Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

lunes, 28 de noviembre de 2022

Guisantes y alcachofas

 



Mientras duró la cena no hice más que mirar los colores que llenaban el cuenco, sonreí porque el tiempo volvió atrás durante esos minutos. Giró  un torbellino en mi cabeza y otra vez estaba ahí la pequeña niña con churretes y cabellos desordenados; castaños, libres de trenzas o tirabuzones. Qué bien poder oler otra vez la hierba que se extendía en todo el prado; brotes con lanzas al cielo, muy verdes. Trigales oteando igual que los soldados haciendo la guardia en los cuarteles próximos a nuestro barrio; qué hermoso poder ver el ramo de perejil que adornaba el rincón del poyo; el potaje preparado en la mesa con mantel de flores y las pequeñas bocas eligiendo qué cucharilla coger; el gran lazo que mi madre llevaba en la parte de atrás de su mandil; a papá cuando llegaba con su chaqueta oliva con cuatro bolsillos. Llegó hasta el olor de la tierra cuando se empapaba de agua cristalina que, caía del cielo arrojada por una diosa que yo, imaginaba por aquel entonces. Todas las pisadas de mis hermanos recorriendo la casa; abro los ojos y todo ha pasado, el reloj verde con pinceladas amarillas no deja descansar sus manecillas, igual que el tiempo.

sábado, 26 de noviembre de 2022

Un beso al Cielo.

 Un beso al Cielo.


Poder verte

ahí, y ahora

tan plácidamente dormido

tan tú, como tú

Te miro y te pienso

como cuando

en otros

tiempos

un muchacho guapo

de pillín la mirada


Poder verte

ahí y ahora

tan tú


Hermoso

de piel oliva

ojitos pintureros


Qué vacío dejas

y que dormidito estás


de flores rodeado

Asfodelos, lirios, jacintos, lilas


Qué bien verte

en ese sueño

perpetuo


No hay llantos, ni pañuelos


Hay una luz blanca y redonda


Hay un perfume de tí


todo tú


Qué bien verte en ese sueño perpetuo


PD. Volveremos a vernos. (Te quiero)


María Gladys Estèvez.

jueves, 24 de noviembre de 2022

Y sin embargo.


 Las amapolas

no son para 

el invierno?

dijo alguien

Pero no no es eso

es

la incertidumbre

¿Dónde ir a parar?

Al patio del colegio

al corre, corre, que te pillo

a la comba saltar


Y volver

volver

donde los recuerdos




miércoles, 23 de noviembre de 2022

A veces el encierro

 


La cocina olía diferente dependiendo de la hora, a Marta le gustaba el olor de los desayunos, el aroma se colaba por entre las puertas, y las habitaciones se llenaban de una fragancia especial: Bollos, café, mantequilla. La melaza se dejaba caer en las tostadas y los arándanos adornaban hasta casi los picos del mantel. Afirmaba el ama de llaves que el alboroto de muchachos y sus perros y sus gatos resultaba a esas horas un vendaval de aire agitándolo todo, incluso, si en el jardín se hubiera encontrado una goleta, ésta, se hubiera zarandeado igualmente, y su velamen volado por los aires.

Cada cual iría a sus tareas, los mas proclives a obedecer eran dos hermanos de piel clara y pelo rubio y Marta, una chica distraída y confusa desde el mismo día de su nacimiento. Pasaron demasiados años y en aquella casa situada enfrente de un lago, pero dividida por un gran muro cubierto de lechosas ramas entrecruzadas, solo quedaban los hermanos de piel clara, ya con el gesto murrio y demasiadas arrugas, y Marta, (Ya casi con el siglo en sus espaldas) tantas las arrugas de ellos tres, que podrían servir de abrigo en invierno; pero lo terrible de todo aquello es que el miedo de las criaturas durante su infancia, el poder de anular a las personitas desde chiquitas para obviar lo evidente, los azotes y las humillaciones por parte de las cuidadoras, no dejó que sus ojos no pudieran ver mas que esa pared cubierta de ramas, que creían atisbar desde sus ventanales, y tampoco, sus ojos ni sus oídos escucharon los barquichuelos desplazándose por entre las aguas y el chapoteo de las avanzadillas hasta llegar al otro extremo de la ciudad; por lo tanto se quedaron para siempre en sus habitaciones abrazando los días ilusorios de sus vidas y sus desayunos.


