Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

viernes, 9 de julio de 2021

Una noche con luna y luciérnagas.

 




En realidad no prestaba la atención suficiente que debía, el calor sofocante no dejaba que se concentrara. Además de todo eso había bebido lo suficiente como para siquiera saber dónde estaba.

Las luciérnagas llamaban su atención y no quitó ojo durante casi toda la noche: aquel brillo acaparaba toda la atención que podía.


Para nada, y aunque estuviera ebria, su conducta no era ni mucho menos execrable.


Aunque sólo escuchaba murmullos allí se hablaba de muchas cosas, por ejemplo: de la línea de tren que pronto inaugurarían y que vendría muy bien para todos. En un valle y a una altura considerable viene muy bien, dijo alguien mientras fumaba un puro. Llevaba una chaqueta de lino y pantalones a juego en color gris, un sombrero de ala ancha, unos zapatos de charol rojo.


-A propósito de ello, dijo Eulaly, hay cierto rechazo por parte de una minoría, pues según dicen será una aberración para el páramo. Un valle verde y limpio.


El señor de los zapatos de charol rojo se atusó el bigote entre murmullos: “paparruchas, paparruchas”.


Una de las luciérnagas se posó en la nariz de Genoveva, que como se hallaba en esas circunstancias pensó que había sido un beso. Y buscó, buscó para saber quién había sido.


Trastabillando se quedó de pie, se dirigió a Eulaly por si había sido ella, pero en el mismo momento en que se hallaba muy cerca cayó al suelo estrepitosamente. Allí quedó por varias horas, y aunque el señor de los zapatos de charolo rojo intentó levantarla, Eulaly dijo que no, que la dejara ahí que estaba muy bien.


Pues, si definitivamente la solución es el tren. Digan lo que digan los demás, aludió Eulaly, y el señor de los zapatos de charol rojo, pero no quitaba ojo a Genoveva. Salivaba, además de permanecer en decúbito prono.


Después de haber charlado sobre el tren toda la noche cada cual se fueron a sus respectivas casas.


Genoveva se quedó en la misma posición, pero cubierta por miles de luciérnagas. Brillaba como una estrella.


Al día siguiente el cuerpo había desaparecido.


Ahora sería una luciérnaga más esperando la próxima victima...

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