jueves, 17 de enero de 2019

Ballade pour Sophie





Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, la distancia, o la falta de interés, o quizás la cobardía, apartara de ambos el dulce almizcle que día a día los iba envolviendo, atrapados en una tela de araña cristalina, con luces maravillosas, las mismas que solo los amantes pueden ver en un nadar insaciable de caricias y de besos...

Detrás de la reja, las hojas lanceoladas de algunas plantas, y un rosal extremadamente glorioso, un color púrpura, que casi lastima por su belleza, componen un jardín cuyas atribuciones por su cuidados eran múltiples, por ser especialmente zona de tráfico transeúntes. La casa permanece inmutable, imperecedera, como si los dioses la hubiesen bendecido, con el musgo que resbala como una babosa buscando su lugar de reposo..
Una sola noche pasaron juntos, una, entre tantos, y tantos días, y meses; pero fue esa noche, una vida entera, unas horas, que se hicieron una amalgama de lana entrecruzada, como cuando alguien teje, y teje, sin parar: Cuerpos desnudos abrazados, palabras mutiladas, porque las miradas lo decían todo, un mar de amor, las gotas de él en la fronda olorosa.
Lenguas que circundan el cielo del paladar, separándose y volviéndose a encontrar, son dos remolinos carnosos abrevando al mismo compás. Los muslos de ella ahora relajados, con un placer intenso que, unos minutos antes, le había provocado un clímax, como cuando una gran hola se precipita a las rocas, estallando en mil pedazos los pequeños cristales de agua. Ahora duermen como si hubieran dejado de respirar, plácidamente.

Como quiera que aquella noche fue una vida entera, hasta llegar a la vejez, como quiera que los días de quereres se marchitaron, y quedaron en el paso del tiempo, pero vivos en la memoria de ambos, aún queda el perfume del rosal púrpura, como un adagio, algo imposible de olvidar, un camino de tortuosos pedregales, pero aún así sembrados de miles de cartas, alfombrados por cada beso, en la distancia…
Entonces la muerte no es nada, cuando se ha vivido un solo capítulo de aquellos que se amaron entre el silencio de miles de cartas...

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