Como quiera que sea que el sol habría salido, desplegando los rayos aquí y allá, como quiera que esas rocas erosionadas por el lamer de las olas, el besar, acariciar, la mujer se habría sentado justo al lado, en la arena. Probablemente para, simplemente quedar inmóvil, mayestática, contemplando, escuchando el sonido del mar, el fluir de las olas, que por esos momentos parecían sirenas que por un rato jugarían con el vaivén...
En aquel momento, cuando uno piensa suelen venirse los recuerdos.
En la misma postura de total quietud y como un caleidoscopio, las imágenes se reflejaban en todas la rocas: voces, situaciones, circunstancias, rarezas, incluso carcajadas; habría puesto el sombrero de paja de Fedora para proteger el rostro. Y sobrevino que recordó el día en que un amigo había ido a visitarla, un día de esos que invita a chocolate caliente por el frío:
- Deberé pensar entonces que el burbujeo de las conversaciones, el ruido de la ciudad no es lo que te debería agradar, eso dijo, eso le comentó a un amigo, de esos amigos de la adolescencia.
Se habían cosido los corazones, y probablemente con un corte en las manos dejarían que su sangre se mezclara.
-No, no me agrada en absoluto, aunque me vea obligado por el trabajo, a veces pienso el porqué me empeñe en ser abogado.
Hubiera preferido trabajar en un barco mercante. De esos que surcan los mares durante muchos días. Contemplar el azul del cielo, o el gris del mismo con nubarrones a punto de explotar y dejar caer un río de agua.
-Querida amiga, si, la verdad es que hubiera hecho eso; pero mi profesión exige que entre en el bullicio: coches con bocinas gritando, gente ocupando aceras, trotando casi como caballos en huida.
La sala de Justicia con ojos ansiosos por el veredicto. Procedimientos, opiniones, pruebas, apuntes. Por esos días yo era el abogado de un señor que tenía en propiedad dos grandes edificios.
Tan grandes que tocaban el cielo.
-Disculpe señoría, pero estoy en total desacuerdo con la parte acusadora. Mi defendido tiene su propiedad en toda regla, legítimamente suya, no entiendo el porqué la acusación de malversación de fondos, cuando este hombre lo que ha hecho en su vida ha sido trabajar duro, y por su inteligencia y riesgo, se ha apropiado de estos edificios, según los papeles todo está correcto.
Una compra en toda regla, con su propio dinero.
Un silencio se hizo en la sala, siquiera el ruido de un mosquito.
"Los abultados ojos, redondos del juez, ojeroso y con grandes bolsas de bajo de ellos, se abrieron como grandes abanicos, como canicas gigantes, con una expresión de asombro, o algo así".
- Y sabes amiga, estoy bastante satisfecho, porque gané el juicio de pleno derecho-.
!Ay la vida y sus secuaces!, dijo ella.
-Malversación de fondos decían, repetían, una y otra vez; pero resultó una mentira a merced de la parte contraria, diría yo que el abogado acusador si estaba comprado...
Sin apenas darse cuenta había terminado tumbada en aquella arena negra, fina, brillante, y suspiró, si, lo habría hecho muchas veces; mientras, las olas como plumas ligeras cosquilleaban su dedos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario