Bueno, no es en sí la merienda el motivo el cual nos ha reunido hoy aquí, en esta casa de madera rodeada de castaños, y la fronda enfrente parece un cuento de hadas, gnomos etc,.
En realidad el té y las pastas, y aquella tarta de frambuesa fue una excusa.
Aquí los tratados, leyes, decretos, se firman con mucho sigilo, son muy pocos los que tienen el honor de participar, dijo la señora, dueña del hotel el Bosque al mismo tiempo que recogía en su plato un suculento trozo de tarta, y se servía un té.
Si, realmente usted tiene acciones de algunas empresas del país, y además forma parte de esta, digamos reunión, que aprueba esto, o aquello, dijo la señora Moli. Pues bien, empecemos, volvió a decir.
¿Alguien ha escuchado eso?, dijo Moli, mientras sorbía el té.
¿Eso, que es eso?, contestó el señor Honorio, único varón entre las señoras.
-Es un ruido peculiar, como un repiqueteo , ¡lo escucho, lo escucho!
como un desasosiego, como una sensación de algo más que un repiqueteo: una legión de abejas quizás.
-Las abejas zumban, dijo el señor Honorio. Y las abejas no producen desasosiego, volvió a decir.
-!Es el mar¡, el rugir del mar, las olas, olas grandes que avanzan, dijo Moli.
La tarde será larga y ya no habrá té, ni pastas, ni tarta de frambuesa.
Habrá firmas, acuerdos, y demás cosas, empecemos y dejemos que ruja el mar...
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