Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

lunes, 31 de enero de 2022

Te recuerdo sentada en la infancia, bebiendo agua de la tajea.

 Te recuerdo sentada en la infancia,

bebiendo agua de la tajea.

Te recuerdo sentada en la infancia,

perpleja, descubriendo el mundo.

Ese olor que no se desprende de 

mi memoria: tierra mojada; mullacas,

jazmines. Y aquella higuera repleta 

de frutos y debajo una planta de hojas

lanceoladas. Cuando la lluvia caía se 

quedaban a vivir en ellas, miles de gotas

redondas, y tomaban el mismo color.


Te recuerdo sentada en la infancia,

al borde de la piedras que lindan,

donde los tizones, y los pies de niña

descalzos.


Pero aún me duele la piel quemada,

y me duele la ausencia de respuestas.

Cada lágrima por un castigo se bebía,

como un trago de resignación.


Te recuerdo ahí por prados verdes,

cañas de azúcar.

Los niños no saben de hoy, ni de mañana.

Román fue mi primo robado por la vida,

Las meriendas, los paseos. ( y apenas en la adolescencia: un viaje en moto). 


Te recuerdo ahí sentada en la infancia,

cuando me miro al espejo.

Hoy sigo llevando a mi niña,

por siempre.

Una jauría de sueños,

hicieron que lo que siento en estos 

momentos se olvide: prohibido.


Es irresistible el aroma que desprende,

y llega, y vuelvo a desear- te.

Pero no, no es posible lo que nunca

pudo ser...







viernes, 28 de enero de 2022

Coleccionista de imágenes

 



Una barba cola de pato arraigada desde mucho. Unos ojos redondos negros miraban cada instante en el que el día regalaba toda clase de imágenes.


Los trazos en el papel comenzaban a vislumbrar lo que en una estación de tren sucedía.

Un tren de cercanía de color verde con puntos de luz a ambos lados. Pasajeros suben y bajan, caminan por el andén. Ahora una halo de luz se cuela por el abombado techo perforado de diminutos agujeros. Aquella señora se coloca el sombrero. Un hombre se atusa el bigote y bosteza.


En la avenida que hay detrás los coches con sus bocinas braman. Tienen el ceño fruncido. Hay gaviotas revoloteando, ha llegado la pesca. La lonja es un prado de peces con los lomos brillantes, peces agonizantes. Comienza la subasta. Aquel señor de prominente abdomen alza la voz, quiere todo el marisco. El señor Álvarez, narizudo , con perilla, apuesta por las samas roqueras. Todo un deleite de imágenes en el papel.


En el otro lado de la ciudad hay un arco. Da la bienvenida a todo el que visite el lugar.

Hay un castañero , y un sauce que ahora se bambolea por una sutil brisa. Un sauce que ha visto cada día pasar a los transeúntes. Algunos con prisa, otros con pasos lentos, meditando cualquier cosa. En invierno las gotas de agua dan de beber al viejo sauce, envuelven las ramas, son caricias. En verano es refugio de personas acaloradas, que toman asiento en bancos de madera y beben limonada.


Los instantes quedan en los folios. En la pared hay vida, toda la vida de cada día.






Algunas personas cruzan la calle, otras vienen de frente.

 


Aquella guagua está repleta de personas, ahora gira a la derecha 

desaparece al entrar en aquel túnel.



¿Me compra algo?, dice la señora.



-Una limosna por favor, dice Lucas el señor que fue a la guerra y 

se dejó allá la memoria y el alma.


Ahora cae al asfalto el señor con bermudas, lleva dos bolsas.

¿Le ha pasado algo?, ¿se hizo daño?, dijeron dos señoras.


Tengo el móvil en las manos y entra un whatsapp ¿Entonces nos 

vemos a las dos de la tarde en la tasca el Pecado?-

Si, claro.


Pero qué bonitas esas gaviotas aún en la confusión por 

sobrevolar 

el centro comercial. ¿Se habrán olvidado del mar?.


-Lleve un númerito señora la suerte está de su parte, dijo 

Gregorio-


Hay en aquella esquina un perrito, lanudo. Espera a su dueño, o 


dueña. (sabe que lo premian con alguna golosina).



Lo asombroso es poder observar, quedarse un rato en el mismo 

 lugar.

¡Oh!, las bienaventuranzas que nos da la vida.


¿Quieres otra copa?.


Claro, todas las que sean y más.


Qué pillina eres-


No, no es cierto, es que vivo ahí dentro, en lo hondo.



La recogida de tomates.

