Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

martes, 30 de marzo de 2021

Un amanecer con prórroga

 


El miércoles amaneció lluvioso. El lobo no se había movido de la puerta en toda la noche. Esperaba para vengarse. Ahora arreciaba más la lluvia lanzando contra las ventanas, y puertas cuchillos afilados de granizos en punta. 

Don Marcelo Sonsón ya se disponía  salir para sus menesteres. Se había afeitado la barba. Desayunó despacio, como si fuese el último de su vida. Se colocó el abrigo de paño negro, y una boina, y el bastón que necesitaba imperiosamente porque tenía una cojera de cuando la guerra que lo había dejado descolocado.

Se atusó el bigote. Estaba muy orgulloso, porque durante la guerra había matado a muchos hombres, había arrasado un pueblo entero. Se apropió de dos muchachas que se quedaron sin padres. Se casó con una, y a la otra la mandó a la cocina. (las dos yacerían en su cama).

De modo que cuando por fin salió al terrazo, y abrió el portal se encontró con el lobo. Se quedó inmóvil. Recordó que dos días antes había terminado con toda la camada, porque uno de ellos había devorado a dos de sus ovejas. 

La prórroga fue hasta el mediodía cuando Don Marcelo Sonsón regresó.

El cuello fue atravesado por los fuertes colmillos. Se quedó sentado, con la resignación de que ya no volvería con sus mujeres, ni volvería a recordar sus hazañas de guerra. 

Se quedó muerto del todo. 


lunes, 29 de marzo de 2021

Caronte no redimió los pecados.

 

Y Caronte no redimió los pecados,

un mar ahogado de tumbas que en sus formas arqueadas,

gritan en silencio por toda la eternidad.

Pago alto y desmerecido por hallarse en las profundidades de la nada.

Hacedme un hueco donde antes hubo hielo, ahora fuego. (se dijo).

Entre caballitos, caracolas, los niños buscan la teta.




En aquellas tierras lejanas donde tejen sueños.

Porteadores descalzos, pisadas de ocres…

Un continente abrazado a la faz de la Tierra,

de espléndidos verdes, y ríos como lámparas,

reflejan una única Luna. Abrevad aquí, abrevad.

Como Demetra atesoro siglos. Abrevad la roja Tierra.





Y los carámbanos en el desierto son hermosos,

como la fría noche que acaricia con sus dedos los ojos de quienes lo surcan.

Las fieras libres copulan descendencia,

pastan en el ejido, entre murmullos de cuervos.

La batalla impresiona, por vivir. ¡Qué pálida y hermosa se queda la tarde!.

Ósculo que danza en la selva de hojas gigantes. ¿Es que no los veis?.









Pero se esconde una multitud del diablo,

a engañar la inocencia, y al hambre.

Igual que música de celo esperan la promesa,

pero cabalga la muerte con los bolsillos llenos de plañideras.

Apolíneo monte abarcado de criaturas pastoreando. Abrevad, abrevad.

Pero se esconde una multitud del diablo…





Surco los valles como águila, vespertinamente, y un mar ocre,

se deja caer en ellos. (duerme poderosa pachabamba).

Mirad sus ondas que son como mieles que en rocío se expanden,

valles con árboles de grandes hojas,

allí habita la criatura hermosa. (en las montañas Virunga).

Arpa celestial, como ángeles su música al llover, Lunas y Soles.




Soy un mirlo blanco el calor que sofoca,y la lluvia que abraza,

batiendo alas en un baile gozoso entre picos de montañas,

brota manantial, brota oasis. (¿Quién profanó la tierra?.

Los hombres han roto los caparazones, han despoblado la vida.

Aquel barranco se ha secado, se vislumbra la pérdida.

Soy un mirlo blanco el calor que sofoca, y la lluvia que abraza.








Las aldeas son brotes de pura melaza, ritmo, ritmo.

Dejadme llevar no me hacen falta alas, alas para volar,

Medito y sueño: Una aldea aquí, otra allá.

Un cielo tejido: abriga. Un continente explayado hacia la mar.

Nací de nalgas luego un grito bronco, luego otro, y otro.

¿Fue traición?. Conspiración, repulsa, intereses, egoísmo.





Los pechos ya duelen de secos y la herida de la tierra,

se abre como boca de cíclope. Los ungüentos se hacen pocos.

Son muchas las manos hinchadas, y muchas las lenguas sin palabras,

son gritos silenciosos, en una huida sin precedentes.

