Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

viernes, 28 de mayo de 2021

Lo malo fue que hubo por entonces una guerra

 Por aquellos días el viento soplaba tan fuerte que las sábanas habían sido arrancadas de cuajo de la cuerda de esparto; se habían perdido por entre los huertos de trigo, algunas, habían quedado prendidas a ellos, como si hubiesen deseado eso, abrazar la gran espiga y quedarse ahí  para siempre. Antonio tenía un padre, una madre y ocho hermanos, todos habían venido al mundo bendecidos por el amor de aquella pareja de jóvenes que acordaron vivir para siempre juntos, en lo bueno, y en lo malo…



Lo malo fue que hubo por entonces una guerra, tan cruel como todas las guerras; de modo que la vida se hacía muy difícil de vivir. Había  por entonces muchas  carencias y los piececitos de los niños empezaban a quedar al descubierto, cuando acudían a la escuela por el camino a la Cuesta, y, los abrigos empezaban a escasear en sus menudos cuerpecitos y el viento que se empeñaba en soplar casi todos los días durante mucho tiempo bamboleándolos de un lado al otro de los cañaverales. Lo más que deseaban los chiquillos era tener unas nuevas alpargatas, y en la  misa de las diez y cuando entraban en el templo de Dios y se sentaban juntitos, y cuando el saludo, y el salmo de entrada del sacerdote y de los monaguillos,  pidiendo todos juntos el perdón por los pecados, con sus manitas juntas y bien apretadas, los hermanos ruegan al Señor un buen par de alpargatas nuevas. ¡Ah los niños en su mundo, los sueños son solo suyos!, dijo la madre mirando al padre…



Un muerto en mi espalda



Llevo puesto un muerto

en mi espalda,

Ay, que pena me da el 

muertecito.

Y que a estas alturas

no sepa cómo soy,

lo que no me gusta

y lo que me agrada.

Pero ay, señor qué pena, penita

me da el muertecito,

Y se pone guapo cada día

para que yo lo vea,

y lo sienta

A veces oigo cómo llora

llora penas, penas y penitas.

Si él supiera cómo soy,

lo que no me gusta y lo que sí.


Te llevo años en mi espalda,

ni pesas ni nada.

Muertecito de mi corazón

Si es que hasta te quiero,

te adoro. 


Loca soy de remate,

ando descalza

con el rostro manchado,

de todo. 

De tugurios mi cuerpo supo,

de amores, de penas, 

y adioses.

Hasta en la playa

borracha te dije: te deseo.

Muertecito mío yo quiero,

que esperes

pa cuando yo llegue.



 



 

Y si fue una promesa olvidada.



Y si fue una promesa olvidada,

qué más da. 

Cuando nunca fue promesa,

solo inquietud, pasión, sexo.

Hoy recorro las baldosas del

mercado por ver si en aquella

esquina aún te vienes

en cualquier olor, sonido, pasos.


Y si fue una promesa olvidada

qué más da, si ya sabía que

nada fue, pero fue un regalo

una dádiva. Llevo lluvia en mis ojos.







Roque de Agando (La Degollada)

 

Habrían unas cuatro casitas dispersas. Las ventanas y puertas de un verde lechuga. El sauce, explayado acogía a todo el que quisiera acomodarse bajo sus ramas. 

Secundino Acosta, el maestro, daba las clases a los muchachos debajo del árbol. Era una clase, que hoy en día sería virtual, pero en aquel tiempo los olores, la brisa, se percibían de modo natural. Secundino Acosta les hablaba un poco de todo: de la historia de la isla, de los corsarios, de Hautacuperche el guerrero aborigen gomero: las batallas por defender la tierra ocupada por los conquistadores.

No faltaban clases de matemáticas, literatura. Todo lo que Secundino Acosta sabría lo transmitía a aquellos chiquillos que acudían como los pajarillos, en bandadas. A mitad de mañana un zurrón lleno de gofio y leche para todos.

Así pasaron aquellos días, que luego se convirtieron en años.


Secundino Acosta era de Tenerife, pero su voluntad fue que al llegar su muerte quedara en aquella tierra de guarapos, debajo del Roque de Agando, en el barranco de Benchijigua.


¿Sólo un padrenuestro?.


Si, ya saben que Secundino Acosta nunca quiso más de una cosa...

jueves, 27 de mayo de 2021

Conclusiones de cómo veo la vida, o quizás estoy loca.

 


Sigo enemistada con la vida,

no veo más que inmundicia.