Y si te espero.


Y si te espero

a eso de la medianoche

cuando hay lágrimas

del cielo que penden

y si te espero

a eso de la medianoche

y si fueran esas lágrimas

una, uno beso de tus labios

Y si, yo, te espero

hasta que me libere

de cadenas

perpetuas 

hasta 

que

me reciba la libertad

Y si te espero a eso

de la medianoche

ronroneando

como las gatas

y si

te

espero



 

lunes, 21 de noviembre de 2022

¿Es un poema?, no dijo, que no.

Metaverso

y sólo eso

dijo el hada

dijeron las hadas

dijeron los demás

Y me preguntas

porqué estoy aquí

y no contesto

sería ilícito

sería como yo

quiera que sea



No ha venido nadie.

 


No ha venido nadie, pensó, pero igualmente lo había  agradecido porque el propósito para esa tarde no era otro que perderse en el bosque donde los curtidos árboles milenarios pervivían al tiempo, ellos, los titanes, los guardianes de un imperio. Porque no era otra cosa sino un imperio ese bosque encantando en el cual le hubiera gustado perderse toda la vida a pesar de todos y a pesar de él mismo.
Se había preguntado si en realidad aquel encuentro habría servido de algo, si habría aclarado las dudas y los diferentes puntos de vista que aún tenían, él y dos vecinos de la aldea, de si hubieran limado asperezas. Él probablemente hubiera asentido en casi todo lo que se hubiera hablado, habría sostenido una copa de coñac sin quitar ojo de los gestos de los otros dos hombres, sin apartar la vista de sus bocas, que dejarían escapar multitud de vocablos, casi todos con mucha aspereza, y a veces con aires de supremacía por parte del terrateniente, o quizás se hubiera equivocado y esa opulenta apariencia y carácter lo imprimiría el campesino, que se atisbaba a una legua su soberbia nada mas verlo entrar con sus botas atestadas de barro y su descuidada barba; hubiera dado un golpe seco en la mesa, autoritario, caprichoso y engreído. Seguramente empezaría reclamando esto y aquello, le hubiera exigido una copa bien servida y, además de eso le recriminaría el tener la elegante cabaña con un porche amplio, le recriminaría todo lo que a él le había costado tener con su esfuerzo, con su maña e inteligencia. Trataría de denostar cada palabra que él hubiera pronunciado, cuando, alrededor de la chimenea y acomodados en amplios sillones de cuero, los tres hombres empezaran a departir a la hora acordada. Nada más lejos de pensar que había juzgado erróneamente a los dos hombres, al terrateniente y al campesino. De modo que se adentró en el bosque bien pertrechado, aminorando la marcha en algunos momentos y oteando los escondrijos de las comadrejas, los esplendorosos nidos de los pinzones azules y como contrapunto, el croar de los grandes sapos en los riachuelos que nacían a partir de las cascadas de las montañas en verano, cuando el deshielo provocaba un lago profundo y hermoso, y, que avistado a cierta altura pareciese una gran dama con sus mejores galas.
Sea como fuere agradeció muy mucho la malograda reunión, por lo tanto sobraron los acuerdos, las palabras mal dichas o los reproches. Entonces bienvenidos los hijos del bosque.


Le hubiera importado bien poco que la cena se hubiera enfriado.

 




A esas alturas Crispín habría renunciado a tener que cargar con la mochila que durante muchos años había llevado, y con mucha responsabilidad sobre sus hombros ahora maltrechos. Y es que no es fácil acometer con tantos asuntos, diría yo, y en su conjunto, miles de variopintos y borrascosos asuntos que desde niño le impusieron nada mas nacer.

Salvo la maestra del pueblo con la que supo que en el mundo existían miles de bibliotecas, con miles de libros en sus estanterías, libros, con los que pudo ver otros mundos y otros planetas girando en el universo. También supo que debajo de la tierra se anclaban miles de raíces y que gracias a ello surgían por entre los surcos los árboles con los brazos extendidos al cielo, y miles de fértiles llanuras de trigo y muchas más cosas.