Acecha la muerte incorporada a las mochilas,

por el cementerio del desierto huyen pies descalzos.





En algún momento se perdió la cordura,

templos erigidos,

con relucientes joyas de engaños.

Y un recitar de heridas,

ancladas al barro…

Úteros llenos de la desesperanza, no hay futuro, no lo hay,

amarga mermelada: las manos se alzan como los cuellos de jirafas.

¿Dónde se esconde la gloria?. Cercenaron miles de glorias, ¡sangre, sangre!




















































Una caricia

 


Se han ido las horas de los días,

hoy mi reloj se detiene por instantes.

La ceguera impide ver-te,

el implacable paso del tiempo.



Soy una viajera del tiempo,

y he visto sus ojos: negros.

He visto su boca.

Su pecho, su adiós.

La Voz Silenciosa - Programa de Radio nº 4.449

viernes, 26 de marzo de 2021

De las leyendas de brujas.

 

Como sea que en la era estuvieran trabajando, levantando la paja, o trillando el trigo, Herminda seguía con las manos apoyadas a la balaustrada con la mirada perdida, allá en las montañas verdes de picos de varias formas. Estaba perdida en sus pensamientos; por lo tanto siquiera podía ver u oír lo que allí se hacía. La casa tenía unos doscientos años. Era una casa bien construida con maderas nobles. 


_Yo quiero ser el trillique, yo quiero ser el trillique, dijo aquel chiquillo, saltando sobre los demás. Era una excursión, un juego maravilloso.


Aquella montaña de pico de cresta le llamó especialmente la atención. De modo que, de la cajetilla sacó un cigarrillo y aspiró profundamente, imaginando que el verde inmaculado de aquellas montañas llenara sus pulmones, aunque sabía que era dañino para ella, porque padecía de asma. Pero aquello era auténtico, y siguió por un rato más admirando. Se había puesto una mantilla porque ya entraba una brisa fresca, y la cajetilla de cigarros estaba casi vacía. 


Las personas a veces construyen las casas para ofrecerlas a los futuros habitantes, herederos. De ella se contaban numerosas leyendas. Algunos dijeron que fue verdad, otros, que no eran más que cuentos, algo para entretener y para que las personas sintieran curiosidad por ello.


¿Quieres una limonada?, dijo alguien.


Si, gracias, contestó Herminda, pero sin quitar la vista a lo que estaba viendo desde hacía unas dos horas.


La criatura consiguió subirse a la trilla. Era un regalo de Reyes. Los churretes le rodearon casi toda la cara, los mocos salían libres, sus piececitos descalzos, y la ilusión de toda criatura por ver el mundo girar, girar, girar...


Alguien unos días atrás, le había preguntado a Herminda por la casa mientras merendaban en la salita con vidrieras en casi todas las paredes. Maravillosas vidrieras que se asemejaban al templo gótico  de París: Capilla Real, (Sainte-Chapelle).

Realmente no tenía mucha gana de contestar, pero lo hizo.

Si, somos herederos, y estamos muy orgullosos de la casa y de mis antepasados, (no estaría dispuesta a contestar la siguiente pregunta, porque sabía que iba por las leyendas), vaya, vaya, es algo honroso heredar esta joya, y además que sea a usted, Herminda; porque me había dicho que no tiene hermanos, ¿verdad?.

No, no tengo hermanos, ni hijos. 

Acababan de terminar con los trabajos de la era, todos se fueron y los bueyes descansando. Herminda se había sentado en uno de los sillones forrados de cuero, sin dejar de mimarse por contemplar semejante paisaje. Llegó la Luna haciendo que su rostro brillara, llegó la noche, era verano y Herminda prefirió dormir en el porche, en el sillón. Para nada le importaría la comodidad de una buena cama. Aquello no podía perdérselo por nada.


-!La han ahorcado, la han ahorcado¡ se escuchó fuera entre los árboles frutales, entre los sauces.


Caballos trotando, gritos aquí y allá. La desesperación de aquellas personas por no haber podido salvarla.

El cuello de la mujer se partió y su rostro siguió con la misma aparente calma que tenía antes de lo sucedido. 

Es una bruja, es infiel, adora al demonio, dijo el capataz.


Herminda, despierta, despierta, huye, desaparece que vas a morir ahorcada. En cuatro ocasiones escuchó las advertencias, pero no despertó, ya no podía...









Por tejados , campanas, besos.

 


"Por los tejados se cuelan los sueños,

en la noche, cuando todos duermen.

