Las hojas de los árboles se esfuman hacia el cielo. El miedo hace que no quieran tocar la tierra. De manera que ahora no habría cielo, sólo miles de hojas de varios tonos: rojizos, cobres, ocres, verdes...
Quizás también tendrían mucho, pero mucho miedo del gato.
Era enorme. Cuando salía de su guarida temblaba todo.
Pero se limitaba a tomar café, como cada día. Leer la prensa, y atusar el bigote.
Era todo tan surrealista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario