martes, 23 de febrero de 2021

El color del tiempo

 Desdémona se halla en el lienzo junto al vasar y al lado esa silla vacía que pareciera albergar aún vestigios de las charlas, de las tardes en invierno, si es que pudiera una silla contener los ecos de voces, y el tintineo de las cucharillas en las tazas o, de las copas de vino al juntarse sensiblemente…


La escalera de caracol lleva al dormitorio donde, por las mañanas, el sol  se atreve altanero, e igual que un caballero toma el cuerpo de ella, dormido. Más amada imposible, más besada jamás; abordada por la extrema calidez de sus rayos delicados, luego entonces la imponente escena es extremadamente sublime, como cuando se adentra alguien en un bosque y se oye el tañer sutil de las hojas cuando se desprenden de sus ataduras y al llegar al suelo se vieren bienaventuradas, pareciera el sol entonces el amante que ha deseado, que ha añorado.


Fuera, la calle es circundada, ahora por esos coches, ahora por algún carromato. La fortaleza rodeada de madreselvas y algún camino de gravilla perfectamente ideado y  que en algún momento hubieron soportado los miles de pasos en las horas de la tarde, en los días de esa luz intensa  que sólo se queda para abrevar, igual que los caballos, para luego desaparecer por entre aquella colina, permanece igual que un valiente guerrero, erguida, y en su interior perdura el  lienzo junto al vasar, más si alguna vez todo fue para ella la más cálida acogida, ahora, la vida ya no sobrevive, ni siquiera un hálito por compasión…

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