 


Puedo verla, en cierto modo es como si me hubiera trasladado a esa época, y en verdad así lo siento. Yo estoy al lado de la niña y la observo, es una criatura preciosa.

Lleva ropa que le queda bastante larga: el faldón hasta los tobillos, una sombrera enorme que le cubre el rostro, casi. Permanece arrodillada afanada en recoger los tomates de las ramas. Es tan chiquita. La miro con dulzura, con complacencia. Alguien se pasea alrededor de la niña, es el capataz. Con un solo gesto de él, la niña se acomoda mejor y recoge como puede más rápido los tomates, sus manitas ahora parecen pequeñas palomas revoloteando entre las matas, no tiene dediles, en casa, esta vez no hay trapos para esos menesteres por lo tanto, a medida que pasa el día se van enrojeciendo, su boquita se seca y bebe agua. Tiene al lado un porrón que comparte con unas cinco niñas más.

Quiero abrazarla, quiero acogerla en mi pecho, qué lástima tan chiquita y trabajando.

Ahora el capataz se aleja, la niña mira los tomates con desconsuelo, tiene hambre.

Vamos coge uno, le digo susurrándole al oído. Como si en verdad me hubiera escuchado así lo hizo, y debajo de la sombrera y con la cabeza gacha para que nadie la pudiera ver se comió el tomate, vamos coge otro Volví a susurrarle, jaja es curioso, es como si en verdad me escuchara. Luego tomó agua como pudo porque el porrón pesaba demasiado, refrescó su carita los ojitos negros miraban a un lado y al otro por si volvía el aguilucho. La noche anterior su mamá le había curado unas pupas, y llevaba una venda alrededor de su tobillo. Una alimentación tan escasa provocaba en la niña esas incómodas erupciones., pero eran tiempos de posguerra y pocos alimentos entraban en la isla y mucho costaba cosechar, y poco para los más pobres.

Ay pero que bonita es, me dije, mientras la veía con sacrificio hacer el trabajo de mayores. Y pensar que en un futuro será mi madre...





La noche me soñó


La noche

me soñó

yo no estaba

me fui 

al cielo 

de

su paladar



 

jueves, 27 de enero de 2022

Situaciones cuando llueve intensamente.

 



Hoy llueve intensamente. Llueve sobre los tejados, en la plaza. Llueve en el mar.

La señora de la gabardina verde se ha caído, y se ha dañado las rodillas, que ahora sangran.

La observo desde mi ventana. Llora y se refugia en una marquesina.

Me pregunto quién será, cual es su nombre. Qué vida tiene. ¿Actriz?, ¿Escritora?. Tal vez.

Hoy pretendo escribir un relato pero la inspiración no aparece, seguramente se ha esfumado bajo los corales verdes, donde las hadas.

Pero claro está, que también puede ser la dueña de la tienda de sombreros que está cerca de aquí.

Está decorada con un gusto muy elegante. Hay sombreros de todos los modelos. Sólo para señoras.

Hace unos tres años compré uno. Tiene un lazo azul marino y la cinta a juego alrededor.

Es curioso que una se detenga ante la ventana porque llueve, y se observa el acontecer diario. Aquellas palomas se amontonan alrededor de la mendiga que esconde sus pies debajo de la capa.

El Teide lleva un sombrero. Es por eso que hay tormenta. Envuelto su pico de una gran nube.

Claudine teje y teje. Es una bufanda multicolor. Nada hay que la distraiga, de modo que sigue con la labor. Se refugia debajo del porche, canta una nana. Una y otra vez.

Se me antoja ver cómo caen grandes gotas de agua que son bolas cristalinas, y cuando llegan al piso rebotan. Y así durante largo tiempo.

Tomás toca el piano. Tomás tiene noventa años. Estuve hace mucho tiempo enamorada de él.

Detrás de esa piel arrugada hay otra, y otra, y otra, hasta que como capas de cebolla se puede ver a un joven alto y guapo. Vivió su juventud en otra isla. Fue a la guerra.


La mendiga se ha ido y las palomas también. Pero no deja de llover.

La bufanda de Claudine es cada vez más larga. Ha llegado hasta la marquesina donde la señora que se dañó las rodillas.

Ella también se ha ido.

Un batiburrillo surge en la entrada del edificio, es un grupo de amigos que charlan esto y aquello. Mientras no deje de llover permanecerán ahí.


Suena el teléfono, pero no tengo ganas de atender. Otro día será, me dije.





Me hubiera gustado mucho tenerlo aquí con este maravilloso día de lluvia.

Pero también se fue.

La última vez que nos vimos fue en un viaje que hicimos a París.

Te espero en el andén cuatro, me dijo.

