Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

viernes, 2 de diciembre de 2022

Y si por algún capricho.

 Y si por algún capricho


del destino

de vuestra presencia

Fuera yo premiada

Os juro, a vuestros brazos

Sin dudarlo...


María Gladys Estèvez.

lunes, 28 de noviembre de 2022

Guisantes y alcachofas

 



Mientras duró la cena no hice más que mirar los colores que llenaban el cuenco, sonreí porque el tiempo volvió atrás durante esos minutos. Giró  un torbellino en mi cabeza y otra vez estaba ahí la pequeña niña con churretes y cabellos desordenados; castaños, libres de trenzas o tirabuzones. Qué bien poder oler otra vez la hierba que se extendía en todo el prado; brotes con lanzas al cielo, muy verdes. Trigales oteando igual que los soldados haciendo la guardia en los cuarteles próximos a nuestro barrio; qué hermoso poder ver el ramo de perejil que adornaba el rincón del poyo; el potaje preparado en la mesa con mantel de flores y las pequeñas bocas eligiendo qué cucharilla coger; el gran lazo que mi madre llevaba en la parte de atrás de su mandil; a papá cuando llegaba con su chaqueta oliva con cuatro bolsillos. Llegó hasta el olor de la tierra cuando se empapaba de agua cristalina que, caía del cielo arrojada por una diosa que yo, imaginaba por aquel entonces. Todas las pisadas de mis hermanos recorriendo la casa; abro los ojos y todo ha pasado, el reloj verde con pinceladas amarillas no deja descansar sus manecillas, igual que el tiempo.

sábado, 26 de noviembre de 2022

Un beso al Cielo.

 Un beso al Cielo.


Poder verte

ahí, y ahora

tan plácidamente dormido

tan tú, como tú

Te miro y te pienso

como cuando

en otros

tiempos

un muchacho guapo

de pillín la mirada


Poder verte

ahí y ahora

tan tú


Hermoso

de piel oliva

ojitos pintureros


Qué vacío dejas

y que dormidito estás


de flores rodeado

Asfodelos, lirios, jacintos, lilas


Qué bien verte

en ese sueño

perpetuo


No hay llantos, ni pañuelos


Hay una luz blanca y redonda


Hay un perfume de tí


todo tú


Qué bien verte en ese sueño perpetuo


PD. Volveremos a vernos. (Te quiero)


María Gladys Estèvez.

jueves, 24 de noviembre de 2022

Y sin embargo.


 Las amapolas

no son para 

el invierno?

dijo alguien

Pero no no es eso

es

la incertidumbre

¿Dónde ir a parar?

Al patio del colegio

al corre, corre, que te pillo

a la comba saltar


Y volver

volver

donde los recuerdos




miércoles, 23 de noviembre de 2022

A veces el encierro

 


La cocina olía diferente dependiendo de la hora, a Marta le gustaba el olor de los desayunos, el aroma se colaba por entre las puertas, y las habitaciones se llenaban de una fragancia especial: Bollos, café, mantequilla. La melaza se dejaba caer en las tostadas y los arándanos adornaban hasta casi los picos del mantel. Afirmaba el ama de llaves que el alboroto de muchachos y sus perros y sus gatos resultaba a esas horas un vendaval de aire agitándolo todo, incluso, si en el jardín se hubiera encontrado una goleta, ésta, se hubiera zarandeado igualmente, y su velamen volado por los aires.

Cada cual iría a sus tareas, los mas proclives a obedecer eran dos hermanos de piel clara y pelo rubio y Marta, una chica distraída y confusa desde el mismo día de su nacimiento. Pasaron demasiados años y en aquella casa situada enfrente de un lago, pero dividida por un gran muro cubierto de lechosas ramas entrecruzadas, solo quedaban los hermanos de piel clara, ya con el gesto murrio y demasiadas arrugas, y Marta, (Ya casi con el siglo en sus espaldas) tantas las arrugas de ellos tres, que podrían servir de abrigo en invierno; pero lo terrible de todo aquello es que el miedo de las criaturas durante su infancia, el poder de anular a las personitas desde chiquitas para obviar lo evidente, los azotes y las humillaciones por parte de las cuidadoras, no dejó que sus ojos no pudieran ver mas que esa pared cubierta de ramas, que creían atisbar desde sus ventanales, y tampoco, sus ojos ni sus oídos escucharon los barquichuelos desplazándose por entre las aguas y el chapoteo de las avanzadillas hasta llegar al otro extremo de la ciudad; por lo tanto se quedaron para siempre en sus habitaciones abrazando los días ilusorios de sus vidas y sus desayunos.


Y si te espero.


Y si te espero

a eso de la medianoche

cuando hay lágrimas

del cielo que penden

y si te espero

a eso de la medianoche

y si fueran esas lágrimas

una, uno beso de tus labios

Y si, yo, te espero

hasta que me libere

de cadenas

perpetuas 

hasta 

que

me reciba la libertad

Y si te espero a eso

de la medianoche

ronroneando

como las gatas

y si

te

espero



 

lunes, 21 de noviembre de 2022

¿Es un poema?, no dijo, que no.

Metaverso

y sólo eso

dijo el hada

dijeron las hadas

dijeron los demás

Y me preguntas

porqué estoy aquí

y no contesto

sería ilícito

sería como yo

quiera que sea



No ha venido nadie.

