miércoles, 29 de octubre de 2014

Cartas para mí



A pesar de la larga distancia que nos separa creo que la conexión entre ambas es la misma, y creo también que nunca hemos dejado de estar de alguna manera conectadas. Ahora es otoño y el paisaje se ve precioso, aunque, el grillo no deja de cantar, el que se encuentra debajo de la ventana, en el jardín. 


El mismo jardín que compartimos hace mucho tiempo, pero ahora no tan frondoso.Naturalmente aprecio ese sonido,que para algunas personas resulta incómodo. 


Tengo la sensación de verte ahí, hermosa, con  el cabello brillante y liso, con los brazos apoyados en el quicio de la ventana mientras los niños duermen. Aquellos días en que eras tan dichosa  regresan a mí, como  una brisa cálida, y entonces sonrío.Yo estoy ahora bien y tú también lo estás, porque cuando recibas mi carta se te ensanchará el alma de alegría. Te quiero. Lo sabes. Hasta la próxima vez que te escriba quiero que recibas un beso de mi parte, que seguro que te llega, si,  cuando vuelvas al quicio de la ventana mientras los niños duermen.



domingo, 26 de octubre de 2014

miércoles, 22 de octubre de 2014

Los días casi perfectos


Para poder tomar un café realmente oloroso y con buen sabor deben escogerse los granos limpios de impurezas y proceder a tostarlo en un cuenco con la llama viva debajo; de modo que esa labor es semejante a poder alcanzar al final de día la satisfacción de haber hecho lo cotidiano por muy laborioso, o imperioso que haya sido. Al fin y al cabo esa señora o, ese señor, no se habrían limitado en tomar una paleta y remover, no; realmente eso no hubiere bastado...

lunes, 20 de octubre de 2014

El color del tiempo


Desdémona se halla en el lienzo junto al vasar y al lado esa silla vacía que pareciera albergar aún vestigios de las charlas, de las tardes en invierno, si es que pudiera una silla contener los ecos de voces, y el tintineo de las cucharillas en las tazas o, de las copas de vino al juntarse sensiblemente…,
La escalera de caracol lleva al dormitorio donde, por las mañanas, el sol, se atreve altanero, e igual que un caballero, toma el cuerpo de ella, dormitado. Más amada imposible, mas besada jamás; abordada por la extrema calidez de sus rayos delicados, luego entonces la imponente escena es extremadamente sublime, como cuando se adentra alguien en un bosque y se oye el tañer sutil de las hojas cuando se desprenden de sus ataduras y al llegar al suelo se vieren bienaventuradas, pareciera el sol entonces el amante que ha deseado, que ha añorado.
Fuera, la calle es circundada, ahora por esos coches, ahora por algún carromato. La fortaleza rodeada de  madreselvas y algún camino de gravilla perfectamente ideado y, que en algún momento hubieron soportado los miles de pasos en las horas de la tarde, en los días de esa luz intensa, que sólo se queda para abrevar, igual que los caballos, para luego desaparecer por entre aquella colina, permanece igual que un valiente guerrero, erguida, y en su interior, perdura el basto lienzo junto al vasar, más si alguna vez todo fue para ella la más cálida acogida, ahora, la vida ya no sobrevive, ni siquiera un hálito por compasión…,


miércoles, 15 de octubre de 2014

Los sueños que habitaba la niña


Una niña vivía atrapada en los sueños de las personas. Cada noche vivía un sueño diferente al del día anterior; por lo tanto cada sueño era todo un mundo por descubrir. De modo que, a veces, tenía que decidir en el sueño en que viviría esa noche. Los sueños de Rita, la señora de la pescadería, eran sueños de color verde mar y eran sueños con algas, que a veces se enmarañaban en el interior de su cabeza y eso le producía algún dolor. Los sueños del niño de los señores del tercero derecha eran los que más le gustaban a la niña, porque siempre, siempre, terminaban los dos riendo y jugando en el prado lleno de margaritas y ciervos, y eran de color azul intenso, !que maravilla!. Los sueños de aquel señor con bigote y barba que casi todos los días intentaba salir a la calle para gritar alto que estaba harto de muchas cosas, y que algunos de esos días preferiría que se lo tragara la tierra, esos sueños no eran sueños, eran pesadillas. Pero el señor, a escondidas de los vecinos, y a escondidas de algunos de sus conocidos, rociaba la calle con la mejor de sus sonrisas y a menudo, reía a carcajadas, muy fuerte, para que lo oyeran hasta los dioses del Olimpo. Entonces esa noche las pesadillas desaparecían y jugaba a ser niño otra vez...,