Él es como el día y la noche. Es una barca que navega libre. Es chocolate negro para mi boca. Es un día nublado, la niebla que rodea es él.


Suena el teléfono de nuevo. Ahora si, quizás sea él.














Hilvanes.

 Rojo.


Yo, tu miseria. ¿Porqué me asusto?.

Siquiera contemplar he podido un rojo amanecer.

Mendiga de mí, yo tu miseria. Cuando bien me decías, vuelve…





Entrar en una habitación.

Es tan generoso que hayan aplausos, aunque sean de plástico.

Agradecer, agradecer.. se suele decir.

Pero mis noches son tan silenciosas de gritos,

mis labios se quedan apretados, siquiera una brizna de algo puede entrar.






Nada se olvida si no se quiere.

Sin embargo, se quedó en mi memoria el patio de geranios,

todos en latas y la luz brilla cuando son apenas rozados por algún rayo de Sol.

Y su bigote negro como la pez, sus ojos de colores. Su gruñir después de la guerra.

Su partida maldita como se destierra la basura...





Gusano

Sonaba como música de piano, de ángeles, pero eran demonios,

solo sombras y mentiras. Ya me fui de ese nadar entre cuchillos...






A mi hermana

Te sueño amarrada a tus pesadillas,

Te castraron la vida, te cercaron los puños,

con hilos de evidencia falta de respeto...


Grasa

Tengo problemas, sobre todo por la talla de las camisas,

Tengo tobillos gruesos. Pero he comido la Luna casi entera...

No se asusten pajaritos. El lobo no soy yo.






Hijo

No se puede decir que el amor para ti, de mi, es inexplorado,

No se puede decir que el amor para ti, de mi, se pueda dibujar.

Tú eres mi consciencia. Tú perteneces al gran mundo de tu interior.

Y te amo tanto, como se pueda amar algo intangible…







Casi al alcance


Una cuna para los Polluelos. Mil cunas. Dos mil cunas…

Que el mar desaparezca. Olas y olas asesinas…







Sangre

Si te disgustas con el mundo y su flora y sus gentes,
pero no con sus animales. Salvaron la atroz barbarie del hombre…





La estatua

Hierática. Con el frío del invierno. Pero no tiene boca. Ni manos.

Ha muerto hace mucho...




TEXTO REEDITADO.

Del arrabal a la Luna.

  

Cuando cae la tarde y el cansancio del día pesa como una manta de lana sobre los hombros de hombres y mujeres, y los niños ya están dormidos por el mecer de unos brazos, con las barriguitas medio llenas, se arremolinan junto al fuego los que han cumplido un día más con el trabajo. Se los lleva una luna gigante a soñar, y soñando se habla de la jornada, y se habla de los hermanos que dejaron atrás en otras tierras. Del puchero en que todos comen, con pan duro, y unas risas, y unos llantos; supura la remembranza un gusano que se arrastra por entre los pies de cada uno, y al acecho están de que nos les perfore las tripas, porque otra cosa no, pero hambre, si. Se miran a los ojos ¿Quién contará una historia? Dijo alguien con un mendrugo pegado a la boca. Se frotan las manos, se acomodan y una vez acabado el puchero, un cigarro humea y parece  una centella al reflejo de la hoguera; niña termina de amamantar a la criatura, le dice el joven esposo, y que duerma como un bendito, que ahora viene la historia y vente conmigo junto a la llama., y si te duermes mejor será, que ya basta por hoy las horas de servir.
Insisten y empieza la obra, una historia para sosegar el cansancio, para provocar el sueño: Antonino dice que las lunas a veces son traicioneras, porque aún con su luz blanca matan los sueños y también asesinas porque han matado al sol. Igual son las rosas, que engañosas muestran espinas. Mientras tanto se hilan palabras, se hilan , y durante velada crecen esperanzas. Pero suena un Tango, alguien con un bandoneón remendado, hace que baile la noche, la noche con perlas adornadas, con luces de la otra ciudad que tienen delante. Y unos jóvenes bailan abrazados a la esperanza, abrazados a sus tibios cuerpos, y relucen los rostros, y gira la vida, y vuelve un nuevo día de tangos, de trabajo duro, de olvidar por unas horas que allá se quedan las tierras, que un día dejaron porque se les secaba el alma, y la piel, de un caldo que no quitaba ni el hambre ni las lágrimas…

Reeditado.