 


No ha venido nadie, pensó, pero igualmente lo había  agradecido porque el propósito para esa tarde no era otro que perderse en el bosque donde los curtidos árboles milenarios pervivían al tiempo, ellos, los titanes, los guardianes de un imperio. Porque no era otra cosa sino un imperio ese bosque encantando en el cual le hubiera gustado perderse toda la vida a pesar de todos y a pesar de él mismo.
Se había preguntado si en realidad aquel encuentro habría servido de algo, si habría aclarado las dudas y los diferentes puntos de vista que aún tenían, él y dos vecinos de la aldea, de si hubieran limado asperezas. Él probablemente hubiera asentido en casi todo lo que se hubiera hablado, habría sostenido una copa de coñac sin quitar ojo de los gestos de los otros dos hombres, sin apartar la vista de sus bocas, que dejarían escapar multitud de vocablos, casi todos con mucha aspereza, y a veces con aires de supremacía por parte del terrateniente, o quizás se hubiera equivocado y esa opulenta apariencia y carácter lo imprimiría el campesino, que se atisbaba a una legua su soberbia nada mas verlo entrar con sus botas atestadas de barro y su descuidada barba; hubiera dado un golpe seco en la mesa, autoritario, caprichoso y engreído. Seguramente empezaría reclamando esto y aquello, le hubiera exigido una copa bien servida y, además de eso le recriminaría el tener la elegante cabaña con un porche amplio, le recriminaría todo lo que a él le había costado tener con su esfuerzo, con su maña e inteligencia. Trataría de denostar cada palabra que él hubiera pronunciado, cuando, alrededor de la chimenea y acomodados en amplios sillones de cuero, los tres hombres empezaran a departir a la hora acordada. Nada más lejos de pensar que había juzgado erróneamente a los dos hombres, al terrateniente y al campesino. De modo que se adentró en el bosque bien pertrechado, aminorando la marcha en algunos momentos y oteando los escondrijos de las comadrejas, los esplendorosos nidos de los pinzones azules y como contrapunto, el croar de los grandes sapos en los riachuelos que nacían a partir de las cascadas de las montañas en verano, cuando el deshielo provocaba un lago profundo y hermoso, y, que avistado a cierta altura pareciese una gran dama con sus mejores galas.
Sea como fuere agradeció muy mucho la malograda reunión, por lo tanto sobraron los acuerdos, las palabras mal dichas o los reproches. Entonces bienvenidos los hijos del bosque.


Le hubiera importado bien poco que la cena se hubiera enfriado.

 




A esas alturas Crispín habría renunciado a tener que cargar con la mochila que durante muchos años había llevado, y con mucha responsabilidad sobre sus hombros ahora maltrechos. Y es que no es fácil acometer con tantos asuntos, diría yo, y en su conjunto, miles de variopintos y borrascosos asuntos que desde niño le impusieron nada mas nacer.

Salvo la maestra del pueblo con la que supo que en el mundo existían miles de bibliotecas, con miles de libros en sus estanterías, libros, con los que pudo ver otros mundos y otros planetas girando en el universo. También supo que debajo de la tierra se anclaban miles de raíces y que gracias a ello surgían por entre los surcos los árboles con los brazos extendidos al cielo, y miles de fértiles llanuras de trigo y muchas más cosas.

Llegó el día ansiado en el que Crispín se despojaría de ese bloque de cemento que cargaba desde su nacimiento, de modo, que, una vez liberado de tanta responsabilidad sintió tal alivio, que gritó de alegría, si, eso hizo el buen hombre, se desgañitó de tanto gritar y dijo al mundo: ¡Me importa bien poco que la cena se haya enfriado!



martes, 15 de noviembre de 2022

Yo misma.

 


He limpiado las cuberterías

lavado la ropa

he muerto varias veces


Anoche se me vino

el sueño

y abrigó

mi cuerpo

una capa de seda

amablemente




Las margaritas son para siempre

dijo una de ellas


Sopló los alisios

se aferraron a la tierra


La cigarra contó un cuento

y los niños durmieron

con los ángeles





lunes, 14 de noviembre de 2022

jueves, 10 de noviembre de 2022

El regreso de Rosa María.

 




De chica se había criado en el campo. Nació un día de enero frío, de ese frío que aunque cale los huesos es un soplo fresco para las almas; necesitan eso, sentir una lluvia de besos fríos, un piélago de ellos desprendiéndose desde el Cielo como gajos de mandarinas.


La niña era preciosa: un pelo negro como la pez, unos ojitos brillantes como la Luna.


A medida que pasaban los años y casi sin percatarse, los padres de Rosa María se sorprendían porque así, sin más ya se había convertido en una muchacha hermosa.


Por aquellos tiempos las chicas se casaban pronto, había que hacerlo según la sociedad: tener hijos y cuantos más mejor. Hacendosa en el hogar para que el esposo al regreso de su trabajo fuera recibido con honores.


Todo limpio, inmaculado.


La muchacha obedeció sin resistencia alguna.



Aconteció un día en el que había recibido el don de la maternidad y luego pasados unos años volvería a traer al mundo a otra criatura, de modo que cumplió con los mandatos de una sociedad que sólo imponía y no había intercambio alguno, siquiera otra oportunidad, teniendo en cuenta que había nacido en el seno de una familia humilde.


