Los mercados son como las ferias. Exhiben toda clase de cosas.
Nuestra Señora de África es uno de ellos, tiene un gran patio donde las flores se explayan por todos lados: rosas, lirios, jacintos, magnolias, etc..
A ambos lados hay puestos de frutas y verduras. Quesos, encurtidos. Carnes, pescados. Lorilay y yo solemos tomar café en ese patio de dioses. A primera hora de la mañana el jolgorio de las personas que lo visitan es como un incesante fluir de agua al caer desde un barranco cualquiera.
Hay puestos que ofrecen pulseras de cuero, pendientes labrados por artesanos, macetas con ilustraciones preciosas. Un sin fin de mercancía, que con ilusión, los vendedores, cada día exponen. Aquella señora que observo está en un puesto de quesos, quesos de todos sabores y lugares, pero no quiere esperar turno. Se enfada. Alguien le dice amablemente que tiene que esperar. Se calla con el ceño fruncido.
Es curioso que aún algunos mercados, por ejemplo este, tengan un gran patio copado de todo. Las flores quizás lo más relevante, como la arquitectura árabe.
La riqueza se halla en el interior ,y no en el exterior. La vida se vive en ese maravilloso oasis. Su frescura y luz hace que una se quede ahí contemplando las maravillas de la vida.
¿No vamos?, dice Lorilay.
Si, vamos, pero no me gusta el exterior.
Es tan gris. Bocinas, gente con prisas…
Y el puestito de las quesadillas y el del señor palmero con sus quesos de almendras y el bienmesabe -adiós mi niña, gracias- Y ay los higos, maná terrenal. Echo de menos a los niños de visita del colegio recorriendo asombrados ese edén.
ResponderEliminarQue eso, que yo también me convierto alli en niña como tú :)
Besitos mi linda
Qué bien leerte, mi lopis.
EliminarNiñas somos, dentro están.
Besitos muchos para ti bella.