martes, 28 de noviembre de 2017
No llueve
¿Porqué me contestas con esa mirada tuya, tan seria? Yo no sé de esos ojos que parecen palabras espurias, no sé de gritos en mitad de la noche, como cuando el ogro viene en los sueños..
Tal vez un día no regrese, tal vez, me esconda detrás de aquel sauce y permanezca con mis rodillas escondidas, tapadas con ramas..
Nunca supe si eran ciertos aquellos días, en que jugábamos a saltar los muros de piedra, me explico:
Si era de verdad que me querías a tu lado, o quizás disimulabas, siempre.
No puedo vivir y creyendo que el universo te da la mano, no, yo no creo eso. Yo me doy, me doy de comer, me doy de vivir, y me doy de morir si quiero...
Pero no llueve, nunca llueven tus ojos tan serios. Soy cobarde, pero es una cobardía de prejuicios. Yo me lanzo al abismo casi todos los días, herida, y grave quedo: El abismo es mi sitio, ahí cayendo y cayendo, precipitada, con deseo, con las ganas. Trastabilleo cada noche, entre hibiscos y luego cuando cruzo el puente, y se escucha el gimoteo de su vejez, pero no me detengo, y a tientas, sigo y sigo, borracha de todo, sacudida por los hombros por casi todos, pero eso, me gusta.
Dime pues si era verdad que me querías a tu lado, o quizás...
Hoy asomó un rayo de luz de un sol, y volví a salir, aunque, vieja y muerta...
miércoles, 22 de noviembre de 2017
Que se van yendo cosas y casas y calles.
Ya
no se llevan calles estrechas, sin embargo, aún se pueden ver en
cualquier ciudad del mundo.
Las
calles estrechas tienen magia, al menos yo lo creo así. En las
calles estrechas abundan toda clase de seres y cosas, y humanos,
también. Por ejemplo: Los grillos, los cubos de basura con peladuras
de limón, peladuras de papas, y peladuras de muchas cosas, tantas
que se ven colmados, los cubos.
También,
muchas colillas, algunas aún con resto de pinta labios, y otras,
simplemente, son colillas apuradas en el transcurso de la noche una,
tras otra, mientras se juega a una partida de cartas, atrás del
tugurio, por eso el whisky, por decir whisky, porque podría haber
nombrado cualquier otro brebaje, habrían de ir igualmente al cubo de
basura, las botellas, vacías del todo.
Esas
calles estrechas algún día serán solo un recuerdo en el tiempo de
alguien. Porque ya no cabemos, y ahora lo que más abunda son las
calles anchas y largas, avenidas que parece que engullen a todo el
que se adentra. A mi me parecen selvas. Pero no son verdes, esa es la
diferencia. Son multicolores por las luces que llevan las farolas, y
por los adornos de navidad, si es el caso que fuera época de
fiestas navideñas.
Pero
yo me niego a eso de renunciar a las calles estrechas, con sus cubos
de basura en la parte de atrás, o, en la parte trasera. Las calles
estrechas, donde se duermen los tugurios a altas horas de la
madrugada, se han convertido en un culto, por decirlo así. Bares
atestados de parlantes, con cigarros en sus bocas, con la música del
trompetista que parece que nos lleva al cielo. Y sobre todo ¡ah,
sobre todo! Los ricos bocados de tortillas, y de pimientos, que más
que comida parecen besos con lengua...
martes, 14 de noviembre de 2017
Ayer me soporté bien. Anduve en la madrugada, como cuando una se escapa del cuerpo mientras duerme. Me soporté toda la noche, soporté dos botellas de champaña … Me hice río helado y luego confortable. Me amé, me amé, más tarde, cuando la luz del sol asomaba. Fue en el mismo tugurio, en la parte de atrás, donde la champaña en cajas… Me deshice del vestido y de las medias, me quedé amándome y un olor a sexo fue como un espray de lilas… al aire, en donde las cajas de champaña...
lunes, 13 de noviembre de 2017
Dominó, magnolias y más
.
Allá
por los años cuarenta, por los míticos bares de ahora y de siempre,
ella era una estrella con una flor de magnolia en su pelo abundante y
ondulado. Aún permanece invisible, la flor.
La
noches donde las personas se arreglaban bien y cogían un taxi, para
obtener una velada grandiosa, donde la estrella con la magnolia en el
pelo bailaba perfectamente, sin vacilar, con sus vestidos brillantes
y borlas como plata brillante, alrededor de su torerita de
terciopelo. Aquí en los tiempos de ahora perseveran otras cosas en
estos supuestos años en que la vida termina, porque el corazón se
cansa. Esta tarde la pude ver de lejos, en el comedor forrado de
láminas de madera por el frío, por si el frío les helara los dedos
a los viejitos. Sabía que ella pensaba en el arroz que tenía
delante en un plato blanco, que ya podría ser una docena de ostras
con un champán, yo me relamí de su pensamiento, porque puedo
escucharla desde lejos, porque la conozco y por aquellos tiempos yo
todavía no había nacido, pero ya andaba por aquí, sin forma, sin
aliento, pero estaba. Cuando llegué a la mesa me sonrió y se
sorprendió, porque quizás el porro de mariguana en mis labios era
algo novedoso; Ceferino come y come el arroz con pollo y tiras de
pimiento, no quiero más arroz, me dijo. Claro que no querría, no
querría arroz con pimientos, eso no era siquiera hambre para ella,
solo un plato de colores en el centro y sus manos a los lados y una
servilleta blanca alrededor del cuello y los granos en cadena uno a
uno, hasta terminar la tela. La tela con arroz perfectamente podría
servir de lienzo en las paredes, pero no era el caso.
