Hacía mucho tiempo que no salía de noche. Riz, quedaba lejos en mi pensamiento: el ambiente, el humo de los cigarrillos, los besos con lengua; el coqueteo constante por mi parte mientras bebía whisky. Sorbos de vida. Confesiones. Un largo etc., de secretos, revelaciones...
De modo que me enfundé en el vestido negro con puntillas plateadas alrededor de los puños, y el escote. Maquillé mi rostro con mucho cuidado, y mientras hacía eso me miraba al espejo y sonreía.
Minino ronroneaba alrededor de mis piernas: un lametazo, otro, y otro. Por unos momentos quise que fuera su lengua buscando todo lo recóndito de mi piel. Terminaba en mi sexo dejando que yo gritara de placer y al mismo tiempo le arrebatara sus labios carnosos para que se depositaran en los míos. Minino, si tú supieras, le dije.
Estaba dispuesta esa noche, y con las ganas de la primera vez.
Un taxi me recogió en el portal. No paraba de moverme por encontrar ese confort durante el trayecto a Riz.
Miró por el retrovisor, y vio como me movía. Me dijo que si me pasaba algo, le contesté que no, que sólo buscaba estar cómoda, pero yo sabía que el olor de las ganas se le había introducido por la nariz y no podía dejar de mirarme.
Cuando llegamos le pagué, me agarró la mano y lo miré, ¿Y esto?, le dije.
Nada señora, nada. (soltó mi mano).
Estaba ansioso, por su comportamiento: nervioso, inquieto.
"Sweet Home Alabama" sonaba cuando entré en el Riz.
Si, realmente aquel sitio era mi dulce hogar.
Busqué sus ojos, sus labios. Me colé entre los sillones de cuero verde por su su olor le delataba, pero no fue así.
"En lo profundo de mi corazón" leí esa frase en una de las paredes de ladrillo ocre, sabía que me lo había dedicado.
Pero no estaba.
Sus palabras si estaban.
ResponderEliminarEs una forma de estar.