Desdémona se halla en el lienzo junto al vasar y al lado esa silla vacía que pareciera albergar aún vestigios de las charlas, de las tardes en invierno, si es que pudiera una silla contener los ecos de voces, y el tintineo de las cucharillas en las tazas o, de las copas de vino al juntarse sensiblemente…
Fuera, la calle es circundada, ahora por esos coches, ahora por algún carromato. La fortaleza rodeada de madreselvas y algún camino de gravilla perfectamente ideado y que en algún momento hubieron soportado los miles de pasos en las horas de la tarde, en los días de esa luz intensa que sólo se queda para abrevar, igual que los caballos, para luego desaparecer por entre aquella colina, permanece igual que un valiente guerrero, erguida, y en su interior perdura el lienzo junto al vasar, más si alguna vez todo fue para ella la más cálida acogida, ahora, la vida ya no sobrevive, ni siquiera un hálito por compasión…
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