Llegó el día ansiado en el que Crispín se despojaría de ese bloque de cemento que cargaba desde su nacimiento, de modo, que, una vez liberado de tanta responsabilidad sintió tal alivio, que gritó de alegría, si, eso hizo el buen hombre, se desgañitó de tanto gritar y dijo al mundo: ¡Me importa bien poco que la cena se haya enfriado!



martes, 15 de noviembre de 2022

Yo misma.

 


He limpiado las cuberterías

lavado la ropa

he muerto varias veces


Anoche se me vino

el sueño

y abrigó

mi cuerpo

una capa de seda

amablemente




Las margaritas son para siempre

dijo una de ellas


Sopló los alisios

se aferraron a la tierra


La cigarra contó un cuento

y los niños durmieron

con los ángeles





lunes, 14 de noviembre de 2022

jueves, 10 de noviembre de 2022

El regreso de Rosa María.

 




De chica se había criado en el campo. Nació un día de enero frío, de ese frío que aunque cale los huesos es un soplo fresco para las almas; necesitan eso, sentir una lluvia de besos fríos, un piélago de ellos desprendiéndose desde el Cielo como gajos de mandarinas.


La niña era preciosa: un pelo negro como la pez, unos ojitos brillantes como la Luna.


A medida que pasaban los años y casi sin percatarse, los padres de Rosa María se sorprendían porque así, sin más ya se había convertido en una muchacha hermosa.


Por aquellos tiempos las chicas se casaban pronto, había que hacerlo según la sociedad: tener hijos y cuantos más mejor. Hacendosa en el hogar para que el esposo al regreso de su trabajo fuera recibido con honores.


Todo limpio, inmaculado.


La muchacha obedeció sin resistencia alguna.



Aconteció un día en el que había recibido el don de la maternidad y luego pasados unos años volvería a traer al mundo a otra criatura, de modo que cumplió con los mandatos de una sociedad que sólo imponía y no había intercambio alguno, siquiera otra oportunidad, teniendo en cuenta que había nacido en el seno de una familia humilde.


Llegó el momento del parto: una preciosa criatura.



Rosa María era muy feliz con su bebé entre sus brazos. (en realidad eran dos niñas).


Pasaron unos años. La niña contaba con cinco años de edad.




Retrocediendo en el tiempo, Rosa María, mientras duró su infancia había sido la niña más feliz del mundo, tanto que rebosaba ese perfume de dioses alrededor de ella.


Una niña sensible y muy sentimental, pero al mismo tiempo pícara y traviesa.


“Más alto, más alto”, decía al columpiarse.


Cuando alcanzó la edad de los ocho años la niña comenzó a tener problemas de alergias alimentarias.


En una reunión familiar la tita Lucrecia había repartido almendras para los niños de la casa: hermanos, primos y amigos.


“ Tita, tita, Rosa María no respira, dijo uno de ellos”.


Como es de suponer la tita Lucrecia acudió rauda y contemplo lo dicho: Rosa María no respiraba.


De modo que agarró a la criatura y giro su cuerpecito intentando de algún modo salvarle la vida.

Pero no bastó con eso.


Ya venía de camino el médico del pueblo. Unos minutos después respiraron tranquilos todos.


Había vuelto a la vida milagrosamente.


Pues bien volvamos al presente.


Cuando la criatura de Rosa María contaba con los cinco años de vida, y su hermanito con un año, se habían propuesto reunirse en casa de los abuelos para celebrar las fiestas navideñas.


Todo el mundo, incluso Rosa María se habían olvidado de sus alergias alimentarias.



La mesa adornada con toda clase de abalorios de colores: renos, estrellas, copos de nieve, en medio los alimentos: pavo con ciruelas, galletas de almendras, licores, jugos, pasteles de gloria y cerezas, un rojo que brillaba en el comedor.


Rosa María llevaba un precioso vestido verde con pedrería alrededor del cuello, estaba fulgurante, y feliz. (una felicidad ficticia pero aún no lo sabía).


Llegado el momento de los postres y el café, los puros y el coñac, cada cual disfrutaba de aquellos manjares charlando en paz y complacidos por la suerte de poder celebrar.