Te cuento hasta diez y no veo el final


Te cuento hasta diez

y no veo el final

Y aquí me veo

inmortal

rompiendo

tratando

de romper

recuerdos

por

la 

mitad


Y te cuento hasta diez

y ya no puedo ver-te

y aquí me veo

en la silla

inconfortable

De gala

me he vestido

y he contado hasta cien

y vuelta a emperzar



 

miércoles, 26 de enero de 2022

Me he inspirado en el recuerdo.


Y si el concepto 

de mí 

es equivocado

nada 

importa

Los enjambres

revolotean

señalan

acusan

...................................

Me he inspirado

en el recuerdo

jugando con el viento

ron y ron

fumando

dejar su silueta

en el aire

en aquella esquina

frente al mar

...........................


No duele

siquiera una lágrima

es tan triste 

.............


Llevo mucho tiempo

rozando con la punta

de los dedos

en el cristalino

lago

sus labios





 

Todo un mundo.

 No era un campo de asfódelos lo que me llamó acusadamente la atención. Eran rocas, pequeñas rocas al lado de los pinos.

Erosionada se hallaba una de ellas y dentro abarcaba un lago de agua, como si en verdad la roca recogiera conscientemente el agua de lluvia de la noche anterior, pero el agua que cae de las ramas de los pinos, si, esa que parece una lágrima gigante y detrás de esa lágrima, otra y así hasta formar un lago en la panza de la pequeña roca.
Pero lo que  me dejó perpleja no era todo eso. No eran los pinos ni las pequeñas panzas de algunas rocas negras de lava, no. De ningún modo había sido eso.
A una se le detiene el corazón y se olvida de respirar o viceversa, cuando atina a ver a dos tizones pequeños y no sólo eso, a muchas abejas, todo juntos, todos acudiendo al lago para sorber el agua. Qué divina sonrisa y qué manera tan sencilla y difícil de descubrir a los años de una, otra vida, otro mundo.
Cada cual iba a por lo necesario: Los lagartos abrevaban y siquiera se detenían unos segundos para, con sus lenguas recoger todo el líquido cristalino y fresco del lago y componía el trasiego de ellos. De los lagartos y las abejas, que supuestamente necesitaban el pequeño lago, para hacer la miel. Iban y venían, iban y venían. Todo un mundo al lado del mío, justo a mi lado: Un mundo paralelo.

El relojero.

 





Le había visto ahí, sentado. Una tenue lamparilla alumbra.

Apenas roza con sus dedos el material, es como si flotaran en un lago. Muy atento en su trabajo, siquiera una mosca habría de distraer el meritorio trabajo. Un hombre delgado con unos dedos finos que con gran sutileza acarician todo lo que tocan: esta pequeña pieza irá aquí, esta otra tiene que enganchar.


Por el hueco de la ventanilla surge una luz blanca y las pequeñas mariposas acuden, entonces un baile, un baile elegante, sublime.

Transcurren las horas y él sigue renovando una colección de relojes todos ellos de encargo. ¿Pero qué tiene en su rostro?.


Son los años, las horas, el encanto de resucitar una y otra vez, una y otra vez. Durante casi cincuenta años. Desde chiquito.


Dormía después de alguien le leyera cuento y el tic, tac del reloj.


Pero es curioso todo lo que una puede ver y observar, en realidad todo se muestra ante los ojos de una: un gran abanico de colores.




Qué burlona es la vida a veces.


He despertado

enredada 

a tu cuerpo

no sé

en qué

momento

sucedió

Qué burlona es la

vida, a veces.




 

Unas hora al día.

 


Un enjambre de ojos recorren los adoquines donde se exhiben toda clase de alimentos, los   peces  brillan y  parecen recostados, pero hace rato que han muerto. Las verduras son igual que los broches de las señoras en las solapas;  unas esculpidas de hojas rizadas, otras de color rojo, de color amarillo. Aquella pieza de carne roja cuelga desde hace unas horas y las manos se agitan una detrás de la otra, aguardando en la fila y aquella mujer ríe contenta porque la primera cuchillada hendida en la pieza,  fileteará dos o tres cuartos, los primeros, para ella. También hay flores que parecen  princesas vestidas con sus mejores galas; ocupan todo el frente en la larga pared. Pero no todo son sonrisas, esa mujer, tiene fruncido el ceño y una fina línea dibuja su boca, se curva, y sus pasos son lentos,  tiene rabia en su interior, es la rabia de todos los años vividos, de callar por vergüenza o prejuicio. Un pequeño tiovivo da vueltas y las imágenes parecen moverse alrededor de él; gira el puesto de castañas y   aplauden arropadas en varias filas; giran los cuatro bancos de tablillas donde reposan los señores curioseando la prensa; giran todos los girasoles, todas las lilas, los gladiolos. Hay una fuente y alrededor un lago de cristal donde se sumergen los meteoritos de lluvia salpicando los zapatos que dan pasos apresurados, como si un gran reloj de arena marcara el tiempo y al caer toda la arena, aquellos pasos se detuvieran y se convirtieran en zapatos de sal. El tranvía corroe las vías, pisotea fuerte y dentro hay rostros preocupados que miran el reloj una y otra vez; hay rostros jóvenes con los ojos brillantes; hay cabezas que descansan sobre el cristal, esas no miran el reloj. Los algodones de nubes juguetean y los rayos del sol se cuelan entre ellas y parece que se dan la mano. Las voces se callan, los adoquines descansan, la fuente cesa y el tiovivo espera un nuevo día para hacer girar cada rincón.

