Como ya dije el mundo es como un pañuelo, en realidad se repite muy a menudo esta frase.
Hace rato que espero a que entre. Imagino que vendrá con esa chupa tan bonita que suele llevar Y también con un oloroso perfume, que por lo menos a mí me huele a cielo, a mar, y a no sé qué más.
Llevo dos copas y me estoy pensando en pedir otra.
¿Con aceitunas?, dijo Rizo.
Si, claro, con aceitunas. De esas que tienes aliñadas.
Pero traeme otra copa por favor.
Creo que me he olvidado de las bragas, y el caso es que no sé porqué. En fin no pasa nada ¿Qué podría pasar?.
Como estoy cerca del muelle puedo escuchar alguna gaviota despistada. Creo que se ha entretenido demasiado. Ahora es oscuro. Sé que volverá a su casa, como yo.
De modo que, Rizo complació mi deseo: unas aceitunas, y otra copa, pero él no llegaba.
Pero allí me quedé, en realidad es como mi segundo hogar.
Halloween. Si, es la noche. ¿Ese flequillo es tuyo?, dijo uno de los clientes.
No, le contesté. Tengo peluca. ¿No se nota?
Se fue y se lo agradecí. Un tanto pesado. Pero es lo que hay.
¿Ha venido?, me preguntó una amiga.
No, ni creo.
.........
"Hace tiempo que no escucho
el palpitar de las ramas...
de los olivos."
Halloween me devolvió el retrato que andaba buscando, dijo.
Si no hay ninguna sugerencia doy por terminada esta sesión, dijo la señora Claus.
Las tardes también son para acudir a reuniones y debatir esto o aquello. Aunque llueva, como hoy. De modo, que no hubo respuesta y salieron para volver a sus hogares. Unos vivían en la montaña, otros, cerca del mar. Aunque tenían que trasladarse unos cuantos kilómetros no sería problema porque cuando se convocaba a alguna reunión cada cual asistía con premura, a no ser que las fiebres o cualquier otro contratiempo no les dejara asistir.
..........
"Un día nos buscaremos
será esplendoroso, adorable."
"Como si el tiempo fuera el mismo, como si nuestra piel hubiera sido cosido el mismo día."
"He visto muchas cosas
a veces también a ti."
"Un olor a vainilla se coló por la rendija
de mi desolación, y viví."
"hay más perfecto y hermoso como el latir de un corazón."
Como si en verdad aquel olivo, o aquel manzano hubiesen estado siempre ahí, en el mismo sitio. Viendo cómo asoman todas y cada una de las estaciones.
El caso es que aún en el tiempo que duren siempre se renuevan. Como la vida.
Aquel hombre empieza a bajar la persiana de su negocio. Un pequeño local donde se las apaña diariamente para obtener beneficios: frutas de temporada, boniatos, papas, verduras .
Yo contemplo todo eso, hace poco que ando por aquí. Me vine de la ruidosa ciudad, una ciudad que devora por dentro. El caso es que en el fondo me gusta eso. Pero necesitaba un tiempo para mí. Un lugar sin prisas. Los terapeutas recomiendan precisamente un lugar sin prisas, que la mente se mantenga ocupada, si, pero contemplando por ejemplo el interior de la tienda, todo lo que en ella se haya, Oteando aquí y allá.
Aquí estoy bien relativamente. Duermo más. Ando más. Y lo mejor de todo es que los amaneceres son brillantes, Con un sol que envuelve todo. Las montañas se visten de un ocre espectacular.
Alguna que otra vez me han dado ganas de cogerlos uno, a uno para liberarlos. Dejarlos en un pequeño lago o un río, no sé quizás me equivoque y no se adapten y mueran. Es curioso de qué modo nos acostumbramos a las jaulas.
Esta noche es sábado y tengo ganas de divertirme.
Creo que me daré una ducha, arreglaré mi pelo.
Maquillaré mi rostro, algo sencillo, pero que quede perfecto, eso me gusta.
