Mordisquear un lápiz es más normal de lo que parece. Ya sea en la parte final de este; o como si es un ese mascar toda su horizontalidad sobre todo cuando escribimos algo. Quizás es una manía para nada aceptada, pero lo que es cierto es que es muy común. Yo, también lo hago.
La noche anterior mientras escuchaba la banda sonora de Memorias de África cómodamente sentada en el sofá, con una botella de Whisky recordé que me había dejado mis preciosas bragas en casa de un amigo.
Por lo que provoqué una nueva cita. Estuvimos hasta altas horas de la madrugada bebiendo, fumando y cumpliendo nuestros deseos.
Pude recuperar mi prenda y él se quedó dormido para siempre.
No perdoné su traición, y aunque no lo quería me gustaba bastante.
Para siempre hasta que despertó embarrado de estiércol. Le había dado volquete.
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