De
pronto la vi, con su ovillo de lana pero un ovillo del tiempo,
manchado de pinta labios, de risas, de caminar por Gran Vía, con un
chaparrón de mil demonios, con guantes de cuero en sus manitas
jóvenes y pequeñas. La vi, si la vi como yo veo todo; sin embargo
ella ni se inmutaba, solo se limitaba a mirarme, porque mi porro se
apuraba o se detenía según yo quisiera. Y sonó Armtrong, y el
patio de magnolias y los viejitos jugando al dominó y ella, tan
viejita del tiempo, bebía agua en su vaso de plástico, porque los
niños los dejan caer y se lastimarán luego, en este caso, no.
jueves, 9 de noviembre de 2017
Tendría que hacer girar el timón del tiempo, que sería como un remolino de horascas, con gotas de lluvia llorándolas a todas.
Tendría que quedarme siempre. inmutable y jóven. Con la piel sedosa y tersa, quedarme como estatua de sal.Sin pestañear, pero habría de ser así, de otra manera, no serè ayer, no.
El timón gira a gran velocidad, prudente velocidad, hasta dejarme ahí, en la nueva piel y en el nuevo amanecer,y mis pechos mimados, mis pezones besados, y esas noches de juventud ilusionada, pero también de una atroz adolescencia.
Girar el tambor para verme asolada? Llorada de lágrimas y en el espejo una niña con cinturita de avispa, con la sonrisa inconsciente de la terror verdad.
Tendría que hacer girar y girar el timón del tiempo por si en alguna esquina de la plaza del Príncipe y por ventura del destino, tú estuvieras ahí..mirándome, y yo sabiendo que tú estabas ahí, miràndote...
Tendría que morir para volver. Coincidir en un antro de rebelión..contigo.. contigo, contigo... con..
Tendría que quedarme siempre. inmutable y jóven. Con la piel sedosa y tersa, quedarme como estatua de sal.Sin pestañear, pero habría de ser así, de otra manera, no serè ayer, no.
El timón gira a gran velocidad, prudente velocidad, hasta dejarme ahí, en la nueva piel y en el nuevo amanecer,y mis pechos mimados, mis pezones besados, y esas noches de juventud ilusionada, pero también de una atroz adolescencia.
Girar el tambor para verme asolada? Llorada de lágrimas y en el espejo una niña con cinturita de avispa, con la sonrisa inconsciente de la terror verdad.
Tendría que hacer girar y girar el timón del tiempo por si en alguna esquina de la plaza del Príncipe y por ventura del destino, tú estuvieras ahí..mirándome, y yo sabiendo que tú estabas ahí, miràndote...
Tendría que morir para volver. Coincidir en un antro de rebelión..contigo.. contigo, contigo... con..
martes, 7 de noviembre de 2017
Mamá, casóme
Que
ya es tiempo que lo haga, mamá, casarme. ¡Qué guapo es mi novio!,
que tiene la ropa de soldado, con su gorra llena de estrellas. Son
rayos de Sol sus ojos, si, mamá, si que son, son dos luceros
también…
Suspira
mi corazón por él y la noche es un vals de estrellas rodeándome.
Su esposa quiero ser mama, si que quiero, quiero porque lo quiero,
porque jamás querré a otro, ¡Dios me libre madre mía, Dios me
libre!
Me
dicen en sus cartas, madre, que cuando sale al patio, en el descanso
de las guardias, se pone a cantar lo más bonito para mí, que añora
España, madre; pero que vendrá pronto, que la guerra no es para él,
que se muere de pena cuando caen sus compañeros de batallón al lado
de él, que parecen marionetas con las tripas rotas y los ojos
grandes, madre, grandes de terror.
Y
que no le importa que la lluvia lo moje, madre, cuando canta en el
patio ¡Qué amor tan bonito! ¡Soldado por su patria y a la muerte
si es necesario, por valiente!