martes, 25 de enero de 2022

Esos momentos a solas.

 Sorber un vino rojo y mantenerlo entre los labios y dejar que recorra la lengua, y dejar que bese el cielo de la boca, es igual que una leve caricia entre dos amantes; un chispeante recorrido entre la lluvia en otoño; es admitir esa sensación de placer, que, aunque efímero, deja un instante explosivo, diría yo: un explosivo sueño de amor.

TosacanaMaria.

 





Una mañana, Laly, después de asearse y tomar el desayuno comenzó con el trabajo cotidiano. Al pasar por delante del espejo se detuvo unos instantes, y descubrió que aquella niña de pelo rubio como el trigo, de ojos azules como dos mares ya era una mujercita: sonrió.


Vivía con su familia en la Morra, en el municipio de Santa Úrsula, un enclave situado a cierta altura, con barrancos profundos, y llenos de historia. Cuevas donde vivieron los antiguos aborígenes: los Guanches.

Bencomo Mencey de Taoro gobernaba de entre otros municipios, el de Santa Úrsula.


En la cordillera de montañas, el Teide entre ellas: majestuoso, padre de los isleños, que en invierno se envuelve en miles de copos de nieve para el deleite de todos. Tenían el hogar que olía a leña, a lavanda, a naranjas, de ellas, el efluvio que provenía de uno de los huertos. Árboles frutales aquí, y allá.


Asfodelos, Conejos Reales, Lavanda, cubrían gran parte del año la cordillera. El aroma de los alimentos que se cocinaban se explayaban por toda la casa, hasta el porche. Algunos de los hermanos, que por un rato descansaban del trabajo para poder cumplir con los deberes escolares se encerraban en la habitación por un rato. En el porche, debajo del techumbre, el padre sentado en un viejo banco de madera fumaba en pipa, y sus ojos recreaban el paisaje.



Reeditato.





lunes, 24 de enero de 2022

Más, quisiera del olvido no olvidar.


Más, quisiera

del olvido 

no olvidar

de mi ombligo

 vuestro rocío

albergar 

¿Y cuando el tiempo?

Como música de Cello

vuestros besos 

melaza

vuestros ojos

lava

Un cruce de caminos

en otro tiempo me dejó

como un barco a la deriva

fui


Más, me ahogo

me ahogo

al respirar

y desear

lo prohibido 

Será pues el mismo 

tiempo

que de mi memoria 

borre

a Buesa Merced










 

viernes, 21 de enero de 2022

Y vuelvo al recuerdo


Y vuelvo

al recuerdo

mil abejas

mil flores

mil besos

He dormido

soñando

y despertado

durmiendo

¿Y la verdad?, dijo alguien 

 ..................................................

Ser

estructura

de estructuras

Ser

paradigma

................................

Aquí yace yo

donde el olvido

donde la distancia

donde los siglos






 

A veces la ceguera

 



A veces sucede que algunas personas se convierten en una amalgama hedionda, los olores se les escapan hasta por los ojos. Por no decir, que si una se fija un poco, la piel se les ve reseca, y las manos se convierten en repugnantes patas de rata. Lo curioso es que todo eso es voluntario, es decir, la transformación tan desagradable que sufren, viene propiciada por el gusto de flagelarse una y otra vez durante mucho tiempo ignorando, que la sanación y la libertad no se encuentra ahí fuera, en ningún parque por muy hermoso que este sea. No se encuentra en el océano, ni en las montañas; siquiera en las comodidades de la vida cotidiana. Aunque, este o aquel, viva en un castillo lujoso, o una mansión con lámparas caras, obtenidas en los mejores mercados del mundo.


Sucede pues que una , una día cualquiera, se tropieza con una de estas personas cuya acritud repugna solo por el mero hecho de hablar con ellas siquiera unos minutos.