domingo, 12 de octubre de 2014

Evolución



Al fin y al cabo la opresión que se pueda ejercer en un pueblo, no  es más cruel que aquellas personas que miran a través del cristal del acuario de un zoo disfrutando de una bonita mañana, probablemente no sepan que las criaturas que lo albergan se sientan realmente ofuscados..., 

jueves, 9 de octubre de 2014

El ramo de Pompones



Naturalmente que parecen un ramillete de corales, dijo Prudens. Un bello ramo de coral rosa, asintió. Matilde había advertido lo mucho que despreciaba los pompones, sean como fueren, o el color que se hubiere elegido, en éste caso eran de un sutil y suave rosado…,
Por cualquier motivo y el más señalado, los pompones eran flores de cementerio, el rechazo fue absoluto por parte de Matilde, pero Prudens insistía en que eran un ramo de corales con sus destellos tornasolados. De buena mañana habría entrado en la casa y en sus brazos aquella magnificencia de la naturaleza; el sol se adentraba por la cristalera y el esplendor de sus rayos sobre las flores, las hacían parecer un ramo de corales en una pecera, eso sería, una pecera de cristal llena de pompones. Prudens pensaba en todo eso y sonreía, mientras, Matilde, renegaba una y otra vez.
-Es como salir a pasear y cayera incesante un chaparrón de agua sucia sobre nuestras cabezas-, dijo Matilde rehuyendo su vista de los corales en la pecera.



Era igual que una maldición tener que admitir aquel espectacular jubón sin mangas, tan bello como un amanecer, tan espléndido como admirar aquella isla pendiendo del cielo en una tarde cálida de verano, pero aún así no consentía, no podía dejarse arrastrar por tentadora belleza, ahí, expuesta, en la pecera…,
De modo que Prudens volvió a sonreír, ésta vez por la no aprobación de su prima, porque en el fondo sabría de sobra que le gustaba tanto como a ella contemplar semejante y maravilloso jubón bordado y con pespuntes de hilo de oro, si, realmente eso parecía, un jubón expuesto para admirarlo, sea quien fuere que entrase en la casa a esas horas de la tarde.


Se mostró solícita la prima Matilde cuando Prudens le ofreció una bandeja de dulces y un café de India. –Después de todo no era tan trágico compartir la merienda ante un ramo de Pompones- se dijo. Contradictoriamente a lo que momentos antes había sido para ella igual que ese sucio chaparrón de agua, ahora más benevolente se mostraba mas relajada. – ¡Ah los prejuicios!- dijo Prudens - ¿Acaso querida prima el sol dejará de adentrarse en la casa, si en la sala se haya este hermoso regalo de la naturaleza?...,



domingo, 5 de octubre de 2014

Vita



A veces la vida se hace un cúmulo de incertidumbres que parecieran ese sombrero de ala ancha sobre nuestras cabezas; sin embargo, otras, se puede apreciar con bastante lucidez que ese sombrero no es  ni más ni menos, que un bello paisaje con árboles, y ríos y risas desbordadas y amantes locos y un sin fin de peculiaridades que son la masa de un buen pan horneado...

sábado, 4 de octubre de 2014

En la calle de los manzanos


Era triste verla llorar sentada en la silla, con los brazos apoyados en la mesa. No hubo consuelo para ella mientras duró la explosión de sentimientos que llevaba dentro después de haber sabido que Lucas perdería la memoria y que Inés, ese día, no pudo tragar comida alguna, ni agua. La boca sellada. Los ojos con el iris dormido.
De modo que por mucho que una hubiese ido a por ella y abrazarla y besar sus bellas manos morenas, e intentar que dejase de llorar, habría sido en balde, porque se había hundido en ella un puñal hiriéndola mortalmente, por lo tanto una se limitó a esperar que todo pasara, que el dolor que le había proferido el puñal se esfumara  por unas horas, quizás.

Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...