Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

martes, 18 de mayo de 2021

Los desayunos de la familia y Simba.

 


Galletitas saladas, mermelada de naranja. Frutos secos. Mantequilla en pequeños paquetitos. Cucharillas; tazas de café y de té. El tintineo de los cubiertos. El mantel blanco, inmaculado. Las rosas en la encimera. 

Pronto saldrían a sus quehaceres. Cada cual a sus asuntos.

¿Dónde está mi boina verde?, dijo Roberto, oteando a un lado y otro, levantando los cojines del sofá, mirando debajo de la mesa.


Creo que iría bien este vestido, sí definitivamente hoy lo llevaré, dijo Luzmila.


¿Y mis calcetines?, dijo Pablo.


Nadie contestó.


Simba se quedó solo en la casa, por fin haría las fechorías que tanto le gustaban, además de terminarse el desayuno, lamiento las esquinas de la mesa: restos de mantequilla. Galletitas saladas, mermelada de naranja.


Luego un chapuzón en la piscina redonda, en el jardín, muy cerca de su casita.


Vida de perros, pensó Simba, y sonrió para sus adentros.

 

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