Llueve con fuerza, es medianoche, y está oscuro. Mi auto se detiene probablemente le falte combustible.
Con fascinación observo como mi busto ha crecido enormemente y se desborda por falta de espacio. -Me gustan: son preciosos, juntitos y bien formateados, pensé-.
Estaba realmente exultante, deseosa, frívola. Por mis venas corría la sangre silbante, como un torrente salvaje y sin freno.
Un silencio había irrumpido; pero al instante se escucha: Dancing in the dark, de Chet Baker.- No sé qué pasa, dudo que sea mi mundo, quizás no es real, -me pregunto.
Decido salir al asfalto, una gélida brisa envuelve mi cuerpo. Alguien muerde con ahínco mi cuello desnudo. Por unos momentos pierdo la consciencia, y cuando despierto me encuentro de costado en la parte trasera de mi coche. Ahora, además de mis voluptuosos pechos, poseo unos enormes colmillos blancos, y relucientes. Desde entonces duermo de día, y despierto en la noche, llena de vitalidad.
Lo sospechaba.
ResponderEliminarPero no me importa.
:P
:)
EliminarNos has transportado con tu relato a esos mundos misteriosos de seres sobrenaturales o humanos poseidos por una especie de maldicion. Aunque parece aqui la protagonista se siente feliz con su particular metamorfosis
ResponderEliminarCreo que si,
ResponderEliminarAbrazo.