Llegó el momento del parto: una preciosa criatura.



Rosa María era muy feliz con su bebé entre sus brazos. (en realidad eran dos niñas).


Pasaron unos años. La niña contaba con cinco años de edad.




Retrocediendo en el tiempo, Rosa María, mientras duró su infancia había sido la niña más feliz del mundo, tanto que rebosaba ese perfume de dioses alrededor de ella.


Una niña sensible y muy sentimental, pero al mismo tiempo pícara y traviesa.


“Más alto, más alto”, decía al columpiarse.


Cuando alcanzó la edad de los ocho años la niña comenzó a tener problemas de alergias alimentarias.


En una reunión familiar la tita Lucrecia había repartido almendras para los niños de la casa: hermanos, primos y amigos.


“ Tita, tita, Rosa María no respira, dijo uno de ellos”.


Como es de suponer la tita Lucrecia acudió rauda y contemplo lo dicho: Rosa María no respiraba.


De modo que agarró a la criatura y giro su cuerpecito intentando de algún modo salvarle la vida.

Pero no bastó con eso.


Ya venía de camino el médico del pueblo. Unos minutos después respiraron tranquilos todos.


Había vuelto a la vida milagrosamente.


Pues bien volvamos al presente.


Cuando la criatura de Rosa María contaba con los cinco años de vida, y su hermanito con un año, se habían propuesto reunirse en casa de los abuelos para celebrar las fiestas navideñas.


Todo el mundo, incluso Rosa María se habían olvidado de sus alergias alimentarias.



La mesa adornada con toda clase de abalorios de colores: renos, estrellas, copos de nieve, en medio los alimentos: pavo con ciruelas, galletas de almendras, licores, jugos, pasteles de gloria y cerezas, un rojo que brillaba en el comedor.


Rosa María llevaba un precioso vestido verde con pedrería alrededor del cuello, estaba fulgurante, y feliz. (una felicidad ficticia pero aún no lo sabía).


Llegado el momento de los postres y el café, los puros y el coñac, cada cual disfrutaba de aquellos manjares charlando en paz y complacidos por la suerte de poder celebrar.


La vida a veces sorprende con los giros, claro que si. Al fin y al cabo todo es efímero. (el ejemplo de las mariposas).


La tos de Rosa María llamó la atención y mucho, porque de esa tos pasó a no poder respirar y pasados unos minutos cayó al suelo, muerta.


Inesita, la niña de Rosa María se había asustado mucho y lloraba intensamente llamando a su mamá.


Un llanto largo, intenso, un llanto desgarrador.


Rosa María se iba con una paz inmensa, una felicidad que jamás había experimentado: el nirvana. Se hallaba plena, una maravillosa caricia envolvió su alma.


No quería volver, pero los gritos de la niña hizo que se arrepintiera de llegar al paraíso.


Y regresó.











lunes, 7 de noviembre de 2022

Chocolate negro.

 







Y Caronte no redimió los pecados,

un mar ahogado de tumbas que en sus formas arqueadas,

gritan en silencio por toda la eternidad.

Pago alto y desmerecido por hallarse en las profundidades de la nada.

Hacedme un hueco donde antes hubo hielo, ahora fuego. (se dijo).

Entre caballitos, caracolas, los niños buscan la teta.




En aquellas tierras lejanas donde tejen sueños.

Porteadores descalzos, pisadas de ocres…

Un continente abrazado a la faz de la Tierra,

de espléndidos verdes, y ríos como lámparas,

reflejan una única Luna. Abrevad aquí, abrevad.

Como Demetra atesoro siglos. Abrevad la roja Tierra.





Y los carámbanos en el desierto son hermosos,

como la fría noche que acaricia con sus dedos los ojos de quienes lo surcan.

Las fieras libres copulan descendencia,

pastan en el ejido, entre murmullos de cuervos.

La batalla impresiona, por vivir. ¡Qué pálida y hermosa se queda la tarde!.

Ósculo que danza en la selva de hojas gigantes. ¿Es que no los veis?.









Pero se esconde una multitud del diablo,

a engañar la inocencia, y al hambre.

Igual que música de celo esperan la promesa,

pero cabalga la muerte con los bolsillos llenos de plañideras.

Apolíneo monte abarcado de criaturas pastoreando. Abrevad, abrevad.

Pero se esconde una multitud del diablo…





Surco los valles como águila, vespertinamente, y un mar ocre,

se deja caer en ellos. (duerme poderosa pachabamba).

Mirad sus ondas que son como mieles que en rocío se expanden,

valles con árboles de grandes hojas,

allí habita la criatura hermosa. (en las montañas Virunga).

Arpa celestial, como ángeles su música al llover, Lunas y Soles.




Soy un mirlo blanco el calor que sofoca,y la lluvia que abraza,

batiendo alas en un baile gozoso entre picos de montañas,

brota manantial, brota oasis. (¿Quién profanó la tierra?.

Los hombres han roto los caparazones, han despoblado la vida.

Aquel barranco se ha secado, se vislumbra la pérdida.

Soy un mirlo blanco el calor que sofoca, y la lluvia que abraza.








De olvidos.

