–No copies, te veo por el rabillo del ojo.
–No he copiado, sólo que tú haces que sienta eso, la necesidad de mirar tus cuadernos, tus libros, y porqué no, desear tener tu estuche repleto de lápices de colores tan brillantes, adornados con esas pequeñas estrellas que parecen miles de farolillos…
–Olivia te castigará dejándote sin merienda, dijo Néstor.
–Ella nunca castigaría a alguien que se quede embobado admirando cosas bonitas, dijo Eloy.
–¡Bah! ¡Paparruchas!, replicó Néstor.
–Sabes que pueden encerrarte en el cuarto oscuro? ¿Y que probablemente no salgas hasta dentro de mucho tiempo?
–¿Pero a qué llamas tú cuarto oscuro?, dijo Néstor. –Bah, ¡Paparruchas!, repitió de nuevo…
–Son como niños, arguyeron mientras les observaban detrás de las persianas. Dígame Doña Olivia, ¿cuántos cree usted que podrán llegar?
–Deduzco que usted quiere decir aproximadamente porque, la verdad es que las cifras son estimatorias dependiendo por supuesto del grado de capacidad de cada uno de ellos o, de la fortaleza física, dijo Olivia.
–Permítame un consejo Doña Olivia, no castigue tanto con el cuarto oscuro, o sus hijos sospecharan, de hecho, hace apenas unos días la familia de Orson se presentó en mi despacho un tanto extrañados de que su padre les contara que a veces, le llevaban desnudo a un cuarto muy oscuro por copiar los deberes o, por comer dos natillas en la merienda en vez de una, porque sólo usted permitiría en tal caso una unidad, si no mojaban las camas,…
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