Los tiempos que corren no son los de antes ni los de ahora, son tiempos, nada
más.
Se abrigó en el frío de la madrugada mientras intentaba escribir una historia.
Mary no era del todo consciente que en un tiempo atrás había albergado vida en
su vientre, sin embargo sonreía.
Nacido de un buen polvo, pensó, cuando se miró al espejo y pudo ver el rostro, su
propio rostro que sonreía. Dejó el cigarro a medias y se recostó en la cama.
Diluviaba, de modo ,que no se levantó del camastro, ni lo haría por mucho tiempo.
No antes del previo aviso. La obediencia sería manipulada e intrínsecamente
grabada en los sesos del individuo.
“ Mary se blindó por dentro al ser concebida,
tenía miedo de pisar el camino que según los dioses habría,
de descubrir.”
Lejos del propósito jugó como la lluvia entre las ramas de un olivo, como cuando
las gotas se funden en lo inhóspito.
Anduvo otros caminos despreciados por los ausentes, los que visitan mercados,
los que en su propia mediocridad se autoflagelan buscando el perdón de dios.
Se resucitó de entre los vivos en aquellos días de habitación propia, que se
conmemoraba de abrazos tibios, de un hacer amor brioso: lamer heridas,
complacer a propio y abstenerse de ir a misa. Por muy extraño que parezca la
misa la tomaba en su propia casa cada vez que imploraba a ese dios del mundo,
deseosa de ser tomada por él, y por eso le escribió poemas, todos en frasco
pequeño como si realmente fuese miel y almendras, o como la melaza del cáliz
que corre desde los labios hasta el ombligo.
Un día se percibió al escuchar noticias de este mundo cruel y al comienzo sonrió,
pero luego no. La puta leyenda habría de cumplirse, se dijo. Más quisieran que se
haga la voluntad del ángel caído, o del dios que nos salva de la ignorancia y que
bendice en cada una de las cabezas, siquiera cual cabeza, el caso es bendecir.
En uno de los viajes vio una ingesta cantidad de hambre por toda la tierra y no se
persignó no lo haría bastaría adentrarse y quedarse ahí donde el espanto. Ahí, con
la certeza del humano, convencida de que había hecho lo mejor de ella.
Ahora sucumbe, otra vez y las que hagan falta repartir tarjetas donde se dice la verdad.
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