 



El zapato derecho, en el pie izquierdo, y una magnolia en el pelo. Sonríe ante el espejo redondo con marco de bronce, en el pasillo…A veces se vuelve,

Escupe en el bordillo de la baranda que llega a la azotea, con la cara de pilla, con el pelo negro como la pez, con las manos arrugadas y resecas. Como una niña traviesa escupe a las cabezas de las limpiadoras. Lavan la ropa en la piedra, le regañan. Sonríe.

Ella recorre el pasillo hasta el final, donde el patio, y vuelve tras sus pasos, una y otra vez, varias veces al día. Esa pared de recuerdos: retratos, un mar azul con olas, cuadros aquí y allá. Hay una mancha en la esquina, cerca del techo: ella se fija y sus ojos se abren sorprendidos, parece una luna, se dice, o quizás un farol de aceite, vuelve a decir…A veces la mancha es redonda, otras, con aristas, pero es una luna o una lámpara de aceite...

Se ha olvidado de los geranios, se ha olvidado de comer. Se olvida. Pero llega al fondo del pasillo: el patio de geranios con la silla a un lado, y los dedos del sol que se adentran por la mañana, por la tarde. Gotea una lágrima, gotea otra de sus ojos, pero sonríe, pero no sabe bien lo que sucede. Los niños están en la cocina con mamá y las voces se le antojan pinzones azules en aquel árbol de su memoria. De bajo de la gran roca las casitas blancas con tejado, corren a verla, expectantes por si se gira, por si los conoce, algún gesto, un guiño, algo que haga que ella abra los brazos, para todos.

Pero no, nada, siquiera el pequeñito le es conocido, lo besa, pero no hay mueca. En su boca hay silencio.

La llevan por la avenida, y cruzan la calle a la tienda de sombreros, no quiere caminar, pero la llevan de la mano. Aquellas personas se sorprenden al verla sonriente con el mandil verde, de flores.

La papilla le sale por la esquina de la boca, es un hilo de baba que recorre el cuello, el pecho, y se queda en su regazo como si fuera un tesoro, pero es una pasta sosa, sin color, sin sabor. Pide pollo, pero nadie le da, siquiera un pedazo, ella lo ha visto en la mesa, es dorado, con purpurina.

En el lomo de las sardinas hay un montón de pequeñas estrellas, sonríe porque es divertido, no sabe de donde vienen, pero le gustan.

En el techo de la habitación aparecen de vez en cuando luminarias. No quiere dormir hasta que no se van.

Estas recorren casi toda la habitación, se deslizan por las paredes. Tienen pequeñas alas transparentes, y algunas se escapan por la ventana, cuando los postigos están abiertos.

Y tampoco quiere dormirse hasta que la tela de araña deje de balancearse…es un precioso jersey con adornos, pero aún le falta la sisa, seguramente falta hilo, se pregunta.



Mientras duerme sueña con el barranco, con la gran roca. Un inmenso piélago de estrellas arriba, en el cielo. Corre veloz como un potrillo, con las trenzas negras y dispares, con los zapatitos roídos. Los almendros en flor, la comida en la casa: gofio, papas barqueras, mojo, atún. El agua fluye desde la montaña, los cabritillos corren para abrevar. Los surcos en la tierra llenos de semillas. Los sueños de niña, el futuro.

Pero nadie sabrá lo que ella soñó la noche anterior...
























Algunas personas.

 

Algunas personas cruzan la calle, otras vienen de frente.

Aquella guagua está repleta de personas, ahora gira a la derecha, desaparece al entrar en aquel túnel.



¿Me compra algo?, dice la señora.



-Una limosna por favor, dice Lucas el señor que fue a la guerra y se dejó allá la memoria y el alma.


Ahora cae al asfalto el señor con bermudas, lleva dos bolsas.

¿Le ha pasado algo?, ¿se hizo daño?, dijeron dos señoras.


Tengo el móvil en las manos y entra un Wass: entonces nos vemos a las dos de la tarde en la tasca el Pecado?-

Si, claro.


Pero qué bonitas esas gaviotas aún en la confusión por sobrevolar el centro comercial. ¿Se habrán olvidado del mar?.


-Lleve un númerito señora la suerte está de su parte, dijo Gregorio-


Hay en aquella esquina un perrito, lanudo. Espera a su dueño, o dueña. (sabe que lo premian con alguna golosina).



Lo asombroso es poder observar, quedarse un rato en el mismo lugar.

Oh!, las bienaventuranzas que nos da la vida.


¿Quieres otra copa?.


Claro, todas las que sean y más.


Qué pillina eres-


No, no es cierto, es que vivo ahí dentro, en lo hondo.



Frikula.

 


"Dónde se halla

aquel recuerdo

entre rejas, dijo"





Me salvo del fango

aún en mi memoria

me salvo

Qué pretende, dijo

ni mus”



Sopla el viento del norte

y huele a beso

cosquillas en el estómago”


Titulo de la obra

de mi vida

no sé si al final será”



Provengo de un mundo raro

donde la hierva se materializa

en mi”


El sauce trae recuerdos

de niñez

columpios”



lunes, 31 de octubre de 2022

El último deseo

 




Lo que en verdad hubiera deseado era escuchar una vez más a Moustaki.

