miércoles, 5 de mayo de 2021

La gran nave de los hombres necios.

 La estrella de David se ha pronunciado,

se ha dormido entre las bandadas de pájaros sin norte.

Se le ha roto la vestimenta a la esperanza, crujen sus alabanzas,

como dolor en sus carnes…Una herida grande en la pared

Un terremoto de camellos levanta polvo de la gran alfombra,

dame una salida, dijo. Un herida tan grande en la pared.








Yo soy la gran casa oprimida por los tiranos. Abrevad, abrevad,

que no queda gota húmeda para tantos labios resecos.

Ahí llega un navío que en el cielo se alza,

por los tórridos caminos se precipita arroz, trigo, 

Abre postigo tu ceguera luz, que tengo hambre,

tengo hambre en todo mi continente…




Con diez soles se bendijo la aquella tierra de faraones,

de espléndidos ríos pintados de verdes, fosforescencia.

Mi presencia se remonta a un sinfín de tiempos,

y mis colinas en ondas, y mis patios sobrepasando sus flores,

en escalada hacia el inmenso piélago de estrellas.

Crecí en medio de la nada en incesante empeño me cubrí de capa de raso.








Ese gran músculo que late entre todos los pechos. ¿Quién lo cercenó?.

Pero, ¡Oh!, los azulejos limpios de inocencia, labrados de tonos,

tonos diferentes, ahora se agrietan por cuatro esquinas.

Soy mi continente que abreva y se ahoga, abreva y se ahoga,

soy dolor y multitud. Entre ladridos de perros se intuye el miedo.

La gran nave de los hombres necios ha vuelto.

 














O, tal vez entre ese oasis,

marmóreos susurros de búhos que postrados se quedan.

Donde hubo un lago azul perpetrado de garras mayestáticas,

el tornado se ha tomado de la mano lo prestado.

¡A la carga navíos!, id a lo robado, lo mancillado.

Como púrpura tarde lo cometido es errado.




Un sin fin de palomas que pican el desgastado umbral,

unas ciegas, otras, sordas. Un relámpago tintinea un puñado de campanillas.

El gran mundo verde se ha vuelto a secar: veredas, montañas, una dama negra,

leña sin fuego que arda al ocaso de la tarde.

Postrada con mis manos a lo largo de este continente mío,

como un gran gorila enfurecido, me resisto al desparecer de las palabras.




Un vals suena en medio del polvo, ramas entrecruzadas,

que no han hecho más que abrazar lo dado.

Ese agitar banderas, no tiene color alguno, ninguna mención.

Beber del cáliz envenenado, mientras tanto un monstruo se acuesta,

al lado de los sueños. Del otro lado del mundo, en el borde filoso,

de pistilos, se acomoda el ave libre.




No me reconocí ayer cuando soñaba mi fortaleza,

los piratas quemaron los dedos de espumas blancas de las olas,

que mansamente lamieron la arena.

No me reconocí del miedo, de la impotencia: mis manos atadas.

Soy un jazmín mancillado, el dolor se escucha en el aletear de la gran nave.

(Gira el mundo al revés).





Vengo de las profundidades de los mares con las manos muertas,

con los huesos apilados entre rocas y algas. ¡Oh!, llanto, llanto.

Los poetas se han suicidado frente al faro: el devenir de un reloj, tic, tac.

Los muros se alzan  con cristales rotos. El futuro incierto de las mariposas.

Velos de dolor al otro lado con miles de fetos sin úteros.

No unjas pañuelos entre calaveras.








2 comentarios:

  1. Necios somos un poco todos los humanos, me gustó el texto, me hizo reflexionar.

    Besos.

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