tejados de las casas, sobreponiéndose a los rayos del sol, hay ondas, que en todo momento sobrepasan el límite, que ningún humano pueda percibir, siquiera ser conscientes del estado, en que se podría revelar su materia, algo, que de momento pueda ser tangible, pero que, como una fusión, se pueda volver intangible.


Quiso hacer un café corto, para poder seguir sintiendo todas esas sensaciones, esos ruidos de la naturaleza, la quietud que sentía en el pecho, sobreponerse ante tanta belleza nocturna. Siquiera se habría dado cuenta que sus pasos sonaban como cuando algo cae al corcho,o a algo mullido.

Pero se detuvo. Un sollozo en la antesala hizo que retrocediera. Salió de la cocina y se acercó sigilosa hacia la persona que lloraba, tapando su boca con un pañuelo, por no gritar. Se quedó sentada a su lado para consolarla, pero siquiera advirtió su presencia, siquiera dijo nada, un desconcierto grande la hizo reflexionar el porqué. Dado que enfrente, justo enfrente se hallaba un cirio y luego, otro, y otro, y como la joven no dejaba de llorar; ni caso alguno al querer consolarla, se acercó más hacia el foco de luz de los cuatro cirios, pero sus ojos salieron de las órbitas, sus manos frías temblaron, y no pudo gritar, no pudo: Ella, con un sudario y un rosario, en el sarcófago, plácidamente dormida, esperando la desaparición de su cuerpo.













domingo, 3 de marzo de 2019



Piano y Cello, y sueños

Hace mucho que no paso por el camino de las Mantecas. A veces me duele pensar que la casa sigue ahí. La fachada maltrecha desde que las puertas, y ventanas, quedaron cerradas. La madera reseca, sin color. Se quedó olvidada. Pero los recuerdos se quedaron, dentro.
La hilera de balaustres sigue en pie. De lado, a lado.


Por aquellos años se veían las enredaderas, los jazmines, rodeándolos. Qué perfección de la naturaleza, y es que, el amor lo envuelve todo, es todo tan puro. Ellas se entrecruzaban, se daban la mano, y poco, a poco, los colores eran protagonistas. Alguien barría la azotea cada mañana, y los claveles en los macetones agradecían, que, aquellas manos divinas les diera la  vida, con el cazo de agua. Pero todo era silencio, calma, como cuando la mar se aquieta en un sueño profundo, como cuando una madre canta una nana.
Mañana iré, si, iré a verla. Besar con mis dedos las ventanas tristes, la puerta sin vida.
Iré, porque antaño fue el hogar más bonito que he conocido. Como si una bandada de mirlos siguiera, detrás, en el patio. Un patio con un banco, y una pileta para la ropa.
Y verlos, cada cual con sus cosas. El potaje huele bien. La vitrina de la entrada, los cuadros de retratos, de rostros jóvenes, con sonrisas de hambre, de asentir por el miedo. No fueron tiempos fáciles, no lo fueron. El gran dictador era aquella nube negra que acechaba.


Mañana, iré, si, iré y besaré las ventanas con mis dedos, y la puerta, y el pomo, que no quiere girar, no quiere.










miércoles, 23 de enero de 2019

Fluctuaciones




Soy un barco a la deriva,
porque huelo junto con los tablones,
un almizcle que sin saber fluye,
en el borde una ola,y otra ola...


Inquietante pasión de pesadillas,
que al final serán lo mismo, quizás.

Quizás porque de unas a otras paso sin muro alguno,
solo un visillo que apenas se divisa al no ser que
mis dedos juengen con el.
Porque el infierno no es ni tan infierno,
cuando se cruza mientras duermo aquella historia que al contrario de lo que piensa la gente supura una llaga que es de necesidad, una llaga que grita y suplica.
Una risa, una caricia porque el infierno no es ni tan infierno y al sanar la piel en los huesos, nace limpia la segunda piel, y se ondula como aquel céfiro del oeste entonces suave seda es. 

Carola necesita descansar llenando su boca de opio,
porque el infierno, no es tan infierno.
Que del llanto pueda surgir el más bello abrazo ese es el final, el propósito es de ley que yo quiera ruido,
grito, remolinos de olas hasta ese ombligo,
el cual he de beber el blanquecino lago.





jueves, 17 de enero de 2019

Ballade pour Sophie





Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, la distancia, o la falta de interés, o quizás la cobardía, apartara de ambos el dulce almizcle que día a día los iba envolviendo, atrapados en una tela de araña cristalina, con luces maravillosas, las mismas que solo los amantes pueden ver en un nadar insaciable de caricias y de besos...

Detrás de la reja, las hojas lanceoladas de algunas plantas, y un rosal extremadamente glorioso, un color púrpura, que casi lastima por su belleza, componen un jardín cuyas atribuciones por su cuidados eran múltiples, por ser especialmente zona de tráfico transeúntes. La casa permanece inmutable, imperecedera, como si los dioses la hubiesen bendecido, con el musgo que resbala como una babosa buscando su lugar de reposo..
Una sola noche pasaron juntos, una, entre tantos, y tantos días, y meses; pero fue esa noche, una vida entera, unas horas, que se hicieron una amalgama de lana entrecruzada, como cuando alguien teje, y teje, sin parar: Cuerpos desnudos abrazados, palabras mutiladas, porque las miradas lo decían todo, un mar de amor, las gotas de él en la fronda olorosa.
Lenguas que circundan el cielo del paladar, separándose y volviéndose a encontrar, son dos remolinos carnosos abrevando al mismo compás. Los muslos de ella ahora relajados, con un placer intenso que, unos minutos antes, le había provocado un clímax, como cuando una gran hola se precipita a las rocas, estallando en mil pedazos los pequeños cristales de agua. Ahora duermen como si hubieran dejado de respirar, plácidamente.

Como quiera que aquella noche fue una vida entera, hasta llegar a la vejez, como quiera que los días de quereres se marchitaron, y quedaron en el paso del tiempo, pero vivos en la memoria de ambos, aún queda el perfume del rosal púrpura, como un adagio, algo imposible de olvidar, un camino de tortuosos pedregales, pero aún así sembrados de miles de cartas, alfombrados por cada beso, en la distancia…
Entonces la muerte no es nada, cuando se ha vivido un solo capítulo de aquellos que se amaron entre el silencio de miles de cartas...

Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...