Hace un rato unos amigos avisaron mediante whatsapp que me esperan en el lugar de siempre, en casa de Rizo.
Unos días atrás me he tatuado unas alas negras en una nalga, me gusta. Es un tatuaje pequeño.
Me falta coger un abrigo rosa chicle, y un bolso de tela con farolillos dibujados.
La noche está algo húmeda pero eso no impide en absoluto que tome un taxi , siquiera me importa si llueve más tarde, más tarde también sucederán más cosas.
Es un placer inmenso e intenso llegar justo a la hora bruja.
Verlos esperándome. Las bebidas preparadas. El blues resonando en las paredes. De modo que en alusión a los pececillos creo que si, que la próxima vez que tenga la pecera delante mío los cojo uno, por uno y me los llevo en una bolsa con agua y ya veré, el caso es que sean libres.
¿Tienes hambre? Me preguntó Rizo.
Claro que si, pero primero me traes un whisky seco por favor, y cigarrillos.
No haría falta alguna que, en domingo, tuviese que visitar a una amiga de la infancia, de cuando la niñez era un mundo hermoso dentro de tantos mundos.
Éramos muy felices.Correteando de aquí para allá. Merendando frutos cogidos directamente: una higuera repleta de ricos manjares.
Bebíamos agua de la tajea, un agua limpia y transparente. Y jugábamos a ser mayores; escuchábamos música de mayores y nos hacía serlo aún más. Eran unos guateques que se celebraban en la finca de al lado, de D. Román. Nos escondíamos para ver a los muchachos y muchachas bailar el twist. Y con botellines de fanta naranja y limón.
Pero no pasó mucho tiempo en que nosotras también empezaríamos a ir a esos guateques. Ya éramos unas lindas muchachitas y acudíamos los domingos por la tarde. La música, los botellines de refrescos, pipas, caramelos... y algún beso en la mejilla. Pero ya a los quince años los besitos eran en la boca, y el cosquilleo en el estómago era demasiado. Hoy en día solemos hablar de aquellos tiempos, reímos a carcajadas por aquellas anécdotas tan divertidas y los comienzos esos de sentir algo más que unas cosquillas.
Por lo tanto quedamos un lunes para tomar algo.
Y claro está fue en casa de Rizo.
¿Quieres un cigarro?,dijo Matilde.
Si, claro, le contesté.
¿Y un whisky? volvió a decir.
Por supuesto que si! jajaja... . Me preguntó que de qué me reía y le dije que me había hecho gracia el modo en que había preguntado por la bebida.
De modo que, nos tomamos uno y luego más tarde vendrían unos cuantos más. A ella le gusta seco, como a mí. Sin hielo.
La madrugada se me antojo un paraíso, no sé algo maravilloso. Sonaba un blues de Gary Moore.
El piano esa noche se había quedado sin nadie que lo tocara. Pero la música de ambiente estaba estupenda. Tengo que dejar de fumar le dije a Matilde, si pruebo uno ya no puedo parar y mis pulmones van a protestar. Fui un momento al servicio, di un traspiés. Seguramente los amarillitos.
Me refresqué el rostro y el cuello. Ante el espejo estaba yo. El reflejo era mi propio yo, pero del modo en que siempre había deseado: sin barreras,sin tener que dar explicaciones a nadie, libre, totalmente libre y a veces algo salvaje. Alguien tiró de la cadena. ¿eres tú Mati?, no contestó nadie.
Volví a la mesa y Mati ya había pedido otra copa, y Gary seguía sonando.
A veces el modo que tengo de ver las cosas resulta algo extraño. Es como si habitara en un planeta diferente. Procuro adaptarme a este.
Soñé una noche que una hermosa tela de araña cubría todo un bosque para protegerlo de aquellas personas que la única intención era de pisotearlo, de matar a las preciosas criaturas que lo habitaban.