En cada cada esquina el espejo

me devuelve la realidad.

una realidad canina, destructora.

un mordisco a lo pretendido por mí".




"Llevo tanto tiempo en este mundo,

un mundo poco propicio por cómo soy.

Me mudé de piel mil veces,

como sus mil besos".



"Y qué si se me ensancha el alma,

cuando en lo más mínimo sonrío,

cuando en lo más mínimo lloro."




"Hoy me ha despertado

 el repiqueteo de campanas,

 desde la ventana

 aún con mis pechos desnudos

 le llevé dulces, jazmines, magnolias"... 




 



¿María quieres un café?

 


A primera hora de la mañana cuando el Sol quiere desputar dejando a la Luna una leve caricia, yo, me hallo sentada enfrente del ordenador (a veces sí que ordena), pero aún no veo nada en la pantalla. La curiosidad que siento es de las cosas que me rodean: una rosa de papel que permanece hace tiempo en un cubilete acompañada por un lápiz y un bolígrafo. Una taza color perla, al lado un sello y un calendario. Más a esquina algunos documentos, y el gel hidroalcohólico. La pared que está detrás mío no tiene nada, es decir permanece blanca impoluta. No me gusta colgar panfletos, paisajes de islas paradisíacas, siquiera un poster del secretario del Papa,(y mira que me gusta), de todos modos tampoco se hubiera permitido.


Ahora alguien está imprimiendo por la fotocopiadora de al lado (¿no dicen que iban a quitar el papel?, es un bramido, un quejido. 

Tengo algunos recordatorios atados debajo del PC. La clave de esto, el día en que, en fin.

Sobre la mesa el móvil está enchufado porque tiene que alimentarse, sino cómo iba yo a ver las cositas: mi cuenta de instagram, de facebook, de twitter...

Y acostumbro dejar las llaves del coche en la mesa también, debajo del ordenador, y al lado la mascarilla. (me recuerda a los sanitarios, de verlos desde siempre con ellas), y también me recuerda que tengo que llevarla por mucho tiempo.

Hoy me he puesto un vestido muy cómodo, casi primaveral pero no del todo: unos botines, medias de seda fría. Un anillo con piedra violeta. Acostumbro maquillar mi rostro siempre, me gusta. Hoy llevo los labios con un rojo más bien cereza. Por si alguien me besa que se quede con el sabor del fruto.


Buenos días María,¿ quieres un café?.


Si, claro que sí, pero espera que quiero ver lo que publica hoy en su blog.

   

jueves, 25 de marzo de 2021

Cosas que hago antes de salir a dar un paseo y tomar una copa.

 


Se alisó el pelo, se vistió con unos vaqueros y una camiseta de asillas negra con encajes. Se calzó unas botas de media caña. Estornudó dos veces, y al mismo tiempo sacudió su larga melena pelirroja.Le gustaba.

Dejó todo en orden. Cerró con llave. Con un rastrillo dejó la tierra bien asentada. Antes de irse limpió su lápida.



Cuando el vacío habita .

 



Yo también puedo ser excluida de este mundo tan divertido a veces, tan amargo, otras, tan despistado, tan loco, tan sin juicio, tan incómodamente malo de vivir, o por ende, tan arrebatador por su belleza natural.



Quédate donde pueda oír – te.. aunque el sabor de la lágrimas no sean de mar,

Quédate donde pueda respirar-te .. aunque los pulmones estén dormidos,

Quédate donde pueda abrazar-te.. aunque no haya más que un retrato,

Quédate en la fragancia de unas notas musicales donde haya un sentido para saber-te…

Quédate en el silencio de un bosque.. donde mi grito despierte al sol,

Quédate con mis manos y mis ojos..con mis piernas y mi vida… pero quédate..


Letras, versos, quíen sabe.

 

Si de música se trata
ataré mis manos a las tuyas.
Dormir en tu pecho.
Mansamente dejar ese roce tuyo.



Si de música se trata,
tenerte entre la armonía

dormir en tu pecho,
sinfonía en tres movimientos.

Matilde perdió el viaje al Caribe

 

Matilde, por no ofender prefirió sacrificarse ella misma. En realidad no fue tal ofensa, pero en esos momentos pensó que si. Las palabras que quería soltar de su boca se quedaron girando dentro, porque no eran palabras delicadas, no eran amorosas, más bien irritantes, y antipáticas. 

El sacrificio fue renunciar a un viaje en barco, en un trasatlántico. Iría al Caribe.

