Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

martes, 6 de julio de 2021

Es frivolidad, si eso debe de ser.

 


Probablemente llevarían ahí mucho tiempo. Quizás eso, el 

tiempo no hubo existido, no.


Llevarían ahí dos, o más horas, pero en realidad pudo haber 

sido toda una vida, o tal vez nada.

Asentirían con la cabeza las veces que hubiera hecho falta. 

Tomarían el té, o el café, o alguna soda, si una soda, porque

era verano y además por esos días el asfalto se derretía igual

que una gran bola de helado.

Cada cual parloteaba esto o aquello; mientras tanto, fuera, 

todo giraba como cada día. El patio de geranios y sus sillas 

blancas, y su mesita con cristales de colores acogían el grupo

de parlante que hablaban en mayor medida de la guerra, de lo

aterrador que podía ser sufrir las consecuencias de ello. Por 

otro lado se alegraban de no sufrir en sus carnes o en la de 

sus hijos el horror de ese gigante aplastándolo todo. Después 

de hablar sobre todo ello dejaron la prensa en una de las 

canastas, y jugaron al bridge con frivolidad pensando en los

en los puntos que ganarían o perderían, !Ah la guerra¡, dijo 

alguien, si eso dijo, y eso es frivolidad, ciertamente lo es...









 

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