La fuente con el color del agua violado ahora chisporrotea y saltan las gotas y caen en cascada y se quedan pegadas al asfalto, las señoras salen con la ropa blanca y el gorro en los cabellos cuando la sirena suena. Discurren las horas. Pasos aquí y allá ahora azarosos, ahora calmos, discrepan los señores y las señoras apuntan a los cristales, el almacén está repleto.
Realmente las posturas y las ideas en cuanto a alguna de las muchas corrientes artísticas dependen muy mucho de cómo haya sido de efectivo el trabajo y demás ocupaciones, ya sea pintando un lienzo, ya sea un marino cuando iza las velas en busca de la comida de sus familias, ya sea cómo de abundante se haya dado la siembra…
Es agónico presenciar aquellos hombres que postulan por las avenidas en nombre de Dios, en nombre de los otros hombres, para esto o aquello, cuando en realidad la miseria, la mezquindad, la parsimonia se halla en ellos mismos…
Cuando los señores y las señoras se reúnen y lucen sus capas elegantes y sobrias para decidir una cosa u otra, para resolver asuntos que en muchos casos son relevantes y perentorios para la comunidad en los grandes salones provistos para ello, lo mas probable es que los tratados y conversaciones salgan por la ventana, con escasas expectativas…
Si cada día abriéramos las puertas de donde habita el alma, y dejáramos que ésta se exprese y se pasee por la calles y dejamos que se mezcle con el gentío entre las horas más complejas del día o entre las horas más agónicas de la noche, volvería y llamaría al timbre henchida de felicidad…
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