Pero la habían educado para ser una señora de bien: obediente, fiel, respetuosa.

El tal ofendido de nombre Oliviero, que no fue ofendido, si se enteró del suceso en cuestión, por lo dicho antes. Pero en una conversación justamente cuando ambos se disponían comprar los billetes, él le había dado un empujón a Matilde por ser el primero en la ventanilla, por eso las palabras que giraron dentro de su boca duraron algo más que una hora.

En  el  momento en que era desplazada de la cola se dió cuenta que Oliviero era ciego, y sordo, porque justo en ese momento la bocina del barco lanzó miles de decibelios que hasta las gaviotas que revoloteaban se fueron en estampida. Y un señor que estaba detrás de ellos dio un respingo, y el helado que estaba deleitando le quedó de adorno en todo el rostro.

Prefirió quedarse en tierra, porque la noche anterior había soñado que un fuerte temporal de mar acabaría por hundir el gran buque. Y nadie sobreviviría.

 


  



miércoles, 24 de marzo de 2021

Aires de grandeza

 




No acostumbro a entrar si no hay clientes. Eso dijo la señora con el sombrero en forma de   alas de mariposa. De modo que pasó de largo, y del brazo de señor Girardot. En realidad había sido un pretexto, porque su voluntad hubiera sido entrar y llevarse uno, o dos, o tres sombreros; oler la tienda, recrearse ante el espejo. Sentirse afortunada por tener una cabeza tan bien hecha, como si adrede fuera un molde que se ajustara a toda clase de sombreros. Desde el día en que le dieron la bendición en la pila de bautismo destacó por su preciosa cabecita, cubierta por el gorro más bonito de la comarca…

La señora muy consentida por casi toda la ciudad cambiaba de sombrero un día, sí y, otro no. La noche en el casino del día ocho de abril había bajado de un coche negro y elegante, alguien le había dado la mano para ayudarla; un ala del sombrero se enganchó de la parte alta de la puerta del coche, siquiera se percató de ello a no ser que el propio Girardot advirtió preocupado con unas señas, con la idea de que la señora reaccionara a tiempo, antes de verse en el mayor de los ridículos; porque la proporción del sombrero semejaba al de una gran nube en forma de estrella de cinco picos. Además de todo eso los encajes que llevaba alrededor culminaron casi en sus rodillas.

La extravagancia rezumaba por cualquier adorno que se pusiera en la cabeza. Tocados, gorros, sombreros: las plumas tan largas como las alas de un águila imperial; los encajes de bolillo de colores variopintos, y cuando el tul adornaba era como estar dentro de un gigante mosquitero. Girardot siempre a su lado, su fiel servidor. Los halagos por parte de él la llevaban a los altares del orgullo, como si en realidad fuera una diosa del olimpo.

Girardot permaneció junto a ella hasta su muerte. Fue muy astuto por su solvencia económica...





Sucede que...

 



"Sucede que todas las veces en todos los tiempos las guerras se repiten y las manos de los que sufren el asedio excavan al cielo, porque la tierra se llena de minas que matan, siquiera las raíces puedan anclarse y es como vivir con el demonio"…

El artista



Con un paño de fieltro retira los restos de linaza; dos pasos atrás y observa el lienzo, ahora el magenta reluce igual que una perla irisada. Los ocres van surgiendo igual que los dedos del sol, iluminan igual que el oro el cielo. Surge el porche, que embellece el portalón, a un lado y al otro dos sillones emergen con pinceladas sutiles, gotas ambarinas a su alrededor hacen que adquieran la apariencia de dos hermosas vestales; ahora toma en su mano la brocha más gruesa, y un arco inmenso se refleja encima del tejado, las estrellas adquieren la viveza de los ojos de los niños, de los mismísimos Ángeles. La satisfacción que le produce terminar la obra provoca un inmenso suspiro de alivio, vuelve a sonreír. El hostal de carretera había acaparado casi todo el lienzo; más bien un bello parterre de lirios en el Olimpo parecía, volvió a sonreír.

 


Sensaciones de Noviembre

 


Ya ves, aquí estoy

con los sueños a cuesta,

en la madrugada de ayer,

te viniste como un mensajero.

y fue tanto sentimiento el rozar

tu piel, tu piel. En ese instante 

inacabable de la noche.


Me dijiste un día hasta lo hondo,

en el infierno volver a vernos.

Donde sea, pero volver, donde 

haya un tiempo, un tiempo pasado.

o un tiempo futuro, pero donde sea.


