Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

lunes, 19 de julio de 2021

Ahora y antes, otra época.

 

 A veces cuando una observa las montañas y el valle cree escuchar el eco de otro tiempo, de gente que ya vivió allí.

El transcurrir del tiempo ha esculpido cada roca, los caminos llevan miles de pisadas. Las casas más antiguas áun conservan el estilo: fachadas de piedras. Hay costumbres que no se han perdido: en las puertas cuelgan ristras de ajos. Los habítantes más viejos se persignan varias veces en el día 

De modo que una se adentra en esa otra vida. 

Los puestos de verduras y frutas, la iglesia de piedra negra y cristales de colores, los transeuntes aquí y allá. Los caballos, los carros, la música de la taberna; los buenos bebedores de  Whisky.  El chapoteo de los niños en el barro. A los ladrones se les castiga en la plaza: azotados hasta que sangran sus espaldas, o también condenados a duros trabajos, algunos son fusilados en el acto.

El olor nauseabundo sobre todo de los hombres cuando regresan de caza, o de algún enfrentamiento con los otros pueblos rivales, se cuela por las narices, por eso las mujeres tienen que cubrise el rostro, y más aún cuando alguno de ellos se acerca a algún puesto para comprar queso y pan.

Ahora el sol se esconde, y poco a poco, el manto gris de la noche cubre todo. 

Es una escena interesante: vidas que ya no están, pero que poblaron el mismo sitio de los que ahora habitan el lugar.


Le dije que si cuando me preguntó si podía darle un bollo, pero desapareció, o quizás fue la imaginación. Nunca se sabe.

   

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