Dejar basura y más basura. En fin la verdad es que me pareció una idea fantástica lo de cubrirlo para protegerlo.
Vivo en un ático en unos pequeños apartamentos del sur que no están nada mal. Tengo cerca el mar.
Claro que, a veces me gustaba pasar por la bollería y cafetería, la que daba al parque, un parque atractivo y vintage, con su retreta correntina donde se daban conciertos bastantes interesantes; pero un día sin más quedó olvidado. Hoy está repleto de las hojas de este otoño maravilloso. Parece un colchón de plumas rojizas.
Pero siempre volvía a Rizo. Volveré. Vuelvo.
¿Bailas?, me dijo alguien. Estaba oscuro, pero le dije que si, aunque no veía bien su rostro. ¿no te importa que baile con el vaso en la mano?, dije.
No, claro que no, dijo.
Me sujetó muy fuerte como si supiera que deseaba eso, un buen estrujón, un acoplamiento como es debido. Yo busqué sus labios y lo besé.
Dejé la bebida en una mesita mientras bailábamos.
Aunque deseaba volver a tomar un sorbo y dejarlo en esa boca preciosa. ¿te duermes? le dije, y me contestó que no, que sólo estaba a mi lado, callado, disfrutando de mí y de la música. Eso suponía que también el roce constante de los cuerpos le producía la inquietud de deseo, que ya empezaba a ponerlo nervioso. Yo también, le dije. No soy de piedra.
Por ejemplo ir a nadar a la playa. Las piscinas no me gustan. Ir al bosque a caminar. También me gustan los helados, me encantan, y la crema de cacahuete.
¿Por favor, me sirves otra copa?, le dije al camarero del bar de Rizo, que no era otro sino el propio Rizo, es curioso pero eso para mí es magnífico porque siento que estoy como en casa.
Y se me olvidaba me encanta Moon River.
El cartero me regaló por mi cumpleaños unos pendientes preciosos. Caen en cascada y brillan como las estrellas. Caprichos del cartero.
Desde entonces son los únicos que llevo cuando voy a Riz. Si, claro ahora mismo te sirvo otro whisky, ¿doble y seco verdad?.
Cómo me conoce. Claro como tú sabes que me encanta, de esos que cuando sorbes una o dos veces o tres, acarician la garganta con un ligero toque, como si fuesen unas uñas que se clavan ligeramente y, la verdad es que me gusta esa sensación.
Se dió la vuelta y en dos minutos ya estaba delante mío con la bebida en una pequeña bandejita y una servilleta. Gracias, le dije.
Me devolvió el agradecimiento sin hablar, sin gestos, sólo con una mirada como un cielo, con ángeles negros y blancos, en fin, esa noche me hubiera ido con él.
Cuando salimos, la reja bajaba despacito. La luna ardía de bella. Yo caminé, preferí caminar un rato. Me quité los tacones.
Sentí un placer intenso en los pies que acariciaban el asfalto. Lluvioso.
Dieron las cuatro de la madrugada y volví a mi piso.
Y a veces también me quedo dormida con los brazos en cruz en la mesa, mientras, desde el libro, salen peces volando y rodean la mesa y a mí. Luego desaparecen. Como algunas historias.
Pero indiscutiblemente el sitio donde más disfruto es en el Rizo. La distancia que separa la música de mí es ínfima, es una fusión. Pienso en voz baja y me digo:"yo te absuelvo de todo pecado. Caramba, claro que no es pecado ¿alguien dijo?. Si, mi consciencia que siempre está conmigo.
Algo terrible me ha sucedido y es que no me he traído el pintalabios rojo y mi lengua se ha comido en anterior, cuando en casa me maquillaba y vestía para salir a casa de Riz. Qué impotencia, mascullé.
El color rojo me gusta mucho, me gusta mirarme al espejo y ver mis labios jugosos teñidos de ese púrpura que con un beso suyo se diluye como cuando abro el grifo y sale agua y trato de que se quede entre mis manos, pero, no. Ansío que suceda eso. Por esa razón me lo llevo en el bolso.