En los mercados. En las calles,

Tuve que mirarme al espejo

por ver si era realmente yo.

No, no quiero esto, no puedo,

no puedo seguir fingiendo que

me gusta...

Dijeron que era el mío un caso

raro. ¿Qué es raro?.

Hace tiempo se cruzó en mi vida

un precioso aliento, 

un beso largo,muy largo.

Un querer dejar que aquello

fuese verdad.

Pero no. No pasó. 

Yo no puedo seguir fingiendo

la enemistad con la vida...

De modo que me escondo,

en cualquier retama.

Abandonada a la suerte 

que deseo...


No se puede subestimar los sueños.

 

En realidad lo que había experimentado fue un sueño, aunque en esos momentos pensó que era real: las codornices picoteando en el manto de tierra y matas, y los pájaros en las ramas.

Pero se hallaba sumergida en un apacible lago. Era agua, todo.

Avanzó lentamente, podía respirar. Y por un rato nadó  en aquellas aguas cristalinas, juncos alrededor, ranas.

Llevaba el vestido de seda, el mismo que tenía en la fiesta de su cumpleaños. La melena se dejaba mecer, desplegada como un abanico; no tenía frío, era un entorno agradable, cálido, como cuando albergó en vientre materno. La ausencia de sonidos invitaba a quedarse allí para siempre. Siquiera había advertido el tiempo que estuvo, porque en realidad no había tiempo.

Mientras tanto en la casa seguían de celebración.


Vamos Lucía ahora a soplar las velas y pedir un deseo, dijo Morrison Acosta.

Pero Lucía no estaba.

Los globos llegaron al techo, los confetis alfombraron el suelo.

Los aplausos se postergaron.

La tarta de merengue era un farolillo que alumbraba la sala.

¿Han visto a Lucía?, volvió a decir Morrison Acosta.

Pero ella nunca volvió. 


 


miércoles, 26 de mayo de 2021

Una noche de sueños.

 


Hay bancales de peces allá no muy lejos. Están felices porque sus lomos son plateados brillan mucho, dijo. Brillan tanto que parecen rayos de sol, volvió a decir.


Aun estamos en el desayuno, y el café con leche, y las tostadas y la mermelada, y aquel cesto de fresas debe estar delicioso, murmuró alguien. Y debía de estarlo, porque parecían esmeraldas, un pequeño cesto de mimbre lleno de esmeraldas, solo habrían de observar un momento y serían piedras preciosas. Sucede como la vida, que si una se detiene un rato, surgen miles y miles de imágenes, como cuando el humo se libera de las chimeneas y hace jirones a su antojo. A veces, estos, llegan al cielo, o se quedan en cualquier nube gorda. 

Estoy segura que muchas virutas de esas se depositan en alguna estrella, dijo Berta. Ciro rió, mientras se limpiaba los churretes de la mermelada, pero luego carcajeó. 

Berta salió al patio, se había molestado algo, si, por la reacción de Ciro, en cuanto a su teoría. Pero inmediatamente olvidó eso. 

Una rana inmensa croaba a esas horas, un nenúfar había sido usado en la noche para dormir, por alguien que no era precisamente un anfibio. Siquiera por algún insecto. El caso es que alguien diminuto había dormido plácidamente toda la noche, mientras escuchaba a Chopin.  Y es que las personas que duermen en nenúfares son tan bellas, quizás sean duendes, o hadas. El caso es que aquel nenúfar había acogido calidamente al misterioso huésped. 

Berta imaginó que los duendes y las hadas saldrían por las noches, y algunos también se cansaban, como les pasa a las personas. Por eso sería un duende o un hada. El caso es que Berta también sabía que no hacen demasiado ruido.  Ellos pasan, y casi ni se les escucha, caminan sigilosamente, y son muy como de azúcar, como terrones de dulce azúcar. O, quizás son como cuando una lluvia fina y limpia cae pausada sobre las baldosas de aquella calle, donde el colegio de los niños. 

Pero el mar y el cielo casi se unieron, porque Berta lo quiso así.

Mientras, los demás seguían con el desayuno en aquella mesa redonda y con un mantel multicolor.


Y entre la fina línea del horizonte surgió un tiovivo. Qué grandioso, dijo. Sería algo que solamente sucedería cada doscientos años, y tuvo la inmensa suerte de poder contemplar semejante belleza de la naturaleza…

Se alzó de puntillas para ver mejor. Se retiró el pelo de los ojos. 

