Con un paño de fieltro retira los restos de linaza, dos pasos atrás, y observa el lienzo, ahora el magenta reluce igual que una perla irisada. Los ocres van surgiendo igual que dedos de sol, iluminan igual que el oro el cielo. Surge el porche, que embellece el portalón, a un lado y al otro dos sillones emergen con pinceladas sutiles, gotas ambarinas a su alrededor hacen que adquieran la apariencia de dos hermosas vestales. Ahora toma en su mano la brocha mas gruesa, y un arco inmenso se refleja encima del tejado, las estrellas adquieren la viveza de los ojos de los niños, de los mismísimos ángeles, la satisfacción que le produce terminar la obra provoca un inmenso suspiro de alivio, y sonríe. El hostal de carretera había acaparado casi todo el lienzo; más bien un bello parterre de lirios en el Olimpo parecía...
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