viernes, 23 de julio de 2021

Adviento y vigilia. Frenesí.

 


Frenesí

Le había conocido en una película de los años setenta; cuando el ataúd se hundió en el lodo una sonrisa escapó de sus labios rojos, mientras palpaba el dolorido brazo.

 

 

 

ADVIENTO Y VIGILIA

La ropa blanca ondeaba al viento, y el sol iluminaba hasta las puntas de las sábanas, llenó todas y, otra, y otra. El griterío de los chicos en la cocina hizo que dejara el cesto de mimbre en la pileta. La leche humeaba y las galletas que habían quedado demasiado tostadas llenaban las bocas de los niños. No habían pasado más que unos pocos años después de la gran contienda y aún escaseaba comida y la ropa era cosida una y otra vez por las mismas manos que luego, secaba al aire siempre esperando el amarillo ocre que aparecía por el horizonte. Unas cuadras más arriba la familia Ortiz se llenaba la boca con alfajores y mazapanes recién horneados por la Clarisas. Los jueves tocaba plancha. Buenos días señora, dijo la madre de los niños. Buenos días replicó la señora Ortiz. Hay una montaña más alta que un carrusel, de vestidos y de calzones de mis pequeños esperando en la habitación de planchado, le dijo. Mientras secaba la frente de sudor y espaciaba el agua sobre aquella ropa tan cara, observaba a sus seis chiquillos y una discreta sonrisa se escapaba de entre sus labios agrietados.

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