RELATOS - HAN LLEGADO LAS MARIPOSAS, DE MARÍA GLADYS ESTÉVEZ

En algún momento , de María Gladys Estévez

No queda nada, de María Gladys Estévez - RELATOS Y CUENTOS

El trompetista

 

Aquel susurro se coló por mis oídos. Era algo  hermoso. Mientras él, sin a penas darse cuenta, recreaba el ambiente. Distraído, absorto.

Podía hacer feliz a todo el que estuviera allí, en esos precisos momentos. La música que regalaba sabía a melocotones, a fresas.

Y olía a mi recuerdo. Por eso no dejé de verlo hasta que cerraron el local. 

Todavía me pregunto el porqué me arrebataron mi cachito de vida.

El recuerdo más bonito del mundo. Siquiera tuve la idea de guardarlo en un cofre...


¿De qué hablas?


-Nada, son tonterías, le dije...



martes, 23 de marzo de 2021

ToscanaMaría

 


Una mañana, Laly después de asearse y tomar el desayuno comenzó con el trabajo cotidiano. Al pasar por delante del espejo se detuvo unos instantes, y descubrió que aquella niña de pelo rubio como el trigo, de ojos azules como dos mares ya era una mujercita: sonrió.


Vivía con su familia en la Morra, en el municipio de Santa Úrsula, un enclave situado a cierta altura, con barrancos profundos, y llenos de historia. Cuevas donde vivieron los antiguos aborígenes: los Guanches.

Bencomo Mencey de Taoro gobernaba de entre otros municipios, el de Santa Úrsula.


En la cordillera de montañas, el Teide entre ellas: majestuoso, padre de los isleños, que en invierno se envuelve en miles de copos de nieve para el deleite de todos. Tenían el hogar que olía a leña, a lavanda, a naranjas, de ellas, el efluvio que provenía de uno de los huertos. Árboles frutales aquí, y allá.


Asfodelos, Conejos Reales, Lavanda, cubrían gran parte del año la cordillera. El aroma de los alimentos que se cocinaban se explayaban por toda la casa, hasta el porche. Algunos de los hermanos, que por un rato descansaban del trabajo para poder cumplir con los deberes escolares se encerraban en la habitación por un rato. En el porche, debajo del techumbre, el padre sentado en un viejo banco de madera fumaba en pipa, y sus ojos recreaban el paisaje.


- Laly estás ahí, es hora de merendar, dijo-. La muchacha en una bandeja le llevó un vaso de leche, unas galletas, y un chupito de ron. Despúes de haber servido la merienda, Laly bajó unos peldaños bien encajados y caminó durante un rato por los alrededores musitando muy bajito aquella melodía que tanto le gustaba. Se acercó al columpio y permaneció durante un buen rato al baibén.

Ahora más rápido, hasta el cielo, casi. Quería rozar con la punta de sus dedos el piélago: un azul transparente, un cielo por venir, como sus días.

Laly llevaba en su mochila todos los sueños, aquellos que más le gustaban, y en muchas ocasiones elegía uno, y se adentraba, y era otro mundo, otra vida.


!Ah¡ pero qué esplendor poder ver desde la cumbre la lava solidificada durante años, y años, ríos de lava entre laderas, barrancos, hasta llegar al mar.

Los dioses debieron bendecir aquella tierra. Naturaleza virgen, montes repletos de pinos, de plantas endémicas: Granadillo, Retama del Teide, Flor de Mayo leñosa, Tajinaste Rojo, Cresta de gallo de Moya, Tumero de Inagua, Oro de Risc.


El transcurrir de los días hacía que siquiera Laly tomara consciencia de que una época ya se iba transformando en otra. La familia, numerosa, vivía en armonía con todo lo que les rodeaba. Agradeciendo la cosecha: papas, hortalizas, y vides.

Los viñedos mimados por todas las manos de los que componían el hogar familiar, agradecidos iban mediante oscilaciones abrazándose a los cañamos. Desde su comienzo en pámpano hasta el cierre de ciclo en sarmiento. Aquellos racimos eran besos, eran los mismos dioses ofreciéndose a las manos de quienes los recogían.


Laly se sentaba en el suelo del terrazo, y como un mangar saboreaba cada uva. Cerraba los ojos y degustaba, y soñaba, mientras, un rayo de sol mimaba su rostro, su pelo rubio.

Pero aquellas montañas veneradas desde siempre eran su hogar, donde había nacido, y con ella sus hermanos.