Le métèque se colaba en sus oídos, igual que la lluvia cuando sin querer orada sin pedir permiso, quizás siempre intuyó que se sentía extranjero en su propia tierra, quizás simplemente nunca supo encontrar por así decirlo, el norte…

Espontáneo, impulsivo, algo descarado, pero con el suficiente conocimiento de haber realizado algo satisfactorio en la vida que llevó. Un hombre, un padre, un esposo, pero sobre todo, un hombre, con las tablas de la ley en sus manos. Los errores vinieron por sí solos; los triunfos, no, los triunfos fueron el resultado de los errores. Pero siempre se hierra y siempre uno sale complacido y satisfecho de esto o aquello. Querer destruir los folios de los días y los años a veces resulta fatídico, no se pueden borrar hechos, circunstancias que quizás han llevado por derroteros no deseados, pero ese fue el camino asignado.


Aún así, lo hizo. Una mañana cualquiera dejó que se escaparan los pensamientos, las ideas, los deseos, dejó que todo eso se mojara bajo una intensa lluvia, una lluvia que perforó el papel. Quedó bajo la tierra, en donde las raíces más bellas sobreviven. Pero quedó el desasosiego, quedó la responsabilidad sobre los hombros. La lucha interna de su propio yo. Rasgaba las tripas, una cruenta batalla entre ambos.

¿Qué quiso inmortalizar?, nada.

Alrededor de la mesa redonda, todos escuchaban atentos, la voluntad, si, realmente el deseo de un hombre ¿Eso le hizo pensar que se sentiría mejor?

¿Quería perderse? O quizás, encontrarse.

Es supo que yo lo sabía, dijo la señora, pero siquiera se movió de la silla.

Y es que el miedo a veces, subyuga, se convierte en un monstruo que saliva, cuando nos miramos al espejo, cara a cara…

La señora pensó: Que no sea una carta de gran envergadura, que no. Algo sencillo, pero él, no lo era. De modo que el caballero con corbata prosiguió la lectura. ¡Entonces lo he perdido! Volvió a pensar la dama con una leve sonrisa, pero se santiguó, si lo hizo, porque aquel hombre le había dado dos hijos, en realidad cada uno de ellos construyó sus sueños de modo y forma, que todo fluyera, como un gran río caudaloso, con los bordes repletos de hojas verdes, brillantes.


En esos momentos la gata había huido de la casa, estaba en el tejado, lamiendo sus patitas, esperando la presa, y es que los animales tienen una gran intuición, son como los gurúes.


Por unos momentos se hizo un silencio abrumador, de esos que no cabe siquiera un mosquito por las cabezas de nadie. Pero todos miraron la urna, era bonita, con detalles en relieve de luchadores Griegos. Dentro, todas las camisas, todas las chaquetas, todos los puentes rotos, quebrados por las sacudidas de la vida; algún bergantín, con su capitán al frente y con sus marineros, todos de azul, abotonados hasta el cuello. Se hallaban las tardes de merienda, los días con los amigos; las noches con ella. La juventud, la dicha comprar un billete y viajar alrededor del mundo, todo eso hecho cenizas, hasta su corazón, eso quiso, si, eso deseó, incomprendidamente así fue…


Barco a la deriva.


"Por lo general no acostumbro beber si no es a partir de una hora en concreto".

Eso dijo Martina. Pero mientras tanto había vislumbrado un barco a la deriva en aguas de Poseidón.

De modo que se acercó al malecón y si, allí estaba: algo desvencijado dejándose llevar por la caricia del mar. Se preguntó si habría alguien dentro.

Quizás no habría nadie, porque nada se escuchaba. 

Normalmente cuando un barco se halla en esas circunstancias es que algo ha ido mal, claro está: alguien pidiendo auxilio, señales de humo por pensar algo,(sonrisa).

Durante un rato se quedó observando hasta que desapareció.

Se preguntó el porqué se habría esfumado delante de sus ojos que no había quitado la vista en ningún momento.

Ay Martina y dices que sólo bebes a partir de una hora en concreto, dijo Elena(risas).



  

 

sábado, 29 de octubre de 2022

lunes, 17 de octubre de 2022

Eres.

 Eres lo más grande

¿Eso dijo?

mientras tanto: hibiscos, mermelada, tostadas

Un  beso revoloteó buscando sus labios.

Han llegado las mariposas.







Textualmente, y punto por punto, le había dicho que la temporada de las mariposas era sagrada para ella; quería decir que por esos días nada habría de ocupar su tiempo, nada habría de frenar las ansiadas vacaciones.


Pero en realidad no eran vacaciones como tal, no. Eran los momentos que necesitaba para evadirse y dejar atrás casi todo. Ya tenía el billete de tren y ya tenía el equipaje preparado, una mochila, simple y llanamente, una mochila. Era bonita, tenía por fuera unos bolsillos de diferente color, y luego colgaban asaderas hechas de macramé para colgar las cholas y un rosario de perlas negras. Su bisabuela se lo dejó olvidado cuando se fue y ella lo tomó, con mucho cariño. Desde entonces lo lleva a todas partes, pero lo curioso es que había de estar siempre mostrado al todo aquel que quisiera verlo. Es una reliquia antiquísima y preciada. Pero pendía todo el tiempo, ya fuera en la mochila, ya en la esquina de uno de los barrotes de la cama.

Esperó que el cigarrillo se terminara de esfumar y aspiraba con premura. Entre sus labios daba gusto de ver el tabaco con la capa de papel cada vez más húmeda.