La vida a veces sorprende con los giros, claro que si. Al fin y al cabo todo es efímero. (el ejemplo de las mariposas).


La tos de Rosa María llamó la atención y mucho, porque de esa tos pasó a no poder respirar y pasados unos minutos cayó al suelo, muerta.


Inesita, la niña de Rosa María se había asustado mucho y lloraba intensamente llamando a su mamá.


Un llanto largo, intenso, un llanto desgarrador.


Rosa María se iba con una paz inmensa, una felicidad que jamás había experimentado: el nirvana. Se hallaba plena, una maravillosa caricia envolvió su alma.


No quería volver, pero los gritos de la niña hizo que se arrepintiera de llegar al paraíso.


Y regresó.











lunes, 7 de noviembre de 2022

Chocolate negro.

 







Y Caronte no redimió los pecados,

un mar ahogado de tumbas que en sus formas arqueadas,

gritan en silencio por toda la eternidad.

Pago alto y desmerecido por hallarse en las profundidades de la nada.

Hacedme un hueco donde antes hubo hielo, ahora fuego. (se dijo).

Entre caballitos, caracolas, los niños buscan la teta.




En aquellas tierras lejanas donde tejen sueños.

Porteadores descalzos, pisadas de ocres…

Un continente abrazado a la faz de la Tierra,

de espléndidos verdes, y ríos como lámparas,

reflejan una única Luna. Abrevad aquí, abrevad.

Como Demetra atesoro siglos. Abrevad la roja Tierra.





Y los carámbanos en el desierto son hermosos,

como la fría noche que acaricia con sus dedos los ojos de quienes lo surcan.

Las fieras libres copulan descendencia,

pastan en el ejido, entre murmullos de cuervos.

La batalla impresiona, por vivir. ¡Qué pálida y hermosa se queda la tarde!.

Ósculo que danza en la selva de hojas gigantes. ¿Es que no los veis?.









Pero se esconde una multitud del diablo,

a engañar la inocencia, y al hambre.

Igual que música de celo esperan la promesa,

pero cabalga la muerte con los bolsillos llenos de plañideras.

Apolíneo monte abarcado de criaturas pastoreando. Abrevad, abrevad.

Pero se esconde una multitud del diablo…





Surco los valles como águila, vespertinamente, y un mar ocre,

se deja caer en ellos. (duerme poderosa pachabamba).

Mirad sus ondas que son como mieles que en rocío se expanden,

valles con árboles de grandes hojas,

allí habita la criatura hermosa. (en las montañas Virunga).

Arpa celestial, como ángeles su música al llover, Lunas y Soles.




Soy un mirlo blanco el calor que sofoca,y la lluvia que abraza,

batiendo alas en un baile gozoso entre picos de montañas,

brota manantial, brota oasis. (¿Quién profanó la tierra?.

Los hombres han roto los caparazones, han despoblado la vida.

Aquel barranco se ha secado, se vislumbra la pérdida.

Soy un mirlo blanco el calor que sofoca, y la lluvia que abraza.








De olvidos.

 



El zapato derecho, en el pie izquierdo, y una magnolia en el pelo. Sonríe ante el espejo redondo con marco de bronce, en el pasillo…A veces se vuelve,

Escupe en el bordillo de la baranda que llega a la azotea, con la cara de pilla, con el pelo negro como la pez, con las manos arrugadas y resecas. Como una niña traviesa escupe a las cabezas de las limpiadoras. Lavan la ropa en la piedra, le regañan. Sonríe.

Ella recorre el pasillo hasta el final, donde el patio, y vuelve tras sus pasos, una y otra vez, varias veces al día. Esa pared de recuerdos: retratos, un mar azul con olas, cuadros aquí y allá. Hay una mancha en la esquina, cerca del techo: ella se fija y sus ojos se abren sorprendidos, parece una luna, se dice, o quizás un farol de aceite, vuelve a decir…A veces la mancha es redonda, otras, con aristas, pero es una luna o una lámpara de aceite...