Una de sus hermanas había tomado los hábitos, de piel blanca igual que Laly, pero con otros gustos, otro modo de pensar. Por lo tanto una vez al mes iría a visitarla al convento de las Clarisas, en San Cristóbal de La Laguna. Sabía lo feliz que era su hermana, y eso le bastaba. No había preguntas, más que las justas.


De vez en cuando bajaba al pueblo a por los menesteres: tela para confeccionar ropa, zapatos para ella y sus hermanos, y sus padres; algún capricho. Las flores amarillas, y violetas se extendían a ambos lados de la carretera. Era como entrar al paraíso; pero el paraíso ya estaba dentro de Laly desde el mismo día en que vino al mundo.

Como quiera que los días iban pasando y cada cual a sus asuntos, como quiera que el tiempo se dilataba en la inmensidad de las montañas, Laly ya se había convertido en una mujer, una bella muchacha, parecía una azucena, a veces blanca, otras púrpura, aquellos días de niñez habían quedado atrás en el recuerdo.


Hoy en día el blanco de su rostro, el azul de sus ojos, el rubio de su pelo siguen brillando, como las luciérnagas en una noche de verano.



De modo que, cuando se queda tranquila en el suave remanso del silencio hace que el tiempo le devuelva aquellos maravillosos días repletos de historias. De labranzas. El chapoteo de sus pies descalzos bajo la lluvia, que a torrentes bajaba por las laderas. El observar atentamente a su madre en la cocina, de cómo preparaba aquellos platos típicos de la isla. En la tarde y sentada junto a ella con su rostro inmaculado se fijaba en el pespunte que daba a la ropa, el cosido de un botón. Laly lleva todo eso en su corazón.


Ahora sonríe, sonríe al pensar lo afortunada que fue. La grandeza de nacer en una tierra venerada, bendecida por los dioses.


¿Tomas café Laly?, dijo alguien

Si, gracias, replicó.


¿Me quieres?

-Mucho, dijo Laly.


lunes, 22 de marzo de 2021

De olvidos

 


No sé si un caramelo endulzará

el cruce de caminos que un día

por fortuna o desgracia 

Quemó mi sangre.

Como si del infierno se  tratara


Y sigo aqui por fortuna

apaciguando recuerdos

Visitando tugurios...

¿Dónde si no, se halla la felicidad?


Todo el mundo y más, dentro.

 


Y como en los labios tus dedos

golpetean suavemente la piel,

es un amanecer abundante de olas.




Y tu mirada se va lentamente

sin apenas el mundo advertir,

es un hermoso palidecer. 

Si supieras que la quiero toda 

para mí.



Prevalece lo que fui

un día a cualquier hora.

Hoy las luciérnagas se fueron

buscando quizás otro lugar

donde brillar. 

 



Y si por un momento.

 






Y si por un momento

de esos en que la lluvia

se hace remolona,

no te pudiera ver entre su cortina

de agua,

buscaría en mi memoria de entre los mil besos

uno, con olor a tí.

martes, 16 de marzo de 2021

En lo profundo de mi corazón

 


Hacía mucho tiempo que no salía de noche. Riz,  quedaba lejos en mi pensamiento: el ambiente, el humo de los cigarrillos, los besos con lengua; el coqueteo constante por mi parte mientras bebía whisky. Sorbos de vida. Confesiones. Un largo etc., de secretos, revelaciones...

De modo que me enfundé en el vestido negro con puntillas plateadas alrededor de los puños, y el escote. Maquillé mi rostro con mucho cuidado, y mientras hacía eso me miraba al espejo y sonreía. 

Minino ronroneaba alrededor de mis piernas: un lametazo, otro, y otro. Por unos momentos quise que fuera su lengua buscando todo lo recóndito de mi piel. Terminaba en mi sexo dejando que yo gritara de placer y al mismo tiempo le arrebatara sus labios carnosos para que se depositaran en los míos. Minino, si tú supieras, le dije. 

Estaba dispuesta esa noche, y con las ganas de la primera vez.

Un taxi me recogió en el portal. No paraba de moverme por encontrar ese confort durante el trayecto a Riz. 

Miró por el retrovisor, y vio como me movía. Me dijo que si me pasaba algo, le contesté que no, que sólo buscaba estar cómoda, pero yo sabía que el olor de las ganas se le había introducido por la nariz y no podía dejar de mirarme.

Cuando llegamos le pagué, me agarró la mano y lo miré, ¿Y esto?, le dije. 

