Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

viernes, 16 de abril de 2021

Fantasía de una marioneta.

 




Dicen que como no tenemos alma, no tenemos sentimientos. El viejo Horatio nos dejaba cada noche en tres estanterías en donde reposaban nuestros inertes cuerpos de trapo.

Me había enamorado de un violinista que actuaba como colofón al espectáculo que por unos días animaba las fiestas de la comarca.

Por suerte llevaba el vestido más bonito de todas las marionetas lleno de encajes de seda.

Mi cuerpo se movía al ritmo de los hilos que pendían, y atados a mis manos y piernas, hacían que girara y volteara; me sentía como un cisne blanco y libre.

Un día el joven músico sintió curiosidad al ver en fila las figuras dormidas. Me inquiete mucho, deseaba que me tomara en sus brazos, que besara mis ojitos de cristal y depositara sus labios en mi boca cosida con hilo rojo.

Por unos momentos fui muy feliz, pues me había elegido. Sus suaves manos tomaron mi cuerpo liberando los hilos.

Besó mi frente y entre susurros me confesó que sufría de mal de amores, que no podía olvidar a la mujer de su vida. Quise decirle que le quería, que me llevase con él, pero mis labios pespunteados me lo impidieron.

Unos días después y acabada la feria, Horatio siguió su camino con un montón de títeres dormidos.



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