lunes, 29 de enero de 2024
Ellos.
viernes, 26 de enero de 2024
La señora seria
Todos los días la señora seria se levantaba muy temprano para ir a comprar el pan y la leche, porque en la madrugada todos los olores de la noche aún permanecían mezclándose con los cirios de las farolas y con los lirios y con las flores de azahar. La señora seria recorría aquel camino con un entusiasmo desbordado y con los ojos bien abiertos y aspirando el almizcle, la lechera en una de sus manos y la talega en la otra hasta llegar al destino para luego volver con la tibia leche y el pan recién horneado. Era tan seria que los niños le temían, los vecinos saludaban con cierta aprensión y la maestra del pueblo la respetaba mucho. Una vez el alcalde y el médico hablaron con ella con la intención de saber el porqué de su aspecto sobrio, pero la señora seria no respondía nunca, y seguía su camino.
Ella cuando se quedaba sola respondía a todas las preguntas del alcalde y del médico y a veces de la maestra: Una no puede sonreír cuando el cielo se oscurece con una tela gris y cuando una sabe que hay niños muertos encima de cualquier madero o en la ruinas de cualquier ciudad, se dijo. Y volvió a decir por la tarde cuando se encontraba sola: Una no puede sonreír cuando la tierra en que se vive se muere por las bombas y los rostros de las gentes se desfiguran por la metralla.
No señor, no, se dijo. Tomó la lechera y tomó la talega y cuando empezaba el día se dispuso a los de todos los días a esas horas.
sábado, 20 de enero de 2024
Más allá del dolor.
Podía percibir el olor a muerte, me escondía detrás del cortinaje rojo que vestía el portalón de la entrada.
Primero los despojaban de sus ropas, luego con una manopla impregnada en aceites limpiaban todo el cuerpo; les vestían con una túnica blanca inmaculada, bordada de encajes de bolillos, a veces, estos, eran de color según gustos, y voluntades.
Había cirios en cualquier esquina. El día que brillaban, había muerte.
Hasta que no cumplí los dieciocho años, no dejaron que entrase en aquella estancia silenciosa y fría.
Una mañana cálida de otoño llegaba una preciosa mujer que había fallecido unas horas antes a causa de un accidente fortuito. Por entonces me había iniciado en ese maravilloso arte, y era bastante aplicada en eso de poner guapos a los muertos.
Me llamó la atención la belleza dormida de aquella señora. Comencé mi trabajo, y con un especial cuidado pasé la manopla suavemente por todo su cuerpo, peiné sus negros cabellos ondulados dejando a posta unos rizos a un lado del rostro. Una preciosa túnica envolvió aquel bello ser. Siempre llevan encaje de bolillo que yo misma elaboro. Emma, mi tía me enseñó desde muy pequeña a confeccionarlos mientras los demás niños jugaban en el patio yo, dedicaba mis tardes a esta labor.
Los muertos no están muertos para mi están vivos, y siguen siendo personas. Cuando estoy con ellos les hablo de muchas cosas. Una vez tuve una larga conversación con el médico del pueblo, después de recibir pacientes durante unos sesenta años decidió descansar.
Durante la sesión de maquillaje hablamos de cuando yo iba a su consulta con mi madre, de las lágrimas que vertía cuando le veía venir con la jeringuilla en la mano y me consolaba con una piruleta para que dejase de llorar.
Don Leopoldo era algo chiflado y sabiondo al mismo tiempo, su piel aceitunada y sus ojos soñadores e intensos.
Escuché atenta su relato de cuando estuvo en el frente en una cruenta batalla. Apenas contaba con dieciocho años, cuando mató al primer hombre. Fue una de las razones por lo que estudió medicina. Juró que en vez de matar salvaría vidas.
La noche empezaba a caer y, encendí un cirio, brillaba como un lucero en el cielo. Nos sentíamos muy bien los dos, cuando hube acabado de maquillarle y vestirle le miré emocionada. Don Leopoldo estaba feliz, la calidez de su rostro así lo revelaba.
Pasaron las horas de la madrugada, seguíamos hablando y hablando. Fue uno de los días más placenteros de mi vida.
Los primeros rayos del sol penetraron y con ellos algunos allegados.
Nos despedimos con un beso. Tuve tiempo de retocarle el maquillaje, pues una cautelosa lágrima se deslizaba por su rostro.
Y es que para mi los muertos están vivos, tan vivos como Don Leopoldo, el médico.
lunes, 15 de enero de 2024
De los placeres
lunes, 8 de enero de 2024
Hoy
Hoy soy de esos días
de arboleda , verde arboleda
de peces espléndidos surcando
el mar.
Hoy soy de esos días
de rincones insólitos,
de tuburios.
Y todo parece que vuelve,
vuelven los pájaros
y el aguila.
Vuelve la tormenta
y despierto de mi sueño.
Y todo parece que vuelve,
un puñado de ti.
El encuentro es esfuma...
jueves, 4 de enero de 2024
Si
Aún puedo sentir la brisa
como besos desnudos
acariciando el recuerdo
Dónde quedó el olvido?
de manojos de asfódelos,
lilas.
Demasiado corazón.
lunes, 1 de enero de 2024
Sabor a mí.
Ballade pour Sophie
Ballade pour Sophie
Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...