Nada señora, nada. (soltó mi mano).

Estaba ansioso, por su comportamiento: nervioso, inquieto.

"Sweet Home Alabama" sonaba cuando entré en el Riz. 

Si, realmente aquel sitio era mi dulce hogar. 

Busqué sus ojos, sus labios. Me colé entre los sillones de  cuero verde por su su olor le delataba, pero no fue así.



"En lo profundo de mi corazón" leí esa frase en una de las paredes de ladrillo ocre, sabía que me lo había dedicado.


Pero no estaba. 



 






Realidad, agónico, reuniones, gentío.

 


 Realmente las posturas y las ideas en cuanto a alguna de las muchas corrientes artísticas  dependen muy mucho de cómo haya sido de efectivo el trabajo y demás ocupaciones, ya sea pintando un lienzo, ya sea un  marino cuando iza las velas en busca de la comida de sus familias, ya sea cómo de abundante se haya dado la siembra…




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Es agónico presenciar aquellos hombres que postulan por las avenidas en nombre de Dios, en nombre de los otros hombres, para esto o aquello, cuando en realidad la miseria, la mezquindad, la parsimonia se halla en ellos mismos…



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Cuando los señores y las señoras se reúnen y lucen sus capas elegantes y sobrias para decidir una cosa u otra, para resolver asuntos que en muchos casos son relevantes y perentorios para la comunidad en los grandes salones provistos para ello, lo mas probable es que los tratados y conversaciones salgan por la ventana, con escasas expectativas…



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Si cada día abriéramos las puertas de donde habita el alma, y dejáramos que ésta  se exprese y se pasee por la calles y  dejamos  que se mezcle con el gentío entre las horas más complejas del día o entre las horas más agónicas de la noche, volvería y llamaría al timbre henchida de felicidad…,


De los placeres, de María Gladys Estévez - RELATOS Y CUENTOS

lunes, 15 de marzo de 2021

Naranjas amargas para el postre.

 


Para separar, para quemar, para torturar: dijo en voz alta alguien. 

Si, lo había dicho ahora en este preciso instante, mientras dejaba que uno de sus dedos  recorrieran la barbilla. 

-Es de Saramago, dijo la señora que llevaba un cesto repleto de naranjas amargas, (para repostería); pero Gabino siquiera la había escuchado. 


Del peculiar modo en que Gabino veía las cosas, su gusto por la ropa: la colección de zapatos. El persignarse cada vez que despertaba de un sueño malogrado, todo eso lo hacía un hombre en el que casi siempre, en las conversaciones en los cafés, las terrazas junto al paseo paralelo al mar, incluso cuando, en época de perseidas se reúnen algunos grupos de personas para ver ese maravilloso espectáculo de dioses, de todo eso era protagonista Gabino.


¿Naranjas amargas?, preguntó.


Si, para mermelada respondió la señora,


Y se quedó leyendo todo lo que pudo de tan importante escritor.






 


viernes, 12 de marzo de 2021

Una señora bien acompañada

 

Una mañana la señora Moli, como todas las mañanas bajó de la altura de la cama al piso alfombrado, porque como siempre hacía frio no quería que sus pies recogieran el helado de la madrugada, por eso de resfriarse, o, de coger una pulmonía, se colocó las zapatillas compradas en un rastro muy curioso por todo lo que albergaba, y luego como sonámbula sacaba del fuego del hornillo un café corto y espeso mientras a sorbos cortos miraba a través del ventanuco, el mar. 


Su cara de porcelana, y nariz pequeña, y chata, parecía una perla, de esas perlas que se recogen en su concha: pulidas, brillantes, esplendorosas. El faldón le llegaba a la altura de los pechos, que aún soportaban la gravedad. 

Después salía al jardín del soporte del correo las cartas abrumadoramente repleto, en la cesta de mimbre caían como un pequeño riachuelo, una vez mirado el remitente, olido el perfume de algunas, y besado el lacrado de todas, en el banco de madera se acomodaba y allí las dos horas no se ocupaban nada más que para ello. 

Una historia hermosa vino desde muy lejos, un país que se encontraba al otro lado del mundo: dos folios repletos de letras que eran besos, eran flores, abrazos. Se sintió feliz porque aquellas letras fueron las sábanas de seda que envolvieron su cuerpo y su rostro de porcelana, y la fronda donde las gotas  vertieron puro deseo..





jueves, 11 de marzo de 2021

Coleccionista de imágenes

Coleccionista de imágenes: La autora española nos ofrece este relato breve compuesto enteramente de imágenes.