Un tren de amarillo, una ballena azul que la miró a los ojos y  guiñó uno de ellos: Hola, soy yo, soy real, soy tu ballena azul. De pronto el tren de amarillo comenzó a dar vueltas alrededor de la ballena azul, algunas olas tuvieron que apartarse… Era una fiesta!

Berta se alzó tanto de puntillas que creció desmesuradamente. 

¡Ah! Qué emotivo, dijo. Ahora puedo ver muchos bergantines con sus velas al viento, libres. Ahora veo a los niños de la tierra. A tantos y tantos niños que, me cuesta contarlos, porque además de todo, aún soy pequeña y no llego a cien, de contar quiero decir.

Berta se había desaparecido, el tiempo se detuvo para ella, pero tuvo tanta, tanta suerte. Y es que contemplar la vida de tan chiquita y ver un tiovivo justo en la franja del horizonte y una ballena azul que le guiñaba un ojo. Y muchas cosas más, fueron como traspasar la línea de lo que solemos definir como real: Un parterre, el Olimpo. El cielo infinito. La música de Chopin suena esta noche, y yo paso página y mis dedos me llevan donde quieren, están posados sobre el teclado, juegan a escribir historias, cuentos. Sobre todo cuando pienso que no muy lejos se hallan unos hombres buenos, tranquilos, felices, y bendecidos por un universo, de corcheas y semicorcheas, fusas, semifusas, redondas y negras, y blancas.







Despedida en una carta.



Ese constante querer

que no se apague el fuego

pero se ha ido, solo cenizas.

Alguien arrojó una fuente,

por no seguir el tormento

de las llamas,(ardiendo en el pecho).


Ese constante querer

por mantener algo que no hubo

pero se ha ido, solo cenizas.


Yo arrojé una fuente

por no seguir el tormento.

Despido mis versos 

que son enjambres que duelen,

como embestidas de abejas y

me despido en una carta

quién sabe si llegará 

a su destino

El mio ya está escrito.



"Dijo para siempre".


"Si, para siempre".





 

martes, 25 de mayo de 2021

De las puras curiosidades.

 


Como sea que  en el amplio jardín ya refrescaba, como sea que algunas señoras se habían olvidado del echarpe, como sea que Álvarez Amado Pargo, ya iba por la tercera copa, y todo lo demás le importaba bien poco, allí en ese iluminado jardín se explayaban los dedos ocres de la tarde. 

Álvarez Amado Pargo el hombre de negocios con un bigote que se alargaba más allá del borde de los labios para caer hasta casi el cuello, y Eleonora Díaz, empezaron su larga conversación, pero las dos señoras, que casualmente eran las que no llevaron el echarpe, fingían que les agradaba la cantidad de flores que vestía en esplendoroso jardín: petunias, jazmines, violetas, claveles, rosas...

Pero en realidad tenían sus orejas bien puestas para escuchar lo que Álvarez Amado Pargo, y Eleonora Díaz  entablaban la conversación tan animadamente.

Siquiera advirtieron que la temperatura ya entrada la tarde y casi de noche, las había dejado con los labios morados, y la piel de gallina. La curiosidad pudo más. Al día siguiente fueron ingresadas en la clínica Augusto Rey por una neumonía. 

 

Mi muy querido versado.

 


Mi muy querido versado,

que a estas horas de la vida,

me encuentre yo no pudiendo desatar-te.

de lo que se espera que haga.

¿Algo espera?

Nada. Más, juega el destino con desatino,

como los duendes, que maliciosos se burlan.

Mi muy querido versado, 

que a estas horas de la vida

Aún en el calimoso día

quiera beber de tus labios.


Esperando un encuentro fantasmagórico

entre yuyales.





lunes, 24 de mayo de 2021

Tirame la trenza, versión libre de Rapunsel, de María Gladys Estévez

Un lugar polvoriento alejado del ruido

 

Sacramento Méndez viajó desde muy lejos para tener una vida digna. Alquiló una casita a las afueras del pueblo. 

Un lugar polvoriento alejado del ruido, aunque los alisios  soplan  seis meses al año. Es el clima.

Todos los días a la misma hora se sentaba en un butacón, en el porche y se comía un plátano mientras observaba aquel valle, que parecía abrazar su cuerpo maltrecho. Unos diez años atrás había recibido una paliza que la dejó coja y también perdió un ojo. 

Sacramento Méndez consiguió vivir dignamente. En un valle hermoso. Entre el presente y el pasado. 