Me
dice también que cuando no está en las trincheras, se consuela
madre, con verme en la foto. ¿Te acuerdas madre? Aquella foto que me
sacó el cura del pueblo, iba yo muy derecha y lozana, y guapa, y muy
decente…
Que
duerme con ella bajo la almohada, en las tiendas roídas, bajo la luz
de alguna estrella, mientras pasa la noche para que vuelva la guerra
en cuanto salga la luz del Sol. Un arroz con habichuelas le haría
yo, para que no pase hambre, tan limpio lo pienso tener, que la gente
se vuelva cuando paseemos por el parque, el parque de mi infancia. Un
parque bendecido por Dios, lleno de mariposas de colores, una fuente
con agua brillante, que se alza al Cielo, cuando la brisa de la tarde
se hace fuerte. Coplas y más coplas sonarán, cuando pasemos delante
del quiosco de flores, de la marquesina, eso si que será lo más
hermoso, madre…
Que
me cuenta en las cartas con el salero que Dios le ha dado, que me
quiere a mi sola, que muere por tenerme en sus brazos, y que yo me
sonrojo, madre, que soy mujer decente y buena. Pero un hombre es un
hombre, y ha de ser lo que le complazca, porque para mí, nadie más
en la tierra…
Anoche
cayeron las bombas cerquita, me dice, cayeron como cuchillos, y
mordieron como lobos hambrientos. Pero la valentía de mi hombre hizo
que siquiera se inmutara, madre. Me dijo que nada de miedo pasó, que
él es un hombre valiente, y, que si muere en la guerra, será por
algo, porque a hombre y varón no hay quien le gane.
Sabrás,
madre que fue torero, en su día, que no llegó a la fama, como
otros, pero que mató a muchos toros, y que ya se había acostumbrado
al olor a sangre, y también a los gemidos del animal, mientras lo
remataba. Yo todo eso lo entiendo y me gusta que mi hombre sea así
de valiente, por el modo en que rasgaba las tripas del toro, por el
modo en que se comporta, cuando cerquita, muy cerquita caen las
bombas. Él no llora como los demás, él siquiera reza un
Ya
no veo el día en que termine esa contienda, que siquiera se porque
se lucha, siquiera se, porque se muere en ella. Ni que los niños
lloren de hambre, ni que las madres tengan ni una gota de leche en
sus secos pechos del miedo. ¿Dónde la has encontrado?
¿Qué
cosa?-
La
carta, Jimena, la carta-
Que
me la dio la tía Inés un día, cuando visité el pueblo.
¡Qué
pena de mujer la tita Bernarda!, se dijo la muchacha, mientras
doblaba la carta y la guardaba en el pequeño cofre de plata, con
pespuntes de oro fino. Todo preparado para la boda, con su novio
flamante, y ella, con un velo que en cascadas llegaba al suelo, y
para qué decir ese cante jondo que sonaba y las palmas que no
cesaban, porque una boda, es una boda. Y es que a ella le gustó así,
una boda formal, una boda sonada en el pueblo, con los mineros
cantando fuera, en pleno mes de noviembre, cuando cae el relente, y
la lluvia cala los huesos y empapa el alma…
Eso
consiguió. Un hombre como es que más, un valiente venido de la
batalla, entero y valiente. Suspiros de amor se advinieron entre los
dos, ella, pura y sonrojada, él deseando tenerla esa misma noche.
En
Cádiz fue la luna de miel, en Cádiz supo la novia lo que es un
hombre. Entre fandangos y vino, se convirtió en su mujer, se la
llevó el río, se la llevó. Un río que la devoró entera, que
lastimó su pecho, que lastimó sus muslos, pero un río bravo y
valiente.
¡Qué
pena de mujer la tita Bernarda!, se volvió a decir.
Clara,
Victoria, proclamaron la libertad de la mujer. Gritos de justicia.
Sabias palabras. Pero ¡hay señor! ¡Qué pena más grande, ver a la
tita Bernarda, en su tumba tan bonita! Rodeada de flores secas y
amargas, y púas de rosa en sus manos, y su cara tan linda de madre
reseca del tiempo, de barrotes, de mordazas en sus labios…
viernes, 3 de noviembre de 2017
Un historia con olor
Hay lugares con
mucho frío, pero esos lugares tienen muchos lagos llenos de cisnes,
lagos transparentes, apacibles, como cuando una madre da el pecho a
su hijo, mientras ambos se dedican miradas llenas de amor…
Entonces en aquel
café suena un violín. Una se queda ahí, escuchando, porque por un
rato todo fluye: Fluyen las voces en susurros y, dicen esto, y
aquello (Mañana nevará) , dijo alguien. Fluye el vaho de esos
susurros. La música del violín se explaya como si grandes dedos
delgados alcanzaran tocar los picos de las torres, o el tejado de las
buhardillas. El muchacho tiene unas manos blancas y delicadas y sus
dedos acarician sus cuerdas de tripa, tan mimado con el, que la
música se desliza y envuelve todo.
Los sueños se
pueden inventar, se puede soñar todo, igual que el violinista, que,
lejos de las miradas y de los susurros, se aparta de todo, porque es
tal la magnificencia de él con el mundo sensible, que crea sueños,
los crea a cada minuto, que marca un reloj cualquiera, él es el
poderoso soñador, ahora se detiene un momento, para cambiar de
postura, quizás buscando la comodidad, quizás por realzar más aún
las notas que se escapan caprichosas, creando un infinito lugar
hermoso, como un parterre repleto de flores, de toda clase de
flores...
Entonces los
nubarrones desaparecen, y un sol espléndido nace allí, en aquella
fina línea que separa un mar y un cielo. Las blancas manos, la
juventud de su piel, la música que crea, los sueños, sobre todo,
los sueños.
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Ballade pour Sophie
Ballade pour Sophie
Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...