Se ha olvidado de los geranios, se ha olvidado de comer. Se olvida. Pero llega al fondo del pasillo: el patio de geranios con la silla a un lado, y los dedos del sol que se adentran por la mañana, por la tarde. Gotea una lágrima, gotea otra de sus ojos, pero sonríe, pero no sabe bien lo que sucede. Los niños están en la cocina con mamá y las voces se le antojan pinzones azules en aquel árbol de su memoria. De bajo de la gran roca las casitas blancas con tejado, corren a verla, expectantes por si se gira, por si los conoce, algún gesto, un guiño, algo que haga que ella abra los brazos, para todos.

Pero no, nada, siquiera el pequeñito le es conocido, lo besa, pero no hay mueca. En su boca hay silencio.

La llevan por la avenida, y cruzan la calle a la tienda de sombreros, no quiere caminar, pero la llevan de la mano. Aquellas personas se sorprenden al verla sonriente con el mandil verde, de flores.

La papilla le sale por la esquina de la boca, es un hilo de baba que recorre el cuello, el pecho, y se queda en su regazo como si fuera un tesoro, pero es una pasta sosa, sin color, sin sabor. Pide pollo, pero nadie le da, siquiera un pedazo, ella lo ha visto en la mesa, es dorado, con purpurina.

En el lomo de las sardinas hay un montón de pequeñas estrellas, sonríe porque es divertido, no sabe de donde vienen, pero le gustan.

En el techo de la habitación aparecen de vez en cuando luminarias. No quiere dormir hasta que no se van.

Estas recorren casi toda la habitación, se deslizan por las paredes. Tienen pequeñas alas transparentes, y algunas se escapan por la ventana, cuando los postigos están abiertos.

Y tampoco quiere dormirse hasta que la tela de araña deje de balancearse…es un precioso jersey con adornos, pero aún le falta la sisa, seguramente falta hilo, se pregunta.



Mientras duerme sueña con el barranco, con la gran roca. Un inmenso piélago de estrellas arriba, en el cielo. Corre veloz como un potrillo, con las trenzas negras y dispares, con los zapatitos roídos. Los almendros en flor, la comida en la casa: gofio, papas barqueras, mojo, atún. El agua fluye desde la montaña, los cabritillos corren para abrevar. Los surcos en la tierra llenos de semillas. Los sueños de niña, el futuro.

Pero nadie sabrá lo que ella soñó la noche anterior...
























Algunas personas.

 

Algunas personas cruzan la calle, otras vienen de frente.

Aquella guagua está repleta de personas, ahora gira a la derecha, desaparece al entrar en aquel túnel.



¿Me compra algo?, dice la señora.



-Una limosna por favor, dice Lucas el señor que fue a la guerra y se dejó allá la memoria y el alma.


Ahora cae al asfalto el señor con bermudas, lleva dos bolsas.

¿Le ha pasado algo?, ¿se hizo daño?, dijeron dos señoras.


Tengo el móvil en las manos y entra un Wass: entonces nos vemos a las dos de la tarde en la tasca el Pecado?-

Si, claro.


Pero qué bonitas esas gaviotas aún en la confusión por sobrevolar el centro comercial. ¿Se habrán olvidado del mar?.


-Lleve un númerito señora la suerte está de su parte, dijo Gregorio-


Hay en aquella esquina un perrito, lanudo. Espera a su dueño, o dueña. (sabe que lo premian con alguna golosina).



Lo asombroso es poder observar, quedarse un rato en el mismo lugar.

Oh!, las bienaventuranzas que nos da la vida.


¿Quieres otra copa?.


Claro, todas las que sean y más.


Qué pillina eres-


No, no es cierto, es que vivo ahí dentro, en lo hondo.



Frikula.

 


"Dónde se halla

aquel recuerdo

entre rejas, dijo"





Me salvo del fango

aún en mi memoria

me salvo

Qué pretende, dijo

ni mus”



Sopla el viento del norte

y huele a beso

cosquillas en el estómago”


Titulo de la obra

de mi vida

no sé si al final será”



Provengo de un mundo raro

donde la hierva se materializa

en mi”


El sauce trae recuerdos

de niñez

columpios”



Ballade pour Sophie

Ballade pour Sophie

Se habían despedido el mismo día en que se encontraron, solo que, ninguno de ellos lo sabría hasta pasado unos años, en que, l...