¿Quiere usted café Doña Sacramento?.


Sacramento Méndez no contestó, se durmió. 


Quise beber de sus labios.

 

No es fácil hablar de la muerte,

cuando en muchas ocasiones

pretendo huir de ella,

aunque haya querido verla,

junto a mi cama.

No es fácil hablar de la muerte,

porque quiero vestirme de vida,

con piel de mi piel.(aunque llueva por dentro).


Entre juncos viví, dormí en manglares,

Quise beber de sus labios(prohibido).

Imposible tocar con mis dedos siquiera

un roce, su piel joven.


Hace mucho tiempo que duermo 

en cada sauce, en cada pico de cada montaña,

Hace mucho tiempo que duermo

en la orilla de los ríos,

en los brazos de Echeide.


No, no es fácil hablar de la muerte,

y sin embargo se dan la mano (vida, muerte).



Pretender algo que no es,

no tiene sentido.

Siquiera esperar de vuelta,

un mensaje.


No lo tiene, no. 


Anduve tanto tiempo al filo del abismo,

que ya no puedo vivir de otro modo.









viernes, 21 de mayo de 2021

Poemas de María Gladys Estévez

Poemas de María Gladys Estévez: “Ósculo que danza en la selva de hojas gigantes. ¿Es que no los veis?”, escribe la autora española en esta selección de poemas.

Costumbres de Ramón Casanova Hernández.

 



Deje que entre el aire, abra la cancela que en estos tiempos tan secos falta hasta el respirar, dijo el ama, que ya había preparado un caldero de comida, con el moño bien alzado, porque la cocina emitía además de buenos efluvios, unos vapores insoportables que hacían enrojecer su rostro hasta el nivel de un color purpura. 


Ramón Casanova Hernández siquiera la escuchó porque ya se había ido a las tierras arrastrando los pies mientras intentaba quitar algunos picos de higos chumbos de las manos, que habían sido la cena de la noche anterior. Los comía rebozados en gofio, por eso en la despensa no faltaba nunca: con leche, con higos, con potaje, con azúcar y pasas, bien amasado, o revuelto con el caldo de verduras.


¿Y ya está?


Si, mañana más-


¿Más?


Si, más, más, más….

Desde el otro lado. (No hay nadie que ocupe mi libre libertad)

 


No hay una prisa

que agite el corazón.

No hay ramas impertinentes,

abofeteando mi rostro.


Desde el otro lado

soy alma desnuda,

libre...

Soy ambigua, soy así,

mientras, yo, con mis dedos,

 recorro su boca, (persuasiva)

Y se viene un aliento, vivo.

Es como hubiera querido,

como no pasó, nada.



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Me disculpé por ociosa.

Y salí ahí al enjambre,

de pasos, y pasos.


La ociosidad no perdona,

y lo sé... 




Una vez fui una niña.

 

Suelo verme de niña cuando, en algún lugar tranquilo cierro los ojos, es un torrente de imágenes seguidas unas, tras otras. 


Y ahí está la niña con churretes en las mejillas, con los pies descalzos, bebiendo agua de la tajea. Merendando higos. Por aquel entonces las higueras proliferaban, y las tuneras también.

Sentada en los muros de piedras volcánicas, eran las lindes de las tierras. Saboreando un trozo de caña de azúcar. Mientras los grandes tizones salían rodeándola: las migas del pan se desprendían del bocadillo y allí estaban para atraparlas.

Entonces la vida era eso, ese era el mundo, el único mundo que conocía. Un maravilloso lugar de libertad. 

La casa fantasma atraía a los primos, y a ella también. 

De modo que era raro el día en que no entraban para vivir aquellas experiencias de espíritus vagando por ella.

Aquella casa se quedó sin puertas ni ventanas. Siquiera se vistió: solo estructura de bloques. 

Tenía dos plantas y en la última un balcón del que solo se había tendido el sobresaliente. No había nada más.

Matilde y María vivieron la infancia más bonita del mundo.

Crearon historias, jugaron a la comba, y a muchos juegos más.


¿Te acuerdas el día en que me caí a las tuneras?.


Claro que si, y me reí y mucho.


Que cabrona eres-


¿Porqué?, solo éramos niñas.


Y volvió a sonreír.




 



jueves, 20 de mayo de 2021

Cuentos de Rodo N 37 - Una historia con música" de Maria Gladys Estevez

Noches imperfectas.

 


Mis noches son imperfectas,

son horas de desatino.

