Cuando la primavera aparece la luz de la terraza es más bonita y la enredadera florece con miles de botones lilas y blancos. La cocina huele a pan horneado y gorgotea el agua y el silbato avisa. Un guiño hizo aquella estrella que quería dormir, otro guiño, la luna. Un repiqueteo de cucharillas rebota igual que un globo inflado hasta la puerta que lleva un ventanillo, y los terrones de azúcar caen uno a uno dentro de las tazas de loza.
Los chiquillos sentados y descalzos dibujan las nubes blancas de algodón, y también las miles de alas de mariposas que asaltan las perfumadas flores.