Fiona era una de esas mujeres que, en la primera impresión parecía común, es decir, ella no daba muestra alguna de vanidad, siquiera de querer aparentar y ni mucho menos ansiaba menesterosa llamar la atención. Eso si, tenía algo de temperamento en todas la carreteras de sus venas, eso no estaba mal del todo. No había pasado por el encorsetamiento de una sociedad impune con sus gentes, y si en algún momento habría sufrido eso de guardar silencio y obedecer, seguro que ya estaba totalmente borrado de su cabeza y también de su diario. Cinco páginas arrancadas con rabia.


Lo primero que hizo esa mañana fue buscar el billete del tren y guardarlo en uno de los bolsillos y también el rosario que inmediatamente dejó pendido en una de las cogederas de macramé de la mochila. Atisbó a lo lejos un bus rojo, y dudó si sería el suyo. Dudó hasta que llegó a sus pies la delantera roja y el dibujo de una gran mariposa azul en uno de los lados. Sonrió porque si era el bus. Soportó dos horas de sol intenso, llevaba una gorra muy bonita que la protegía de los rayos de un sol justiciero, si, era un sol que castigaba a esas horas de la mañana, era un fustigador, era un sol que daba latigazos y dejaba las llagas en la piel, como cuando los marinos eran azotados con el torso desnudo, en el cabestrante.


Habían pasado casi dos horas y se sentía muy bien, a penas una cabezada había dado y el libro que tenía en sus manos se había caído a su pies, pero lo tomó rápido, bostezó y sonrió. Nadie podía imaginar donde se dirigía, eso era un secreto muy bien guardado por Fiona, como cuando se guardan las cartas de amor en un cofre de plata con un lazo púrpura en medio.


El viaje acabó sin consecuencias de importancia. Unas siete horas de camino, pero para Fiona eso era como un paseo, y es que le esperaba el mundo de las mariposas. Llegó, se descalzó y se quedó dormida entre ellas, como si en verdad se hubiera mimetizado. Ahora era una hermosa mariposa blanca y tornasolada...



lunes, 10 de octubre de 2022

A veces me canso

 



A veces me canso de llevar los bolsillos repletos de historias.

Y me acuerdo de aquel día en que renuncié a ser un poco yo, para regalar tanto. Regalé unas cuantas noches de insomnio porque tengo que decir que me hacía falta dejar noches en vela en manos de la madrugada. Calancha ha sido mi musa de la vida, por decirlo de alguna manera, Calancha viene y va, y si necesito rezar un poco a escondidas, viene y se queda conmigo.

Calancha no es un ser visible, es tangible en mis sueños. Es musa y madre, yo siempre he estado convencida de ello. Es una madre inmensa que siempre se ha quedado conmigo. A veces pienso si yo realmente me merezco tener una madre tan espléndida y sensible, pero luego me digo a mí misma. ¿Y porqué no?. Al fin y al cabo soy humana, cargada de errores ,y cargada de dones.


He regalado juventud a la vida, así sin más, sin pensarlo. Estuve un buen tiempo donando juventud a los días y a las noches. Y de veras que no está nada mal. Una ni cuenta se da que aquellos montones de días regalados de mi vida, la piel y los huesos se lastiman bastante. Se oxida hasta el pensamiento. Pero como no duele, una ni se entera. Más son las cosas que duelen aquellas bofetadas que te da, por ejemplo una mañana de frío invierno cuando al salir al portón un aire repelente te duele en las mejillas, o también alguien que pasa por tu lado y siquiera te conoce. Y es que a veces estamos tan ciegos.

Pero como han pasado tantas primaveras y tantos inviernos, otoños y veranos, pues la verdad es que yo a veces me canso.

Y no quiero que se me olvide los besos que he regalado, y cestas y más cestas de lunas enteras, y de soles, y qué curioso que ahora me acuerdo que hubo un tiempo que regalé un río caudaloso lleno de peces plateados. Calancha tuvo que ver mucho con todo eso, ah! Calancha mi musa eterna. Mi madre, mi amiga Calancha, que tantas veces se adentra en mi hogar y rocía un poco de agua de río limpio y entonces todo es paz, sosiego, hasta me duermo como un niña.

miércoles, 5 de octubre de 2022

Un día cualquiera.

 





Debió ser un día de esos en que una se fija en las cosas más pequeñas, pensó Eulalia.

Recorrió con interés lo que había sobre la mesa: un teléfono, un lapicero, un ordenador.

Un cubilete con una rosa roja. Un ventilador, un almanaque.


Pero lo que en realidad llamó su atención fue un pequeño garbanzo que se hallaba justo debajo del ordenador. Levantó la nota amarilla y habían detrás unos siete u ocho más.


Imaginó que eran polluelos. En realidad parecían polluelos.


Es curioso cómo la mente juega. Nos deleita. A veces con cosas terroríficas y otras, como es este caso, maravillosas.

Es un mundo dentro de otros, y otros, con vidas diferentes.


Y es que a Eulalia le divertía eso de crear historias, y vidas, dentro de otras y más cosas.


Al lado del teléfono sábanas radiantes blancas: en realidad eran sobres, pero ella vio un despliegue de esas de seda ondeando con la brisa que se colaba por la ventana.



Y sintió un leve soplar era el vaivén de la rosa, que aunque de rafia tenía vida.