Se cumplen los sueños,

y  en aquella franja 

entre la madrugada y el amanecer,

te tengo, te tengo en mi cama.

Mármoles tus muslos,

almizcle tus labios.


En tu pecho me duermo,

Tú entre mi piernas: arrullo.


Mis noches son imperfectas,

son horas de desatino.

Mi gloria eres tú.


Amanece, y todo se esfuma,

como el humo.









miércoles, 19 de mayo de 2021

Anatoli se come el mundo.

  

 

 

Me como el mundo, me lo como con pan y su miga, se dijo. Por aquel entonces no habría nada ni nadie que pudiera atreverse a contradecir, no por el timbre de su voz, no por su dedo alzado al viento, en medio de la parra y del aljibe, el que osara contradecir estaba perdido, porque era tal su convencimiento, que hasta las ranas dejaron de croar, los sauces no movían un ápice de sus ramas, los mirlos y los cuervos se quedaban paralizados, como si fuesen de cera.

Tal convencimiento en mayor parte se debía  a su edad, mozuelo era por entonces Anatoli, por lo tanto debió tener toda la razón del mundo, si, realmente ese era el principal y casi único motivo. Y ese otro motivo que le empujaba a descubrir el mundo más allá de lo que abarcaba el grupo de casas de teja y de la iglesia y del ayuntamiento y de la escuela y para agrandar un poco más el lugar, más allá del pozo de agua que abastecía a los lugareños y a las bestias, no era otro que un profundo interés que tenía por marcharse de su pueblo natal, y cruzar la frontera y hacerse hombre y la idea de que algún día poseería algo suyo, algo grande, por supuesto no sería una fábrica de puros, odiaba el tabaco, pero la idea de comerse el mundo no paraba de rondar en su cabeza alfombrada de un basto pelo negro. Anatoli también  presumía de llevar un conspicuo mostacho negro como la pez, entre la nariz, y el labio superior se pertrecha todo un monte de galantería, que, cuando la nieve caía copiosamente parecía más que un mostacho, un merengue.




De modo que la idea más sugerente, la que más lo empujaba a descubrir ese otro mundo detrás de las grandes colinas y de las grandes montañas picudas, no era otra que, poder tener una tienda de música repleta de clarinetes, violines, violas y pianos negros y blancos. Soñaba que el mismo deleitaba a quienes pasaran por delante del amplio escaparate, y que, irremediablemente entrarían y se sentarían en los sillones de cuero rojo y negro.



Anatoli se pudo comer el mundo, todo entero, recorrió casi todos los caminos, unas veces a pie, otras en tren, pero lo que más le hizo feliz no fue la tienda de música, que nunca llegó a tener, fue todo lo que pudo escribir en su cuaderno de notas mientras recorría la India o Europa o de sobrevolar  los  Alpes desde el avión de Crusoe, un hombre que conoció en alguna parte de Europa, porque fueron tantos los amigos, que ya no atinaba recordar de donde provenían.

Luego entonces Anatoli se comió el mundo entero, llenó miles de notas con todo lo que sus ojos pudieron ver, y con todas las historias que pudo vivir y con todo lo que él aprendió, con todas las mujeres que amó.

 Seguramente la manera de comerse el mundo sea otra, pero Anatoli lo degustó sobremanera llenado folios y folios de mucha sapiencia, una espléndida bitácora expuesta  en el museo Hermitage.


martes, 18 de mayo de 2021

Hay algo que me dejé por el camino.

 


Hay algo que me dejé

por el camino, a veces ligero,

otras pedregoso.

Nunca supe ir a buscarlo,

o tal vez, no tuve ganas,

ni interés.

Hay algo que me dejé

por el camino, 

sin embargo sigo sonriendo,

sin pensar, qué será mañana,

qué fue ayer.


Hay algo que me dejé por el camino,

eso siempre me hará pensar,

si es destino, si es eso, sin más.


Hoy no termino de preguntarme,

por qué el burlón destino hizo

que mirase allí donde lo prohibido.

Y quiero desatarme, olvidar, olvidar.

Ya no es para mi. Ya no es tiempo.

Los desayunos de la familia y Simba.

 


Galletitas saladas, mermelada de naranja. Frutos secos. Mantequilla en pequeños paquetitos. Cucharillas; tazas de café y de té. El tintineo de los cubiertos. El mantel blanco, inmaculado. Las rosas en la encimera. 

Pronto saldrían a sus quehaceres. Cada cual a sus asuntos.

