Pues sí, dijo Nela al terminar de tomar un café con aroma de avellanas, este momento es crucial y más cuando si te percatas de ello, ahí fuera comienza a llover y si más tarde contemplas el empedrado: brillante como un diamante, prosiguió, cuando llueve el paisaje es diferente incluso esas piedras incrustadas desde mucho tiempo.
Alguien vende lienzos, para protegerlos los cubre con una carpa. Son copias de renombrados artistas.
En la otra esquina alguien asa castañas. El humo hace unos graciosos girones muy lentamente a falta de la brisa; se cuela por las narices de quien pueda pasar cerca.
Comienza a caer la tarde y las luces se vuelven de un ocre hermoso.
Si, es interesante, dijo la señora que vende los lienzos, que ha escuchado a Nela, porque ha entrado a por un café- con sabor a canela por favor-
Alguien tiene un deseo, un deseo muy fuerte.
Y piensa que no se cumplirá, pero luego tiene alguna esperanza cuando admira aquellas piedras húmedas como los besos...
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