Por si.

 

Por si me pierdo en algún momento en ese otro mundo cruel de la memoria, y se vacía la cabeza de todo me dejaré llevar por las pasiones, las que muchas veces atemorizan mientras comemos, y dormimos en una jaula...


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Hay un lugar

inhóspito

donde el brezo

huele a sonrisa

y a besos

Ahí quisiera dormir.


lunes, 3 de octubre de 2022

El artista

 



Con un paño de fieltro retira los restos de linaza, dos pasos atrás, y observa el lienzo Ahora el magenta reluce igual que una perla irisada. Los ocres van surgiendo igual que dedos de sol, iluminan igual que el oro el cielo. Surge el porche, que embellece el portalón, a un lado y al otro dos sillones emergen con pinceladas sutiles, gotas ambarinas a su alrededor hacen que adquieran la apariencia de dos hermosas vestales. Ahora toma en su mano la brocha mas gruesa, y un arco inmenso se refleja encima del tejado, las estrellas adquieren la viveza de los ojos de los niños, de los mismísimos ángeles, la satisfacción que le produce terminar la obra provoca un inmenso suspiro de alivio, y sonríe. El hostal de carretera había acaparado casi todo el lienzo: más bien un bello parterre de lirios en el Olimpo parecía...

viernes, 30 de septiembre de 2022

Dolor.

 



Duele, duele tanto que llora. Muerde hendiendo su garra.


Llora lastimosamente, como si un lobo hambriento destripara...


Como cuando se está en la nieve, en la noche de la nieve. Frío. Perverso dolor.


Como cuando se está en el desierto y los cuervos se arremolinan.. escudriñando, anclando sus picos a la piel que queda...


Como cuando se nace o se muere: duele.


Un día, una noche, otro día, otra noche.


Cuando hay que llevar el horrible suplicio de poder sentir. Dolor. Angustia.


La carne roja, y el picoteo constante y carroñero... No hay sangre, es dolor.


jueves, 29 de septiembre de 2022

De los días de los milagros

 


Me pareció un niño el primer día que lo vi, pero no lo era. Su rostro era pura bondad, sus rasgos suaves, delicados, con uno ojos que parecían caídos del cielo. No tenía edad, por más que lo miré, no tenía edad. Una muleta le daba la seguridad suficiente para dar un paso, y luego, otro, y otro…

Pero no puedo olvidar su rostro. Una mueca graciosa en sus labios parecía dar la bienvenida al nuevo amanecer, tomó café. Despacito, sorbo a sorbo. Me incliné a mirarlo, porque el aleteo de manos de las compañeras impedían poder ver tamaña hermosura. Lo miré abstraída, perpleja: admiré su espalda, sus piernas, su cojera, su modo de sorber, siquiera oteaba alrededor. Sentado, callado, con la paz que muchos necesitamos. ¿De donde venía? ¿Porqué esa resignación tan bonita?, la serena quietud de su cuerpo hacía que se creara un cerco luminoso a su alrededor brillante como una gran estrella.

La mañana alborotada el café repleto de personas hablando esto y aquello, ¡ah pero la bondad de él, su admirada presencia por mi parte!.

La ignorancia de los demás me gustó, porque ese hombre era un lienzo expuesto, ahí, para contemplar una belleza indescriptible, y yo fui la afortunada, si, fui eso y más, porque pude ver bien sus colores, cada pincelada. Pude conocerlo: ahora giraría a un lado, ahora hacia el otro, era como un resplandor aquel lienzo. Un mar dentro llevaba, un océano repleto de peces brillantes… ¡oh … si, qué sueño, que privilegio el mío!. Cada paso, cada gesto, cada sorbo, todo era confortable, como cuando una llega a casa, y se deja caer y se duerme profundamente. Un sueño, si, un sueño vertiginoso poder admirar a alguien que cae del cielo invisible a los demás...


REEDITADO.

miércoles, 28 de septiembre de 2022

Un cuento para contar.

 



Lo que parecían escamas de un rodaballo en realidad eran pupas. La niña lloraba y lloraba, y lloraba, y del árbol caían las hojas que luego alfombrarían el patio.

La yaya limpiaba cuidadosamente la piel oliva de Tinita, primero con un paño suave de algodón, y luego la loción mágica, que desde tanto tiempo atrás se había empleado en varias generaciones, en el caso de irritaciones, picaduras de insectos, y pupas.

Al cabo de dos o tres días desaparecían casi por completo. Las carencias de algunos alimentos propiciaban las molestas pústulas. Pero la yaya siempre estaba pendiente de todo, y sobre todo, que Tinita no sufriese en demasía. Por aquel entonces era común, y también lo eran los piojos, y liendres; porque por las tardes, después de la merienda, se agrupaban en el patio ,y las madres empezaran con el eucalipto y limón para eliminar a las desagradables criaturas, que causaban una picazón horrible; por lo tanto, allí quedaban debajo del guayabero, luego vendría la hora del café, y ese rato lo dedicaban a charlar, puesto que los menesteres del día ya estaban hechos.

Las habitaciones tan limpias y relucientes, las cortinas blandiendo al viento propiciado, por la brisa cálida que se precipitaba al interior. Los angelotes saltaban como niños cerca del malecón, cuando el mar se revolvía propiciando sus juegos. Todo un espectáculo de la naturaleza: el en el interior, era otra cosa, un pequeño pueblo, donde escaseaba de todo. Y tampoco era fácil poder trasladarse a la costa por sus caminos pedregosos y falta de medios.

Por lo tanto algún pescado jareado se consumía de vez en cuando. Pero eso no quitaba el hambre, de modo, que el gofio y la leche vendría bien en los desayunos y aunque bien rebajada con agua hasta la próxima vez que se fuera con el lechero en la mano, a por más. Bien sabían los padres que esto sería como engañar los estómagos de los niños, pero habría algo caliente, sobre todo en invierno, cuando la lluvia por aquel entonces muy abundante arreciera y, el frío de las montañas se colara por debajo de las puertas y postigos.

Las historias están para contarlas, se dijo, mientras con un lápiz anotaba esto y aquello en las esquinas de los folios.

Mientras tanto las cumbres borrascosas en invierno y las cumbres perfumadas en verano : almendros en flor, pinzones azules. Y la esperanza de un tiempo mejor. Y los niños como son, niños. Tan dichosamente felices con la bimba de gofio y almendras en sus manos y los cachetes con churretes, y los sueños y los días de sol…







A pesar de los años

 





Al pasar el tiempo en esta tarde tranquila que a lo lejos se divisa la gran montaña, un volcán descarado, altivo, hermoso, he querido escribirte una carta, esta carta que reposa en el buró, como cuando los besos se incendiaban para luego dormir en nuestros labios. He querido hablarte, si, hablarte de esta manera y llenar el folio de pespuntes, de esos que parecen hilos perfectamente hilvanados, he querido incluso mejorar la letra, y que ninguna palabra para ti se salga de ningún renglón. Todo perfecto, inmaculado, como cuando se ve el ave circundar el cielo, mi cielo, tu cielo.

Si supieras que cuando nos despedimos dijiste que habías perdido tu reloj de pulsera, pero que ya habías comprado otro, pues fui yo aquella mañana calurosa,cuando ambos dejamos la habitación. Momentos antes lo había cogido, y guardado en mi bolso, ahora lo tengo justo al lado mientras te hablo con letras e imagino tu sonrisa tus manos, todo tú. Late igual que tu corazón: acompasado, delicadamente tú.


Nunca más supimos el uno del otro, pero el recuerdo se hace un jardín de magnolias, un lago cristalino, el devenir de aquellos días calurosos como el de esta tarde que perpetúa si cabe aún más lo que se quedó. Se quedó un propósito.

Quedaron aquellas noches de sosiego al dormir abrazados, exhaustos al no dejar ni un milímetro de nuestra piel sin acariciar, sin besar, si beber. No hubo lágrimas al despedirnos, no hizo falta, solo bastaba con habernos tenido unos días que fue una vida entera: dicen que en el cielo una vida entera es un pestañeo, ay, pero que me estoy poniendo romántica, y pienso que sigo siendo aquella joven de ayer, esta tarde soy la muchacha descalza soy un pozo de ilusiones, y al pensarte te vienes, te vienes derrochando ese perfume que me atrajo: el de tus ojos mirándome, tus zapatos tan limpios y tu pelo perfectamente peinado, ¿Qué pensabas, que yo no había reparado en ti?.

El espejo de enfrente me devuelve a la realidad, pero qué importa eso ahora. Igual estarás tú pintado de canas el cabello, pero con la misma sonrisa perturbadora de entonces. No sabes cuantas veces he dibujado tus labios al pensarte, al pasear por puente de madera que crujía de los miles de pasos de transeúntes. Dicen que se a apolillado, pero aún sostiene las prisas o las pausa de quienes lo transitan, a mi me sigue gustando porque debajo fluye el río que fuimos amándonos cada día.



Me pregunto qué será de tus días, probablemente seas feliz, igual que yo. Tendrás una familia que te quiere, igual que yo. Después de todo tenía que ser de esa manera.

Por aquel entonces el ruido éramos los dos. El viento y la lluvia éramos los dos.

Los trenes éramos solo tú y yo abrazados en el vaivén y al despertar una estación, una vía donde no había nadie, solo el rastro de nuestros pasos en el andén.

Tengo un café humeante justo al lado de tu reloj, lo dejo adrede por ver cómo se extingue el calor que desprende, el olor, el reguero de partícula aromatizando la habitación. Es tan confortable tenerte aquí, a mi lado, en mis letras, en tu reloj; en el café que tomábamos mientras reíamos, sorbo a sorbo, como cuando tumbados en el colchón al paladear la esencia de dos: arribándonos en el mismo puerto el de dos cuerpos temblorosos con el sudor en la frente de amarnos.


Gratamente volví contigo en cada renglón y tu conmigo hasta el final del papel. Sería injusto dejar de darte la mano, que te alejes y te pierdas detrás de aquel horizonte. No lo voy a permitir. Sería una traición de verbos conjugados en el candor de la hierba, y tu nombre, porque todo fue a propósito de todo.


Con las prisas de hoy en día se me había olvidado tenerte también con aquel vino rojo: verte con los ojos brillantes de juventud. Se me olvidó el chocolate de tus dedos recorrer mi piel.


Quizás ni llegues a leer mis letras, pero fíjate que esta tarde se me antojó volverte a ver...




Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...