Al volver como siempre
una infinita piedad (¿Piedad?).
Se preguntó si en algún momento
de reflexiones, de tardes: un cigarro en los labios. Se preguntó.
Piedad siento pero por mí,
ahora que ya no sé dónde podría
oler, tocar, sentir. El aroma de los silencios.
Una ola, y otra. Una que abrace mi cuerpo,
entre espumas, salitre. Yo soy piedad.
Siento cómo me diluyo, cuando te pienso,
allá en la lejanía. Un oasis, tú, tú, tú...
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