¿Dónde está mi boina verde?, dijo Roberto, oteando a un lado y otro, levantando los cojines del sofá, mirando debajo de la mesa.


Creo que iría bien este vestido, sí definitivamente hoy lo llevaré, dijo Luzmila.


¿Y mis calcetines?, dijo Pablo.


Nadie contestó.


Simba se quedó solo en la casa, por fin haría las fechorías que tanto le gustaban, además de terminarse el desayuno, lamiento las esquinas de la mesa: restos de mantequilla. Galletitas saladas, mermelada de naranja.


Luego un chapuzón en la piscina redonda, en el jardín, muy cerca de su casita.


Vida de perros, pensó Simba, y sonrió para sus adentros.

 

lunes, 17 de mayo de 2021

De ungüentos y otras salvedades.

 

¿Para qué le pones ungüento?, dijo Doña Amalia Santos Perdomo.


Es perfumado, yo misma lo he hecho en casa, además me gusta, me gusta ver cómo la piel se queda sedosa, brillante, perfumada, le contestó María.

De modo que cuando María terminó con aquel cuerpo hermoso quedó satisfecha, la habitación parecía un jardín perfumado.

¿Quieres una copa?.


Si claro que si-


Pero te lavas las manos con jabón y lejía si hace falta, replicó Doña Amalia Santos Perdomo.


¿Y porqué tanta limpieza?-


Ya sabes me da asco lo que hiciste...




jueves, 13 de mayo de 2021

A veces, solo a veces. Dejarse caer.

 



 A veces dan ganas de ser parte de la bruma

que se descuelga silenciosa deslizándose como un tobogán

desde aquella montaña. A veces dan ganas de dejarse ir

por las pequeñas veredas, que se llenan de pisadas

que quieren huir también.

A veces dan ganas de gritar en silencio,

y colgarse del abismo sin temor, sin recuerdos y,

dejarse caer.



A veces, como ahora mismo,

dan ganas de ver que sucede en ese otro cielo,

detrás de aquella nube azul grisácea.

A veces el frío que se siente dentro es muy grande,

y un cálido abrazo es bienvenido.

A veces, solo a veces tengo los pies en el suelo,

y me bajo, y salgo a pasear ese mundo que, desde dentro, da miedo.




Por encima de las nubes.

 

A Lorenzo Cascales le gustaba soñar, pero uno de los sueños más hermosos fue cuando voló por encima de las nubes, y llegó a una galaxia desconocida. Era preciosa, con diversos colores y formas.

Allí se acomodó. Escogió un rincón sin techo, ni ventanas, ni puertas.

No hacía falta comida, ni bebida. De modo que fue más feliz aún porque no le gustaba cocinar. Lo único que echaba de menos era el pan con nueces que le hacía su esposa Elisenda. Pero se conformó con recordarlo. 

Pensó que estaba solo ante la grandeza de Lactómeda. Una mañana recibió la visita de unos seres con rostros sonrientes: parecían hadas.

Le dieron la bienvenida y Lorenzo Cascales agradeció mucho el gesto.

Todos los días lo visitaban para dar un paseo por la galaxia. Cada vez que Lorenzo Cascales miraba algo, este se iluminaba igual que miles de lamparillas, y si intentaba coger aquellas diminutas luces se esfumaban  como el humo de un cigarrillo.

Pero era tan feliz que no recordaba otro lugar que no fuera ese.


Creo que habría que hablar con el doctor, dijo Francisco Rubio, su hermano.


¿Por Qué?, preguntó Ariana, su esposa.


Porque lleva así cuatro años. No ves que ni oye, ni abre los ojos, ni mueve siquiera un dedo. Ya no hay remedio.




miércoles, 12 de mayo de 2021

Cuando la noche me amó.



Llegué a casa,  los gatos dormían y los mirlos se acurrucaban en las ramas del drago, y el algún cardón...

Un puntapié, y la puerta ya estaba cerrada. Pero aunque ya me había deshecho de esos malditos y preciosos tacones, aún quedaba la falda de tubo, y la blusa con lazada, y las medias. Y las ganas locas de una ducha caliente, una ducha de esas que acarician cada centímetro de la piel y se hace un río que lame el rostro, y casi fustiga la cintura, la espalda, los muslos y más...

Borracha de todo me vine, me vine con las ganas de alguien que no quiere desaprovechar siquiera un instante de loca vida; de parlotear esto o aquello. Una copa, otra, una mirada, otra. Un gesto... ummm.