Dicen que puede ser vanidad falta de humildad, escasa recepción de lo que les pueda suceder a su alrededor; en la cotidianidad de los días, y las noches, de los años que hayan vivido, o les quede por vivir.

Lo cierto es que en realidad, aún en esa visión tan lamentable que pueda proyectar su imagen, yo, personalmente considero que son individuos tremendamente desafortunados, que creyendo poseer la perfección en toda la amplia definición de la palabra, recorren ciudades, calles y despachos.. etc.. sin saber que son esclavos de ellos mismos, que su propia voluntad ha sido subyugada hasta convertirlos en desperdicios humanos, en gente hipócrita y vana. Pero en realidad son los pobres del mundo, los que conviven con toda clase de alimañas en una jaula creada por encargo.

Esa pobre gente burda, con una verborrea hipócrita, se merece la compasión de los demás; pero amén de todo eso, hay días en que una, tiene que enfrentarse a todo ese montón de baba gelatinosa y repugnante, porque además de todo lo arriba indicado, son capaces de devorar una persona entera, igual que las serpientes.


Por lo tanto, compadecerse de ellos no es nada malo, al contrario, sería un modo de que , algún día se puedan dar cuenta de que esa jaula en la que viven, carece de barrotes y de puertas...












Entre caramelos de café.

 




Pasear entre las páginas de un libro, un libro de cuentos: caminos aquí y allá.

Entre caramelos de café se había envuelto, como cuando una mano hubiera acariciado.

Ahora una hermosa higuera, ahora un tornado de estorninos. Una nube gandula sonríe.

A la izquierda juegan unos niños, cada uno con su cometa, la brisa es propicia.

Un ejército de hormigas desfila en el borde filoso, quizás algún trozo de pan de la merienda, quizás, entre líneas, e imágenes fosforescentes. ¡Qué revuelo!

Chocolates, duraznos, fresas, en aquella otra esquina ¡Qué bonito!

Aquí es donde se pliega el papel : un castillo azul, un puente, malvaviscos,¡ esponjita!

Arboledas. Un río pequeño que fluye, con sus peces y todo,¡ si hasta parecen de verdad!

Huele a cotufas. Un mastín ríe a carcajadas. Un búho duerme. Aquella carpa habla mientras recorre las aguas, algo sabrá, algo querrá decir.

Hay dos percheros. Son de la ropa de la bruja, es muy ordenada. La escoba, justo allí, en la parte derecha de una página, la siguiente página. ¿Cencerros?, si, lo llevan aquellos corderos, pero el perro guardián les ha desprovisto de ellos, porque los corderos deben ser libres, muy libres.

¿Falta una página? Si, pero mañana, ahora sale la luna. Hay una luna grande.



Ya no habrá sol

 



Por mucho que se empeñó en querer asistir a la fiesta de cumpleaños, por mucho que se había acicalado, la magia se había roto como un frenazo en seco de un coche a punto de estallarse contra un muro. De modo que regresó a la habitación no sin antes haber llorado como una niña y haber pateado la arena negra de la playa de Duque.


Se quitó el vestido que se había arrastrado y dejado un surco en el mismo borde, donde iban y venían las olas. Estrepitosas olas, encadenadas olas. Llevaba un bonito recogido, que atado con horquillas y un adorno de plumas, realzaba su cabellera negra...

La luz del día entraba por el ventanal y también recorrió el pelo, ya suelto, ya libre, como si fuesen nidos de golondrinas en cada tirabuzón. Pero la lluvia de lágrimas se habían desbordado como un río caudaloso, sin medida, sin freno, hasta quedar dormida sobre la colcha de patchwork. . Aquella fiesta la había esperado unos meses antes, estaba segura de poder asistir, incluso ya tenía el regalo, un bello lienzo de Monet que ella misma habría pintado con delicadas maneras, con entusiasmo e ilusión. Acostumbraba, cuando empezaba un cuadro, cerrar persianas y puertas, solo la música habría de escucharse, como cuando se hace un silencio apacible, como si hablaran las hadas. En este caso Schubert sería su inspiración, un agradable columpiarse debajo de un sauce, melodía de dioses.


Una ducha había emborronado el maquillaje, mojado el pelo, una ducha caliente, y después dejarse caer y quedarse con la cabeza gacha, gimoteando aún.


Antes de quedarse rendida y postrada en la cama, sucedió todo eso. La marchita tarde que cubrió de gris el esplendor de ella, el vestido que habría rasgado con unas tijeras, y dos horas antes relucía en la percha cubierto de tul, de flores, de primavera...