Me gustó un vestido negro con lazos en los puños. También me gustó mucho la ropa interior de aquella corsetería famosa, y es que no escatimo en dinero cuando se trata de encajes, de sedas, todo lo que me vista por dentro.
¿Has visto qué noche más hermosa?, dijo él.
¿Él? Ay, pero qué malos son los pensamientos, juegan y juegan y juegan...
Y cuando no puedo concentrarme salgo directamente a caminar y siempre llego cerca del mar. Creo que no es fácil escribir un blues, esa es mi opinión. Telma lo tiene fácil porque en un abrir y cerrar de ojos tiene hasta el título.
Qué bien, me dije . Pensando en alto. Pero no podía renunciar ir y verlos. El blues es como esas delicadas plumas que, en ocasiones tanto gustan a nuestro cuerpo sea acariciado por ellas. Aunque la verdad no me gusta que les quiten las plumas a los, por ejemplo, pavos reales. Espero que usen sintéticas. Eso estaría bien.
Soy fácil de distraer, y mientras paseo cerca del mar, una silueta masculina se acerca y se cruza conmigo. No puedo ver su rostro, pero puedo olerlo. !Caramba!' Me sonreí y me dije: que no eres la mujer loba!.
Tonterías para mi distracción. Pero si que lo oli y era él.
Aún hace falta el ventilador. Hace calor a pesar de octubre. Mañana me paso por el bar de Rizo. Me apetece tomar unas copas, ver a Telma y Chek cantar blues.
A veces Chek empieza antes, porque Telma tiene dos trabajos.
Es gratificante verlo . Se escapan de sus labios poesía. Cuando pido la quinta bebida se me emborrona hasta mi pasado. Suelo dejar que todo suceda por sí mismo.
Llueve fuera. El aroma del diluvio penetra con dedos largos y besa mi rostro. Y Chek sigue haciendo que yo quiera vivir.
Pasados dos días me encierro. Nada me importa más que un blues. Intento componer algunas letras. Pero se me han terminado los cigarrillos, así que salgo a la calle y los busco por donde sea.
También me traigo una botella de whisky.
Sopla viento del norte. Pero me duermo.
Pienso que algunos sueños se deberían mudar a mi habitación, por unas horas.
En la iglesia sonaba el Réquiem de Mozart. A veces los funerales pueden ser preciosos.
Al mismo tiempo se alzó un remolino en el mar, un turbulento ovillo de agua girando alrededor de si; mientras el crepúsculo asomaba tímido por entre los tejados, en el parque, en cualquier esquina que propiciara eso: el reflejo de la oscuridad en los ladrillos.
El tejer de nubes grises iban in crescendo, pero, dentro, en la iglesia aún sonaba canto de ángeles ante un ataúd con rosas blancas y lirios, y jacintos. El rostro más sereno, y bonito, dormido, en la profunda tranquilidad que da el descanso. Ahora el ovillo de agua gira más rápido, es una fuente pendiendo del cielo, huele a mar, mar hermoso, mar amado.
Por esta época los vientos alisios juegan con las olas como los chicos en los patios de recreo.
Terminó el funeral. La noche desplegó totalmente su capa negra. Manso el mar.
Cuando alcanzó el sueño ya avanzada la noche pudo descubrir que había otro modo de hablar.
Un lenguaje casi imperceptible, como el soplo leve de una brisa al caer la tarde.
Sin embargo tan fructífero, tan llamativo por las expresiones que, al igual que un poema, se deslizaban arriba y abajo, como múltiples gotas de agua cuando zigzaguean el cristal de cualquier ventana.
"Entre las rocas el mar rodea con sus dedos acariciando todo, lamiendo, besando."
Por largo tiempo se quedó con aquel lenguaje, que tan llamativo y elegante y silencioso aparecía cada vez que la madrugada hacía callar los incesantes ruidos.