Aplausos


Nada más alentador que un aplauso. Pero cuando se repiten por compromiso la vanidad de aquell@s que los reciben se convierte en un monstruo devastador.


María Gladys Estévez.

jueves, 3 de junio de 2021

Eleonora siempre llegó tarde a cualquier lugar.

 

Una lágrima resbaló por las mejillas, y bordeó la nariz para acabar en el arco  de Cupido; se hizo un lienzo repleto de lágrimas, destellos que parecían los dedos del Sol cuando avanzan hasta traspasar los cristales de cualquier ventana, o buhardilla. Leonora era muy sensible, y eso pasó cuando una noche en compañía de Guzmán vieron una película romántica.

Eleonora siempre llegó tarde a cualquier lugar. Una mujer despistada y distraída, aunque muy inteligente, y persuasiva. Tenía un vestidor que era la envidia de cualquiera que estuviese en su casa, y se adentraran con sus rostros de sorpresa, sin nada que decir, solo enmudecer. 

Ella era quien le hacía un guiño a la vida y no al revés. Vivió la noche como si cada día fuese el último, transgresora, pero al mismo tiempo mimosa, y sensual. Tuvo muchos amantes. Disfrutaba de ellos en la arena negra de la playa en la madrugada al salir del Rik. Casi siempre ebria porque era el único modo de poder soportar un mundo que no entendía, un mundo que no era para ella. 


¿Sabes si tiene familia?.


No, no tiene familia ni amigos, dijo alguien.


Pero mira qué bonita se le ve, parece dormida, volvió a decir.


¿Crees eso?


Claro que si, ¿es que no la ves?.


Ahí con su preciosa melena castaña, sus labios, sus manos tan blancas, y delicadas. 

 ¿Me traes el tul por favor?


Si, claro.


Es que le voy a cubrir su bello rostro.


¿Y porqué?


Coño, mira que haces preguntas.


Es por verla inmaculada.


Murmullo: si claro, inmaculada. La hija de perra que me robó a mi hombre...




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