Más allá del dolor

 

Podía percibir el olor a muerte, me escondía detrás del cortinaje rojo que vestía el portalón de la entrada.
Primero los despojaban de sus ropas, luego con una manopla impregnada en aceites limpiaban todo el cuerpo; les vestían con una túnica blanca inmaculada, bordada de encajes de bolillos, a veces, estos, eran de color según gustos, y voluntades.


Había cirios en cualquier esquina. El día que brillaban, había muerte.

Hasta que no cumplí los dieciocho años, no dejaron que entrase en aquella estancia silenciosa y fría.


Una mañana cálida de otoño llegaba una preciosa mujer que había fallecido unas horas antes a causa de un accidente fortuito. Por entonces me había iniciado en ese maravilloso arte, y era bastante aplicada en eso de poner guapos a los muertos. 
Me llamó la atención la belleza dormida de aquella señora. Comencé mi trabajo, y con un especial cuidado pasé la manopla suavemente por todo su cuerpo, peiné sus negros cabellos ondulados dejando a posta unos rizos a un lado del rostro. Una preciosa túnica envolvió aquel bello ser. Siempre llevan encaje de bolillo que yo misma elaboro. Emma, mi tía me enseñó desde muy pequeña a confeccionarlos mientras los demás niños jugaban en el patio yo, dedicaba mis tardes a esta labor.



Los muertos no están muertos para mi están vivos, y siguen siendo personas. Cuando estoy con ellos les hablo de muchas cosas. Una vez tuve una larga conversación con el médico del pueblo, después de recibir pacientes durante unos sesenta años decidió descansar. 

Durante la sesión de maquillaje hablamos de cuando yo iba a su consulta con mi madre, de las lágrimas que vertía cuando le veía venir con la jeringuilla en la mano y me consolaba con una piruleta para que dejase de llorar.

 
Don Leopoldo era algo chiflado y sabiondo al mismo tiempo, su piel aceitunada y sus ojos soñadores e intensos.

Escuché atenta su relato de cuando estuvo en el frente en una cruenta batalla. Apenas contaba con dieciocho años, cuando mató al primer hombre. Fue una de las razones por lo que estudió medicina. Juró que en vez de matar salvaría vidas.

La noche empezaba a caer y, encendí un cirio, brillaba como un lucero en el cielo. Nos sentíamos muy bien los dos, cuando hube acabado de maquillarle y vestirle le miré emocionada. Don Leopoldo estaba feliz, la calidez de su rostro así lo revelaba.

Pasaron las horas de la madrugada, seguíamos hablando y hablando. Fue uno de los días más placenteros de mi vida. 

Los primeros rayos del sol penetraron y con ellos algunos allegados.


Nos despedimos con un beso. Tuve tiempo de retocarle el maquillaje, pues una cautelosa lágrima se deslizaba por su rostro.
Y es que para mi los muertos están vivos, tan vivos como Don Leopoldo, el médico.



miércoles, 10 de marzo de 2021

Un modo de pensar.

 Y como contrapunto esos hombres y mujeres 

que pasean por cualquier parque y a cualquier 

hora del día, rebosando altanería, con sus 

rostros llamativos de pura belleza, con sus 

cuerpos esbeltos y adornados 

esplendorosamente , no discernirían con los 

que caminan a la par y en la misma dirección, 

en pos de ellos, porque cada uno de esos 

hombres y mujeres tienen la medida justa de 

los valores morales intrínsecos, transparentes, 

tanto, que nada y nadie hubiere pensado cual 

sería la diferencia; por lo tanto es tan hermosa 

y abundante la paleta de colores, que toda esa 

mezcla a veces aturde a los ojos, y emborrona 

la vista ante tan magnánima belleza…


Reflexiones? No lo sé.



 Me conmueven las personas que salen a la calle y deciden obviar por qué causa pueden respirar tan fácilmente; me conmueven sobremanera por qué causa no apartaron los visillos cada vez que había un amanecer soleado; es dramático cómo precisan ser halagados  y cómo agitan las manos igual que las alas de las mariposas pidiendo esto o aquello, es tanto lo que intuyo que les falta…





 


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Amanecen  alegres aquellos príncipes y princesas, esos que duermen  debajo del techo del cielo, alegres, si, ellos siempre dibujan sonrisas en sus bocas; mientras tanto las ciudades se copan de leyendas, de calles repletas de gente triste…





Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...