Los mitones se quedaron por el camino, apenas se había alejado de la casa, cuando supo que ya no habría sol. No germinarían los sueños, no habría agua para dar de beber a los camellos en un desierto, la tierra agonizaría, el día sería noche, tan noche como la eternidad. Y es que es tan cruel la vida a veces, las perspectivas ya no serían las mismas al contemplar uno de sus lienzos. La ceguera habría irrumpido igual que un dragón lazando llamaradas de fuego, destruyendo los sueños...

Medias lunas de fuego

 



La lengua de fuego y humo se explaya, como si se tratara de un dragón, que enfurecido sobrevuela la copa de los árboles y se arrastra igual que una serpiente por los troncos y por las retamas. Deja todo impregnado de veneno ardiente. Los lagartos y los pájaros han muerto. Y los hombres gritan aquí y allá y, lamentablemente se haya un cuerpo sin vida en medio del horror.


A pesar de todo es claro que la vida sigue en otro lugar. La evidencia de las personas en las playas, las familias riendo y los niños jugueteando con las olas chicas que llegan a la orilla.


La calle real está invadida de estorninos, quizás huyendo del creciente humo que se cuela por entre las rendijas de caminos y de esquinas.

Alguien se quita los zapatos para refrescarse en la fuente. Las señoras que tienen sus puestos donde empieza y termina la calle, parlotean y enarbolan las manos para atraer a los transeúntes. Melquiades se atusa el bigote y lee la prensa, el párroco se dirige a la tienda del toldo rojo para tomar un gran vaso de horchata de chufa. Debajo de los flamboyanes se hallan cuatro bancos desvencijados, pero con su señorial sello. Por el suelo algunas páginas sueltas con pipas de calabaza para las palomas y en la charca acaban de vaciar un paquete entero de migas de pan para los patos y algunas galletas pequeñas y redondas y azucaradas. Y qué curioso que casi siempre hay un cisne entre ellos, pero no es un cisne negro, tampoco es un cisne blando. Es un cisne sin color alguno.


La teta de Irinea está a punto de explotar, el pequeño succiona ávido mientras acaricia el pecho, sus deditos son dátiles dulces. Es extremo, muy extremo el momento tan sutil y delicado entre los dos.


La vieja sube como puede la escalera de piedra, ya casi ni le importa el tiempo que pase hasta llegar al último tramo, ni le importa si alguien se gira o no para ver de qué modo tan decrépito adelanta uno y otro pie. Es curioso que en ese recorrido largo tañen las campanas, una, dos, tres, cuatro, cinco... Son las once de la mañana y aún el fuego no tiene adversario. La nube de humo atrapa con sus garras la calle y todo desaparece. Parece un conjuro...






Nunca se sabe.

 


Le atrajo mucho el anuncio, y es que por estos tiempos que corren el mejor de los regalos a mi entender es tener un empleo. Tomó nota del número de teléfono, y de la dirección correcta en que tendría que acudir para entregar su informe curricular…

Le habían dicho que la plaza que ocuparía tendría buenas vistas al mar, y que lamentablemente la persona que la había ocupado hasta el momento había fallecido.

Anatolio trabajaba hasta altas horas de la madrugada gracias a él la empresa obtenía unos resultados impresionantes, alcanzaba unas cuotas en el mercado muy generosas. Él se desvivía por la empresa sobre todo, porque el jefe le premiaba dos veces al mes con un viaje y todos los gastos pagados, incluido hotel, y todas las comodidades: caprichos, etc..

Lo que nadie sabía es que Anatolio propinaba un día si, y otro no, palizas a su esposa, quizás por el mero hecho de sentir placer o simplemente porque era un hijo mala cosecha. Pero Arminda se cansó, no de las palizas, no de él, se cansó de ser cobarde, de sentirse poca cosa, de modo que actuó, así, sin más. Como cuando los forajidos se enfrentan en la misma calle con las pistolas puestas, con las botas bien lustradas, y disparan mirándose a los ojos, alguno cae en la arena con la mueca repelente y los ojos como globos de rabia…

Un veintitrés de noviembre encontraron el cuerpo, retorcido de rabia y muerte.





jueves, 20 de enero de 2022

El último deseo.

 Lo que en verdad hubiera deseado era escuchar una vez más a Moustaki.

