miércoles, 3 de febrero de 2021

La corona de tonos azules, verdes.

 


A cualquier hora que la hubiera visto resultaba una corona de tonos irisados: azules, verdes...

En esos días que pasó en la playa, en una pequeña casita de blanco marmóreo; un porche de techumbre de juncos, llegaron a la costa las medusas, tan temidas por muchos, pero para mí resultaron de una belleza extrema.

A cualquier hora a una se le nublaba la vista al contemplarlas. 

Aquella ahora es una corona, una corona preciosa que se mueve danzando a un lado, y al otro. Los rayos del Sol hace que ahora se torne de un ocre brillante. Me acerco a la orilla, incluso pretendo tocarla; pero como si fuese un pez se esfuma rápido. 

De pequeña ya me habían dejado su veneno. 

Sentada en la arena negra con la cajetilla de tabaco, y una generosa botella de Burdon Cerezas, quedé en extrema relajación.

Poco importaba los asuntos que había dejado en la ciudad. 

El caso es que permanecí varias horas tumbada en aquella suave arena: mis pechos libres, mi sonrisa se hizo un gran arco de iris.

Sonó el teléfono varias veces. Yo no escuché nada más que el sonido de las olas. Aquella corona desapareció, pero me quedó la belleza. 

Saborear instantes es lo que hace que una sea inmensamente feliz, instantes que son efímeros, como la vida, como tiene que ser...



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