Me senté, y las medias se deslizaron como cuando las gotas del rocío recorren la hoja, verde, húmeda... acariciando y cayendo al suelo, hasta posarse en la baldosa perlada de cuadros negros...

Recogí mi pelo con algunas horquillas, luego bajé la cremallera de la falda, treinta centímetros de cremallera roja: se quedó en el diván llena de lentejuelas, unas blancas, otras negras. Abrí las piernas y bostecé, el cansancio ya me podía, igual que me podían las copas, el humo, el ruido, la música de aquel  saxo; y los labios de él, gruesos, y su mueca provocativa, qué manera de hacer música, más que música, diría yo..ummm... 

Quise terminar de desnudarme, quería  relajarme el corazón aun palpitaba, inquieto.

Casi me arranqué la blusa, salió volando por la habitación y graciosamente quedó en la esquina de la ventana, me pareció una bandera ondeando, me hizo gracia, sonreí, pero el hipo me provocó una tos absurda, tomé agua. 

Luego me tumbé en el diván, ¡Qué gusto! ¡Qué paz!... Jugué un rato moviendo los dedos de los pies, como si fueran  esas mariposillas diminutas que revolotean alrededor de un parterre, sonreí.


Aún sentía el latido de aquel mordisco en mi cuello, palpé, sangraba un poco, pero eso me gustó, al fin y al cabo yo desayunaba, comía y cenaba con ese río púrpura en una copa; y es que a veces sucede que, los instintos son como lobos hambrientos, lobos que buscan su presa para devorarla, una manada de ellos agitaba mi pecho, devoraban por dentro todo el fuego, todo el deseo, las burbujas en mi estómago hervían como la lengua de lava de un volcán; una lengua que recorría todo mi cuerpo, calcinándolo, en breve moriría, pero renacería y sería para siempre, como siempre.  Sabía que pronto amanecería, pero seguí en el diván admirandome: una visión bella contemplar un cuerpo incorrupto, una pradera hermosa, un ombligo como un pozo: qué lástima tener pequeña la lengua.

 



 .. 




María de los Remedios Gómez.

 


Con la mirada indagadora, como lo haría cualquiera que tuviera delante suyo aquel impresionante cuadro, María de los Remedios Gómez, permanecía mayestática casi sin pestañear.

Sentada en un butacón forrado de paño púrpura, con las manos,  una, en la otra, en un silencio voluntario.

Hacía tres meses que decidió abandonar el pueblo donde nació y se crió. Buscaba un cambio en su vida, que aunque no era monótona, apremiaba hacerlo. 

María de los Remedios Gómez había encontrado al fin algo maravilloso en aquel cuadro. Probablemente la respuesta que andaba buscando, mientras cocinaba, o leía algún libro, cuando iba al mercado. Y allí estaba sin moverse, pulcra, recatada.

La escena la había dejado entre perpleja, con algo de asombro, pero realmente emocionada. Llevaba un abanico que refrescaba constantemente aquel rostro, que ya se tornaba rojo, con motitas, como si tuviese el sarampión.

Le gustó inmensamente el color de los dos cuerpos que se abrazaban en una cama adornada de tules, cuerpos entrecruzados como las ramas. Buscando sus bocas, sedientos de amor, piel ocre, piel roja, piel ocre, labios, labios...




En lo hondo, tus gotas en mi ombligo.



Yo soy la indígena que sigue caminando,

por la tierra de mi isla.

Soy la rebelde que calló antaño preguntando

un porqué.

Yo soy de su Majestad Echeide ,

mis pies pasearon descalzos sobre piedras de lava,

soy de lava y volcán: mar, gaviota, rebelde.


Yo soy la indígena que sigue caminando 

por la tierra de mi isla.

Allá quedó la infancia bello tesoro,

Quedó la juventud: cara de ángel.

Soy la mujer, que en lo hondo encontró,

el rebosar de sus gotas en mi ombligo.


Yo soy de su Majestad Echeide...

martes, 11 de mayo de 2021

De otoños, frutales, fractales.

 


Eran de esos días que una cree, son especiales, quizás porque el desayuno había sido espléndido: tostadas, mermelada de naranja, bizcochos, café. El caso es que lo era, era especial, y por la brisa acariciadora que rodeaba los hombros de una; es algo que surge a veces, y no hay que preguntarse el porqué. Simplemente está ahí delante para ser admirado por quienes sean capaces de ello. 

Un paseo mañanero sería maravilloso, hasta la arboleda del parque, y luego hasta los árboles frutales: naranjos, manzanos, limoneros, cerezos...

Sentí un poco de compasión por algunas personas, cariacontecidas, sin luz. Probablemente habían sido destinados para vivir así, o por ende, querrían permanecer de ese modo, por gusto, por tener que dar pena, o llamar la atención.


¿Es un fractal?


Si, claro, lo es.


-Pero a mi me gustan de mucho colores-


Pues coge más creyones tienes muchísimos, de múltiples colores-


                                ...................


"No me sirve nadar en aguas mansas

si no estás, tú eres la tormenta".


 

Llegando a puerto

 



Mi alma es un barco a la deriva,

alrededor de mi isla, su Majestad se alza acunándola.

Yo broté como aquellas flores violetas, 

en aquel otoño cálido, pero mi alma es un barco a la deriva.



Desdibujando sus labios he estado todo este tiempo,

ya falta poco para llegar a mi lugar.





lunes, 10 de mayo de 2021


 

Versos dejados en el borde de vasos de ron.

 

No hay mandamientos por los que 

pueda resignada callar, callar lo prohibido.

¿Qué es eso?, un morderse los labios,

un reloj que se ha burlado todo el tiempo.




Y yo sin saber que se me ha escapado lo que fui,

¿Qué es eso?, un morderse los labios.

Jamás llegará a puerto, cuando el cielo es más hermoso,

y los flamboyanes de flores esperando: Su  sombra y la mía.






viernes, 7 de mayo de 2021

De cuando el deseo se cumple.

 

A las dos semanas, Julia ya había llegado. Viajó en tren por toda la costa. Pensó que 

había tenido buena idea aunque de esta manera tardaría más que si hubiera sido en 

avión: sobre las nubes y sin poder ver nada, nada más que eso, las nubes, y algún rayo 

de sol, de vez, en cuando.



El sol daba en su rostro casi todo el tiempo, además de las largas extensiones de tierra 

con tonalidades diferentes, vería el mar un espléndido mundo acuoso que se extendía 

para ella como una gran alfombra.


Julia y Riky se habían despedido en el café Osiris cerca de la estación.


-Querrás a otro, dijo Riky.


- No digas tonterías yo siempre te querré a ti, dijo Julia.



El tiempo se alargó por tres horas. Conversaron, rieron, bebieron, y estuvieron juntos 

encerrados en el baño un buen rato, queriéndose, besando sus bocas cada vez que 

llegaban al orgasmo. Julia lucia unas bonitas piernas, unos muslos redondeados. Se 

quedaron como dos huevos revueltos, y también quedaron con una sonrisa de cariño, 

de sentir de verdad lo que habían hecho.


De modo que regresaron a la mesita. Esperaban dos copas más ribeteadas de azúcar 

teñido, un color púrpura, como sus besos.


Luego tomaron unos whiskys de Sassenach – Tenemos que ir a Escocia, dijo Riky.


Ya veremos sabes que quiero iniciar una nueva vida en otro lugar que no sea esta maldita ciudad.


Cinco años encerrada entre barrotes es terrorífico, y más siendo inocente, así que Riky, por 

ahora no quiero otro lugar que no sea República Dominicana. Pienso envejecer y morir allí.


Pero en realidad mereció la pena a pesar de mi encierro, alguien quedó libre porque no 

merecía eso.

Fue en defensa propia: querían asesinarle, acabar con su vida, con sus recuerdos, con todo.

Y yo me auto inculpé algún día sabrás cual fue el motivo de lo que hice.


- ¿Fue por tu hija?, replicó Riky.



Bueno, si, pero no te daré más detalles.



¿Lo hacemos otra vez), dijo Julia-


Ja, ja, pero a quien de las dos, veo doble-


Ah, que tonto eres, vamos, venga…


Había llegado la hora de despedirse el gran búfalo había llegado.




-No te olvidaré Julia-


-Yo tampoco, sobre todo por cómo me haces el amor.



Mientras miraba el mar Julia se curaba una herida en la rodilla. Al subir se rasgo la piel 

con algo que no vio. El gato de la viajera de enfrente lamió la sangre que al principio 

salía como un riachuelo.


-Riky sabía quién había intentado asesinar a la hija de Julia, y sonrió.


Pero lo que no sabría era que Julia lo sabía también y que le esperaba la muerte en 

cuanto llegara a la República Dominicana, allí con poco dinero se contrata a cualquier 

maleante, y los billetes de avión son baratos.




Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...