Entre el tablón de anuncios, y la mesa había poca distancia.
Pero es curioso que durante años, ese espacio corto se hizo camino, y si vamos más allá de la realidad nos encontramos ante un caminito lleno de amapolas a ambos lados. Perfectamente limpio, siquiera una piedrecita. Habría igualmente unos setos muy bien cuidados, y un ciprés muy alto, tanto que casi rozaba el cielo.
También, de vez en cuando, se celebraría algún concierto: adagios, y un cuarteto de cuerdas amenizarán los lunes y jueves a cualquier transeúnte. Y si queremos ir mucho más allá de lo real nos encontramos con una plaza, un puesto de castañas, una pequeña iglesia. Un teatro. Actores vestidos, algunas telas de muselina, esperando salir a escena. Detrás entre bastidores los nervios, la ilusión se hace un bullicio silencioso.
"El unicornio y demás sueños". Título de la obra.
A Emma no le gustaba vestirse de unicornio. Durante su infancia había soñado una, y otra vez que un unicornio la perseguía para comerle los pies. Es que los tienes lindos, le decía su madre.
Una distancia tan corta. Una realidad que se desborda.
Una historia. Una vida. Observar.
Es la percepción de una, cuando en silencio, a primera hora de la mañana, se detiene al mirar el tablón. Hay una nota nueva. Recorre desde la mesa por ver qué es.
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