Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

jueves, 25 de marzo de 2021

Matilde perdió el viaje al Caribe

 

Matilde, por no ofender prefirió sacrificarse ella misma. En realidad no fue tal ofensa, pero en esos momentos pensó que si. Las palabras que quería soltar de su boca se quedaron girando dentro, porque no eran palabras delicadas, no eran amorosas, más bien irritantes, y antipáticas. 

El sacrificio fue renunciar a un viaje en barco, en un trasatlántico. Iría al Caribe.

Pero la habían educado para ser una señora de bien: obediente, fiel, respetuosa.

El tal ofendido de nombre Oliviero, que no fue ofendido, si se enteró del suceso en cuestión, por lo dicho antes. Pero en una conversación justamente cuando ambos se disponían comprar los billetes, él le había dado un empujón a Matilde por ser el primero en la ventanilla, por eso las palabras que giraron dentro de su boca duraron algo más que una hora.

En  el  momento en que era desplazada de la cola se dió cuenta que Oliviero era ciego, y sordo, porque justo en ese momento la bocina del barco lanzó miles de decibelios que hasta las gaviotas que revoloteaban se fueron en estampida. Y un señor que estaba detrás de ellos dio un respingo, y el helado que estaba deleitando le quedó de adorno en todo el rostro.

Prefirió quedarse en tierra, porque la noche anterior había soñado que un fuerte temporal de mar acabaría por hundir el gran buque. Y nadie sobreviviría.

 


  



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