Le métèque se colaba en sus oídos, igual que la lluvia cuando sin querer orada sin pedir permiso, quizás siempre intuyó que se sentía extranjero en su propia tierra, quizás simplemente nunca supo encontrar por así decirlo, el norte…
Espontáneo, impulsivo, algo descarado, pero con el suficiente conocimiento de haber realizado algo satisfactorio en la vida que llevó. Un hombre, un padre, un esposo, pero sobre todo, un hombre, con las tablas de la ley en sus manos. Los errores vinieron por sí solos; los triunfos, no, los triunfos fueron el resultado de los errores. Pero siempre se hierra y siempre uno sale complacido y satisfecho de esto o aquello. Querer destruir los folios de los días y los años a veces resulta fatídico, no se pueden borrar hechos, circunstancias que quizás han llevado por derroteros no deseados, pero ese fue el camino asignado.

Aún así, lo hizo. Una mañana cualquiera dejó que se escaparan los pensamientos, las ideas, los deseos, dejó que todo eso se mojara bajo una intensa lluvia, una lluvia que perforó el papel. Quedó bajo la tierra, en donde las raíces más bellas sobreviven. Pero quedó el desasosiego, quedó la responsabilidad sobre los hombros. La lucha interna de su propio yo. Rasgaba las tripas, una cruenta batalla entre ambos.
¿Qué quiso inmortalizar?, nada.
Alrededor de la mesa redonda, todos escuchaban atentos, la voluntad, si, realmente el deseo de un hombre ¿Eso le hizo pensar que se sentiría mejor?
¿Quería perderse? O quizás, encontrarse.
Es supo que yo lo sabía, dijo la señora, pero siquiera se movió de la silla.
Y es que el miedo a veces, subyuga, se convierte en un monstruo que saliva, cuando nos miramos al espejo, cara a cara…
La señora pensó: Que no sea una carta de gran envergadura, que no. Algo sencillo, pero él, no lo era. De modo que el caballero con corbata prosiguió la lectura. ¡Entonces lo he perdido! Volvió a pensar la dama con una leve sonrisa, pero se santiguó, si lo hizo, porque aquel hombre le había dado dos hijos, en realidad cada uno de ellos construyó sus sueños de modo y forma, que todo fluyera, como un gran río caudaloso, con los bordes repletos de hojas verdes, brillantes.

En esos momentos la gata había huido de la casa, estaba en el tejado, lamiendo sus patitas, esperando la presa, y es que los animales tienen una gran intuición, son como los gurúes.

Por unos momentos se hizo un silencio abrumador, de esos que no cabe siquiera un mosquito por las cabezas de nadie. Pero todos miraron la urna, era bonita, con detalles en relieve de luchadores Griegos. Dentro, todas las camisas, todas las chaquetas, todos los puentes rotos, quebrados por las sacudidas de la vida; algún bergantín, con su capitán al frente y con sus marineros, todos de azul, abotonados hasta el cuello. Se hallaban las tardes de merienda, los días con los amigos; las noches con ella. La juventud, la dicha comprar un billete y viajar alrededor del mundo, todo eso hecho cenizas, hasta su corazón, eso quiso, si, eso deseó, incomprendidamente así fue…

El señor de corbata estaba a punto de finalizar la carta, la última voluntad del difunto. Todos quedaron sorprendidos cuando el caballero les leyó los últimos renglones: ¿El retrete?, dijeron en voz alta, con los ojos bien abiertos. Si, dijo el señor, eso es, su voluntad es terminar en el mismísimo escusado. Que las cenizas se viertan en el.

Ese no es el modo idóneo de escapar, le dijo la gata, cuando por uno de los sumideros la voz del difunto pedía auxilio.

Pero nada de eso ocurrió, la familia jamás permitiría que aquel esposo y padre se escurriera por el inodoro, así sin más. Como si fuera lanzado por un tobogán, despreciado por todos. Una vez que las últimas voluntades del caballero fueron reveladas a la familia, la urna pasó de la mesa, al parterre de geranios. En invierno, la lluvia, en verano el calor…
¿Y si realmente deseó perderse entre la basura? ¿Entre montañas y montañas de basura?

Usted me prometió la mar


Usted me prometió

la mar

me prometió

un cesto de besos

un viaje al mundo del otro lado

Me prometió

caracolas 

perlas 

Me prometió

rimar donde las estrellas

Prometió

lo prohibido

Usted prometió

todo eso

y más

Prometió

beber-nos

Es usted tan tan

Ángel

Prometo no prometer

en el otro lado

será



 

miércoles, 19 de enero de 2022

Charles Bukowski ¿Así que quieres ser escritor?

 

¿ASÍ QUE QUIERES SER ESCRITOR?

Si no te sale ardiendo de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte durante horas
con la mirada fija en la pantalla del ordenador
ó clavado en tu máquina de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando escribir
como cualquier otro, olvídalo.

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,


Charles Bukowski 



Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...